Perder a alguien que amas es alterar tu vida para siempre. Y no lo superas, porque es la persona que más querés. El sufrimiento acaba, llega gente nueva, pero la ranura nunca se cierra.
Este cachetazo no me la esperaba. Los dos juntos y el mismo día. Es extraño, la llaga no se ve pero se siente. El duelo no te cambia, te revela. Si lo veo bien me pasaron más cosas buenas que malas. Sólo que a las malas le doy más importancia.
Hace tres años salía hacia Mar del Plata en búsqueda de una mejor compañía, de la poesía, del candor, de los pucheros, del mar y la magia, ¿valió la pena? Yo creo que sí. El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro. Perdí parte de mi vida. No es una metáfora, literalmente se llevaron recuerdos, nombres, secretos de familia, charlas, recetas, llamadas de teléfono sin motivos. Hace tres años arribaba a Stella Maris a bordo de un flete ilícito en fase 2, con muebles, libros y abrazando una zona de promesas que se esfumó en doce días.
Quizá
algún día deje de estar atado a este capricho de buscar fragmentos míos en
lugares donde ya no existo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario