El año
pasado en el Nuevo Gasómetro al festejar el golazo de Blandi a Vélez brinqué en
la tribuna como loco, me abracé a un hombre mayor que fue solo a la cancha y
había conocido hacía unos minutos. Es lo que tiene la locura del fútbol. La
tribuna es el único lugar donde abrazas gente que no conoces pero en medio del
tumulto perdí de vista a July por unos segundos.
¡Unos
segundos! ¿entendés? Me inculpé por gritar el gol y voltear hacia la derecha y
no hacia la izquierda donde estaba Julián. Ausencias, distancias, minutos,
segundos. Fue lo más cerca que estuve de sentir el pánico y la culpa de no
saber dónde estaba mi hijo, de haberlo perdido por un desliz. Cuando lo vi me
volvió el alma al cuerpo.
¡Tantas
noches de caravana y mis viejos preocupados! No pasaba de algunas horas. Hoy es
diferente, soy papá y no puedo dejar de pensar en los familiares y amigos de
Santiago. ¿Cómo serán sus días desde el 1 de agosto? ¿Cuántas puertas habrán
pateado? ¿Cuántos “no” habrán recibido? Nadie está a salvo en un mundo de
injusticia. Hoy se reedita el miedo que concebí cuando me faltó mi hijo, el
horror de no saber dónde estaba.
Recuerdo
el pavor que sentí al quedar demorado en la dirección de la escuela primaria.
Una tarde de invierno el micro escolar se fue, yo me quedé dormido en el sillón
de la directora. Ni Ana María, la maestra, ni Don Alfredo, el chofer, ni
Rosalía, encargada de cuidarnos en el micro, vinieron por mí. A quienes nos
comportábamos mal nos separaban hasta que acudieran nuestros padres a
buscarnos. Mis compañeros salieron como todos los días y me gesticulaban al
pasar. Yo no podía correr la mirada de la pared.
Se hizo
de noche y seguía en el colegio. Mis viejos laburaban, yo no tuve en cuenta ese
dato.
Recé en
silencio y pedí que me busquen. Se cortaba el aire de la dirección y sentí
culpa por portarme mal. “Ya no me van a querer más” pensé. Repasé todas las
macanas y prometí no volver a cometerlas: No más burlas a la negra cuando mis
viejos no me vieran, no más piedrazos en la siesta, ni tirar cohetes a los
gatos y resolví dejar de hostigar a los cuises y a las ranas en cada
inundación. Con ocho años había alcanzado cazar dos ranas. En mi sumario además
contaba con el robo de nísperos y moras del patio de Doña Celia y tres fichas
de metegol del pool de Tahuichi.
SAN LEONARDO MURIALDO
En la
oficina privada de la Directora repasaba uno por uno los cuadraditos de
cerámica tipo venecitas celestes, azules y grises y los enumeraba de arriba
hacia abajo y de izquierda a derecha hasta llegar con mi requisa al perchero
vacante al lado de la imagen del patrono del colegio, San Leonardo Murialdo,
que me no quitaba el ojo de encima.
San Leonardo Murialdo |
Consideré
por la mirada de Murialdo que no sería digno de tomar la primera comunión.
Siempre conceptué que la hostia me daría el coraje suficiente para ir hasta el
colegio de mujeres, el San José, y declararle mi amor a una rubia dotada de una
hermosura descomunal que viajaba con nosotros en el micro.
Pasada
una hora (después lo supe) me vinieron a buscar. Lloriqueando envolví a mi
viejo en un apretón como lo hiciera dos años después el cabezón Ruggeri a Diego
al finalizar el partido con Inglaterra en el mundial de México. Estaba tan
contento de verlos como aterrado por lo vivido. Mi viejo me fulminó con la
mirada, mi vieja fue más indulgente. No preguntaron nada. Yo venía de una
seguidilla que culminó con una penitencia prolongada. Alzaron la mochila en
silencio, saludaron al sereno y nos fuimos.
Luego
de este repaso, como en la dirección de la primaria, ya no pido que vengan mis
viejos a buscarme. Pido la aparición con vida de este muchacho, un artesano
haciendo tatuajes y sensibilizado por una causa. Espero que desde el punto de
vista de la psicología de las masas una desaparición forzada no provoque
acostumbramiento. ¡Es un horror! Espero que no desandemos sobre los derechos
conquistados y que el reclamo llegue adonde tiene que llegar. Pido la aparición
con vida de Santiago Maldonado como así también para todas las personas
desaparecidas en democracia. La injusticia hecha a uno solo es una amenaza
dirigida a todos.
Buenas
noches
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