8 de febrero de 2019

HOYUELOS EN PACÍFICO






 

 

Esta vida mi dio pocas explicaciones. Por eso necesito algo donde agarrarme por encima de mí. Vencido y sin fuerzas regresé a la iglesia después de diez años. Se suponía que la terapia me ayudaría a encontrar respuestas pero no encontré ni siquiera preguntas. Mi analista me empujaba a laberintos punzantes. Descubrí que hay palabras que hay que sostener con el cuerpo.

En las últimas sesiones me sentí un cliente que paga y recibe un servicio ¿Qué rumiaría cuando escuchaba el timbre del portero? “Llegó el pesado de las ocho. El periodista que habla siempre de lo mismo. Bueno… Piloto automático, no lo contradigo y clink caja”.

No debería estar acá. ¿Adónde ir? Ya no soy el monaguillo de la Parroquia Nuestra Señora de la Merced. El vino de misa dejó de ser un estímulo para mi garganta.

San Freud tótem y tabú: me dejaron desprovisto de esperanza y uno de sus discípulos me exigía sus honorarios con sarcasmos conociendo mi situación laboral. Salí de esa situación. Sentí que iba a quedar atascado en una repetición sin fin. Lo que más me fastidió fue ser incapaz de olvidarla solo, sin ayuda, sin terapia.

Soberano San Expedito, tú que eres el guerrero santo, el fiel servidor de Dios. Tú que eres el Santo de los afligidos, el Santo de los casos urgentes; dame de tu protección, auxiliame, dame de tus virtudes y fortaleceme con coraje, valentía, calma, serenidad y fuerza. Atiende mi suplica.

Expe querido, con todo respeto, conociendo lo que podría pasar, sabiéndolo desde el primer momento. Me enamoré. Nunca pude estar más de acuerdo con la vida. Ahora, por favor ayúdame. Quiero olvidarla. Estoy desesperado. Gracias y Amén.

Salí de la iglesia abatido pispiando para ambos lados de la calle Mitre. En la nave central del templo residía un silencio profundo. Unos pasaban y otros rezaban en un cuchicheo cerrado. Una mujer prendió velas rojas que se fundieron con otras y forjaban un montículo de cera que se propagaba sobre una mesa de cemento tapizada de musgos. El bermellón de las velas y el verde de la capa vegetal plasmaban un contraste armónico.

— Los martes no viene ni el loro — me comentó un vendedor. Me recomendó dos estampitas, velas de colores y sahumerios — Prenda la vela en su casa, haga la señal de la cruz y rece el credo. Después rece el padrenuestro, tres avemarías y el gloria —  El puesto del pinchero oficiaba de stand del confesionario.

Caminé varias cuadras y en el bar que está frente al consultorio pedí un café con leche tipo lágrima en un tazón. Esperé quince minutos hasta que se hizo la hora de mi terapia semanal. Planté la imagen de San Expedito en mi billetera y guardé las velas en mi bolso. 


SESIÓN

RESURGIR


Pedí una admisión en la obra social para iniciar un nuevo tratamiento. En algo más de tres meses conecté con Renato, mi flamante psicólogo. 

— Mauro, cuando amamos a una persona no la aceptamos como es, quiero decir, aceptamos en la medida que responda a las coordenadas de nuestra fantasía.

— Yo estuve enamorado, Renato.

— No digo que no. Lo que digo es que estabas deslumbrado. Pienso en Vera y deduzco que habrá sido muy fuerte para ella. 

— ¿Fuerte?

— Si, de saber que si te llamaba saldrías a su encuentro corriendo. Había algo ahí de la necesidad, de tu necesidad, que se jugaba muy fuertemente — dijo Renato como si nuestro trabajo terapéutico llevara meses.

 

PREGUNTAS

Comenzó la primera semana de junio con un horizonte lleno de otoño. Hasta de mi alma caían hojas. Hace unos años, arrastraba agonías de lindos recuerdos. Descubrí, luego de traspasar el vacío, que la angustia enferma. Pasé de la angustia al dolor. El dolor como el inicio para curar. En la cama, después de un día atado por mi retorno a San Expedito, repetí las mismas preguntas que me acorralaron durante meses.

¿Qué acarrea a una mujer a llamarse a silencio luego de una carta escrita con el corazón en la mano? ¿Se sintió agobiada?

¿Por qué tanta desidia después de varios encuentros dormida en mis brazos? ¿Fue sólo desinterés?

¿Por qué al mismo tiempo un amigo se revelaba tan evasivo? ¿Pudo haber sido una coincidencia?

 

SESIÓN

EL DOBLE

— En la novela "El Doble", Dostoievski abordó el tema de un otro — dijo Renato.

— ¿Cuál es ese? ¿El de Guerra y paz?

— No, Guerra y paz lo escribió Tolstoi, otro escritor ruso. Dostoievski escribió Crimen y castigo, El jugador...

— Ah, sí. Mi abuelo tenía "El Jugador". Conservaba varios libros. Es más, todo lo que sea de timba él lo leía.

— ¿A tu abuelo le gusta la lectura?— preguntó Renato con genuina curiosidad.

— Le gustaba. Se murió. El abuelo Julián leía un montón. No había terminado el colegio pero leía. Chacarita, los fierros y la literatura eran sus pasiones.

— ¡Qué interesante!

– ¿Por qué?

— Mi abuelo paterno fue socio vitalicio de Chacarita Juniors.

— ¡Mira vos!

— Sí, sí. Iba a la cancha cuando aún estaba en Villa Crespo. Fue muy amigo de Renato Cesarini.

— ¿No me digas que te pusieron Renato por él?

— ¡Así es! 

— ¡Te mataron!

— Cosas de mi padre.

— Es una broma. Yo jugué un partido en la primera de Chaca.

— ¡¿Sí?! — preguntó Renato como si fuera un niño.

— Sí. Llegué a tercera como titular y debuté en primera...

— Pero ¿Cómo no te recuerdo?  interrumpió mi analista. 

— Viajamos a Necochea para hacer la pretemporada y tuve una tendinitis del aductor que me dejó afuera.

— ¡Uy! Vamos a hablar de ello en otro momento. Pensaba que quizá mi padre... debe conocerte.

— No creo. Debuté pero casi no jugué.

— ¿Me querés contar? ¿Cómo fue? ¿Te acordás?

— Sí, claro. ¡Cómo no me voy a acordar! Fue lo único bueno que hice en mi vida. El 13 de diciembre de 1997. Mi abuelo tenía un recorte del cronista de ese partido pegado en el taller. Jugamos contra Banfield, en cancha de ellos.

— ¿Jugaste muchos minutos?

— Casi nada. Entré en el minuto ochenta y tres.

— Bueno, muy bien. Linda sorpresa. Vamos a tener que comenzar. ¿Teníamos algo pendiente?

— Sí. La semana pasada me hablaste de una novela... — respondí.

— Ah, muy bien. Sí. Bueno, en esa novela que te mencioné, El Doble, Dostoievski abordó el tema de un otro.

— ¿De qué se trata?

— De un funcionario muy disciplinado que entra en contacto con un hombre que es idéntico a él. Se gana su amistad. Este hombre entra a trabajar en su departamento; pero enseguida este ‘doble’ suyo comienza a engatusar a los superiores, a poner en entredicho a su tutor y, finalmente, a provocar su caída en desgracia.

— Mirá … ¿Y qué tiene que ver con Dante y lo que te conté de él?

— ¿Qué sentirías si existe otro Mauro Hamilton, periodista deportivo, que tiene un hijo de la edad de Valen?

— Es medio loco.

— Creo que con Dante se dio una relación de espejos.

— ¿Cómo es eso?

— Cuando observás algo que no te gusta de alguien, sentís rechazo, eso indica que de alguna manera eso que te desagrada existe en vos, en tu interior. Es tu inconsciente lo que te hace pensar que el defecto sólo existe ahí fuera, en otra persona.

— No entiendo.

— Quiero decir que estas proyecciones son válidas tanto para características negativas: odio, rencor, envidia… Como para positivas: admiración, idealización, cariño… El mundo interno tiende a teñir el mundo externo con sus propias características. Este mecanismo psicológico tiene un papel interesante en el amor, Mauro. Digo, le atribuiste a Vera características que sólo existen en vos.

 

 

LA COLO

Llegué a casa aturdido. Me pregunté durante el viaje: ¿Todo lo bueno de Vera estaba en mí? ¿Todo lo malo de Dante también? Me serví una medida de whisky, el bálsamo del Scotch me dejó como pajarito equivocado de cielo. A partir de la lectura de Renato traspasé mi inquietud. Desde que comencé con los tratamientos tomo apuntes en un cuaderno. Resolví indagar en mi duda. Había una señal campaneando en la testa que me apuntaba como un mantra ¿Y si no fuera tan así?

Lejos de abordar el tema de fondo, mi cabeza insistía en la posibilidad de una infidelidad. ¿Infidelidad?¿si la relación con Vera era sin etiquetas, sin compromisos y sin promesas?

Supongamos que chat a chat nos fuimos conociendo, y un maula, sin redes ni reservas, apuntó al botín que codiciaba. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué no habría de desearla si Vera era preciosa?

A diferencia de la relación con la Colo, Vera fue el mar de mis tormentos. La Colorada era hermosa, tenía un cuerpazo. Un mix de espiritualidad y erotismo que la hacía cautivante. Sin embargo, fue un amor que no traspasó más de dos estaciones. Una relación breve y con un desenlace anunciado.

Por un lado, yo tenía que hacerme cargo de un hijo chico, cumplir horarios en dos programas y sin un minuto de más, retirar a Valen del colegio y llevarlo al club. Manejaba a las corridas, para llegar a los dos trabajos a un compás tan disímil con la vida horoscopera de la Colo con sus tardes libres entre terapias individuales y grupales, infusiones de gym yoga yahuasca y crueldades inesperadas. Confié. Le enseñé mis sombras. Le pedí que no la rompa. Solo le pedí que no me apuñale cuando abra mi cuerpo para darle un lugar.

¿Seduce mi forma de ser? No lo sé, tal vez. Pero soy así, no soy busca macho ajeno nunca lo fui, no lo necesito. No soy mirona, no lo necesito, soy una mina copada y linda. ¡Qué querés que le haga! ¿Seduzco? ¡Lo lamento! Necesito un hombre con cojones, un hombre que se banque tener a su lado una mujer que habla de todo, que tiene una mente abierta. 

¡Qué autoestima! Antes de continuar con la relación le solicité al guarda descender en la próxima estación. Con la Colo fue preferible un final abrupto que una amargura sin final.

En la sesión de hoy, Renato fue capaz de sacar a la luz esas sombras que, de otro modo, costaría mucho más trabajo acertar. A diferencia de Alberto, mi analista anterior, que le gustaba más contradecirme que analizarme, desmenuzó mi obstinación a través de preguntas que fueron claves para entender una comparsa de vanidades y localizar allí una verdad puesta en un par de frases.

 

SESIÓN

RAIN

— Siento que idealicé a Vera.

— Es muy probable. Para Freud, en el enamoramiento la idealización tiene una gran influencia y es esa idealización de una mujer en este caso, la que hace que se sobrestime, Mauro. Se te aparece como un ser superior al resto que no tiene defectos.

— Lo sentí así. ¿Entonces? ¿Me enterré solito hasta el cuello?

— No diría eso. Nadie se equivoca con intención, cometemos errores porque no sabíamos hacerlo diferente en ese momento. Sólo al vivir esa experiencia pudimos aprender. El tema fue la intensidad. Amabas de modo tortuoso. Ahora empezás a ser otro. Estás haciendo un cambio muy fuerte. Vera se habrá sentido abrumada por tu forma de quererla. Yo creo que lo sentiste en ese momento. Hagamos un poco de historia: ¿Cómo empezó todo?

— Vi que publicaba cosas que me interesaban en su facebook. No teníamos ningún tipo de interacción. Solo miraba. A fines de noviembre de 2013, de la nada, me sorprende con un "me gusta". Primero una foto con Valen, donde le estoy contando un cuento de Pinocho. Al ver que ella tenía dos nenes, lo entendí. Después otra imagen con Valen en la cancha — ¡Debe ser funebrera! — pensé. Hasta que un día "megustea" una foto que usé para mi perfil, sin niños, en primer plano. Me llamó la atención. Entré a stalkear y no vi nada raro. Publicaba cosas de política y de escritores. 

— ¿Por qué te sorprendiste?

— Porque no la tenía con un perfil social, comprometido. 

—  ¿Cuándo fue, lo recordás? 

— Si. El domingo 24 de noviembre. Me acuerdo que llegué tarde a casa. Había estado todo el fin de semana con Valen. Alrededor de las nueve de la noche prendo la computadora, ingreso en una página de películas y busco "Caballo de guerra". Al otro día era feriado y podía acostarme tarde. Mientras tanto, me serví una copa, la película tardaba en bajar. Entré a facebook y la vi conectada. Le escribí y me respondió enseguida. A los cinco minutos le pregunté si no era molestia. Me dijo que estaba con sus dos nenes pero podía conversar. Lo interesante que al preguntarle sobre su vida, en la tercera línea me revela "tengo dos hijos y me separé hace unos meses" y ahí avancé.


 

hola, como andas?

 

 

hola, muy bien y vos??

 

Me alegro, muy bien también. cuantos años che

 

La verdad....muchos!!


— Para romper el hielo comenzamos por el colegio. Si bien no terminó en la misma escuela, fue hasta segundo año con nosotros. Me preguntó — ¿Qué haces en Radio Gráfica? — Salió el tema Cromagnon; me contó que recorrió morgues esa noche. Hablamos de su separación y de la mía, de los mandatos y los hijos. Serían las once de la noche cuando le pregunté si estaba todo bien, si podíamos seguir y me dijo — estoy sorprendida con esta charla — y continuamos. Hablamos de música, de ex compañeros y los profesores. Me contó cómo fue que tuvo que dejar la escuela y de un examen de historia. Así continuamos hasta la medianoche. Llegamos a la una de la madrugada. Se abrían los temas.

 

 

te acordas de la cabito?


historia de 2do año?

 

si...

 

la di en marzo

 

con ella...

era brava

 

 

muy

me la hizo re dificil

 

 

que mala la cabito

me acuerdo de lutero, calvino, luis XV

 

jaaaa... muy bien!!

si, en esa epoca era aplicado

y como te fue?

 

bien

pero me tomo de todo

yo no era aplicada

 

era un desastre...

pero bueno..

 

doctora! que me dice?

 

 

 

mejore un poco..

y bueno...

es la verdad...

 

— En un momento me dijo que los nenes se habían dormido y que ella no tenía problemas en seguir con la charla. Así fue. Seguimos una hora, dos, tres...

 

y la música, qué lugar ocupa en tu vida?

 

 

disfruto mucho de la música escucho mucha música...

 

Qué bueno!

es terapéutico también

(dije para hacerme el importante)

 

totalmente

mi pecado capital es la envidia

a quienes tocan un instrumento

 

y si yo no sé tocar ni el toc toc

pero bueno, disfruto de quien si

 

 

yo tampoco

y quien te gusta?

 

león, la negra sosa, ciro

variado mi gusto...

 

 

coincido en los tres!

variado y con compromiso

 

 

y sí, me gusta que me identifique y me signifique...

 

linda definición

 

— Las noches de feriado llegan como amenazas secretas. ¡Flotaba, Renato!

 

yo estoy con unos mates? vos ? tomas algo?


 

ahora no

 

venís sin tomar nada, agua?

 

no lo puedo creer... es de día

 

si, por eso

fui a la cocina y entro la luz

 

si tome...pero hace un rato

cómo paso el tiempo

 

es verdad

se paso volando

 

increíble

si si

 

fue un dia de trabajo

 

sisi

 

no está nada mal para dos personas

que nos saben nada una de la otra después de 20 años

 

 

después de tantos años,

la tecnología ayuda

a reencontrarse con gente interesante

 

 

— Llegamos a las cinco de la mañana. Le tiraba sin filtro y ella respondía. Le confesé que me gustaba mucho cuando íbamos al colegio.

 

¿Alguna vez intentaste alcanzarme?

 

lo más cercano a vos fue en Bariloche.

empezaste a hablar y quedé hipnotizado.

 

Y bueno... Hablamos y te lleve totalmente en pedo...



—  Ahí caí que ella me tenía más de lo que yo pensaba.

 

te agradezco que me hayas llevado

 

jajaj

 

no sé qué habrás pensado?

 

Fue un placer. Nada... Si estábamos todos iguales...

 

yo si pensé algo, recuerdo

 

¿Qué?

 

pensaba lo lindo hubiese sido que fueras mi novia

 

Nunca me lo dijiste...

 

qué hubiese pasado si te lo decía?

 

Y en ese momento podría haber sido... ¿Por qué no?

 

no me jodas

 

De verdad...

 

me muero en este inssstante

 

Jajaja. Nooo. Me resultabas interesante...

 

y ahora me lo venís a decir, ja

 

Vos me lo preguntas ahora...??

 

ahora es tarde me parece

 

Parece...

 

Qué lástima!

 

Y si

 

exceso de alcohol y de timidez

 

Seguramente...

 

en ese momento creí que estabas triste

por la separación con tu novio.

"Ahora no es el momento, no te atrevas,

estoy pensando en él"

 

 

No era tan así…

 

 

“Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí”

Silvio Rodríguez 

 

 

SESIÓN

¿A QUÉ HORA EMPEZÓ LA DESGRACIA?

 

— Es interesante, Mauro. Digo, como se fue dando todo en esa charla de tantas horas. ¿Te conto algo más? — preguntó Renato.

— Sí, que estuvo casada trece años y los últimos dos fueron muy difíciles. Su ex marido, por lo que me dijo, es un tipo violento. Ella recordó que yo jugaba al fútbol y cómo fue la penúltima noche del viaje de egresados donde me llevó desde Grisú hasta el hotel.


Me acuerdo que después te acompañé al hotel,

no podías caminar...

Recuerdo que nos fuimos caminando

al hotel que eran como 8 o 10 cuadras...

 

 

ALARGUE

Esperé toda la secundaria para hablarle y me llevo totalmente ebrio hasta el hotel. ¡Qué negocio! Habían pasado siete horas de chat. Iba al baño rebotando como gelatina para no perderme de nada. En un momento me quité los auriculares y percibí un repiqueteo en el techo de la cocina. Oí el chaparrón que se escurría debilitado por el traparrollos. Unas gotas patinaban por el vidrio de la ventana y se desplomaban a un lento compás.

Agotamos los temas con los primeros minutos del día. La claridad se asomaba por la lumbrera del living. Ella tomaba mate y yo la mezcla de lo que había quedado. Mi departamento era un caos. Platos de comida esparcidos sobre la mesa ratona. Había preparado una tortilla de papas. Tenía un solo huevo, la tortilla quedó bastante pobre. Prendí un sahumerio para amilanar el tufo a fritada.

Al lado del teclado tenía cuatro discos sueltos, tres latas de cerveza y una botella de vino tinto vacía. Al tiempo que Cuevana me remitía el advertencia “la descarga de Caballo de Guerra se ha concretado con éxito” busqué un CD de Los Palmeras para musicalizar mi lanzada. El partido iba cero a cero y aún quedaba el alargue. ¿A qué hora empezó la desgracia?

 

SESIÓN

UN TRAGO PARA VER PEOR

— ¿Durante el chat, tomaste?

— Si, cerveza y vino.

— ¿Solo alcohol?

— Sí ¡Estaba chateando con Vera, Renato! La chica que a los diecisiete años me hizo soñar con un cruce de miradas, con una sonrisa exclusiva. No me podía drogar.

Su presencia en los recreos era mi estímulo. Era la compañera inalcanzable de la otra división. La mujer que en primer año tenía un novio de quinto. Por ella esperé todo el secundario para viajar a Bariloche y coincidir diez minutos en la pista de un boliche y decirle, con la seguridad que dan las copas — Espere cinco años este momento. Sueño con un beso tuyo — Admiraba en secreto a mis compañeros que encaraban sin tomar. Yo moría de vergüenza. La adolescencia y el alcohol iban de la mano. Como en las series con una producción colosal, en esa época las noches de borracheras comenzaban prometedoras y concluían con un desenlace que raras veces retengo. ¿Si tomé durante el chat? Sí, necesité unos tragos… como hacía veinte años.



GRISU

Como rezaba Bogart, conseguí llegar con dos whiskies arriba a la próxima sesión. No recuerdo bien que le dije a Renato. El dolor era tan insondable que unas copas me ayudaron a gatear sobre el ramalazo.

 

(…) en el medio llovió, no sé si escuchaste.

Solo espero que se repita, cuándo es el próximo feriado?

(“Le pregunté con doblez”)

 

Si, recién escuché que llovía...

y el mes que vine.

Nos hicimos buena compañía...no?

 

Ni hablar! Me encantó.

 

Muy interesante...

y me sorprende que los dos nos acordemos

de ese boliche en Bariloche,

creo que era Grisú, no se... loco.

 

 

SESIÓN

MIRADAS

— ¡No puedo ser tan imbécil! ¿Cómo no me di cuenta? Obvié contarte algo importante.

 

Ves a alguno de los chicos?

 

Con Dante seguimos siendo amigos

 

que grande Dante...

me acuerdo de el...

 

                                                                                                        un tipazo

 

si!

totalmente

gran periodista

 

en el secundario se le veia

 

 

— Bien — dijo Renato.

— ¿Bien?

— ¿Qué tiene de malo? — me preguntó.

— ¿Por qué me preguntás eso?

— Te cambió la voz.

— ¿Vos también vas a defender a Dante?

— ¿Cómo vos también? Tranquilo, Mauro.

— ¿Qué te pasa? ¿Quién es tu paciente, Dante o yo?

— ¡Un minuto! — clamó Renato. — Primero que nada hablemos en un marco de respeto mutuo. Segundo, te pregunte qué tiene de malo que lo hayas mencionado.

— Fui muy torpe.

— ¿Por qué?

— Porque le facilité el camino.

— Mauro, ¿Tomaste antes de venir?

— No.

— Te noto diferente. 

— ¡Estoy bien!

— Me da la impresión que tomaste y que estás más preocupado por la infidelidad que por el amor no correspondido.

— Ah, bueno…

 

Me levanté, pegué un portazo y me fui. Hice dos cuadras y regresé para pagar. Renato atendió, abrió la puerta lentamente y me dijo que no era necesario, que no le importaba la plata y que iba a reformular la pregunta.

— Pasá. Sentate tranquilo, Mauro. Vamos a hablar con calma ¿Puede ser?

— …

— Con serenidad ¿sí? — y me ofreció un vaso de agua fría.

— Sí.

— A ver ¿Por qué te pusiste así?

— ...

—  Empecemos de nuevo. ¿Dónde lo conociste a Dante? — indagó Renato para salir del tema.

— En la secundaria. Pero nos hicimos amigos en TEA.

— Muy bien. Vamos a hablar de Dante en otra sesión, ¿está bien? Necesito volver al chat. ¿Puede ser?

— Sí.

— Todo fue por internet, ¿no es así?

— Si, más de siete horas.

— Es mucho tiempo ¿Cómo te sentías?

— Estaba fascinado. Escribía como si fuera la última charla. Quería contarle todo. Nunca creí que pasaría de esa noche  dije entre suspiros  Consideré que tenía que poner todo en esa conversación. Después ella misma me dijo que le resulté "algo cancherito" en el primer chat.

— ¿La invitaste a salir?

— Sí — contesté con entusiasmo.

— ¿Querías verla?

— ¡Sí, claro!

— Contame cómo fue la primera cita.

— La cité en galerías Pacífico. Pasamos de lo virtual a vernos cara a cara. 

 


Estoy casi todo el día en el centro. Llego a las 9 de la noche.

 

 

y al mediodía?, salís a comer algo?

 

 

Sí.

 

 

estás en Maipú?

 

 

Sí y Viamonte.

 

 

Ahí en el patio de comidas de Pacifico

podríamos vernos.

 

 

 

Sí. Eso es más fácil.

 

Tengo que ir al centro.

Tipo 12.30 ando por Florida y Córdoba.

Te queda bien o más tirando a las 13?

 

 

Tipo 13 puede ser...

déjame ver cómo viene la semana.

 

 

 

HOYUELOS EN PACÍFICO


Un tictac anticuado sobre la cúpula vidriada de la Galería Pacífico, fue lo primero que observé. Debajo, un árbol navideño imponente me valió de resguardo hasta su llegada. Cuando la vi cruzar el salón principal quedé suspendido. Una mujer con quién había caminado en zig zag hace dos décadas venía a mi encuentro.

Vera lucía el mismo cabello negro y luminoso que recordaba de nuestra charla en Bariloche. Deseé acariciarlo, olerlo y tenerlo entre mis manos. Habíamos chateado siete horas. Sabíamos mucho uno del otro. En realidad, ¿Sabíamos uno del otro? ¿Por dónde empezar?

Vera era una mujer de hermosos ojos y una mirada arrolladora. La base de nuestro cortejo se cimentó como los pasadizos hoscos de Grisú. Con ella, desde un primer momento, nada fue lineal. La relación tuvo sus curvas. En el viaje de egresados, la impudicia de la adolescencia y la sagacidad del alcohol actuaron como relámpagos que iluminaron los corredores de mi juicio. A los diecisiete pude salir. Si ingresaba a los treinta y ocho ¿Dónde iba a acertar con la bisectriz de salida?

El almuerzo se extendió a casi tres horas. Se paró el reloj. Vera se sentó despacio junto a mí, cubriéndome de luz con su mirada. Su risa no tenía sombras. Me enamoré al instante de su boca, de su tono de voz, de la manera que despejaba el flequillo sobre sus pestañas. Cuando sus labios se despegaron y habló, su voz bajaba de algún lugar incierto. En sus hoyuelos residían todas las musas.

La primera cita siempre es la mejor para el descubrimiento. Ubicamos las palabras con las cartas boca arriba. Vera tenía espejos detrás de la mirada, reflejarse en ellos era dejarse desnudar y que el mundo rebalse en caída libre sobre la escalera mecánica. Luego de almorzar, la invité a tomar un café. Aceptó.

Desde el primer momento en que la vi moverse en el hall, el mundo se paralizó dentro de mí, el tiempo detuvo el tictac. El aire quedó en suspenso. Imaginarme en una historia así no lo tenía planeado. Me vi en un sueño tan real, mágico. Era sólo un almuerzo pero me entregué a la aventura.


SESIÓN

ILUSIONES

— ¿Cómo sería eso que “te entregaste a la aventura"?

— Perdón...

– ¿Te angustiaste?

— Es durísimo. Viví de una ilusión, Renato. Fue tan real.

 

El problema es que nos enamoramos de las flores

y no de las raíces, por eso cuando llega el otoño,

no sabemos qué hacer...

 

— ¿Quedaron en volver a verse?

— No, ella estaba con la mudanza de la casa de su ex marido. Él era el propietario y no le quedó otra opción que irse. Tuve que esperar treinta y ocho días para volver a verla. Caminaba por las paredes. Era un nueve del ascenso esperando una pelota en el área chica.

 

DICIEMBRE

Llegó diciembre. Un mes de conversaciones virtuales donde aprendí el ejercicio de contar horas. Recorrí el teclado de mi celular de punta a punta sobre un abecedario roído. Ganó la Navidad y casi le supliqué hablar por teléfono. Precisaba escucharla.

Entre fuegos artificiales, camparis y una canción de Ciro hablamos unos minutos. Paladeé cada palabra oída. Enamorarme nunca fue mi plan. Hasta que ese día me di cuenta de que amaba demasiado a Vera.

Para año nuevo ella sabía que pasaría mis primeras fiestas con Valentin. Me envió un mensaje — ¿Cómo estuvo el debut?  — Tenía el área chica tomada.

En enero pasamos días sin hablar ni escribirnos, me llevó a especular que algo que no comenzó, terminaría. 


SESIÓN

LUCIANA

— ¿No hubo otra mujer durante esa espera de casi cuarenta días?

– ¿Por qué?

— Porque sos joven, un tipo fachero ¿Por qué no?

— Si, Luc… Luciana… No te la había nombrado antes.

 

FUEGO LENTO

Mientras Vera me mantenía en el freezeer, Luciana atenuó la desazón. Habían pasado cinco semanas y la cita en Pacífico había quedado muy lejos.

Con Luciana hablábamos antes del chat con Vera. Una noche le dije que me gustaría verla. La invité a tomar algo y aceptó. Nos encontramos en San Telmo. Cenamos, todo muy relajado y sin buscarlo concluimos en mi departamento. Tuvimos una relación que fluyó. 

Luciana era ágil, presta y muy inteligente. También tenía dos hijos y estaba orillando una separación, Vera y Luciana tenían una situación familiar similar pero eran el agua y el aceite. En Vera todo era trabajoso, vivía a pocas cuadras de casa y sin embargo cada encuentro exhortaba de un tratado internacional. En cambio, Luciana que vivía en provincia, cuando la llamaba desfalcaba la autopista y venia surcando la vieja Pavón como Speedy González.

Luciana era una geisha. Tuvimos asaltos ardientes. Me hizo sentir un pombero surgido de un set de Armando Bo. En nuestras fantasías ella era la Sarli y yo una bestia que la apretujaba sobre la espesura de un monte guaraní. 

Tenía unos pechos divinos como dos frutas maduras, piernas largas y bronceadas. Unos ojos pardos con un atisbo sagaz. Se movía con soltura enfundada en una musculosa batik y un short de jeans rasgado que rescató de uno de mis cajones. Se adueñó del living con su estampa risueña. Sentado en una silla espaciosa frente a la ventana expulsaba las sombras de Vera. Pero Vera... ¿La veía sólo yo? Volvía a entrar.

 

ENERO

El 4 de enero, salí del diario y le escribí a Vera. Nos vimos en un bar cercano a su casa. Al llegar, me costó reconocerla. Vera no tenía el atractivo de Pacifico. Sin maquillaje, ni plataformas, con una remera rasa y un short deportivo no solo perdió diez centímetros de altura, parecía una adolescente que buscaba la parada del colectivo. Me vi venir el "Jefe, ¿Dónde para el 53?" Jefe todavía era tolerable. Pero el "Don, ¿Dónde para el 53?" me arruina.

Se acercó, me saludó con un beso en la mejilla. Tuvimos un diálogo de ascensor. Intenté romper el hielo pero Vera era un frontón. Tomó una copa de cerveza con ligereza y me dijo que tenía que regresar. La acompañé. 

A dos cuadras de su casa tomé coraje y la besé — ¡Basta de palabras! Vamos a los bifes — pensé. Fue un primer acercamiento displicente. Sentí que había besuqueado a un maniquí. Estaba tan deslumbrado que no me importó.

Pasaron veinte días. El 24 de enero, día de mi cumpleaños, Luciana insistió en verme. Quería darme un regalo, lo supe después. Yo la negué. No la invité a la mesa chica de la noche de festejo.

De a uno llegaron los invitados: Dante solo; Gustavo, mi mejor amigo, con su novio y otras amigas. Fue una noche calurosa, no quise cocinar. Pedí empanadas del Rincón Jujeño. Vera, a quien no veía desde hacía veinte días e invité insistentemente, cumplió con su promesa. Consiguió llegar antes de la medianoche con un Malbec en mano, los hombros descubiertos y una sonrisa resplandeciente que me encandiló a mi y a Dante. 

Sabía cómo se comportaba cuando una mujer le gustaba. Se sentó al lado de ella. Los ojos se le achinaron como roedor y se deslizaba como una culebra por el sillón.

En un festejo sin globos ni bolsitas, Dante no paró de llamar la atención. Esa noche no sólo cumplía años. ¿Esa noche nacía su puñalada por la espalda? El problema de una traición es que arruina todo hacia atrás, ¿Cómo saber cuándo empezó?

Se fueron todos los invitados, quedamos solos con Vera. Valentín dormía. Compartimos la última copa de vino del Malbec que ella había traído. Nos miramos sin pestañear y con un beso, ésta vez, perforamos el desasosiego de hablar solo por internet. Fue mi mejor regalo de cumpleaños.

 

— Me gustas mucho — le dije con torpeza.

— Me encantas…— respondió. Hizo un silencio y continuó. — Pero yo estoy unos cuantos casilleros atrás.

Me quité la remera, luego los pantalones. Le aflojé el corpiño con gracia. ¡Qué hermosos pechos! Nos medimos para no seguir adelante. Valen descansaba en una habitación contigua. Asomó el sol por el ventiluz de la cocina y salimos a la calle con el ardor de una mañana de verano. No hubo sexo. Era imposible acompañarla porque mis obligaciones de padre me lo impedían. No podía dejar la casa sola.

 

FEBRERO

Alcanzamos un febrero de vacaciones cruzadas. Yo viajé la primera quincena a la costa, Vera la segunda a Córdoba. Durante nuestros descansos, jugueteamos con mensajes y chats desvergonzados hasta altas horas de la madrugada. Ella supo conservar el fuego en piloto sobre una termocupla avivada por dos fósforos.

 

MARZO

En marzo concretamos nuestro tan anhelado encuentro lividinoso. Luego, se fueron dando una seguidilla de visitas apasionadas de transpiración y abrazos sostenidos. Uno de los mejores momentos de la vida es cuando sabés que el contacto es inminente. Vivimos un par de rounds de amor con la tele encendida.

Nos besamos como adolescentes. Brutales, declinados, sin protocolos, obscenos, trenzados como una riña de animales que descubren los dientes y se entrelazan con locura. Sin pensar en nada más me hundí en su exudación. Su saliva fue mi miel. Fuera del cuarto moraba la realidad cómo una amenaza. Nosotros sólo deseábamos regresar a sentirnos vivos, a sudar y naufragar en una balsa de plaza y media que flotaba errante.

Un sábado por la tarde, conversamos por teléfono y la tenté para vernos. Vivíamos a tan sólo cuatro estaciones de subte. Al rato me pescó con unos bizcochos de panadería. Mi casa era una hecatombe. Tenía todos los platos sucios. La recibí feliz como Chile en el mundial. Bajé las expectativas y el encuentro en la cama marchó mejor. Estuvimos juntos desde las nueve de la noche hasta las dos de la mañana. Ensayamos un baile sin música. Miramos un programa rural al final de la transmisión de Canal 9.


—  ¿Cambio de canal? — le pregunté.

—  Me da lo mismo — me respondió

Teníamos YouTube, la radio, discos a nuestra disposición y nosotros viendo un programa como autómatas, desnudos, con una copa de vino tinto en la mano. Alumbrados por la señal de ajuste nos dormimos abrazados.

 

ABRIL

Unas semanas después, en la agonía de abril, Vera lanzó un mensaje como una bengala para barcos: «gracias por todo lo que me das» entre viajes de trabajo a Formosa y Salta. En esas horas, a través de canciones que nos enviamos armé mi setlist "Vera" al tiempo que vivía la relación entera en mi ensueño.

 

 MAYO

La noche de la pelea de Maidana versus Mayweather, en el campanazo del inicio del tercer round, recibí un mensaje como un cross a la mandíbula: «te quiero». Estaba contra las cuerdas retando a un boxeador invicto en la pelea de mi vida. Me la jugué con Vera. Por lo general estas peleas no se ganan. 

¡Estás frito, Maurito! Me enamoré con la guardia baja y el riesgo de expresar todo lo que sentía. Aferrarse a un "te quiero" visto en una pantalla es como abrazar un costal de suspiros. Pero era mejor que nada. En ese instante sentí que maduraba el knock out.

Mayo comenzó con una desazón indescriptible. No veía ni los goles de Europa. Me pesaban las piernas a la mañana. Lanoso y sin afeitarme examinaba varios mensajes de Luciana por día. Ella persistía al pie del cañón. No se olvidaba de escribirme algo, por mínimo que sea.

Dos semanas después del “Te quiero” saludé a Vera por su cumpleaños. “Hola. Estuve en Córdoba”, me dijo terminante ¿Dónde habían quedado los guiños de una relación a través de imágenes desde Formosa? ¿Vera sospechaba algo con Luciana? De ser así se desplomaría todo, también es cierto que la relación estaba deshilachada ¿Era una relación? Su apatía fue una daga a la luz de mi piel.

Luego de una serie de nones de Vera decidí no remar más. Ella no se perturbó. Habían pasado cinco meses de nuestro primer encuentro ¿Cuál era el juego? ¿Por qué tenía que remar tanto? ¿Acaso ya habría otro hombre? Después de todo, yo tenía una mujer con quien pasarla bien. El desenlace se asomaba sin remedio. 

Fuimos invitados al cumpleaños de una ex compañera que se enteró de nuestra relación. Aldana nos invitó a los dos. La bella y el ex bardo del colegio. Fui con Valen, ella fue sola. Ahora entiendo que quiso resguardar a sus hijos. Me mantuve distante, línea de cinco en el fondo. Confié en que ella daría el primer paso. Le tomé la mano mientras Valentín jugaba por ahí, y sosteniéndola entre las mías le pregunté: 

— ¿Qué ves cuando me miras?

— Un buen tipo — respondió. Me demolió con lo de "buen tipo"

A media tarde, con el asado sin asimilar, Vera dispuso irse. Me dijo que tenía que ir a buscar a los nenes. Me fui con ella. ¿Para qué me iba a quedar? La llevé hasta su casa. Esa fue la última vez que la vi.

No recuerdo en mi repaso una tarde tan desoladora. Busqué una retentiva de alegrías que me sirviera de escudo o de arma de defensa. Mi corazón oprimido vislumbró que con amar no alcanzaba y debía acuñar mudas de militar. Había comenzado la guerra mortal de mis sentidos.

Al día siguiente le envié un mensaje. Precisaba hablar a solas. No podía sostener un segundo más la idea de vernos dos veces por mes (con suerte) viviendo tan cerca. Volvimos al chat.

 

 

Me gustaría que podamos coordinar

para vernos en algún momento.

 

Dale.

 

Cuándo creés que podrías, en que horario?

 

No sé... Me organizo y te digo.

 

Si se te complica mucho en la semana puede ser el finde.

 

Puede ser mejor...

En la semana es más difícil.

 

Entiendo. Bueno, en ese caso si querés y podés

 lo dejamos para el sábado.

 

 

Dale... hablamos.

 

El viernes te llamo para confirmar.

 

Dale.

 

Ok. Un beso.

 

Beso...

 

 

 

EL TIEMPO NUNCA SE PIDE

Me comuniqué ese viernes, tal como acordamos. Llamé dos veces. No me atendió. Al día siguiente insistí a su celular. Siempre enviaba un mensaje de texto antes. Había aprendido el ejercicio de contar horas pero era tiempo de definiciones. Atendió su hija ¡Me quedé helado! Le pasó el teléfono. Vera, con un tono categórico que no había percibido en seis meses, me toreó: — Te dije que te iba a avisar. Hoy no puedo.

El tiempo nunca se pide, solo se da. En un compás de espera desde hacía tres semanas, esa misma noche la etiquetaron en facebook en una fiesta sin los hijos. Fuckin´ redes sociales. ¡Había un tipo de espaldas! ¿Acaso era Dante?

¿Cuánto tiempo más iba a tolerar su desconsideración? Aparté mi cuaderno de apuntes aferrando un lápiz trazo grueso como un punzón y sobre las hojas escribí:

Es extraño el ímpetu que me inducía a quererla más de lo que debería. ¿Por qué insistía con ese amor? ¿Por qué me dijo que sí? Me emborraché con sus ojos hasta marearme, me excité con su respiración sobre mi cuello. Vivimos momentos íntimos tan tiernos como envilecidos. Tan intensos como fugases. 

Retomé mi aliento y fui hasta el almacén. Compré un Jim Beam para bajar los ánimos. El primer domingo de junio, ante su retirada inquebrantable resolví escribirle por el inbox de facebook:

"La verdad no pensé que iba a terminar escribiéndote. Después del cumple de Aldana, cuando te dejé en tu casa, sentí un vacío enorme (...) Entiendo que no me quieras presentar a nadie de tu entorno pero al menos seamos considerados con lo que le pasa al otro. Sólo te pedí diez minutos para tomar un café. Hacer el esfuerzo de movernos nueve cuadras cada uno (la misma cantidad que caminamos desde Grisú al hotel) y encontrar un punto en común.

Iniciamos una relación de otra manera, al menos chateábamos, ahora ni eso. Creo que no me merezco tanto silencio. Prefiero abrirme y decirte las cosas tal cual como las siento. Me hubiese gustado que sea mirándonos a los ojos."

Renato me dijo que dramaticé. "La tinta de tu carta no transmite amor." Al escucharlo hice silencio, mordí mis labios y me acordé de su madre.


SESIÓN

¿QUÉ VA A PENSAR VERA?

— ¿Qué es lo que más te duele, Mauro?

— No sé. 

— Reformulo la pregunta. Espero que no te enojes y pegues un portazo. Insisto. Me da la impresión que estas más preocupado por la infidelidad que por un amor.

— ¿Preocupado? ¡Estoy destrozado! Descubrí que un amigo era un farsante y la frialdad de una mujer que me tuvo con el alma en vilo durante seis meses ¿Te parece poco? ¡Me siento mal!

— …

— Para ser sincero, a Vera no la conocí. Con Dante me formé. De todos modos, costó no verla más ¿entendés? Me pregunto a veces ¿habré sido el puente?

 —  ¿El puente?

—  Si, el puente para que ellos se encuentren.

— Perdón, ¿vos creés eso realmente?

— Creo que... Quizás, bueno, no sé.

— A ver, Mauro. Te propongo un ejercicio. Y si fuera así…

— Así, ¿cómo?

— Que Vera… y Dante...

— Me daría bronca. Mucha bronca.

— ¿Bronca? Vos estabas con Luciana, ¿o me equivoco?

— Sí, pero bueno. 

— Las querías todas — dijo Renato como si no pensara.

— Estaba hecho pedazos — lancé.

— Te angustiaste, Mauro. Hay sesiones que no necesariamente tienen que durar cuarenta minutos ¿Preferís que dejemos por hoy?

— No, qué sé yo. Ya está.

— Te lo tengo que decir... Para mí no pasó nada entre ellos.

 

Con Renato habíamos logrado una complicidad inmediata. Por momentos dejaba el lenguaje académico y se tomaba potestades que me hacían ruido. En una sesión normal un psicoanalista no debería opinar tanto.

— Te hubieses enterado — respondió Renato de modo concluyente, mientras yo observaba la ventana del consultorio. Conté doce varillas verticales y dos horizontales. Una estaba rasgada. Recordé los vitro de la iglesia de San Expedito. ¿Se acordará de mi pedido?, ¿Habrá un 147 eclesiástico donde reclamar? — A lo sumo en tren de buscar a Vera, algo hizo, pero no concretó — continúo Renato — Y si concretó. ¿Cuál es el problema, Mauro? Por lo que describiste la semana pasada, Dante no fue tan malo con vos. Te apreciaba, te ayudó durante la cursada en TEA.

— ¡Pero eso fue hace mil años, Renato!

— Bueno. Contame lo último que recordás de él.

— Qué sé yo. Últimamente se mostraba quejoso e irritado. Criticaba y cuestionaba el progreso de sus amigos. Un tipo celoso capaz de contarle a Vera lo de Luciana. Me lo puedo imaginar.

— ¿Por qué?

— Porque era capaz. Capaz en la juventud de sacar de la galera un razonamiento lúcido y la madurez lo encontró capaz de deslizarse de esa lucidez temprana a la brutalidad de los resentidos.

— ¡Caramba!

— Era capaz porque Vera le gustó — afirmé.

— Eso no lo podemos saber.

— Si puedo saberlo. Yo vi cómo la miró en mi cumpleaños. 

— ¿Te enojaste con él?

— Sí. Le dije en la cara que hacerse el galán con una chica que está con un amigo no está bueno.

— ¿Le dijiste eso?

— Sí.

— ¿Cómo fue? 

— Primero me llamó para quejarse del Gusti, ex compañero de TEA. A Gustavo lo conozco de la primaria. Llegó a mi cumpleaños con su nuevo novio. Dante insistió después cuando vino a casa. Me dijo indignado: "¿Qué va a pensar Vera?".

— ¿Se conocían?

— Dante la tiene a Vera del colegio. Hace veinte años que no la ve. De golpe el señorito, indignándose. Ahí le dije que a mí no me molestaba. Mi amigo podía venir con quien quisiera porque era mi casa, ya sea con su novio, una cacatúa o un cucurucho en la frente. En todo caso lo que sí me hubiese molestado mucho es que se hiciera el galán con una mujer que está conmigo.

— ¿Qué te respondió?

— Nada, se hizo el sota. Se quedó callado y se puso colorado. Como hacía siempre.

— ¿Y después? ¿Lo volviste a ver?

— Cada vez menos. Unos meses después fuimos a una cena por el día del amigo. Una reunión forzada e innecesaria. Sacamos una foto grupal y se tapó la cara con la mano. No quería salir. Se escondió como una rata. Unas semanas después Ramenzoni lo bajó de su programa en AM. Su último acto fue burlarse de mí.

— ¿Cómo se burló?

— Por una foto en el vestuario de Yupanqui donde salí haciendo una nota de espalda. — Te estas quedando pelado, eh— No le respondí. No me escribió más y yo tampoco.

— ¿Por qué creés que Dante deseaba tanto a Vera?

— Porque creo que en realidad no la deseaba tanto a ella…

— A ver...

— ¡Dale Renato! ¿Me estás jodiendo?

— ¡Por favor, Mauro! Necesito entender. ¿Vos decís que no la deseaba a ella?

— Sí y no.

— ¿La deseaba porque estaba con vos? — a veces Renato preguntaba con hipótesis, como un revolver cargado.

— Ufff.

— Era una relación de espejos. Los dos competían. Vos también harías lo tuyo.

— Para mí él sintió que yo le robé algo que era de él. Cuando logré despegar y estuve con una chica que a él le gustó...

— No creo que sea tan así, Mauro. Tal vez él habrá concretado cosas que vos no. Llegó a ser columnista de Ramenzoni. El tema es que vos terminaste como conductor y hacedor de tu propio programa.

— Puede ser...

— ¿Algo más para decir de Dante?

— Sí. Tenía todo el potencial. Fue un gran alumno de TEA de nuestra camada y de golpe se convirtió en un tipo jodido y rencoroso.

— ¿Y Vera?

— ¿Vera?

— Sí. ¿Qué sentís por ella?

— ¿Ahora?

— Sí.

— Hoy es un recuerdo. Nada más que un recuerdo — se lo dije en 2x4.


 

SESIÓN

VERA RETURNS


— ¿Y después de esa última carta? ¿Ni un mensaje más? ¿No hubo un nuevo chat?

— Nada. 

— ¡Qué extraño!

— Ah. En realidad sí. Seis meses después, para fin de año, Vera me mandó un mensaje como si nada de lo que acabo de contarte hubiera ocurrido. “Feliz año, compañero…”

 

OCTUBRE

A mediados de octubre había comenzado una linda relación con la Colo. Todo iba muy bien. Fluía. Pasé la Navidad con su familia. Quería rearmar mi vida. En esos días había cambiado mi perfil de WhatsApp. Una foto preciosa con La Colo en la Reserva Ecológica. Creo que a Vera esa imagen la tocó. Ella quiso tantear hasta dónde una nueva pareja me hizo dejarla entre renglones. Le alcanzó con una frase para dinamitar lo que yo intentaba construir.

Un tiempo después la pareja entró en crisis y nos separamos. A los pocos días le escribí a Vera. Volví a caer como un adicto al paco. Ella me siguió la corriente. Disfrutó de ese chat, saboreó de tenerme otra vez probando de su pasta base.

Pasaron treinta días. Quedé muteado otra vez. Volví al freezeer. Vera escribió en su estado una línea sugerente: “Intentando la felicidad a prueba y error”. Una frase de la canción “Chance” de Attaque 77. El video cuenta la historia de dos compañeros de secundario que tuvieron onda y nunca concretaron. Esa vez no quise embadurnarme en su juego retorcido. Estaba muy lastimado y cansado de remar.

Ese día en el colectivo vi una piba muy bonita maltratar a un flaco. Esa secuencia me hizo caer como quien se libera de un trip. Me asaltó por primera vez una imagen reveladora. Por un lado me sosegó y me aterró al mismo tiempo: Vera podría ser una mala mujer. Fue una suerte porque cometió un acto de crueldad insoportable. Pensé: ¡si me va a abandonar una novia prefiero que sea maldita! A veces la belleza y la maldad juegan como libero y stopper.

 

SESIÓN

TONOS

— ¿Y Luciana?

— ¡Luciana fue lo mejor que me pasó en la cama!

— A mí me parece que en la próxima tendríamos que hablar más de ella. Punto y aparte ¿Volverías a hablar con Dante?

— No. Ya está.

— Mirá. Yo creo que hoy recuperaste un amigo. Mientras te escuchaba pensaba que quizá puedas recuperarlo.

— No sé. No, no. A la distancia siento que me hizo un favor.

— No entiendo. ¿Por qué?

— Porque era mi amigo y si ella se prestó al jueguito...

— Bueno. Me parece que estás exagerando un poco.

— Me hizo un favor al sacarla del partido — dije sin responder a Renato — Con una mujer así, no se llega a ningún lado.

— No creo que sea tan así, Mauro.

— El pibe me jugó por atrás, Renato. Es clarísimo.

— La verdad, no lo creo así.

— De todos modos eso ya no duele.

Hice una pausa y Renato me esperó.

— Dante estuvo muy cerca de mi vida. ¿Cómo terminó pasando esto?  Para ser sincero, a veces lo extraño. No a este sátrapa. Extraño al amigo — confesé.

— ¿Sabés? Noto un cambio importante en tu voz. Me gusta. Oigo otro tono.

— ¿Otro tono? ¿Es algo positivo?

— Sí, claro. Se puede saber mucho del estado de una persona examinando su tono de voz.

— ¿Y si fuera extranjero?

— También. Cuando alguien habla en otro idioma, como analistas somos capaces de perfilar algo de la forma de ser y de sentir con sólo escuchar cómo habla el paciente.

— Te estaba cargando.

— Ja, no me di cuenta. Bueno, vamos dejando por hoy. La próxima me contás de Luciana.

— Si, muy bien. ¿Me hacés la receta, por favor?

— Ok. Lo único que te pido es que si tomás la medicación no la mezcles con...

— Vamos Renato. ¿Vos también? ¿Ya empezás?

 


Capítulo II https://bit.ly/3cRW5lP



7 comentarios:

  1. Guauuu boquiabierta quedé! Me encantoooo! Me super compenetre en la historia. Sos todo logros RAU ❤

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  2. ¡Que bueno volver a leerte, raúl! me gusto mucho este cuento y como el comentario anterior, me compenetre en la historia. Saludos,se te extraña.

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  3. Como todo lo que escribís, me encanta raulito! Saludos y buena vida, te quiero ❤

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  4. Apenas lo leí quedè atrapada...es simplemente genial! El tema del espejo...ver en otro el amor salvifico...el miedo y la fuga apenas se prueba un sentimiento nuevo es real. Supiste describir algo super complejo con naturalidad y es cosa rara. Grande!

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