12 de enero de 2018

MUCHOS MITOS





Caravana desde el Sur de la ciudad, doble combineta de colectivos para llegar hasta el centro como si los goles solo sumaran si tirábamos tres paredes antes de patear al arco.
Llegamos a Castro Barros 75 con dos bondis: el 80 y el 86. Caímos temprano para comprar las entradas anticipadas a ocho pesos. Al alcanzar la ventanilla se arrimó un muchacho grande. Grande para nosotros. Había más gente. Tres chicas de Hurlingham, unos vagos de Lanús y otro grupo de chabones bien vestidos que compraron y cruzaron para las vías. El tipo grande nos sonsacó de dónde veníamos y cuando salimos hacia la calle nos mangueó un trago.

— Somos de Lugano, ¿vo?
Esperó y prendió un cigarro. — De Hurlingham.
— ¡Hay unas minitas de tu barrio! — comenté buscando un celestino.
El tipo se quedó callado y taciturno como tratando de recordar algo. Le invitamos de nuestro Algarves corazón. Le entró con ganas, trabó una conversación, nos agradeció y se fue.

Hicimos tiempo en la vereda con las entradas anticipadas en mano. Llegó la hora del show. Ingresamos y a la hora se encendieron las luces del ring side de la Federación de Box. La banda abrió con un reggae instrumental. Sobre el escenario, parado frente al micrófono y mirando a un punto fijo reconocimos al hombre de la vereda, el tipo de Hurlingham.
Hasta ese momento las figuras de la música pop y de la escena del rock local eran posters de Pelo para mí. Escalaban sobre sus ropajes con lentejuelas, afeitados y bien maquillados.

— Mira, el chabón de hoy. ¡Es el cantante de Las Pelotas, bolo! — me dijo uno de los pibes. 

Iniciaron el concierto con «Muchos Mitos». Quedamos hechizados escuchando una música diferente, letárgica, que traía el aliento del mejor Sumo en el groove. Desde aquel recital, «Corderos en la Noche» fue uno de los cassettes que más escuché en ese año 1992 y me aventuro a decir uno de los discos que más oí en mi adolescencia.
No viajamos en el avión de regreso de Perón al país, ni bebimos una ginebra con Luca. Compartimos un Algarves corazón! y un minuto memorable con Alejandro Sokol. El Bocha. Tipo creíble, claro y llano. Sincero, arriba y abajo del escenario. Otro mito. Muchos, tantos, que ya perdí la cuenta.




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