"La felicidad de mi hijo, mi club favorito"
A partir de hoy mi hijo juega para el Club Atlético Huracán, luego de superar una prueba física, técnica y táctica. Y estoy inmensamente feliz.
Un
conocido me escribió con cierto sarcasmo:
"¿Qué pasó? ¿Vos no eras de San
Lorenzo?"
Y yo le
contesté lo único que podía decir desde el corazón:
Pasó que voy a cumplir 50 años.
Pasó que soy papá hace 16.
Pasó
que mi hijo, cada vez que pasaba por La Quemita, soñaba con probarse en
Huracán.
Pasó
que se esforzó, que lo intentó, y que hoy está cumpliendo ese sueño.
Pasó
que la paternidad —la de verdad, la que se vive con el alma y no con consignas
de tribuna— te enseña a correr el ego a un costado, a entender que la felicidad
de un hijo está muy por encima de cualquier berretín identitario o capricho no
resuelto de adolescencia tardía.
Pasó
que ser padre es dejar de mirarse el ombligo para mirar hacia adelante, hacia
ellos, hacia lo que necesitan, lo que desean, lo que los hace crecer.
Así que
no, ya no importa de qué club era yo. Hoy, soy del club donde juega mi hijo. Hoy soy del club de su felicidad.
Y eso,
hermano, no tiene camiseta.
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