17 de agosto de 2022

HITOS

 1

Cuándo eras más chico, mamá te venía a buscar. Debo reconocer que en términos de logística era cómodo y simplificaba nuestro traslado. Bajábamos dos pisos por escalera (¿Acaso allí aprendiste a contar hasta 24?), con tus muñecos, la mochila y tus hoyuelos.

Te ibas despaciosamente. Al regresar y subir los dos pisos me encontraba con otro lote de juguetes que habías dejado. Si digo que era mucho por ordenar, estaría exagerando. Con vos allí, una noche me ganó la ansiedad. Fue el 25 de mayo de 2010. Tenías dos años y medio. Cenamos fideos tirabuzón con manteca, un poco de aceite y jugo Tang. Tenía un pañal en la recamara. Suplicaba que esa noche no lo necesitaras.


2

En la televisión de catorce pulgadas transmitían el festejo del Bicentenario. Lo miraba con cierto recelo. Hacia dos meses había formado parte de una agrupación que me convocó como tutor de una Escuela de gobierno. 

Señores con sus morrales curtidos, progresismo sobreactuado y plazos fijos voluminosos. "Los pibes por la liberación" de manera unilateral decidieron no pagarme, luego de un trabajo a destajo por toda la provincia de Buenos Aires. —Es por incompatibilidad con tu trabajo en ciudad — me dijo alguien que aspiraba ser Ministro de Gobierno y administrar "la viva" de 135 municipios. Hoy reposa en el ostracismo. 

Terminamos de cenar y decidí lavar un plato verde de plástico de Ben 10. Quedaban unos pocos fideos, yo quería dejarlo limpio para cuando te fueras. No era porque me diera flojera hacerlo, sino porque no quería dejar nada tuyo por limpiar. Ver tus cosas me partía el alma.

Las Pelotas tocaba su hit "Será" en el escenario de la 9 de Julio. La multitud coreaba el estribillo. En ese momento, escuché: “ma itos” y te pregunté “¿caballitos?” No, no. “itos” Querías decir "más fideítos".

Saqué los fideos del tacho de basura. Enjuagué lo que había tirado. Lo calenté en una olla mientras los juegos artificiales iluminaban el obelisco, al tiempo que comías con cierta desconfianza. Me sentí digno. 

Se termino el horario de visita y te vinieron a buscar. Al subir, vi a Woody y Goofy desparramados en el piso de parquet. Me desplomé en la única silla firme y me quedé con los hombros hundidos sobrellevando el vacío de tu ausencia.

Un día el auto de mamá dejó de venir. Al tener que llevarte las visitas sufrieron un ajuste. El régimen seguía siendo el mismo y el viaje nos consumía una hora para ir y otra para volver. Nos pasábamos dos horas arriba del colectivo. Sin saberlo, amortiguaba el dolor ¿Y por qué digo amortiguaba? Porque te contaba cuentos, aprendí a disfrutar del viaje como parte de una visita pautada en un escritorio.

Con la llegada de mi primer o Km nuestra situación cambió. Tenía que manejar atento al tránsito, a los camiones en la ruta 2 cuando viajábamos a ver a la abuela a Mar del Plata. Se acabaron los cuentos. ¿Acaso realmente progresamos?

 

3

Anoche viajaste sólo a Buenos Aires por primera vez. Pasamos un fin de semana largo increíble. Vimos y vivimos juntos: Liverpool vs. Crystal Palace; Almirante Brown vs. Ferro; Chelsea vs. Nottingham Forest; Chicago vs. Morón; Racing vs. Boca. ¿El mar? Bien, gracias. Anoche, con tu bolso de mano y un folio con tu certificado de nacimiento viajaste solito con destino Dellepiane.

La gestión de anoche también simplifica pasos. Con dos boletos; uno de ida y otro de vuelta, estuvimos juntos otra vez. Al salir por Luro súbitamente, sentí frío. Me froté los tobillos y las rodillas. Golpeé las manos, (ninguna mano aplaude sola) Frente a la pared principal de la terminal, sacudí los brazos como un espantapájaros. Luché con la rapidez de mi sombra y después recité de un tirón: “Para entrar en el reino de lo cálido tenemos que aprender a salir de la frialdad”.

Sentí una estocada en medio del pecho. Quizás, viajar juntos hasta Buenos Aires amortigüe el dolor, ¿Acaso viajar es amortiguar el dolor? Antes de tu partida, subí al micro con la impunidad de los padres empalagosos que seguimos tratando a nuestros hijos como si fueran niños por siempre.

 

4

Te di un abrazo. No me importó que tuvieras vergüenza. Te di un beso y no me importó que te diera calor. Se me cayeron dos lágrimas y no me importó que me vieras emocionado. Bajé, el micro salió a horario. Le dije al chofer — es la primera vez que viaja solo — Al matrimonio que estaba al lado tuyo le dije — lo miran, viaja solo por primera vez.

Una chica muy bonita no me perdía de vista mientras despedía a su novio indiferente más pendiente de sus auriculares que de su novia. Le habré causado ternura porque cuando el micro se alejó, lloré como no lo hacía hace mucho tiempo.


5

 Cuando el micro arrancó. Te vi en el reflejo de la ventanilla y sentí un hueco en el pecho indescriptible. Sonaron Las Pelotas por el altoparlante y recordé a cientos de miles de personas en el obelisco cantando y saltando en el festejo del Bicentenario. 

Me vi con 16 años pogueando con “Shine” en las Fiestas del Condón Clu. Éramos pocos, lo sé. Ahora somos menos, sin Biain e Higuain en el fondo, me toca agarrar la cinta de capitán. Espero poner una pelota en profundidad, que salga una diagonal para que todos los goles ahora sean tuyos y ya no tengamos que levantar fideos del tacho por la incompatibilidad de distritos.







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