7 de febrero de 2010

BLUSA BLANCA









El 25 de marzo B.B. King se presentará de nuevo en Argentina. La última vez que tocó, hace catorce años, fuimos juntos. Cuando supe la noticia comencé a averiguar lugar, precios, horarios etc.
Recuerdo mi primer contacto con el blues. Fue a través de la Joplin, con la canción Ball and Chain más exactamente. Tenía 15 años. Compré una foto de Janis y la pegué en mi carpeta, me preguntaste quién era con un tono socarrón y dijiste - la clásica es que la conozca alguien. Entiendo que por esos días era más esperable bailar al ritmo de Jazzy Mel, a quedarse dormido un sábado a la madrugada pegado a la radio... ¿Recordás Buenos Aires Blues? Único programa de género que perduró más de cinco años en el aire.
El blues es así, marginal. Siempre lo fue. Clapton decía que le hubiese gustado haber nacido negro sólo para tener más onda. La segunda visita del viejo B.B. me imbuyó para escribir algunas reflexiones sobre nuestra pasión por el blues. Los sueños sin cumplir y aquellos cumplidos. En una palabra, quiero compartir con vos este viejo berretín. 

Yo no laburé en los campos algodoneros del Delta de Mississippi. No caminé por las calles de Chicago. No escuché el sonido de un piano discordante en un club de New Orleáns. Ni siquiera toco la armónica. Uno no llega al blues por felicidad, llega porque tiene más problemas de lo uno cree y el blues no los cura pero los calma. La música actúa como enajenamiento ante el dolor. La vida está lejos de ser un carnaval carioca.

El 25 de marzo regresará el bluesman más famoso del mundo. El mismo que dijo en el Madison Square Garden “Con ustedes... el mejor guitarrista de blues de Sudamérica: Pappo!”  Blue Boy King, a sus 84 años (portador de un nombre que trascendió la limitación de su bautismo artístico) hace más de 60 años que pregona canciones de oración, de trabajo, de explotación; amores no correspondidos, gritos del campo algodonero. Una especie de Martín Fierro del Delta. 

Siento que el blues a diferencia de otros géneros se canta desde el vientre. En otros, como el pop por ejemplo, se puede fingir, pero con el blues es casi imposible. Tan auténtico fue, es y será que muchos adolescentes británicos blancos clase-media se sintieron hechizados por este género tocado por negros. A fines de la década del cincuenta, marineros ingleses anclaban a sus ciudades de origen con discos de América y se lo sacaban de las manos. Después el boca a boca hizo lo suyo y en dos o tres años había bandas de rhymthn & blues por todo el Reino Unido. Entre esos jóvenes se encontraban ni más ni menos que John Lennon, Paul Mc Cartney, Brian Jones, Keith Richards entre otros.
El 25 de marzo llegará un hombre que vivió el auge, la decadencia y el resurgir de un género que no sabe de modas, que no sabe de samplers, de remix. Porque como los sueños, las emociones no se pueden remixar, ni samplear. El grito de un blues es desgarrador, porque es eso, es el destierro, la esperanza de volver a África, su tierra natal. Ellos no pidieron subir a los barcos. Llegaron a América como esclavos a trabajar duro en los campos de algodón. Ellos no escapaban de una guerra en búsqueda de refugio como muchos europeos. Los negros traían el latir de la música afro en sus corazones y cuando lograron electrificar su canto, derivó en el gospel, el rock and roll, el country, el soul y porque no el hip hop. El último grito genuino de pura cepa negra y callejera nacido en la subcultura en el Sur del Bronx y Harlem, muy lejos de las mesas de storm brain de una compañía discográfica multinacional. 


Para finalizar, diría que pedirte que me cortejes al show de B. B. King es una ilusión. Partiste hace muchos años “al barrio que está detrás de las estrellas” como diría Páez. No quiero ponerme triste, pero el blues, que literalmente significa azules, encarna la tristeza del alma... No quiero ponerme nostálgico, pero ¡Cómo no recordar el día que nos conocimos! ...Elegante, parada en la puerta del Samovar de Rasputín en mi única visita a aquel templo del blues y el rocanrol del barrio porteño de la Boca. Una noche perfecta era siempre a tu lado. En tu casa de Barracas con patio y dos perros. Tus blusas blancas, los discos de Bill Evans, los cigarrillos rubios, la mesa de quesos y el champagne. ¡Qué buenos fueron esos tiempos!

Recuerdo la noche previa al show de B.B. en el invierno de 1996. Preparaste la mesa y cenamos sin hablar. Pasamos al living y la charla comenzó con la naturalidad de siempre. Tus piernas contrastaban con el sofá color ladrillo. Paseamos por muchos temas: La música notoriamente, la política, la literatura... Cuando llegamos a la Revolución Cubana surgió la típica polémica. Teníamos dos o tres tópicos donde solíamos discrepar. Salteamos el postre y un café irlandés bajó los decibeles. La púa del disco se detuvo y el silencio no estuvo nada mal. Busqué mirarte pero no lo logré. Cuando parpadeabas tan seguido al hablar podía adivinarlo, estabas tan sumergida en tus pensamientos que ya no interesaba el interlocutor. 
Cuando los párpados recuperaban su ritmo natural tus ojos se apesadumbraban. Eras una apasionada, por eso te amaba. Salimos hacia el Luna Park. Era noche de blues. El champagne seguía fría en la mesa ratona y yo sin saber que esa noche sería uno de nuestros últimos encuentros.