En la
fonola de Pizza Boom, sin moneda y sin cospel repiqueteó una cumbia. El
vigilante de Rivadavia y Baradero entró a la pizzería, mangueo una de
muzzarella y oyó una conversación. Ella dijo que era de Clorinda y el de San
Hilario, se los notaba muy complacidos de estar allí. No comían ni bebían, solo
bailaban.
Llegaban
de un lugar, dijeron, donde ya no importa tanto lo que importa. El cobani creyó
escuchar algo sobre Formosa pero hablaban en guaraní. Omitió el dato y
displicente cruzo la avenida. En la estación de servicio de enfrente giró para
echar un vistazo, y distinguió dos luces blancas lanzadas hacia el cielo. Pensó
que algún cuervo se anticipó al festejo y regresó sobre sus pasos. Advirtió a
dos sospechosos con pelo largo que venían de Falcón.
Moduló
al móvil más cercano para prevenir. Uno vestido de negro, una remera con una H
blanca estampada en el pecho y el otro, algo picadito, con peinado de mujer y
vestido con un jardinero de jean.
Cuando
el patrullero arribo, los rockeros ya no estaban allí. En Floresta, a veces,
pasan cosas extrañas.
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