13 de junio de 2019

TUKI EN EL JARDÍN


El lunes 27 de mayo amaneció triste Buenos Aires porque llegaba la noticia de la muerte de Gabriel Pinto -Tuqui- para todos. Y por eso, en otra entrega de "Ecos de Voces" a modo de homenaje un recorrido por la carrera radial del inolvidable Tucán. 




Con la información tomada del suplemento Sí! o escuchada en los programas de Rock and Pop iba a ver bandas en vivo y lo que más esperaba eran las fiestas del Condon Clú. Unas fiestas que muchos recuerdan haber ido alguna vez, creo que no todos dicen la verdad. ¡No éramos tantos!
 Un fugaz recorrido me trae a la memoria una Fiesta Chancha, una Fiesta Negra, la Lucha en el barro, Fiesta de Circo con payasos, lanzallamas, hombres con látigos y equilibristas. Estas fueron algunas de las tantas fiestas del Condon Clu que se sucedieron desde octubre de 1991, cuando el combo se lanzó a recorrer los barrios porteños.

***


Un viernes Selva en el Condón me invitó a ver a La Renga. Esa noche conocí a Tuqui. No eran tantos los seguidores, se conocían todos. Estábamos parados con Selva, en la zona de Entre Ríos y Humberto Primo en la previa de un show de la Renga en el Galpón del Sur. De repente, Tuqui bajó de una moto con una mina parecida a Divina Gloria. Era una mezcla de Gustavo Bazterrica de los Abuelos y el Frank Zappa de los setenta.
Fue la época que Tuqui ya era conocido, con su humor ácido fue ganando popularidad trabajando en la radio. Se desempeñó en la Rock & Pop durante dos décadas y participó en ciclos como: la primera heavy rock and pop, Subí que te llevo, junto a Bobby Flores, Se nos viene la noche, acompañando a Juan Di Natale y Tarde negra, con la Negra Vernaci.




La segunda vez que lo vi fue otra noche, en el desaparecido Prix D´ami de Monroe y Cabildo. Tuqui presentó su libro y festejaba su cumpleaños. Allí tocó junto Los Hijos de Mil y dio parte de su espectáculo teatral.
Radio Zoe me dió la posibilidad de conocerlo, de charlar con el. Respeté el off. Me llevo conmigo.
Tuki me ratificó en esa charla que era una persona con convicciones y con humor ácido. No tranzaba con nadie, me contó que ayudó a un montón de gente que hoy está en los medios, pero no tiene sentido recordar eso. Tenía una sensibilidad terrible, un bohemio, un loco lindo que vivía el día a día y no le importaba el mañana.

Tuqui, el actor, el músico, el dibujante, el diseñador gráfico, fue parte de la Heavy rock and pop en el arranque junto al Ruso Verea y el gordo Nagy. Llegó a la radio de la mano de Pergolini. El mito -hay tantos- cuenta que a Mario le sorprendió su histrionismo y sobre todo esa mezcla de tipo instruido y atorrante de barrio. Sin una formación académica formal había leído más libros que todos los de la radio juntos. Le dieron la oportunidad y el Tucán no paró de volar.

Más tarde, vendría la tele, donde trabajó de humorista en programas de entretenimientos, como Café fashion y Justo a tiempo. También realizó algunas participaciones en el programa de Susana Giménez y en Peligro sin codificar. Como escritor, publicó la novela “Parapoliciales” y un libro de cuentos cómicos “Chistes machistas”. 
Con Bobby Flores hicieron “Subí que te llevo” en el cenit del menemismo. Yo tenía 15 años y no podía creer las cosas que el chabón tiraba al aire. Para el público masivo era “el de bigotes” de Café Fashion o del programa de Julián Weich.
Para muchos de nosotros un vago de Floresta que le ponía sal y pimienta a las tardes de "Se nos viene la noche" junto a Juan. Cuando hacer radio de noche era de bohemios, durmió sobre la consola de sonido de Rock and Pop durante varios meses.

Escucharlo a Tuqui es recordar las noches con Selva. Me acuerdo que en la puerta de la Federación de Box resolví encararla. En la charla me confesó que vivía en una pensión, también escuchaba la radio, se había ido de la casa del padre cuando tenía catorce años. El viejo la cagaba a palos. Me dijo que no le diera bola, que había fumado mucho.
- Mirá, yo pensé en pegarme un viaje... Lo pensé posta, boludo... Y en un tiro escuché una canción en la radio ¿entendés?, ¡y ya loco! me quise quedar un toque más, ¿entendés?, un toque.
Tarareó la melodía del tema, afinaba muy bien. Me sorprendí al escucharla.

Nos vimos dos veces en la semana. Un día lunes en un hotel de Yerbal y nuestro segundo encuentro, creo que fue un jueves, en su casa de Floresta. Selva preparó la mesa y cenamos sin hablar. Salteamos el postre y un Zumuva bajó los decibeles. Pestañeaba muy seguido al hablar, estaba tan sumergida en sus pensamientos que ya no le importaba el interlocutor. Pasamos la noche juntos y quedamos en vernos el sábado siguiente en el Galpón del Sur.
Ella no fue, nadie supo decirme donde estaba o no quisieron decirme. Paraba con unos pibes de Huracán de la facción José C. Paz en un nudo del barrio Espora. Ella vivía de lunes a lunes de gira, sin preocuparse por nada. Me contaron que una noche en la villa 1 11 14, le tocó perder.

***

Hace un mes me enteré que Tuqui estaba internado en el hospital de Mercedes y el domingo 26 de mayo sufrió un paro cardíaco. Estaba viviendo en lo de un amigo  que apenas llegó abrió un kiosko para que pudiera trabajar.
Leí que Tuqui pidió que no hubiera velorio y sus restos fueron despedidos en el cementerio municipal de Mercedes.
El martes cuando supe de su partida busqué la canción, la que tarareó Selva en la Federación de Box. Decidí dejarla un toque nomás... Sólo un toque como ella decía.
El fraseo de Chizzo cantando “Negra mi alma, negro mi corazón” me transportó a esa noche en el cordón de Castro Barros. Entendí que ahí, sin sillas ni manteles, me sentía vivo, sin la parquedad de caerle bien a nadie. Como Tuqui. Era el que quería ser, usurpando la calle, tomando un Algarves corazón con una mujer de tan sólo diecinueve años que escupía su verdad y me invitaba a patear tableros.

Selva como Tuqui son de esas personas que te mueven la aguja, que se van sin despedirse y nos dejan rengos de buenos momentos entre tanta gente sin swing. Hoy estoy sitiado de un gentío que se indigna mirando el Martín Fierro por televisión, que deja su salud a las puteadas en una platea, que se enoja con los árbitros, verduguea al trapito y lo después lo twitea. Tuqui fue de esas personas que todos conocemos alguna vez. Aparecen, se van, nos atraviesan el alma y hoy puedo recordar en una canción.

Quienes lo tratamos y lo conocimos en la radio cuando visito el Jardín, podemos decir que era un tipo sincero, llano y noble. Nos contó que le habían cerrado las puertas de todos lados. Había ido a pedir trabajo a todos los que conocía y habían sido sus compañeros y nadie le dio cabida. Pero no le guardaba rencor a nadie. Nunca salió de él una palabra sobre toda la gente que trabajó con él en la Rock & Pop que después le dio vuelta la cara. Me sorprendió mucho eso.

Gabriel Gustavo Pinto así se llamaba. Cuando era joven, comenzó a estudiar la carrera de abogacía y trabajaba en un banco. Pero, el rocanrol le pateo el hormiguero, movilizado por la música de Luca, decidió dar un radical giro en su vida y aprendió a tocar la guitarra. Tuvo varias bandas la última fue:  Tuqui y los Pastafaris.
De todo lo demás, que bailen lo que bailan, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, se fue uno de verdad, digo: de verdad, de verdad…

"No querría morirme nunca. Pero no depende de mí. La verdad que tengo más curiosidad que miedo. Tengo mucha curiosidad con saber qué pasa después. Si pasa algo trataré de venir a avisarles, pero no debe ser muy fácil porque si no alguno ya me hubiera avisado. En algún momento te das cuenta que todo… todo se acaba.”

El Tucán surfeaba la ola desde el ostracismo, el loco no se casó con nadie. El Tucán ahora es libre porque vivió y murió según su elección … Como un Tucán, can, can, te echaste a volar, como un Tucán, can, can, lo vamos a extrañar…





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