Ojalá
algún día la música te alcance y cale hondo en tu alma como a mí. Ojalá algún
día una expresión artística te conmueva. Ojalá algo por básico que sea te saque
del montón, te ayude a ver en perspectiva y puedas contemplar la realidad con
todos los sentidos. La música no sólo se escucha, se siente, trae aromas. Pocas
cosas me han conmovido como el sonido de los Rolling Stones ¿sabés?
Me topé
con su música desde muy chico. Un par de adolescentes ávidos de nuevos sonidos
y vinilos que llegaban de las periferias de Chicago y Nueva Orleans alcanzaron
para armar semejante bataola.
A pocos minutos de tropezar con los cuarenta (usar la palabra bataola es un síntoma) me
siento tan rocker como a los dieciséis. Siento que seré parte de la misma tribu
hasta el último minuto de mi existencia. Abrigo el sentimiento de ser un stone
como una mirada ante el mundo. Es un amparo en la vereda de enfrente de los
mandatos para no llegar a viejo como De la Rúa y estar más cerca de lo que
representó y representa el viejo Keith en nuestras vidas. Crecer no es lo mismo
que hacerse viejo; hacerte viejo te lleva sólo a la muerte. Crecer, crecía el
frijol mágico y sus hojas terminaban de verse mezcladas con las nubes.