24 de enero de 2016

40 AÑOS





Ojalá algún día la música te alcance y cale hondo en tu alma como a mí. Ojalá algún día una expresión artística te conmueva. Ojalá algo por básico que sea te saque del montón, te ayude a ver en perspectiva y puedas contemplar la realidad con todos los sentidos. La música no sólo se escucha, se siente, trae aromas. Pocas cosas me han conmovido como el sonido de los Rolling Stones ¿sabés?
Me topé con su música desde muy chico. Un par de adolescentes ávidos de nuevos sonidos y vinilos que llegaban de las periferias de Chicago y Nueva Orleans alcanzaron para armar semejante bataola.
A pocos minutos de tropezar con los cuarenta (usar la palabra bataola es un síntoma) me siento tan rocker como a los dieciséis. Siento que seré parte de la misma tribu hasta el último minuto de mi existencia. Abrigo el sentimiento de ser un stone como una mirada ante el mundo. Es un amparo en la vereda de enfrente de los mandatos para no llegar a viejo como De la Rúa y estar más cerca de lo que representó y representa el viejo Keith en nuestras vidas. Crecer no es lo mismo que hacerse viejo; hacerte viejo te lleva sólo a la muerte. Crecer, crecía el frijol mágico y sus hojas terminaban de verse mezcladas con las nubes.