2 de junio de 2016

DISEÑO EN EL ABASTO







- ¿Entendés el inglés cuando cantan, Frank?
- Sí, bueno, maomeno. 
- ¿Maomeno? 
- ¿Ya empezás?
- ¿Ya empiezo con qué, nene? 
- Dale, Claudia. Dejame terminar por mi maqueta y ponés lo que quieras.
Ella canturreó “we´re worker ants, or we´re ants whit wings?”.
- Cantá conmigo - le exigió.
- No sé cantar, me da vergüenza. 
- Dale, animate - balbuceó la mujer que no paraba de menearse por el comedor. 
- Tengo la entrega mañana. ¡Ya te expliqué! Hoy me tengo que quedar toda la noche, por favor te pido.
- Jodete, ¿quién te pidió que estudies diseño? – le dijo y abrió una botella de vino.
- ¡Dale! No me molestés. ¿Por qué no te acostás? No tomes eso. El Resero es para cocinar. Te va a hacer mal por tu panza. Mira por tus pies. Están hinchados – le objetó.
- ¿Quedó algo de Seven Up o te la tomaste toda? 
- Está la de ayer, yo no tomé. ¿El médico acaso no te dijo que no tomés gaseosa?
- ¡Qué sabe ese! Acá está. ¡Pero no tiene nada de gas esta mierda! La cerraste para el culo.
En serio te digo, Frankie. ¿De qué vas a laburar cuando te recibas, amor? - le preguntó burlona mientras servía la semen up en un vaso, al tiempo que lo trataba con dulzura y violencia de manera alternada. Como un niño jugueteando con plastilina.
- Ya veremos. Es una carrera nueva en la UBA. Tiene futuro, dicen.
- "Dicen". Pensalo bien, "dicen". Vamos a tener un hijo y con esos dibujitos no vamos a poder comprar pañales.
- ¿Por qué sos así conmigo, Claudia? ¿Qué hice mal, me querés decir? ¿Por qué me judeas así? Trabajo todo el día para traer el dinero, terminar una carrera, ser alguien…
- “Ser alguien”, rojaijú - interrumpió irónica.
- Y sí. ¿Acaso pensás que voy a estar en la obra de por vida? Meta y meta, maza y cortafierro, ¿eh?

Claudia contuvo su mirada sin pestañear sobre el tablero. Inhalaba socarrona el pegamento de contacto y reproducía los gestos de un adicto al poxiran moviendo los ojos como encolerizados. 

- ¿Para qué sirve esto?
- Es un adhesivo para papel. 
- ¡Caregua! - dijo a las carcajadas.
- ¿De qué te reís, decime? Es para pegar las piezas del maquetado.
- ¡Caregua! Rima con paragua.
- No empecés.
- ¿Rima o no, paragua?
- ¡No me digas paragua! Ya te lo dije. Suena humillante.
- Bueno, bueno. ¡Qué sensiblón! ¿Acaso tu mami no nació en Paraguay, papito?


***

Francisco llegó en 1985 de Encarnación a terminar sus estudios secundarios en Chivilcoy. Se albergó en casa de una tía fotógrafa que había quedado viuda hacía tiempo. Cuando cumplió con sus estudios, su tía Stephanie (única familia en Buenos Aires) le confirió algo de sus ahorros para estudiar en la facultad.
Francisco llegó a San Telmo a principios de 1987, en búsqueda de un futuro mejor y de compañía en el ascetismo de la gran ciudad. Conoció a Claudia por intermedio de un compañero de Proyectual, su primera cita fue en la cancha de Los Andes, en un recital de rock. 
Ambos cursaban el CBC*; coincidían en la cátedra de Filosofía de Ciudad Universitaria. Claudia, que había leído mucho en su adolescencia, impresionó al recién llegado. Se mostró muy afectiva y comprensiva en el inicio de la relación. Tejió una telaraña con estoicismo durante años, sin apuro y sin pausa. Cuando supieron del embarazo, empezó una pesadilla para él. A partir de allí, ella se expuso tal cual era, según los versados: una psicópata adaptada. 
Una noche, mientras Francisco se disponía a preparar la primera papilla a Luca, recibió un crua chan sorpresivo en la frente al levantar la mirada. 
- ¡Se te pasó! ¿Qué le haces a mi hijito? Sos un inútil - gritó Claudia enfurecida. 
Francisco cayó, en ese mismo instante, que había sido vapuleado de manera sistemática durante los nueve meses del embarazo y los seis meses de vida de Luca. Un golpe, que podría ser la puerta de entrada a una vida de sumisión, por el contrario, operó como un despertador. Un trampolín para salir de un ambiente que lo oprimía. 
Francisco sintió desolación. Iba a ser papá, algo soñado por él, pero el sueño se transformó en una pesadilla. Tuvo el sobresalto de ser parte de un cuento de terror sin banderitas ni globos.
- Viví "Del crepúsculo al amanecer" durante quince meses - bromeaba años después entre colegas, en referencia a la obra de Quentin Tarantino, que comienza como una road movie y de un batacazo transmuta en un film de vampiros.

***

Los vampiros no pudieron con él. Francisco salió fortalecido, pudo exorcizar los demonios. En cinco años se graduó y tres años después su portfolio contenía clientes de primera línea. Finalmente, luego de varios vaivenes, decidió emprender su propia agencia.

- ¿Estás contento, mi amor? 
- Sí, no lo puedo creer, te juro. Lástima que no pudimos traer a Luca.
- Era obvio que esto iba a pasar. ¡Disfrutalo vos! ¡Ya está!
- Todavía no puedo entender. ¿ Porqué tanto enojo, Sil? Esto es para bien de todos. Para el
futuro de la criatura. ¿Qué pensará esta mujer?
- ¿Querés qué te diga que piensa? 
- Decime.
- Que todo esto lo conseguiste gracias a ella. Que viniste muerto de hambre del Paraguay...
bla, bla, bla. ¡Te va a ningunear como lo hizo siempre, mi amor! Es una psicópata, entendelo. Psi-có-pa-ta - le reveló Silvia, su nueva pareja y accionista.
- Tenés razón, Sil. ¿Tenés un cigarrillo ahí?- expresó Francisco para cerrar el tema. Frank pitó el faso mientras marchaban a la apertura de Abasto Design, la flamante agencia de Diseño Gráfico que abrieron juntos en la esquina de Gallo y Humahuaca.







Ciclo Básico Común


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