J apareció
con los globos escondidos detrás de la espalda, como si fueran un secreto
redondo y liviano. Iba a declararse novio oficial. Y mientras lo
escuchaba, pensé en aquel otro día, cuando todavía no sabía decir “papi” y lo
único que salía de su boca era “gobs”.
Con
esos globos empezó a hablarme. Con esos globos empezó, también, a explicarme el
mundo sin palabras.
Hoy los
suelta para alguien más, y está bien: cada globo que deja ir parece decir lo
que su voz todavía no sabe nombrar. Que crece. Que ama. Que el mundo le queda
justo a su medida.
Y yo lo miro, orgulloso, entendiendo que ese idioma simple y redondo nunca se pierde: solo encuentra nuevos cielos donde flotarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario