27 de agosto de 2016

DÍA DE LA RADIO





En cada noche, cada día y en cada minuto que estuve al aire he sido feliz. Hasta mi hijo Julián recibió la energía que se respira en un estudio y eso no es un dato menor. 
Al aire entendí que la radio no es sólo el momento que la luz roja se prende... La radio, amigos míos, es una forma de vida. 





¡Feliz día de la RADIO!

Radio Nacional | Ago 2006


24 de agosto de 2016

LLEVO FUEGO



Admiro tu convicción. Aplaudo tu vocación militante. Pero perdí un padre por una causa justa. ¿Dónde estabas en mi primer día de clases? ¿Dónde estabas mientras iba a la prueba de Festilindo? ¿Dónde estabas cuando Miguel Core me miró en los pasillos de ATC como una mujer, con tan sólo doce años? ¿Dónde estabas mientras quemaban un cajón que nos hizo perder una elección? ¡Papá!, todas mis amigas hablaban de sus padres y yo no podía decir nada. Amontoné cientos de palabras en el pecho que hoy piden a gritos salir. Me desespero y lloro a solas cuando llego a casa. Rebusco en cada álbum de fotos tu imagen y encuentro una sola, una sola. La observo, y me pregunto ¿qué estarías pensando en ese momento? Mamá me prohibió hablar del tema durante años. Pobre, aguantó hasta donde pudo.
Estoy esperando un bebé. Miro un microondas y pienso en vos. ¿Vos podrías imaginarte lo que es un microondas? Hay computadoras por todos lados, papá. Todavía puedo olfatear el tufo a los colorados cortos que fumabas. ¿Cuál fue la causa tan justa para dejarme sola? ¿Cuál? ¿Un mundo mejor? Creo que estoy loca. Me gustaría escribir una novela que se llame Colorado corto. Quiero relatar lo que sufro al sentir (aún) el olor de tus cigarrillos como un incienso eterno. Te cambio toda la comida macrobiótica, el crossfit y toda esa mierda por una pitada de colorado corto tuyo que me abrace en este invierno tan frío. Me siento sola. ¿Puede ser que todavía te extrañe? ¿Puede ser que un estampido que te arrancó de mi vida aún suene en mis oídos después de treinta y nueve años? 
Perdí mucha sangre, estoy en observación. Tu nieta es hermosa, está en la nursery. La enfermera me dijo que asimiló bien la primera mamadera y la segunda la vomitó. Están estudiando si es insuficiencia gástrica o algo menos complejo. En el lactario me enseñaron a sacar el pezón para darle la teta a Maria Eva cuando la trasladen a la sala. Hay dos mamás que no consiguen sacar la tetilla. Antonella, mi compañera de sala, me interroga todo el tiempo, me pregunta si elegí el nombre por algo en especial. Ella comenzó a militar hace muy poco. Le hablé de Cooke, sí, de Cooke. Mamá me decía que vos lo admirabas. Leí todo lo que pude encontrar de él. Antonella no sabía que era argentino, no sabía que fue uno de los cuadros más lúcidos que dio el movimiento. Emanuel, el padre de tu nieta, también lo leyó. Está lejos de ser un cuadro. No entendió, se subió a la ola sin tabla y se quedó con algunos vueltos. Se borró de un día para el otro, papá. Está en Italia, fue a malgastar la guita que no es de él. Se quedó a vivir allá con una colombiana. Si vuelve, lo esperan compañeros descontentos y una "causa" judicial. El pelotudo salió a forjar su contraofensiva repartiendo volantes en la plaza del barrio. Pasamos dos noches juntos y la segunda quedé embarazada, papá. 
Estoy tan decepcionada de los hombres, de vos, de él, de todo, papá. Me siento muy sola, perdí mucha sangre. ¿No sé quién podrá cuidar de mi beba? Espero que sea una mujer que le dé amor de mamá. Ésta enfermedad me apaga de a poco. Ni el partido, ni el general, ni vos me sacarán de esta. ¡La puta madre! Batallaste para que la gente viva mejor y hoy no me podes alcanzar ni un vaso de agua. ¡¿Te das cuenta?! 
Me confirmaron que hay un listado de matrimonios en espera por adopción. No puedo más. Mi instinto de madre me dice que velarán por la vida de mi hija, de tu nieta. Quédate tranquilo. No conozco ninguna Eva gorila. Ya estoy subiendo, perdí mucha sangre. Nos vemos en un ratito. Llevo fuego.







14 de agosto de 2016

RUN CACHIRULA RUN




Lugano I y II. Bs As. Argentina
Nos congregábamos en el olvidado cine Gran Lugano y arrancábamos en caravana a las fiestas del Condon Clú o al Viejo Correo, siempre en bondi. Una noche despuntó por Murguiondo un Citroen amarillo oriundo de Lugano I y II capitaneado por Martín Lauria. Ganamos las calles coreando canciones de Sumo y escabiando vino blanco en tetrabrick. Martín detuvo el auto sobre Castro Barros, descendimos copeteados y con el pecho inflado.


La anécdota puede resultar escueta y simplona, pero para quien escribe, llegar de ese modo a un recital en Capital Federal era todo un suceso.
Va entonces esta pequeña evocación para La Cachirula, el Falcon del Tospar y en especial para los pilotos que maniobraban con el sol de frente en cada nueva alborada y alcanzábamos llegar a casa sin tener que despabilarnos sobresaltados por la voz carrasposa y prepotente de un colectivero que nos dijera “pibe, acá termina el recorrido.”






12 de agosto de 2016

A VECES LA INFANCIA ES MÁS LARGA QUE LA VIDA



Primer día de clase. A las corridas para llegar al acto de inicio del ciclo escolar. Con los quilombos de todo ciudadano de a pie que sobrevive en una metrópoli como Buenos Aires. Enredado en el stress y el tránsito de las grandes urbes. 
El año pasado, conversando con la señorita de sala de cuatro, a partir de una notificación por un tema de Julián, supe la historia de Alejo. Su papá no vive en Argentina. Su papá se fue un día y no volvió más.

En un momento de la ceremonia, Julián se acercó hasta mí de la mano de un compañerito. Era Alejo. Una ternura de pibe. Me saludó con un beso y me dijo "hoy viene mi papá también". Lo mire y sonreí. Creí que su padre vendría. Lo dijo convencido. Ingresaron los abanderados, entonamos el Himno Nacional. Alejo curioseaba hacia la puerta de entrada de la escuela. Mientras los padres y familiares cantábamos "sean eternos los laureles que supimos conseguir", no podía dejar de divisarlo y lo canté con más ímpetu de lo habitual. Yo no sé qué entenderá por Patria un chiquito de cinco años, pero sí sé qué entienden por obstinación cuando algo anhelan.

Salí del colegio en camino hacia el trabajo. Subí al auto. En el primer semáforo en rojo paré y al colocarse en amarillo dos bocinazos de un Volkswagen me hicieron reaccionar. Debía poner primera y arrancar pero estaba algo aturdido. Miré por el espejo retrovisor y vi a un hombre calvo, con el ceño fruncido y la cara desquiciada. El tipo no podía esperar un segundo más. Pensé en Alejo, que a la luz de los hechos y de su actitud de hoy, bien podría perseverar algo más que el ansioso conductor del Vento. Hoy la mirada de Alejo me dejó en off side, sentí que el niño que fui descuidó el registro de avizorar hacia las puertas sondeando un horizonte en búsqueda de una utopía, de un sueño.

El trip me llevó hasta Estela de Carlotto de manera inherente e ineludible. Recuerdo cuando dijo "No quería morirme sin abrazarlo y lo voy a hacer" el mismo día que iba a conocer a Guido, su nieto, después de 37 años. Fue un modelo para mí cuando peregriné varios meses los claustros de los tribunales porteños, en mucho menor escala, ¡claro está!, con la esperanza de lograr un régimen de visita racional para ver a mi hijo. Recorrí, como en un cuento kafkiano (sin la arquitectura gótica y romántica de la ciudad de Praga) juzgados con escaleras estrechas, ascensores abarrotados de abogados, despachos repletos de expedientes y eternas esperas en los pasillos con vista al techo de chapa oxidado de un supermercado chino. 

En tanto, a cuatrocientos kilómetros, mi vieja aceptaba con hidalguía la situación. Naturalizando la sinrazón para no levantar el avispero. Lejos de dramatizar tejía chalecos, gorras y bufandas para el próximo invierno sin certeza alguna, de cuando iba a conocer a su nieto "En una de esas el frío continúa y se lo podes llevar. Por lo que ví en la última foto que me enviaste el rojito que te terminé, le va a quedar medio chicón" me decía por teléfono. Sólo Dios sabe por dónde andaría su cabeza en esos dos largos años.

Pensaba en los hijos de puta que afloran cuando la vida te pega duro. Los extras de la vida que se presentan como en un casting de bajo presupuesto de película clase B, que buscan en la convocatoria una oportunidad para lograr algo de notoriedad. Confieso que hubo días que miraba alrededor y buscaba un guiño, una señal, un asistente de cámara, al director que me dijera: "última toma... Silencio... Grabando…". Pero no fue así. Allí estaban, los mediocres, los que se sacudieron como ratas por tirante para ver que ventaja podían sacar, desfilando a tribunales a sumar su grano de arena a un expediente engañoso y embustero, a separar -y esto es lo más grave- a un bebé de su abuela. 
Los protagonistas, en cambio, supieron esperar y contemporizar para actuar con discreción y mesura. Estela, sin dudas, forma parte del segundo lote y nuestro amigo Alejo, también. Él no renuncia a su causa y como un noble caballero sigue mirando hacia la puerta de entrada en cada acto, en cada inicio del ciclo escolar.








10 de agosto de 2016

TOMO AUTO




`Tomo auto´ reza un pelpa
regentea el Horacio.
con un viaje e gambamedia
garpo morfi y el escabio.

Apolillo en la agencia
tengo bulo, chupi y amparo,
dos loros y un perro viejo
aguantan cuando me mamo.

Miro tele, fumo un porro
paranoico... descontrolo,
manija con el mono
meto viajes a lo loco.

Remiseando horas y horas
busco y busco la milonga,
un paragua travesaño
resultó ser el poronga.

Dos guachines me descansan
y punguean mi tarasca,
me metieron un corchazo
me tiraron a una zanja.

No aparezco, todos buscan
me atinaron los ortivas,
una piedra en la guantera
y el paquete de la seda.

Mi reemplazo llega al toque
cartel nuevo: busco coche,
me velan en la iglesia
mi verdugo está en su pieza.

Filtra el dato el rengo Lugo
cayeron con los chumbos,
sin golpear patotean
a quien salga lo cuetean.

El guachín está temblando
no hay pipazos ni ayudín,
el cagazo se apodera
es la muerte quien golpea.

Los cobani caen en banda
tiran corchos a mansalva,
salta el drepa y responde
 con una silla de madera.

Marchan todos hacia fuera
hay un cuerpo que es un asco,
la agencia es una morgue
nadie habla del chubasco.

“Subí la tele, que ya empieza
¡el programa del cabeza!”
El bailando está empezando
y a mí me están velando.

Son historias cotidianas
del suburbio y sus esquinas
No es de grupo la que tiro:
Una noche de Celina.