28 de febrero de 2013

AL CARPO








Columna leída en PARANORMALES en homenaje a Pappo. Programa emitido por Radio Grafica FM 89.3



En este nuevo aniversario de la desaparición física del Carpo, me permito algunas reflexiones sobre mi pasión por el blues. Los sueños sin cumplir y aquellos cumplidos. En una palabra, quiero compartir con vos este viejo berretín.
Yo no trabajé en los campos algodoneros del Delta de Mississippi. No caminé por las calles de Chicago. No escuché el sonido de un piano desafinado en un club de New Orleáns, ni siquiera toco la armónica. Uno no llega al blues por felicidad. Llega porque tiene más problemas de lo uno cree y el blues no los cura pero los calma. La música actúa como anestesia ante el dolor. La vida está lejos de ser un carnaval carioca. Siento que el blues a diferencia de otras géneros se canta desde el vientre. En otros, como el pop por ejemplo, se puede fingir, pero con el blues es casi imposible. Tan auténtico fue, es y será que muchos adolescentes británicos blancos, de clase media, se sintieron fascinados por este género tocado por negros.
El blues no sabe de modas, no sabe de samplers, de remix, porque las emociones no se pueden remixar, ni samplear. El grito de un blues es desgarrador, porque es eso, es el desarraigo, la esperanza de volver a África, a la tierra natal. Ellos no pidieron subir a los barcos, llegaron a América como esclavos, a trabajar duro en los campos de algodón.
Ellos no escapaban de una guerra en búsqueda de refugio (como muchos europeos que ahora nos tratan de sudacas). Ellos traían el latir de la música afro en sus corazones. Cuando lograron electrificar su canto, derivó en el gospel, el rock and roll, el country, el soul y porque no el hip hop (último género nacido en las calles, lejos de las mesas de storm brain de una compañía discográfica).
A ocho años de la muerte de Pappo, aún un halo de incertidumbre rodea esa noche trágica. El Carpo, murió el 25 de febrero de 2005 en Luján, al caerse de su moto y ser atropellado por un auto que transitaba a toda velocidad. Poco antes de su muerte, realizaba dos o tres presentaciones al año porque nadie lo contrataba. Corcho Rodríguez- el ex de Susana Gimenez- decidió producir lo que fue su último disco. Desde el arte de tapa uno podía percibir un indicio de despedida. La portada ilustra la antesala de un cielo habitado por bluseros que ya no están. Lo tituló “Buscando un amor”. Sin cuero, tachas, ni posturas. El material regala un Pappo auténtico, sensible, que renacía de las cenizas.
Su coherencia lo llevó a lo máximo que puede aspirar un músico de blues: tocar en el Madison Square Garden invitado por B.B. King. Pappo tenía algo pendiente. Norberto Napolitano, el hombre, buscaba un amor. 
Como un guión de película, la vida le dio una nueva oportunidad. Reencontrarse con su hijo después de muchos años. Si bien sufrió un grave accidente a mediados de los noventa, zafó de milagro y la pudo contar para poder conocer y disfrutar de Luciano (además toca la guitarra y siente la misma pasión de su padre por el blues y el rock & roll). Podemos decir que el Carpo encontró un amor. El más grande que se puede tener.












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