Texto leído en Paranormales, programa emitido
todos los jueves de 0 a 2 hs en Radio Gráfica 89.3 Mhz
En un
país que amaba ya estará anocheciendo. Todavía recuerdo la noche del 15 abril
de 1976 en que tomé el vuelo a Madrid, dejando atrás una vida que ya no sentía
como propia. Sólo quedaban los recuerdos, algunos libros y dos fotografías que
pude conservar: una junto a mis abuelos que me criaron con tanto cariño y otra
de mi madre, a quien casi no conocí.
Estuve
radicado treinta y ocho años en España. Trabajé en una editorial importante
hasta mi jubilación. Luego llego la inactividad y cuando todo parecía que
rebasarían los días de deleitarnos en las mañanas y dormir la siesta, la crisis
económica primero y la viudez después, instaron mi regreso. Hace unos meses
volví a Mar del Plata.
Mis
días aquí se repiten como si fueran siempre el mismo, la rutina prevalece en
cada hora. Visito a dos de mis mejores amigos que todavía viven. Recorro todas
las disquerías y librerías del centro y me entrego a largas caminatas desde el
Torreón hasta el Puerto.
A la
vuelta, paro en la confitería Boston de la costa. Tomo un cortado en jarrito,
con dos medialunas de manteca (es lo único dulce que mi diabetes me permite
comer). Leo el diario La Capital completo con sus suplementos incluso. Agoto
todos los recursos de los primeros tiempos de adaptación. Todavía tengo unos
ahorros en euros y con la jubilación y la pensión me alcanza para el día a día.
Compré
un juego de cubiertos, un acolchado y una jaulita. Tengo ganas de comprar un
canario, es una compañía para un hombre de mi edad. Después de las cinco,
escucho en la radio portátil de Amadeo el sorteo de la quiniela y acostumbro ir
a la plaza Colón y sentarme a mirar el carrusel, ese carrusel al que alguna vez
fui con mi madre. Es el único recuerdo que tengo de ella. Ese rincón natal de
mi melancolía, ese cilindro inmenso que gira y gira y la esperanza de que en
alguna vuelta pueda reencontrarme con la gente querida que ya no está.
El
calesitero me mira, al principio pensé que le molestaba mi presencia. Ayer
decidí comprar un paquete de pochoclos, como para acercarme hasta la garita de
las golosinas pero no tuve éxito, se mostró indiferente y poco amigable.
El
guardián de plaza siempre pispea, no se acerca, le debo parecer manso. El
banquito donde esperan los padres y abuelos al costado del carrusel es mi nuevo
rincón; mi lugar en el mundo.
Pasado,
presente y futuro se entreveran cuando se llega a la meta. El ocio impregna las
horas, los días y las noches.
Hoy, en
mi recorrido habitual hacia la plaza, recordé la noche del 15 abril de 1976. La
noche de mi viaje a Madrid. Recuerdo que al llegar a Barajas no tenía dónde ir
y me hospedé en un hotel de tres estrellas. Dejé mis cosas y salí a dar una
vuelta por la noche madrileña. En la zona roja vi a un hombre muy bien vestido,
al lado de una jovencita mucho menor que él. Ingresé a un bar decidido a tomar
una copa con alguna mujer, gastar algunas pesetas y pasar un buen momento; pero
el recuerdo del ocaso de la tarde marplatense me invadió. Ella me besó en la
mejilla, pero esa noche precisaba otra cosa ¡Qué inútiles sus gestos, sus
caricias!
Buenísimo !!!! como te dijeron los que saben , me quedó corto ,está tan bueno que deseo seguir leyendo .
ResponderEliminarMuchas gracias!
ResponderEliminarGrande Raúl !!!
ResponderEliminarA los compañeros de taller les gustaría escucharte leer más lento ! Jaj !
Muy bueno el blog ! Lo veré con más detalle !
Un gran abrazo y aguante la pluma incansable con costado "marginal ", y siempre emotiva !!!