CAPITULO
IV
El vier., 19 jun. 2020 15:42, Amparo Hidalgo escribió:
¿Un
streaming? ¿Estas empanao? No puedo, chaval.
¿Y tú? ¿El Valen? Si supieras cómo me aguijonea tu ausencia ¡Joder! Va dando vereda al pulso que me mantiene viviendo. Tú que te has enamorado de las que te han hecho sufrir. Constantemente con tu mollera sostenida en el tablado, como si disfrutarais del goce al palpar el ribete de un cortaplumas en tu pescuezo.
Extraño tu antebrazo hasta los nudillos, tus venas prominentes, tus meñiques
delicados y quebradizos cuando tipeaban con urgencia. Revivo tu índice bestial
que juguetea en mi vagina. Me produjo más orgasmos que tu polla. Envíame una
captura de tus manos. He borrado vuestras fotos por temor, a ver si en el más
largo suspiro, se despierta mi demencia y se me escapa la vida.
IKER
Mira
tú si el amor pudiera programarse. Que sea simétrico: Sincronicemos vuestros
pelucos. Dentro de tres minutos causemos una relación apasionada y ardiente.
¡Qué chorrada!
Iker
curra desde el piso. Pobre diablo, es una decoración en esta
residencia pituca como decías vos. Al tocarlo siento su cutis como el pasto
sintético. “Al contacto del amor todo el mundo se vuelve poeta” Dime que tu
negro Dolina permanece aún con su programa de radio. Allí me diste el primer
beso ¿recuerdas? En ese bodegón porteñísimo y parisino como el Puerta Roja de
San Telmo. Sospecho que al besarme sobre esos mármoles añejos mi porte se regó
de placidez. Mientras los chavales juegan con los perros escucho «Por eso me
quedo». Una y otra vez. Siento que lo único que me mantiene vivaz es resarcir
mi gran error empeñándome en el crecimiento de los niños.
PROPUESTA
El sab., 20 jun. 2020 12:17, Amparo Hidalgo escribió:
Temo
por vuestro crío. Rumié de ir cocía como un piojo y decirle a Iker toda la
verdad. Echar la primera papilla. ¿Qué piensas? ¡Qué va! ¿Acaso no podéis
viajar? El problema contigo es que no eres claro. No puedo pensar, pero si lo
hiciera, si fuera la niña de doce que dirigía “El alcalde de Zalamea” no seguiría
con todo esto ni de coña.
¡Argentino de los cojones! No puedo olvidarte. ¡Ay, mi Dios! Me la pela. Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidarse es difícil para quien tiene corazón. Es un abismo insidioso que me impregna hasta las entrañas. Estáis allí. Siempre. Si no es una tonada de Lhasa, es el puto Joaquín. Si no son tus funebreros son mis franjirrojos. Allí estáis tú, como un espectro mezquino. Eres el titiritero de mis huellas. Me proveo de ritos para no enloquecer: si llego al baño en diez pasos masco solo en eso y no te recuerdo.
El
chiquillo se mueve. Patalea fuerte. ¿Cómo era el nombre de aquel jugador que
pateaba tan recio? El que rompía las redes ¡El matador! Mirad de lo que me acuerdo, mirad
tú.
Anhelo
recorrer Barcelona, contemplarla por ti. Quizás en el mar precipitado, índigo e
insondable, acierte con algo tan tuyo, no sé, los restos de tu padre y me quite
este subyugo de una vez por todas. Prefiero, como la Sirenita, dilapidar la voz
y que este artificioso se disipe. Pero espera, no he terminado. Quiero
proponerte algo. Mira, sé que suena muy tocado pero es lo único que se me
ocurre. No quiero trajinad con ésta petición el resto del embarazo, ¿sabéis?
Escribamos
juntos, ¿vale? Tú sobre la inefable Vera y yo, de ti. Neutralicemos esta
insensatez indecible. ¡Vamos porteñito, conocemos el cuento! Lo único que falta
que me digas que desterraste a la Vera del todo. No te flipes ¿La olvidaste,
enchochao?
El dom., 21 jun. 2020 10:25, Amparo Hidalgo escribió:
No
la olvides, yogurín. ¿Volviste a beber? Vera es tu ilusión y lejanía. Es lo que
te mantiene en pie, no seas toli. Te amo tanto que quiero que las sigáis
queriendo. Para que no seáis tú quien derrape antes que yo. Eso sí que no
podría resistirlo. Si vieras tu aplomo frente a la Vera cuando pasó por el Bar
de Cao, ¡Por Dios Santo! Regalao´. Eres un gurrumino Mauro, un mocito en un
cuerpo de adulto. Tu corazón es como globo de rebaja, de los que estallan al
tocar el pasto.
Escribamos juntos ¡Vamos! tú y yo. Contadme de vosotros, ¿Cómo fueron esas visitas restringidas al Valen? No sé. Tu fobia a los tiburones ¿Te acuerdas? Escribamos juntos esta historia que apenas intentábamos empezar. No sea cosa que se disipe en el alma y detone por otro sitio.
El
lun., 22 jun. 2020 5:45, Mauro Hamilton escribió:
Amparo, son las cuatro de la mañana. Estoy frente al monitor con una copa de campari esperando la conexión. Si, volví a beber. Leí tu último artículo. Lo levantaron varios medios argentinos. ¡Felicitaciones!
Acabo
de considerar tu proposición. No es mala idea.
Para empezar, te confieso que ayer fue el cumpleaños de Vera y no le escribí.
Si escribi en mis cuadernos: Su evocación expira en mi memoria quebradiza. Se van soltando los eslabones de la cadena que nos unía. Retumban con fuerza en su caída perforando el meollo de este berretín, destruyendo la coraza, el ensamblaje de aquella unión.
¿Fuimos algo acaso?
Posiblemente Vera me quisiera, vaya uno a saberlo, pero lo cierto es que tenía una habilidad especial para herirme. Voy a poner subtítulos para responderte. Es mucho lo que tengo para contarte.
LAS
PASTILLAS SON OTRO CAPITULO
Tomo psicótropos y barbitúricos recetados para dormir pero mi desvelo persevera. Estoy sin un mango. El viejo Omar ahora me paga mil pesos por sumario. Es una changa que me consiguió el Gusti. Me cuesta concretar una nota, tengo algunos ahorros pero es lo único que me sostiene.
La relación con Valentín es un desastre.
No me responde. Está en otra. Un mensaje suyo es casi un milagro. Mi novela no
prospera, los personajes se retobaron. No quieren hacer nada por su cuenta y
una novela sin acción es como una canción sin estribillo. Quiero dejar de
narrar y que comiencen los conflictos de una vez. Pero no, los señores deliberan,
reflexionan, puntualizan una escena fotograma por fotograma. Son una asamblea
permanente de troskos debatiendo sobre el valor conveniente para las fotocopias
de la Facultad de Sociales. Soy un fiasco como novelista. Toda una
página para referir una sesión de terapia ¡Un bodrio!
Gusti
será el editor. Me preguntó cómo venía con los capítulos. Le mentí. “Bien,
Gustavo, en dos semanas la termino si o si” Mentira, todo mentira, Amparito.
NUEVA
ESTACIÓN
Son
las cinco de la mañana. Siempre son las cinco de la mañana.
Escribo un borrador en estado calamitoso. Luego tomo la medicación y corrijo el mail. Ya sedado te envió la última versión.
Te escribo y transcribo en mis cuadernos: Mi procedimiento es como bracear en el
barro. Siempre en sigilo y sin sonidos. Enamorarse a solas es enamorarse del
silencio, un silencio con humo y espejos.
Mi Lhasa bonita, con vos me desnudé. Te quiero preciosa. Pocas personas me han conocido tan a fondo en tan poco tiempo. ¿Cuántas veces me viste sobrio?
Mi última compra fueron seis botellas de vino y un pack de cerveza. En el supermercado un hombre grande que andaba amargado me chocó el carrito, me gruñó unas disculpas y entonces le dije mirándolo igual de serio "me va a tener que pasar los datos del seguro" y lo hice reír. Ya estoy en la edad de chistes de pasillo de supermercado.
La china me cobra sin pronunciar una palabra. Ayer creí que me habló “Cuídate ¡Nada es tan grave! Mírame a mí, no entiendo nada de lo que dicen y acá estoy, a diecinueve mil kilómetros de mi país. Crio una hija y asimilo palabras como birra, inflación, morrón y Kicillof”
El gordo Ozzy, ¿te acordás de él? Fuimos a su casa a cenar. Ozzy me recordaba la fascinación de Luca Prodan por las marcas como Wellapon y Nesquik. El pelado solía incorporar a sus letras palabras con la "ch": chabón, cucurucho, Chivilcoy. Son como terminologías salidas de un universo paralelo. Yo me siento así, como la expresión cucurucho. Construido de retazos, inconcluso. Surrealista en los contornos. Un croquis amorfo con yerba de ayer.
VALEN
Lamento mucho lo que estás sufriendo. Me cuesta mantenerme sobrio. Mi psiquiatra dice que no es grave. Vos al menos tenes un norte, una familia. Si, ya lo sé. Está Valentín, es cierto. No sé si voy a volver a verlo. Rezo por él. Voy a misa todos los domingos. ¿Podes creer que San Expedito cumplió? No te rías, parece que te veo. Ya te contaré. Hace dos meses que no deposito la cuota alimentaria. Valen no quiere saber nada de mí. Tiene una guionista permanente al lado que no descansa y la cucaracha en sus orejitas que le come el coco.
UN
GRITO DE CORAZÓN
¿Ya te dije que mi viejo nunca me llevó a la cancha, no? El decía que el patriotismo es la pasión de los tontos. Tal vez por eso fui tantas veces a ver al tricolor con Valen. En su estado de Whatsapp subió un videito. ¡Tenes que verlo! Grita como un condenado un gol a Brown de Adrogué en un partido que fue con su prima. Es otro pibe. Se exalta cuando no me ve. Es entendible. Le debe dar vergüenza mostrarse tan eufórico delante de su padre ¿no? Me pregunto ¿Quién se robó su niñez? ¿Acaso alguien plantó los banderines de la preadolescencia de guapo y se llevó al pibe de sopetón?
El mar., 23 jun. 2020 4:45, Mauro Hamilton escribió:
UN MENOS MAL
Como salteado. Ya guisé fideos en todas sus formas: moño, fusilli, ñoquis y espagueti acompañado de queso, manteca, aceite, solo ¡Qué noble el ñoqui, te avisa cuando está listo! Sale a la superficie, flota, te dice: acá estoy, listo para que me comas. Un kamikaze de la alimentación. Nada como un buen plato de fideos a las 6 de la tarde ¿Es almuerzo? ¿Es cena? ¿Es síntoma de depresión? Nadie lo sabe.
El
clonazepam mezclado con el alprazolamcon me permite adormecerme doce horas. Lo
bueno de empeorar es saber cuál es la copa que me deja inapetente. Deliré con
mi viejo ahora que lo hemos estado nombrando tanto. Estábamos en un paraíso
ampuloso, él ebrio y yo empepado, más cerca del Parque San Martín que de
Strawberry fields.
¡Qué delirio ir intoxicado por un sueño junto! Lo lloré tanto a papá que ya empiezo a creer que los lamentos acuden en cuenta gotas. Están destilados por un caño pluvial con ancladero en la Parroquia Nuestra Señora de Balvanera.
Me
quedé unos minutos observando el retrato de papá. La misma estampa antes de su
enfermedad. Todavía recuerdo cuando deserté de la casa donde me crié para ir a
vivir a Mar del Plata.
Mi
viejo me llamó para cenar.
—Ya
voy, pa. No me siento bien — fingí un sollozo para que me deje solo.
Papá se
aproximó y me dijo — Hay albóndigas...— Al verme reposado con los hombros
hundidos me reanimó — Dale, cabezón. Te va a ir bien, y si las cosas no van
bien… Te volves. Esta es tu casa ¿Cuál es el problema?
Estaba
desconsolado. Ya no iba a ver a papá todos los días pero tampoco podía
acorralar mi ilusión. Tenía que mudar de aires. Todos los cambios, aún los más
ansiados, llevan consigo cierta melancolía. Papá me extrañó cuando me fui. Me
lo escribió en una carta tres años después.
Buenos Aires, 22 de mayo de 1997
Querido
hijo:
Espero
que al recibo de la presente te encuentre bien de salud, ese es mi mejor deseo.
Yo a Dios gracias de salud ando bien pero en lo laboral ando como la mona. En
el laburo nos suspendieron todos los vales, nos cortaron todos los víveres, así
que te imaginarás como estoy. Me hubiese gustado mandarte unos pesos pero no
puedo, ando buscando algo para hacer a la noche. Vamos a ver si consigo alguna
changa para hacer.
No te
imaginas las ganas que tengo de mandarme a mudar del laburo, me aguanto más,
pero lamentablemente me la tengo que tomar con soda, otra cosa no me queda.
Bueno papá en pocas palabras te conté mi situación, yo creo que si Dios quiere
voy a salir a flote, no hay mal que dure cien años, ni viejo que lo resista.
Acá te
mando el carnet tuyo junto con el último recibo de sueldo para que puedas
hacerte ver, vence en diciembre, pero vos vas con el último recibo de sueldo,
que llegado el momento yo te voy a mandar y lo renovas en Mar del Plata.
Bueno papá, voy a terminar, te mando un beso grandote, te extraño y te quiero mucho, Besos. Papá.
Chau
papi te quiero mucho.-
Aquella noche de agosto papá me miró con devoción aferrado a la esperanza de albergarme en sus brazos. No puedo anular de la memoria esa mirada. Fueron dos segundos, parpadeé perturbado, flaqueé y bajé la cabeza. En esos dos segundos personifiqué toda la infancia en sus ojos. Allí estaba inmóvil el hombre que invariablemente residió a mi lado desde que nací. Fue la primera vez que experimenté un temor insólito e inaugural: papá no iba a estar siempre. Fue muy potente el sobresalto. La idea que algún día papá iba a morir. Hoy lo abrazaría hasta el infinito y más allá. ¡Qué imbécil! Renuncié a un abrazo por vergüenza.
No tenía apetito. Ahora que lo evoco deduzco que fue la última
cena de mi adolescencia. Esa estación en la que no necesitas de un gran
problema para la tragedia. ¿Nunca profesaron la necesidad de escuchar una
melodía para continuar, para salir del pozo? No me refiero a seguir en el
sentido de hacer el sacrificio de bancar un laburo sólo por la guita, cenar con
unos suegros que aborreces o subir al Sarmiento en hora pico. Hablo de otra cosa.
De seguir viviendo.
Aguardé sentado. Papá volvió a la mesa. Estaba escuchando la radio. Desfilaron las promos, las artísticas, dos canciones enganchadas y a última hora, antes de la apertura de la heavy rock and pop, repitieron “Cats in the cradle”. ¡Gracias a Ricky Durán! Fue una bocanada de aire fresco. Hacer tiempo para grabar una canción… ¡Qué loco! bretes que un milenians nunca entendería.
Caminé por la cocina en la pesquisa de recuerdos para estimular el lagrimal insumiso, pero ese resorte de búsqueda de dolor que dominaba a la perfección ya no respondía. Concluí que ese día de vajillas sin lavar y un limón en la heladera, el duelo había terminado.
¿Sabes qué? Sentí nostalgia de no sentir nostalgia. Pensaba que el duelo era el olvido, al contrario, el duelo es el recuerdo. Es sacarse de encima una presencia torturante para tener un recuerdo que cada tanto me saca una sonrisa. Un ¡Menos mal que partió y no sufrió más!
El mier., 24 jun. 2020 6:58, Mauro Hamilton escribió:
Me
embalé…
«Las cartas que no te dije» Así se podría llamar este mail ¿Qué te parece, Amparito? Son las seis de la mañana, no me hagas caso. Me gustaría escribir un capítulo que detalle la redacción. ¿te acordás? ¡Qué semanas intensas nos tocó vivir en el diario! Creo que es lo único que me interesa rememorar.
El Gusti, Inesita, Omar, el Congreso, los bares, Radio Studio y vos. Sé que te molesta que te diga Amparito. Es con amor. Escribo, tomo, escucho a Lhasa De Sela y me derrumbo lánguido sobre el teclado.
¿Sobreactuó?
Son las seis de la mañana, siempre son las seis de la mañana… No debería
responder. ¡Qué va!
Acepto
tu propuesta. Voy a subirme a tu invitación. Accedo a tu convite como cedo a
mis sombras, entierro mis miedos y retomo el vuelo. ¡Ojo! Se pueden filtrar
imágenes espantosas, Amparito. Ya no tengo un analista que me tutele ¡Qué
bomba, eh! Estoy en la cancha sin técnico y vos con nuestro hijo en el vientre.
Sueño con un partido revancha, ¿sabes? No sé si la palabra es revancha. Quiero
ser papá sin humillaciones, ni gritos. La habilidad es de poca importancia sino
hay una segunda chance.
Juntos seria precioso, no tengo dudas. Dejé de tomar sesiones por un tiempo. Mi presupuesto está cada vez más endeble.
¿Te preguntarás porque quiero hacer un streaming? Porque necesito ver tu brillo y escuchar tu voz. Hoy todo a mi alrededor es luz desvanecida, tibieza, soledad, último amor. Siento que el bebé y vos son el pinchazo que finalmente me hace alzar mi cabeza cada mañana. Me levanto por ustedes.
Me voy a dormir. Puedo cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos.
CAPITULO
V
El jue., 25 jun. 2020 00:04, Amparo Hidalgo escribió:
¡Escribiste
por fin maldito chorbo!
Tienes
un cacao de la gran madre.
Vamos,
es un coñazo.
Empieza
por donde te plazca.
¿El chaval de doce?
El vie., 26 jun. 2020 04:26, Mauro Hamilton escribió:
EL
PIBE DE DOCE
Temón. Tengo tan presente tu voz cuando te leo. El modo que dices Mauro. Te plantabas en la “o” como si fuera el pitazo final.
Me gusta el desafío de escribirte. En definitiva, soy sólo aquel chico de doce años que no pudo salir de su habitación. Un pibe herido, y un chico golpeado no puede hacer más que lastimar. Herir al corazón es crearlo. Quizás si le doy de puntín, fuerte al medio como el gringo Scotta (ese jugador que recordabas) te acabes corriendo de mi vida.
Renato, en la última sesión, no sé cómo se atrevió a invitarme a practicar boxeo contra el espejo de un departamento y dejara el periodismo. Le dije varias veces que con vos “bajé la guardia”.
—
Hubieses hecho boxeo y no periodismo.
¿Qué atrevido, no?
Cancelé mi análisis con Renato. Al final, sentí que me manipulaba. En las últimas dos sesiones fui y le conté estupideces, no le di margen para que insertara sus comentarios literarios, ganar tiempo y perder veinte minutos de mi sesión.
Hablé de mis coberturas en el ascenso, de nuestro laburo en el Congreso en una versión cicatera con un tono tedioso para que se fastidiara. Conocemos a la gente por cómo terminamos con ellas y Renato no se merecía que me vaya de un día para el otro. Tuvimos sesiones notables pero me tenía desdeñado. Era una forma sigilosa de sujetarme en un sitio del que no voy a poder salir.
El vie., 26 jun. 2020 08:26, Amparo Hidalgo escribió:
Deberías
regresad al análisis.
Vamos,
churri: Amplia sobre el niño de doce.
¿Tu fobia a los tiburones?
Te leo.
El vie., 26 jun. 2020 20:01, Mauro Hamilton escribió:
PASTILLANA
La ultima vez que lo vi a Valentín lo ayudé con sus deberes. Ingresamos a la plataforma de Santillana. Es un espacio virtual para hacer las tareas del colegio. Fue lo último que hicimos juntos. Estaba tan puesto que vi en la solapa de ciencias naturales a unas plantas carnívoras que salían del monitor y me querían comer ¡Fue muy real!
Tengo pánico a las bocas con dientes afilados, es un trauma que Renato no pudo destrabar. Le enviaría "mis pendientes" en una nueva plataforma con la fecha de entrega. Me dejó a medio hacer. Con el revoque grueso finalizado, sí, pero con escaleras derribadas y un fratacho con el cemento aferrado hasta la médula.
FOBIAS
En el verano de 1981 un hecho de improviso selló un complejo que traspasó los años. Una bicicleta fue mi hematoma emocional. Estábamos con mamá, papá y mis hermanos en Chivilcoy. Ese término que tanta gracia le hacía a Luca. Un pueblo a ciento sesenta kilómetros hacia el oeste de la ciudad de Buenos Aires.
A principios de los ochenta teníamos muy pocas maneras de pasar el tiempo. La familia donde parábamos en los veranos le prestó a Luis, mi hermano mayor, una bicicleta para grandes.
En su vuelta por la manzana subí en el asiento de atrás para escoltar a Luisito. Nadie me explicó como disponer mis piernas en la butaca de acompañante. Encajé mis pies en los rayos. Mi hermano comenzó a peladear con más fuerzas. Allí estaban mis Nike feraldy talla veintinueve paralizando su arranque. Las ruedas viraban y mis extremidades se entretejían entre los grilletes espiralados. No dije nada. Mi obstinación fue una marca. Jamás me quejaba.
Ahora
pienso en la autonomía que me hubiese dado acunar de chico el hábito de viajar
en bici. Fantaseaba con fundirme sobre dos ruedas y ser el ídolo de la cuadra.
TOMATE
Mientras indagaba en mis cuadernos me topé con la historia de Tomate. Una leyenda que decidí resguardar para mi. Mucho antes de conocer el cuentito de las tres carabelas, la farsa de la cruz y la espada, mi acercamiento a la música española irrumpió cuando la vida desfilaba por manzanas en forma de cilindro montado en dos ruedas.
Una tarde surqué el asfalto sin visado. Para quien creció entre calles de tierra es un sondeo indeleble. Miré para ambos lados esperando que gane la corredera José de Zer en el móvil de Canal 9 y me pregunte:
—Muchacho, para Nuevediario, ¿qué se siente cruzar la calle solo?
—Un saludo para todos lo que me conocen… qué sé yo. Puto.
Lo primero que recuerdo cuando traspasé la matrix de Villa Ballester fue algo que oí. Música desconsolada que manaba de la calesita del mercado. Allí residía Tomate. El único testigo de mi aventura.
Tomate, el heredero natural de Don Arturo, partía los boletos, empuñaba la sortija, pinchaba discos y matizaba las tardes en el vestíbulo de la primera vuelta. La pista curvada iniciaba a las cuatro de la tarde. ¿No sé de qué barco descendieron las ascendencias de nuestro DJ local?
En mi primer
trip en dos ruedas deduje que la bicicleta es una alegoría de la libertad para
un pibe de conurbano, como el caballo para un gaucho.
Chacarita lograba ascender a primera detrás de Atlanta. Aquel campeonato de 1983, en los albores de la democracia y las melodías que disparaba Tomate desde su cassetera sentaban armónicas con la buena cosecha del funebrero. El sol se escondía detrás de la azotea de la 504, Tahuichi remontaba sus telones metálicos, la UB Facundo Quiroga encauzaba micros hacia el Interama, un humo espeso de la Villa La Rana se advertía a lo lejos y tintineaban las canciones de Camilo Sesto y Manolo Galván al ritmo de las filtraciones del tanque de Doña Inés.
Tengo varias listas de temas en el teléfono. Una se llama Tomate. Porque cuando quiero ir abajo, bien abajo, pido audiencia a la tía sombría. El chute retoza entre los tracks y penetra por los oídos hasta llegar al pecho.
En
tiempos donde el que no ama es desgraciado, y desgraciado el enamorado me
amparo entre vinilos deshechos y me aferró a una carabela sin vela que aún no
termina de desembarcar.
Hoy regresé a la calesita de Villa Ballester a través de un playlist. Porque siempre estoy volviendo. Canté Parchis en cassette, bailé Xuxa en CD, caminé con mi mp3 lleno de Amar Azul, hice fiestas con cumbias bajadas del Ares y culminé pagando Spotify. La viví. ¡En sus caras, fuckin´millenials!
En una caja acerté con una sortija carcomida. Esta vez perduró en mis manos además de una deshilachada camiseta de Chacarita que bien podría ser del novísimo calesitero, melómano y bonaerense: Tomate, el único testigo de mi peripecia por Ballester.
El loco Julio encontró sus vinilos en un caballo gris despintado con un ojo mocho que aún conserva el porte de los años mozos y se esfumó como una nube de humo entre un tanque de guerra y una lancha naranja. Me los vendió a buen precio.
Hoy es lunes. Los lunes por la noche me dedico a reorganizar mi colección de discos. Es una cosa que suelo hacer en época de altibajos emocionales. Habrá quien le parezca una forma bastante aburrida de pasar una velada, pero yo no estoy entre ellos. Mi vida es mía, es ésta, y resulta agradable sumergirse en ella hasta los codos, tocarla con los dedos mientras el pico galopa por mis entrañas.
Hace
frío en el cuarto y en el coraje. Retiro con torpeza un vinilo del envoltorio.
El winco pulsa sin wi fi mientras la púa traza el camino de las canciones y no
se detiene por las publicidades de spotify. Las melodías se escurren sobre los
cauces de una circunferencia renegrida que emula un mándala sonoro. Gana el
track número seis: «Old Man». Demasiado folk para ser folk rock, demasiado folk
rock para ser folk. De nuevo aparece esa receta que Neil Young dominaba a la
perfección y a la que jamás quiso renunciar.
La voz
del viejo Neil abriga la habitación con la ayuda de dos ladrillos refractarios.
Semidopado, absorbido y algo afiebrado entrecierro los ojos. Cuando la púa
alcance el track diez será el momento de soñar. El disco «Harvest» suena el
tiempo que tomo en desprenderme del viaje y del recuerdo de Camilo Sesto,
Manolo Galván y del Sr. Tomate & Crazy horse, la banda de sonido de mi
infancia.
El vie., 26 jun. 2020 23:15, Mauro Hamilton escribió:
REVANCHA
Dieciséis años después saldé (¿saldé?) la herida. Trabajé duro una temporada de verano en Mar del Plata y pude comprarme una bici de carrera. Me adiestré a los ponchazos. Recorrí la ciudad de punta a punta. De la Serena a Camet, de la Costa hasta 180. ¡No paraba! Serpenteando la ribera pedalee y pedalee contra el viento. Era una bicivolador marplatense de veintiuno años. ¡Cómo miraba el mar! Sabía que cuanto más ingresara en su profundidad las posibilidades de acertar con un tiburón, crecían.
TIBURÓN I
Cuando
vos cumplías un año, yo tenía ocho. En esa época en el Cine Teatro José
Hernández de Ballester se proyectaban dos películas por función.
Una
tarde fui con un vecino y su mamá. Era mi primera salida sin mis padres. La
primera película que proyectaron fue “Los Bicivoladores” con Nicole Kidman como
figura principal. Era la cinta que esperábamos con ansias. La segunda, “Tiburón
I”. ¿Por qué no vamos a verla? Nadie se retiraba antes. Costaba mucho dinero la
entrada y estaba todo pago.
A
pesar del episodio traumático en Chivilcoy, veneraba a los bikers como Borges a
los cuchilleros. Desde aquella tarde noche desdichada, duermo con la luz
prendida. Ante cada chasco, ante cada ensayo sin éxito se reedita la opresión
del pequeño horrorizado que vuelve a poner los pies en las ruedas de una
bicicleta. Ese mismo, el que camina cauteloso en puntas de pie y observa con
las manos en la cara una pantalla gigante con la embocadura colosal de un
escualo que se come de un solo bocado, a un hombre. Un tiburón despótico en
primer plano que juega de local con la cancha desnivelada a su favor.
No sé muy bien si lo que más aprensión me dió fue el selacio mecánico creado por Steven Spielberg o la música que anticipaba cada ataque. En realidad, no vislumbraba ver una película tan brutal a los ocho años. Desde ese día hasta hoy, las lámparas por las noches nunca más se apagaron. El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son. De a poco, a través de diferentes films, pude menguar lo que muy pronto sería una atmósfera potencial.
ELLA
Escribir sobre Chivilcoy o la impresión que me dio ver un tiburón en una pantalla de quince metros por ocho por primera y última vez es algo inusual para mí. Sin embargo, escribí muchas veces sobre ella. Careta, triste, alegre… Totalmente ebrio, con una letra indescifrable. Borradores que vaya a saber dónde quedaron.
Escribí sobre ella siempre que pude. No sé si es verdad o ficción.
Poco importa eso ahora. Me gustaría saber en qué anda. Me gustaría saber cómo
está su cutis, si ya aparecieron las primeras arrugas en el filo de los ojos.
Si los párpados bajaron dando ese atisbo maduro, sagaz. Me gustaría saber cómo
mira cuando ve algo que le agrada. ¡Cómo me hubiese gustado que me mire ahora! ¿Le gustara ver lo que soy?
¿Seguirá
desayunando Nesquik?
¿Seguirá
tan hermosa?
¿Olerá
como olía? ¿Cómo tomó el nuevo milenio? ¿La tecnología la habrá deslumbrado?
Quiero
un DeLorean al llamar al remise para volver a verla. Ahora sé que la quise, que
la adoraba.
Yo
no renuncio a no verla más. No, no. Voy a volver a verla, a los ojos, frente a
frente. Necesito saber qué ve. Porque si lo que ve no le gusta, tendré que
reformular todo. La puta madre, ¿Por qué carajo hacemos las cosas para que nos
aprueben? ¿Quién sos? ¡Me sale así! ¡No me cagues más a pedo! Cuánto talento
desperdiciado por un reto a destiempo. Una maldita corrección puede dejarnos
sin grandes artistas. Vamos a volver a empezar. ¿No será tarde? No podemos
renunciar a nada; sólo permutamos una cosa por otra; lo que parece ser una
renuncia es en realidad un sustituto. Cuando el adulto deja de jugar, sólo
resigna la obsesión en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea.
Construimos castillos en el aire, creamos sueños diurnos. La mayoría de
nosotros creamos fantasías en ciertas épocas de nuestra vida.
Yo
que me vi trepando por el caballo gris despintado de la calesita de Ballester.
Yo quería sacar la sortija, girar y girar. Maniobrar un Ford Gran Torino como
Hutch, pitar un faso como el «El Rafa» y dejarme crecer el pelo. Me siento
estafado. ¿Dónde se puede reclamar? ¡Señores de la Dirección General de Defensa
al Consumidor quiero regresar a ser niño y fantasear con ser mayor! Los adultos
parecían felices, che. Nunca volví a ser feliz como cuando tenía nueve años,
esperaba los dibujitos de las cinco y escuchaba por la ventana "hay
orégano, comino, ají molido, pimienta y pimentón... hay orégano,
comino..."
La vida debería empezar al revés. Dejar la niñez para el final. Quiero que reaparezca mi papá por la puerta de “El Ideal”. Degustar una porción de muzzarella en La Roldana después de la práctica y caminar por Chilavert a tomar el 80. No interesa cuanto haya que esperarlo si estaba con mi viejo. No quería ir en auto. Íbamos juntos, le contaba todo mi día en el colegio con lujo de detalles. ¡Me sentía tan cuidado, tan mimado! Nada me iba a pasar, nada. Papá estiraba la mano con el poder de Grayskull de un colorado corto y paraba el bondi. Esos cuarenta y cinco minutos de viaje eran nuestros.
Hace poco vi una mujer
preciosa, me dió vergüenza cuando la morocha presintió que busqué pasar por
delante de ella sin porqués. Recordé lo hermoso que es estar enamorado; cuando
estuve aferrado por un hechizo, por una sonrisa pude olvidarme de la muerte.
Solo cuando estuve enamorado mi vida se alejó de la cerrazón. Solo el amor pudo
atajar el reloj y aproximarme al regocijo del querer. Cuando me enamoré,
no quise volver a ser niño.
Ser
niño y jugar. Ser adulto y enamorarse. ¿Ser niño y enamorarse? ¿Ser adulto y
jugar? ¡La puta madre! «No se puede todo» me dice una voz con acento cordobés
salida de un holograma simil Obi-Wan Kenobi flotando en el parabrisas.
Mientras
Valen dormía me castigué con un compilado de Cafrune. Debería escuchar música
electrónica. ¡No te hace extrañar a nadie! ¿Por qué busco sentirme mal con una
canción? Después de tres años de análisis, Renato cerceno mi costado
melancolizado y mi propensión al regodeo. Hizo magia con la angustia y la
transformó en dolor. Ahora duele, pero no ahoga. «Así, aun cuando en la vida
algún objeto de amor se pierda, podrá vivirse con la dignidad del dolor, pero
sin el regodeo en el goce del sufrimiento».
Escribí
muchas veces sobre ella. Abstemio, triste, alegre… Escribí sobre ella siempre
que pude. Me gustaría saber en que anda mi infancia. ¿Le gustara ver lo que
soy? ¿Qué pensaría mi yo niño del adulto en el que me he convertido?
El
vie., 26 jun. 2020 23:15, Amparo Hidalgo escribió:
¡Pensé
que te habías tirado a otra, friki! Después que hablabas de la Vera, pero me
has sorprendido, chaval. ¡Eres el puto amo!
¿Te
animas con el cine? ¡Dale que rule!
El dom., 27 jun. 2020 4:56, Mauro Hamilton escribió:
STAR
WARS
Sí,
claro. No sé por qué Amparito, pero en el cine de los ochenta seccionar un
brazo o una pierna eran gags repetidos. En "El Imperio Contrataca"
a Luke Skywalker le extirpó una mano su propio padre mientras batallaban con
sus sables de luz. Luis Miguel en "Ya nunca más" sufre un accidente
de motocicleta y le tienen que amputar una pierna.
Esto
nunca te lo conté, a mi padre le cortaron una pierna por una avería en los
nervios y mala circulación a causa de su diabetes. Yo que me aterraba ante un
corte de piel menor aprendí a remediar su muñón en carne viva. El tiburón de mi
papá fue la tristeza. Se lo comió de a poco. No había forma de sacarlo de esa
profundidad desamparada de barcas y marineros. Mi padre le hizo pito catalán al
enalapril y el lotrial. Curar su sobreinfección fue en realidad
ubicar gasas con antiséptico a mi propio dolor.
VERA, EL FINAL
Lamento defraudarte. En la avant premiére de esta trapisonda extra large desterré a Vera de mis espejismos. Es difícil olvidar a alguien que te dio tantas cosas que recordar.
Si bien Renato fue trascendental, me sacó del pozo y me ayudó a olvidar a Vera, aludía a su gestión psicoanalítica de manera solapada en cada sesión. Me ponía la medalla sobre el diván todo el tiempo. ¿Está bien eso? Le reconozco que me dio las herramientas para darme cuenta que sólo debía dedicarme al periodismo y dejar de lado una testarudez. Para él nunca fue amor. Tenía razón. En uno de nuestros últimos encuentros le conté que sin buscarlo olvidé a Vera.
SESIÓN
GARDELITO
— Estas semanas no pensé en ella. Me di cuenta que la fui perdiendo, sutilmente, sin percibirlo. Barrí mi propia piel escamada. La olvidé en una jugada.
— ¿Cómo se olvida a una mujer en una jugada?
— No sé. Fue de improviso como el gol de Mederos a Platense.
— ¿El defensor de Boca?
— El mismo. ¿Te acordás?
— Más o menos.
— Encaró desde el campo de Boca y gambeteó a medio Platense.
— Si, ahora me acuerdo.
— ¡Fue un golazo, Renato! Esquivó a Cascini, Cravero, Mayo y creo el otro era Baena. Así llegó con cara de asombro a la puerta del área calamar. Mederos marchaba como en una aventura, como quien sale de un naufragio. Un gol maradoniano de un defensor. ¡"Gardelito" no lo podía creer! Le tiraban patadas boleadoras y entre los cruces de Bellini y Mayo, definió como un delantero ante la salida de Moriconi. Fue muy loco porque Araujo, previo a la definición dijo: «Si lo hacés, me voy» y cuando la pelota entró remató con un “Basta para mí, señoras y señores. Buenas noches” y abandonó el micrófono sobre la mesa. Bueno, algo así. Basta para mí.
— No dejo de sorprenderme.
— ¿Por qué?
—
Cuando llegaste a análisis hablabas de Vera con tanta angustia. Ahora te
escucho comparar el final de un empecinamiento, porque para mí lo es, con un
gol de Boca. ¿Dejaste atrás los fantasmas?
— Sí. ¿No sé cómo? Se acabó el hechizo, Renato. Se truncó la púa del winco y todas las baladas que tenían que ver con ella retornaron a su lugar. “Losing my religión”, “Chau”, “Chance”, “Bohemio”, “Me gusta”, "A primera vista" regresaron a sus bateas. Dejaron de ser vampiros.
— ¿Cómo es eso?
— ¿Viste Walking Dead?
— Las primeras temporadas…— dijo Renato con fastidio.
— Después de la tercera decayó.
— Si, sinceramente me aburrió.
— Bueno, con Valen llegamos hasta la quinta temporada ¡Estábamos enganchadísimos! Rick y los demás rosqueaban más de lo que hacían. No había acción, como en mi novela, ja.
— Es cierto — dijo Renato y sonrío como una asonancia más cercana a un fan desencantado que a un analista.
— Ahora miramos otra serie, Val Helsing. Los vampiros pueden volver a ser humanos.
— ¿Cómo vuelven a ser humanos?
— Por una mordida.
— ¿Una mordida que cura?
— Sí.
— ¿Qué te causó? — me preguntó Renato y me descolocó.
— ¿Qué cosa?
— ¿Ver una mordida en la pantalla?
— Nada — respondí sin reparar en el trasfondo de la pregunta — Val Helsing es una mujer que tiene unos poderes especiales. Esas canciones vampirizadas…
— …
—... por la construcción del recuerdo de Vera volvieron a su playlist original.
— Las canciones no te recuerdan a Vera ¿Ahora la olvidan?
— Sí. Algo así. Hay una excepción.
— ¿Cuál?
— "De cara a la pared"
— Pero esa es una canción que mencionaste a propósito de la periodista española, ¿puede ser?
— ¡Sí! Vera ya no está en mi cabeza ¿no es increíble? ¿Qué crees?
— Para un psicoanalista no es una cuestión de creencias.
— ¿Qué es?
— Partamos de la base que todos somos algo neuróticos. Y no está mal. Esto ya lo hablamos.
— ¿Cómo era lo de la neurosis?
— En una neurosis obsesiva lo olvidado se limita a la disolución de nexos, al aislamiento de recuerdos. Construiste un fantasma en tu mente, Mauro. El fantasma de lo amado. Cuando esa persona se va, se va ella pero no se va tu fantasma, y el amor que antes repartías entre los dos solo lo tiene el fantasma. Por eso no te dejaba en paz, porque dentro de tu cabeza ese alguien tenía toda la libido del mundo. Ella estaba hiper afectivizada …
— O sea…
— Derrotaste el fantasma de Vera para crear un recuerdo. Quitaste dentro de vos ese otro que habita de un modo demandante, angustiante ¿para qué? Para darle lugar a un recuerdo. Siento que empezás a salir a la superficie. Tengo la convicción que encontraras un amor verdadero pronto.
— ¿Por qué?
— Porque el fin de un recuerdo que te atormentaba, alivia... El amor te hace bien, si no, es otra cosa.
APUNTES
CONGRESO
Escribirle
a Amparo es una continuidad de mi diario. No hay diferencia, Todo fluye. A
veces me pregunto ¿será Iker quien la forzó, tomó el teclado y escribe por
ella? No creo. Hay cosas que solo Amparito y yo sabemos. Con la salamanquesa
tenemos una complicidad notable. Un entendimiento que excede las distancias.
Amparo es una guerrera de delantal y descosidos.
CAPITULO
VI
BICAMERAL
Mi
primera cobertura como periodista parlamentario fue la creación de una comisión
bicameral en el Anexo del Congreso por el tema de fuga de capitales. Fui con
Amparo. La confianza que mostró me dejó atónito. Enfrentó al entonces senador
radical Mario Cimadebarrio en el noveno piso.
Se
habían conocido en París. La comisión investigadora había sesionado en Francia
para interrogar a un funcionario del Estado francés y prófugo de la justicia
suiza, que reveló los nombres y números de cuentas de ciudadanos –incluidos
argentinos– registrados en la sucursal de Ginebra del banco HSBC.
Antes
de subir al ascensor especial para legisladores le precisó con voz firme y un
acento madrileño de niña bien —Mario en off — El viejo pajero quedó ofuscado.
Amparo le guiñó un ojo y le recordó — Sesenta y cuatro empresas comprometidas,
¿algo tenéis que saber? — Un año después Mario Cimadebarrio fue asignado como
titular de la Unidad Especial de Investigación del atentado a la AMIA. Así
inauguré mis incipientes pasos por la "casa"
CHUPINES
Nuestra
primera cita llegó luego de varios cafés y conversaciones de política argentina. Amparo era
brillante. En dos semanas asimiló los conocimientos legislativos esenciales;
dinámica de fuerzas, la diferencia entre un proyecto de ley, de resolución,
pedidos de informes, tratamiento sobre tablas, sin problemas.
Desembarcamos
en Gibraltar. Un bar tipo pub inglés con muy buena cerveza artesanal y comida
gourmet. Nos apropiamos de la barra. Las primeras cuatro pintas las ordené con
tarjeta de débito. Los pedidos sucesivos, no los recuerdo. Me puse a hablar con el
cajero, un gringo enorme que resultó ser de Mataderos, hincha de Chicago. Le
tiré dos tips sobre el ascenso y nos hicimos amigotes. El rubicundo musicalizó
toda la noche con temas de Sabina. Me quería quedar a vivir en esa porción de estaño.
Sabía de la cita con Amparo dos días antes. Fui a comprar ropa para la ocasión.
Estaba dulce, en el Congreso tenía mis quioscos.
TIENDA
— Busco algo de vestir, como para combinar con un saco.
— ¿Qué tipo de saco?
— Uno al cuerpo...
— ¿Así? — me señaló su saco un vendedor simil Yagi.
— Sí, así — respondí tentado de preguntarle por Scooby Doo.
— ¡Esta semana entraron unos espectaculares! Dame un segundo — me dijo el vendedor y me mostró unos pantalones ajustados.
— No, pará, ¡esos son para pendejos! — le dije con acento de viejo carcamán.
— Naaa, ¿Cuántos años…?
—…Treinta y...
—
¡Pareces menos! Dale, se re usan y a las chicas les encantan. Llevate dos y una
camisa entallada. Te hacemos precio. ¿Qué tarjeta tenes?
GIBRALTAR
En el bar nos desvestimos con las miradas. Ya era hora de desclavar de la barra. Salimos tambaleando y abrazados. Tomamos un taxi. En cinco minutos estábamos bajando en casa. El reloj se aligeró. Ingresamos a mi departamento a los besuqueos y arrancándonos lo puesto. Recuerdo que me caí redondo en medio del living al querer sacarme los pantalones achupinados. Nos reímos a carcajadas en el piso.
Preciso de uno, dos y hasta tres encuentros para amoldarme y relajar. Es como con las copas. Una, dos, y en el tercer sorbo echo alguna cosa más o menos lúcida. Todas se van antes. Desencantadas. Amparo se quedó. Acarició al infante de doce, le quitó los pies de las ruedas de la bicicleta. Taponó la boca del tiburón y abrió sin ganzúas las compuertas del varón de treinta y diez.
Llegamos a la cama desprovistos de ropa. Ella abrazó un corazón llenó de cosas mudas. — Si insistes con tu índice mientras me follas, me haré adicta a los orgasmos — me dijo y me conquistó.
Comenzamos a frecuentar Gibraltar. La cama y las pintas fueron nuestro clonazepam. Nos perdíamos en la charla. Más de una vez el gringo nos pidió salir. Cerraban a las cuatro de la mañana. Salíamos borrachos como una almeja. Pedíamos un remise. Esa noche asomó un auto rojo por el pasaje San Lorenzo. Viajamos abrazados de San Telmo hasta el departamento que alquiló el viejo Omar a Amparo en La Lucila. Amparo oía y yo no paraba de tirar info. El chofer boquiabierto observaba por el espejo al ritmo de de la radio.
LA
RANA
No todo resultó tan fácil. Tuvimos nuestros entredichos. En el viaje Amparo me pidió que la lleve a recorrer La Rana, en Villa Ballester. Había quedado muy entusiasmada luego de un debate en la comisión de vivienda y ordenamiento urbano, donde se trató la problemática habitacional en San Martin.
— Para patearla tenemos que referenciarnos con alguien.
— Ya deja ese lunfardo, chaval. Has estudiado, qué queréis demostrar, ¿eh?
Le pidieron una nota sobre el procedimiento de notificación electrónica y términos generales de contratos en el Estado. Su especialidad.
— ¡Ojo con eso, eh! Te van a hacer cagar.
— ¡A tomar por culo! Voy a presentar mi nota y vuelo a Madrid. ¡Qué morro tienes!
— Obvio, pero a “tus fuentes” las van a hacer volar por el aire. Porque no seguimos con lo nuestro y dejá de revolver mierda.
— ¿Lo nuestro? ¿Ese Congreso de gilipollas que no hacen más que hacerse una paja? ¡Ostia!, ¡Manda huevos!
— Yo no soy cagón. La nota de investigación sobre lavado la publiqué con mi firma, y vos sabes que mi hermano El Bolsa trabaja ahí y no de cajero necesariamente. La villa es otra cosa, Amparo.
— Bueno, entonces iré sola.
— ¿Sola?
—
Sí. Porque no me contáis sobre tus fuentes. Los tíos de la afición de Chaca
¿Acaso recibiste algún llamado del Mondongo ese y no me queréis decir? ¿Qué te
sucede, gabacho?
SIMPLE
PERIODISTA
— No me llamó nadie, corazón. La villa es otra historia. No es el Congreso.
— A ver, guapo. Eso ya lo sé. ¿Acaso no te llevé yo? — me recordó con sarcasmo — ¿Te pensáis que no sé del Mondongo y sus negocios contigo? ¡Eh! A ver — me dijo con sorna, como fuera un alumno de primer grado — Llegáis luego de varios contactos a un despacho. Ganáis la confianza de un asesor ¿Recordáis? Luego, el prensa me invita a follar, mientras tú haces “tus cositas” y entramos o por insistencia, simpatía, drogas, diplomacia, o qué coño sea al nervio, a la carne, a la puta información, ¡Ostia! Al poder… ¡¿Qué diferencia hay con la villa?!
— ¡No hay despachos, no hay asesores, Amparo!
— Lo sé...
— Hay pasillos estrujados, sin secretarias ni citas. Los tiempos lo manejan ellos. Un mal paso y...
— ¿Y qué?
— ¡Te inflan como un globo perlado, Amparito!
— Vale, lo entiendo. Ya estamos cerca.
— Bueno. ¡No lo puedo creer!
— ¿Qué cosa?
— Nada. Mirá, te voy a pasar unos contactos pero con una condición.
— ¿Cuál?
— Primero hablo yo. Veo de bajarles algo…
— ¿Bajarles? ¿Por qué?
— Porque así funciona, mi amor. Tenes que resolver, no sé, solucionar un quilombo. Un gesto que abra puertas. ¿entendés?
—…
— No me mires así — teníamos los ojos encendidos, los huesos estaban blandos de tanto tomar, las bocas empastadas y en esa bruma íbamos los dos borrachos hablando cosas profundas.
—…
— Llamar al comisario de la vecinal para que no joda a los "nenes", por ejemplo
— ¿Acaso eréis un "puntero" o una especie de hooligan del tercer mundo?
— Bueno, bueno.
— ¡Bueno, nada! ¡Eres un simple periodista deportivo, churri! — dijo Amparo con el tono excesivo que expone el alcohol.
—
No soy solo un periodista deportivo.
— Bueno, entonces, demuéstramelo acompañándome.
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