30 de diciembre de 2021

SOMOS AQUELLO QUE HEMOS PERDID

 

Cada martes a la tarde salté a la radio como quien sale al amor. Evadí la rutina, la práctica de las reuniones improductivas y me hundí en el cobijo radial. Un lugar donde soy. El pelotero de mis cuarenta y cinco.

Camino al último programa del año me preguntaba ¿qué es La Hora sin Sombra? Una propuesta que no alude a la coyuntura, a la agenda, ni al escándalo de la semana. Un formato más afín a una concepción atemporal que al magazine semanal.

Durante cinco meses “la mesa” permaneció confinada a una charla, a la publicación de una novela o la presentación de un libro de poesías.

Arribamos a cada emisión con el material leído. Logramos conversaciones entrañables con escritoras, escritores, poetas, músicos y dramaturgos. El programa nos aleccionó y salimos mejorados.

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Al doblar por Castelli, en nuestra parada en el Café De Zotte, rumié: ¡Cuánto mal nos hacen los credos y los fanatismos!

En La Hora sin Sombra no pululan los absolutos. Es un programa sin versus.

Cohabitaron el suburbio de Daniel Robles y la galanura de Nina Rizzo. El desparpajo de los ensayos de Martin Zariello y la prosa poética de Chilano. La reminiscencia al peronismo y la referencia indeleble a Borges. Cerati y el Indio, el desatino y la abstracción. El realismo mágico y el pensamiento altisonante. Semillas del Sonido y Al Rock con leche. Somos eternos principiantes, mezclamos la literatura con la vida (porque la vida sin ficción es un infierno)

Si el mundo fuese claro, la radio y el arte no existirían. Estamos al aire no solo por los programas que hemos escuchado. Hacemos radio también por quienes continúan contagiando desde sus espacios las ganas de estar frente al micrófono: Arte y Parte, El Modular, Sobre La ciudad, Juga en primera… entre otros.

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En el transcurso de varios martes corrimos para llegar al programa de la mejor manera, suspendí por un dia las vacaciones de July para producir La Hora sin Sombra:

—¿Para qué la radio, pa?— me pregunto.

Es entendible. En el colegio asimilan de lunes a viernes que las cosas tiene un para qué. Desde el pizarrón hasta las redes sociales, el capitalismo vestido de cordero se oculta y da un mensaje permanente… ¿PARA QUE? «Quédate en el molde que ya está todo dicho, nene» Mientras Walter encarga una ronda de café para la mesa tarareo como un mantra: «Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene.»

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Llego al estudio y veo la expresión de Robert. Siento que este es nuestro lugar.

Es cierto, nos ganan por goleada. El modelo predominante es el dueño de la pelota. El pez más grande se come al más chico. Así las cosas cargamos nuestros discos y apuntes e insistimos con un programa sobre libros en una emisora ideada por un guardián de la palabra como Luis Maria Stanzione.

Son las 19.45 pm. Alcanzamos la puerta de Vinilo a la espera de un nuevo invitado que nos convida unas medialunas en forma de verso. Devolvemos el gesto con un cortado mitad y mitad recién llegado. Armamos la grilla, pautamos los separadores y definimos las canciones de cierre. Todo listo para comenzar con el show.

Al cabo de cinco meses poetas, novelistas y narradoras en un clima de sobremesa rasgaron el arca de sus emociones y nos conmovieron al aire. Quedamos turulatos ante tanta divinidad. Los oyentes y nosotros… agradecidos.

Creo que alguna vez, cómo postulaba Gelman, condecorarán al poeta por usar palabras como fuego, como sol, como esperanza, entre tanta miseria humana, tanto dolor sin ir más lejos.

Porque donde hay dolor, habrá canciones.. y nosotros acabamos de perderlo todo. Así que bebamos de las copas más lindas que tenemos hoy… Después de todo siempre es el último día de algo, no? Algún día fue el día que jugué por última vez a la escondida, pero en ese momento no lo sabía. Así, con muchas cosas. Somos los que se van. La numerosa nube que se deshace en el poniente es nuestra imagen. Somos nube, mar, olvido. Somos también aquello que hemos perdido.



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