8 de marzo de 2015

DOMINGO SAY




La rutina nos acarrea de las narices a un compás monocorde de bandoneón. Comenzó la semana con un lunes de lluvia y aire fresco, en una ciudad húmeda y agitada que coexiste y se tutea con los tacheros, los paqueros, los yuppies y los sin techo del centro.
Decidí mirar al banco y jugar con el cinco. Agarré la agenda, busque en la D..."Don Domingo". Lo llame y pude escuchar un timbre de voz de esos que escasean en la ciudad. Esos timbres roncos de tabaco que atesoran ecos de un tiempo que ya no es y que tan bien encajan en una noche gris plomo, tan porteña, tan lunes, tan Buenos Aires. 

Para ser sincero, los tipos como Don Domingo, con más de setenta abriles en el lomo, no esperan un llamado en su día. Espera jugar en la primera de Boca, hacer saltar la banca del Casino de Mar del Plata, tocar el fueye en el Sexteto Mayor o volver a caminar por Sáenz hacia la iglesia de Pompeya con la Aurora de la mano.

-Por fin lo encuentro, Don.-le dije.
-Nunca estoy en casa, pibe.
-Llamé tarde los otros días y tampoco lo encontré.
-No estoy. Hago tiempo…
-¿Tiempo?- le inquirí.
-Sí, me tomo el 85… Voy y vengo, voy y vengo. El último de las menos diez me deja en la puerta. Bajo, me tomo un vermucito y al sobre, ¿tendes? y apolillo. Apolillo hasta las 7 de la matina.- argumentó.
- No debería andar tan tarde, Don.
- ¿Para qué voy a ir a casa?
- ….
- Mira pibe, Dios creó a la mujer y la mujer creó el hogar, ¿entendes?- sentenció Domingo.

Cuando colgué el teléfono, me quedé pensando. Recordé la noche anterior cuando dispuse darme una ducha. Había olvidado subir la perilla del calefón. Ya estaba empapado. Pensé que eso era la soledad. No tener a quién pedir que te suba el calefón cuando estas en la ducha. 
Domingo fue más allá con sus palabras. Me dio cátedra en una línea. Domingo fue y vino como en el 85. Mientras yo veía la vida desde la parada de Chiclana y Avenida La Plata, cogoteando para Sáenz con la SUBE en la mano.


"Sin la mujer, la vida es pura prosa"
Rubén Darío