6 de noviembre de 2019

VIAJES





CAPITULO II

 

SESIÓN

 

DJ RENATO

Las devoluciones de Renato rebotaban como un sampler lanzado desde el diván y coreaban al unísono: “El tema fue la intensidad. Vera se habrá sentido abrumada por tu forma de quererla.”

 

— Diez minutos más y cancelaba. ¿Pasó algo?

— Me quedé dormido.

— Es raro en vos.

— No estoy durmiendo bien.

— ¿Y el ansiolítico?

— Es Vera, Renato. No puedo sacarla de mi cabeza. Repaso cada momento y me pregunto si la sospecha estaba, si ese juego entre ella y Dante existió. Siento que me voy a volver loco. Todavía me cuesta creer que la tuve entre mis brazos. Duele…

— ¿Por qué?

— Porque no la puedo olvidar.

— ¿Sospechaste en ese momento?

— No, pero Dante no paraba de preguntar sobre nuestra relación.

— ¿Dante estaba solo?

— No. Estaba casado…— tuve que pensarlo antes de responder.

— ¿En ese momento ya estaba casado?

— Sí, sí. Juntado con Sandra, una chica fenomenal. Tuvieron un nene. No estaba solo.

— ¿Qué compartiste con él?

— Todo.

— ¿Qué le contaste?

— Que estaba saliendo con Vera, que seguía tan hermosa como en el colegio, que escuchaba la misma música que nosotros. No me acuerdo ahora. Lo que si tengo muy presente cuando la vio en mi cumpleaños.

— ¿Qué le pasó?

— Quedó fascinado. Estuvo toda la noche buscando coincidencias, Capri-Capri. Alcoyana-Alcoyana. Quiso impresionarla. Sacamos muchas fotos y cuando las vi, me quería morir. ¡La cara de embobado que tenía! Después le conté que la veía poco. Le abrí mucho el juego, por eso lamento tanto haber hablado.

— Pensas en una infidelidad y te angustia. ¿Qué pasaría si descartamos esa posibilidad?

— Conociéndolo a Dante de tantos años — dije y suspiré profundo como si regresara del fondo del mar — si él hubiese hecho algo y concretado, me lo hubiese hecho saber. Dante necesitaba que lo reconozcan.

— Al escucharte — me dijo Renato — me da la sensación que Vera es una chica muy linda. Te pregunto: ¿Te terminó gustando ella por lo que pensaba? ¿Lo que decía? ¿Cómo era? O avanzaste por cómo era estéticamente. Como te gustaba de adolescente es una posibilidad. Digo, ¿importaba lo que dijese, era además de bonita una mujer interesante?

— No lo había pensado. En la primera conversación tipeaba el adulto de hoy con la mentalidad del adolescente de diecisiete. La verdad, ahora que me lo preguntas, tuvo que ver con lo estético. En el chat coincidimos en varias cosas, como la música.

 

el viernes fue el dia de la música

 

si

nada me embelesa más como una buena voz



 una buena voz es buena cuando llega


                                                                                                    y cómo sé que llega? porque                                                                                                                                              emociona

 

 

— Ella había sido promotora territorial voluntaria. Estuvo en un incendio de la Cárcova. Yo practicaba en Chaca. Escuchamos las sirenas de los bomberos y nos acercamos con el Negro Segura y Juanito. Dimos una mano para sacar gente ¡Increíble, estábamos en el mismo lugar! No la vi, ella no me vió. No sé. A la distancia creo que montó un personaje. Me hubiese gustado que sea más frívola de entrada como para no engancharme tanto. Comprometida y hermosa. Más no podía pedir. En la primera charla tuvimos varias coincidencias y en nuestro esperado encuentro tuvimos mucha piel. 

 

SESIÓN

NEGRA SOSA SOUND

— Vamos a profundizar sobre el sexo con Luciana pero antes ¿Por qué decís que Vera montó un personaje?

— Porque dejamos de vernos y con el tiempo supe que ella se puso de novia con un flaco muy diferente a mí. Disc Jockey de música electrónica.

— ¿Cómo supiste de esa relación?

— Esa información siempre te llega. 

— ¿Cómo?

— La stalkeé — dije con vergüenza — Cuanto más veía, más me deprimía. Ahí deduje que ella estaba más conectada con esa onda frívola y superficial. Quizás vio las cosas que yo posteaba y de alguna manera me escribió lo que yo quería leer. Que sé yo. ¿Cómo saltas de la Negra Sosa al Disc Jockey Sarlanga?

Renato dedujo que el tema de Vera es una excusa para no hablar de Luciana. La sesión pasada quedamos en hablar de ella.

— Son conjeturas. Habrá que ver, quizás le gusten los hombres por atributos que no sean necesariamente la música que escuchan ¿y Luciana?

— Luciana, ¿qué? — contesté molesto por su remate.

— ¿Luciana te vendió un personaje?

— No. Todo lo contrario ¡Se mostró como era! Natural y sin dobleces. Conocí cada rincón de su casa donde siempre había un motivo para calentarnos, desnudarnos y coger. Conocí su intimidad, sus perfumes, sus miedos. Me cocinó, me mimó, me regaló libros, me acarició, me nombraba.

 

MENSAJE DE LUCIANA

20:30 hs. Pasó recién, alargando el camino a casa - en vano intento de no llegar adonde no pertenezco ya - que el tránsito abrumado de la gran ciudad a estas horas me detuvo azarosamente y por escasos segundos en la puerta de tu casa. Ni un metro antes ni uno después, ahí mismo, con la precisión de un viejo reloj. Sin pensarlo, casi sin querer verlo, me hallé inmóvil frente al umbral donde algunas veces ya nos bien venimos y despedimos a beso limpio. Pensé en vos. Pensé en mí. Somos dos distintos. Lo confirma mi filosofía barata de semáforo aturdido. Y lo desconfirma el impacto oportunista en la memoria de esos mismos besos. Todo en unos segundos.

— ¿Te nombraba?

—Sí, me llamaba por mi nombre. Me decía Mauro, bombón, precioso, hermoso, lindo. Vera nunca me dijo Mauro. Lanzaba un «compañero» en cualquier situación. Desde una despedida en el chat hasta un polvo. “Ay, compañero” ¡Dejate de joder! Me venía la imagen del General mientras acababa, ¿me entendés?


Pensé en no pensar entonces. Subí el volumen de la radio. Canté. Me miré en el espejo. Me rasqué. Acomodé mi pelo. Abroché un botón. Giré un anillo autómata. Pero ni a tocs a montones pude parar de pensar. Pensé en el azar. Pensé en los besos. Pensé en vos. Pensé en mí. 

Sin embargo la fusión, la confusión, los momentos que prosiguen al umbral de bienvenida, dos iguales, dos desnudos, dos encuentros, el tuyo para vos que vaya a saber con qué te encuentras, y el mío para mí que quisiera quedarme en lo que encuentro. Dos incógnitas, dos no revelaciones, dos silencios de palabra a borbotones, dos callados de tanto callo/dureza, dos endurecidos ensayando ablandarse.

— ¿Y Luciana?

— Ella era auténtica. Las conversaciones eran mucho más interesantes. Luciana era lectora, fan de Alejandra Pizarnik. En ese momento todavía estaba tomado por la cuestión de lo físico.

— ¿Y ahora?

— Hoy no pasaría una semana con Vera. No lo digo por despechado, eh. Si una mujer no es interesante para conversar, la relación se cae a pedazos en dos noches.

Yo reconociendo un territorio cedido. Un cuerpo que ya no me correspondía ni respondía. Reaprendiéndome entera posible probable probada degustada. Visceral al invento de tus manos. Inconsciente por placer. Puro mensaje, hacia afuera y hacia adentro. Atormentada de verano. Pasajera. Mujer. Algo olvidado.

Vos puro sentidos. Los cinco a disposición. Y un sexto: tu sonrisa. Vos bálsamo sin saber si queres serlo. Haciéndome un lugar (desconozco en cuál espacio) No sé de vos. Te objeto tan sujeto que quiero sujetarme. Te sé repartidor al menos por tu entrega. Grande. Plena. Hombre. Macho. Intuyo que hay vida en tus venas. Que pudiste encontrarle una vuelta. Que a falta de boleto te inventaste una sortija día tras día. Y hoy es hoy. ¡Compartila! — te grita mi desesperación de calesita sin freno.


SESIÓN

PAREDÓN Y DESPUÉS

— Hoy reconstruí el primer recorrido con Vera a pie. M detuve donde nos besamos con Vera.

— ¿Dónde fue el recorrido?

— Comencé en un bar de San Juan y Sarandí, continué por la avenida, doblé en Maza y fui hasta Humberto Primo y 24 de noviembre, una cuadra de su casa y a una de su ex.

— ¿Vera se separó y se mudó cerca de su ex?

— Si, a dos cuadras. Por los nenes, me dijo.

— ¿Por los nenes? Curioso. Decime ¿Cómo fue caminar por esas calles?

— Fue desolador.

— ¿Qué sentiste?

— Es raro, por un lado me gustó volver. Fue una forma de revivir algo que en su momento me hizo muy bien y cuando volví a casa se reeditó el vacío después del cumpleaños de Aldana.

Renato se quedó en silencio.

— ¿Todo bien? ¿Dije algo malo?

— No. Además, no estoy acá para juzgar que es bueno o malo. Al escucharte percibo que no te enamoraste de Vera — sentenció Renato.

— Uffff.

— Antes de que me cuentes más de Luciana, me quedé pensando en Vera. En ese cumpleaños que llevaste a Valen, ¿no es así?

— Sí.

— Comenzaban una relación sin compromisos y ahí estabas vos con tu hijo. Lo más preciado, lo más íntimo que tenes. ¿Lo que habrá sido para ella, no? 

— Sí. Mi amigo el Gusti me dijo, “se veían a escondidas y vos en el primer evento en común ¡Le presentas a Valen, Mauro!”

— Gusti tiene razón ¿no crees?

— Sí. Es más, me dijo que quizás ella tendría otros planes. 

—  ¿Otros planes? 

—  Sí. Ir a un hotel después del cumpleaños.

—  Respetas la opinión de Gustavo...

— Si, el Gusti es un fenómeno. Lo conozco de chico. ¿sabes qué creo, Renato?

— ¿Qué?

— Que fui un puente.

— ¿Un puente? ¿Otra vez?

— Sí. Para que ella saltara de trece años de matrimonio. De una relación con situaciones de violencia…

— ¿Violencia? ¿Qué le pasó?

— Su ex marido era muy celoso. Vera es abogada. Me contó que una llamada de un cliente desencadenó una discusión enérgica enfrente de sus hijos. Me lo dijo llorando: “¡Mi compañero de trece años! Me pegó un cabezazo” Después de ahí no hubo vuelta atrás.

— ¿Qué sentiste cuando te lo contó?

— En el momento, bronca. Pero como no sabía cuál era mi rol en la relación...

— ¿Cuál crees que era tu rol?

— Fui un buen “mientras tanto” que no la iba a lastimar. Su hombre mirando al sudeste, su salida para saltar de un tormento. Lo que admiro de Vera es que ella me escribió viviendo aún en la casa de Migue.

— ¿Migue?

— Migue se llama el ex. Vera fue muy valiente. Yo cuando me separé de la mamá de Valen estuve como tres años para volver a tener una relación.

— ¿Qué te hace pensar todo esto?

— Que hizo el duelo antes. Visualizó la salida con tiempo. Cuando te cortan uno dice: ¡que frías! y no. Ya lo venían masticando. Como cuando te eligen, te hacen sentir que las conquistas.

— ¿Crees que ella te conquistó a vos?

—  Me eligió, se acercó a través de las redes sociales y yo mordí el anzuelo.

— Vuelvo al cumpleaños y cerramos por hoy. Ella fue prudente. Vos fuiste con Valentín. Ella no fue con sus hijos. Los cuidó. Fue una decisión inteligente — consideró Renato.

— Sí, es probable. Durante mucho tiempo fantaseé que se acercó a mí para una aventura. Hablar de bueyes perdidos, que sé yo. Quizás ella llegó a pensar “entro y salgo como quiero”

— ¿Por qué tantas suposiciones?

— Por cómo me miraba. Porque como nos besábamos. “Este flaco se está enamorando, mejor me tomo el buque”

Después de ocho semanas de análisis, Renato me cercenó mi costado melancolizado y mi propensión al regodeo. Hizo magia con la angustia y la transformó en dolor. Ahora duele, pero no ahoga.

— Así, aun cuando en la vida algún objeto de amor se pierda, podrá vivirse con la dignidad del dolor, pero sin el regodeo en el goce del sufrimiento — dijo mi analista. Las palabras de Renato bajaron como un telón al finalizar la función


 

WELCOME TO LUCIANA

Con Luciana tuve una relación abierta, sin demonios ni fantasmas de lo que vendrá. Con ella me puse los cortos y afirmé mis pies en el césped. Nos elegimos en un crush de Happn mientras venía cargando la década de los treintis en un combo cachuzo de gaseosa tibia y sin gas.

En la primera charla presagié que podía funcionar. ¡Mira vos, Maurito! Iba a tener una cita después de muchos septiembres y quizás, en uno de esos maleficios del azar, desandaba en volver a creer en el amor.


SEGUNDA CITA

La espera bajo la lluvia le dio un soplo de deja vú a nuestra segunda cita. No me dominó el nerviosismo. Me entretuve hablando con Chiche a quien había conocido diez minutos antes. Ella arribó en taxi con un paraguas rojo y un talante que encendió el pasaje San Ignacio. No podía dejar de mirarla. Esta vez me sedujo al instante.

Pedimos dos camparis y el temario se abrió con la naturalidad de las hojas al caer de una rama. Fue todo tan atípico que me aflojé hasta inclinar los hombros y el espíritu hacia su boca. Me entregué a su embrujo. Una caricia en la mejilla y una conversación abierta generó un interrogante: ¿Será real? Salimos y caminamos bajo la lluvia acobijados por el paraguas rojo y un andar de no ser de ahí.

La llovizna me insinuó el comienzo de una historia, al tiempo que un temor me sujetaba y las palabras asilaban mansamente por el cordón. El corazón golpeaba cómo olas en las escolleras y ella me cedió una mirada inesperada. Nadie logra ocultar nada cuando mira directo a los ojos.


VIAJES

En los meses que estuvimos juntos, gozamos de contemplar el alba en el Tigre. Meditar, hacer el amor y amanecer desnudos con un desayuno completo en un muelle con tostadas, gemidos y nuestros semblantes de oreja a ceja. Franqueamos el Delta hasta el Río de la Plata y empalmamos en tierras charrúas hasta descender en el adoquinado de Colonia. 

Un hotel costero de reja y clavel. Un patio antiguo, una ciudad como centinela del silencio, un farol en cada esquina y una guitarra de viento. En menos de un año estábamos caminando por Copacabana.


RAY BAN

Una oleada de gaviotas nos recibió al llegar a la banda ribereña. El cielo se cerró de nubarrones. La vía peatonal nos albergó con sus peces grabados en el pavimento que labran signos de piscis (si tuviera diez años los hubiese contado) 

Descendimos por las escalinatas entre la enramada agreste. Estábamos solos. Un vendedor nos procuró anteojos de sol. Compré a pocos reales una réplica de unos Ray Ban estilo Dylan. Fingí una fotografía con la hechura del viejo Bob en la portada del disco «Infidels». Luciana festejó la ocurrencia y en un click encarceló el momento. En las costas cariocas me permití las payasadas que no haría en La Bristol.

Las nubes ociosas asediaban el limbo. El mar residía alborotado y las olas sacudían vehementes. Decidí permanecer en la arena mientras Luciana se rehundía entre las olas y se perdía en la efervescencia de la espuma. Se zambulló libre, como instrumento de poesía. El agua se tornó verde esmeralda al acariciar la orilla y se deshizo en un azul verdoso sobre un trazo blanco discontinuo. Me calcé mis lentes Dylan para sortear la solana y me entregué al colchón de arena reluciente.


TIJUCA

Enderecé mis oídos al retumbo de las olas, cerré mis ojos y logré percibir a Barra da Tijuca en toda su extensión. Visualicé el Pan de Azúcar con un velo de bruma. Una consonancia sonora me amparó en el planeo. En la cima del Cerro Corcovado, envolví al Cristo Redentor. En mi agudeza figuré uno por uno los peces grabados en el asfalto inquebrantable de la distinguida Rio. Los conté, como lo haría de chico. Tengo más de cuarenta, pero el niño de diez aún persiste. Nunca seré demasiado viejo para ser más joven.

Ahí estábamos, aliviados en nuestro éxodo sin quehaceres, como criaturas vigorizadas en las aguas cariocas. Excitados, ebrios de Lapa y vibrando en un balcón de Rio sin vista al mal. Todo marchaba para bienes pero el espectro de la indecisión me asaltó.

 ¿Acaso una relación que fluye es perder la libertad?

En la confusión no leí con claridad la jugada. Me empaqué y emprendí el camino hacia el banco. Un lugar que conocía y conozco muy bien. Ahí, donde no quiero volver, donde el técnico no toma en cuenta, no me distingue, no me elije. Ahora paso las noches en soledad y pienso en ese viaje y en Luciana.


No quise pensar. No quise hacerlo. Casi una cuadra adelante veo el amarillo ahora el verde y debería meter un cambio (en el auto y en mi vida). Arranqué. No puedo vivirme en los umbrales. Me alejé en el tránsito abrumador de la ciudad a estas horas. Pensé en el azar. Pensé en el umbral de los despedidos. Pensé en los besos. Pensé en vos. Pensé en mí. Pensé que somos dos distintos.

20:50 hs. Detuve el auto. Mi hijo duerme en el asiento trasero cansada de jugar. No se entera que mamá está cansada de vivir y por eso no duerme (y tampoco entendería que mamá no cree en el azar). Escribí esto.

21:15 hs. Llegué a casa. Al lugar al que ya no pertenezco. Acá vendría la palabra FIN, pero el último renglón en blanco me traiciona sintáctica y sintéticamente alojando un PENSÉ EN VOS.

00:45 hs. Largo estas palabras hacia vos. No hay retorno.

Lu

 

PACIENTE/MARTES - LIC. RENATO MASTROLLI

Hamilton, Mauro Esteban, 38 años:

Argentino. Periodista deportivo. Alcohólico. Reseña no saber cómo deleitarse con la bonanza propia, no se siente merecedor. Refiere que precisaba del dolor y el tormento para "avivar vaya a saber que viejo berretín."

Su madre no lo desamparó como relató en el comienzo del tratamiento y su padre también alcohólico registraba muy bien su presencia. "Me quería con las entrañas"

Última intervención:

Se amable con tus versiones pasadas que no sabían las cosas que sabes ahora. Dice entender que quiere pero no puede. Diferencia estar con su hijo que compartir con una mujer. Lo ve como situaciones antepuestas.


Se le indica clonazepam 0.5 mg por 60 y  Escitalopram oxalato 12,77 mg

 

Capítulo III https://bit.ly/2YXUKBS



1 comentario:

  1. https://youtu.be/wyJd8xYuyyQ

    Hay alguien que sigue pensando en vos.

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