1 de noviembre de 2022

¿DE QUÉ LADO TENEMOS PUESTO EL CORAZÓN?

 


Hay canciones que traspasan a sus creadores. Las tomamos los desangelados, las transformamos en himnos y las pasamos de generación en generación. Se resignifican, dialogan con la realidad del momento, despiertan nuevas sensaciones e ideas.

Así fue como la Kermesse Redonda ocupó de manera natural y con derecho propio un espacio vacío que no lograban llenar ni siquiera los propios Indio Solari y Skay Beilinson, quienes en sus respectivos conciertos solistas lógicamente apenas abordan un puñado de canciones de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

El sábado 15 de octubre me lancé hacia Constitución, la ex avenida de los boliches, hoy transformada en un itinerario de cafeterías y mueblerías high class. Llegué temprano.

El ex GO! tiene una carga emotiva muy fuerte, fue el reducto donde disfruté la música en vivo de los Redondos en los años 1994, 1995 y 1996.




Luego, en noviembre de 1996 fui a dos shows maravillosos en el Polideportivo Islas Malvinas, construido para los Juegos Panamericanos.

Más tarde, un impedimento por parte de las autoridades de Olavarría fue la antesala de mi último show de Patricio Rey en el Patinódromo Municipal Adalberto Lugea con la presentación de "Último bondi a Finisterre". En los albores del fin de siglo concluiría un romance que tuvo su bautismo en 1992 en Autopista Center — ¡Tenes que escuchar Oktubre, chabón! — me dijo Selva, una novia de San Telmo.



En GAP me encontré con un público heterogéneo. Chicos de 22, 23 años y muchachos de cuarenta largos.

En la previa la gente entonó canciones disparadas por un DJ como si el reducto fuera la continuación de sus propios cuartos exponiendo las cicatrices del almaMientras escribo reproduzco el setlist del show. Obtuve la lista de temas que me auxilia a escribir sobre mi arrojo.





El show

La asonancia del saxo tenor de Sergio Dawi fue la introducción en lo que prometía sería una gran fiesta. Dawi fue quien llevó adelante la batuta y sus vientos gozaron de la travesía. Fue el anfitrión de la Kermesse que se dirigió al público sólo para anunciar a los cantantes.

El show trajo en cada canción una evocación. A diferencia de los fundamentalistas con la Kermesse sentí que era parte de la banda. Nos invitaron a su celebración. Los fantasmas se hicieron presentes en la calle Ortega y Gasset que transmutó y dejó atrás los extintos Sobremonte, Coyote, El Divino, Chocolate, Cabo Suelto y Aquelarre. Constitución, la ex avenida donde desfilaba nuestra euforia adolescente, ahora se aviva de negocios de iluminarias, cafés pitucos y colchones con vista al mar. 


Tito Fargo y Sergio Dawi




Leticia Lee y Semilla


Visualicé entre la concurrencia caras entusiastas mirando a la marquesina con las retinas extasiadas. ¡Cuánta agua corrió bajo el puente después de 26 años! Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo. 

La Kermesse tiene la potencia del poder de las canciones. Verlo a Dawi solazar sus cadencias es una sensación intransferible. El ex Dossaxos es el tío experimentado en la cabecera de la mesaSemilla Bucciarelli sostiene el groove en su bajo, con una mueca alcanza para vislumbrar su felicidad. El sortilegio de Tito Fargo en las seis cuerdas factura los mejores riffs ricoteros con una maestría que sacude. 

Por último, el público que siempre enriqueció la torta de los Redondos, entregó el corazón en cada pogo. Allí estaban los mismos de siempre con la vida marcada en la piel aunados con caras nuevas. 

Como una procesión de más de tres décadas, hombres y mujeres llegaron hasta el show con lo que el cuerpo permita.

La Kermesse Redonda es una puesta que trae consigo una ofrenda entre banderines de colores y alegría sin bardo. Un ritual con una pizca de nostalgia. La vigencia de unos músicos ecuánimes que sostienen la leyenda con la pujanza de negras y blancas. Recuerdos que nos conectan con el que fuimos.


La Kermess Redonda 

es una puesta que trae una ofrenda 

entre banderines de colores 

y alegría sin bardo. 



El sábado 15 de octubre vi una banda que funciona sin vedettes, plumas ni egos mal ubicados. Un dispositivo melodioso que trajo buenos aires a la costa atlántica en pleno Oktubre. Canciones que son nuestras, versiones de los primeros discos apropiados en la voz de Leticia Lee, el Chino Laborde y Nahuel Briones con un soplo renovado, sin berretines ni tiranteces. 

El sábado me sentí de 20 años por dos horas. Sinceramente, no precisé al Indio Solari al frente de los micrófonos. Si necesité las canciones como un antídoto, al tiempo que las chicas trepaban al hombro de sus compañeros consignando un grito de esperanza hacia el cielo marplatense.

En mitad del show me senté en las tribunas. Vi gente lagrimear. La riqueza de la kermesse es que es diferente a todo, y uno se entrega a eso. Es dionisiaco, algo pagano que no tiene explicación, que no tiene dogma, pero que sucede, y cuando sucede no se sabe bien porque y uno necesita estar ahí. 

Una kermesse no es lo mismo que un parque de diversiones, no encontrarán palos enjabonados ni tías tirando latas. Hay algo sublime que tiene vuelo y magia. Ellos se hacen llamar los decoradores. Solari decía: Los Redondos estamos para saltar por sobre los decorados del rock y nosotros sorteamos el paso del tiempo por un instante a caballo de melodías que son parte de nuestra piel, esa misma que no nos deja huir.







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