- Yo no
puedo continuar así. Siento que la relación siempre está en riesgo. No digo que
los clientes dejen de mirarte, digo que cambies un poco la actitud - pidió
Keith.
- ¿Mi
actitud? ¡Por favor!
- Sí,
tu actitud. Una cosa es ser amable y otra es sonreírles a todos como si los
conocieras de toda la vida. Ahí lo tenés al gordo...
- ¿Qué
gordo?
- El de
la mesa ocho, al lado del espejo, te mira de arriba abajo. ¿No te das cuenta?
- El
gordo, como vos lo llamás, es directivo de una discográfica - aclaró Marianne.
-
Jodeme.
- No te
jodo. Me ofreció un contrató para grabar dos temas. El gordo, como vos lo
desacreditás, me consiguió una entrevista con el fuckin Rick Rubin.
- ¡Rick
Rubin!- exclamó el joven.
- Sí,
ahí lo tenés al “gordo” que mira de arriba abajo.
- ¡Mi
amor! ¡No lo sabía!
- ¿Cómo
ibas a saberlo? Si ni siqui...
-
¿Dónde te escuchó? - cortó Keith.
- En el
Princess Louise.
- ¿La noche
que fuiste a ver a Rose?
- Sí,
esa noche. Subí a zapar dos canciones.
- ¡No
te puedo creer! Contáme más – sostuvo ansioso el joven.
- No me
acuerdo muy bien. Habíamos tomado unas cuantas cervezas. El tipo me vio cantar
y le gustó mi voz. Qué se yo. Pensé que era otro pesado jugando al cazador de
talentos.
-
¡Increíble! ¿Por qué no me contás estas cosas?
- Te lo
iba a decir hoy.
- ¿Hoy?
- Sí,
hoy al salir del trabajo para el show. Era una sorpresa.
- No
sé. La verdad que me haces dudar, amor.
-
¿Dudar? Mira, estoy cansada de tus dudas y no me digas amor con ese tonito
irónico. Me molesta ¿sabés?- apuró Marianne.
El
"gordo" se juntó a cenar en el Princess Louise con colegas luego de
un intenso día de trabajo. Marianne fue a ver a Rose, una amiga de la primaria
que se presentaba con su banda de covers. En un momento Rose invitó a Marianne
a subir al escenario e improvisaron a dúo The
first cut is the deepest.
Al
finalizar la zapada, Marianne descolló con una versión de Woodstock de Joni Mitchell. El gordo no era otro que Frankie Glenn,
hombre fuerte de Warner Music. El empresario se acercó hasta la mesa donde los
músicos repartían unos euros, felicitó a Rose y le dió su tarjeta a Marianne -
llamame el miércoles por la tarde – le indicó.
Luego
de varias idas y venidas coordinaron una cita en The Dog & Duck donde la
joven cantante se gana la vida como camarera y allí el directivo le ofreció una
audición para grabar y participar de un compilado de nuevos artistas folk
promocionados por la plataforma Warner.
Aclarado
el tema, Marianne intentó acercarse y besar a Keith para pacificar el mal
momento, el joven se mostró reticente. El veinteañero prendió un cigarrillo que
pitó con ganas hasta salir a la vereda donde llovía torrencialmente.
La
charla continuó en la calle:
-
Tampoco porque te consiguió una entrevista tenés que ser tan simpática con él -
insistió Keith con notoria molestia.
- ¡Te
expliqué que no fue sólo la propuesta de una entrevista! ¿Acaso sos sordo?
- No
soy sordo, entendí todo perfectamente. Todavía no puedo entender porque vino
hasta acá. ¿Acaso no tiene una oficina?
– ironizó.
-
Keith, por favor. No tenés paz. Te expliqué cómo fueron las cosas. Siempre lo
mismo. Sino no es un cliente que me deja flores, es el escote o mi
"actitud". Es agobiante ésta situación. Estoy cansada de tu paranoia…
No puedo mostrarte una canción…
-
¡¿Compusiste una canción nueva?! - interrumpió el músico al tiempo que envolvía
a Marianne con su campera de lluvia - ¿Por qué no me la enseñaste?
-
Porque todas mis canciones son comerciales para vos – renegó Marianne mientras
paraban a un taxi que transitaba por Carnaby Street en la tarde encapotada.
- Hasta el Festival de Glastonbury. ¿Sabe cómo
ir?- dijo el rocker con arrogancia.
-
Buenas tardes – contestó el taxista dejando en evidencia la insolencia de Keith
– Sé cómo ir ¿Por cuál de los accesos prefiere ingresar?
- Yo le
aviso – respondió Keith y se inclinó para tomar a escondidas.
-
Perdón, seré curioso ¿Usted es Keith Jones? – consultó el conductor.
- Sí -
se escuchó por lo bajo.
- ¿Le
puedo pedir un autógrafo para mi hijo?
- Sí,
claro. ¿Tiene un bolígrafo? El mío es hueco, ja - sostuvo socarrón.
-
Keith, siento que me ahogo – continúo Marianne afligida - Es como que no puedo
ser sincera con vos ¿comprendés? Hace tres años que espero esta oportunidad.
Necesito que me apoyes, que seas maduro. Es muy cómodo opinar desde tu lugar.
¡No seas tan egoísta!
Marianne
sintió alivio luego de explayarse. Keith no respondió. Apenas podía modular
palabras sueltas. Llegaron en silencio hasta el predio de Pilto, Somerset.
La
joven deseaba ver en vivo a los Artics Monkeys, no era un buen momento para
tomar decisiones. Optó esperar. Ella alentó a su pareja y lo acompañó en todo
el proceso de grabación del disco debut de Bombay Bicycle Club, la banda de
Keith. Marianne estuvo junto a su novio cuando le confirmaron que abrirían para
los Artics y fue quien lo asistió en cada recaída luego de un pertinaz
tratamiento por su adicción a la cocaína. La mesera del The Dog & Duck
vislumbró que su cariño se diluía poco a poco y la fascinación del comienzo se trocaba
en competencia. Su corazón naufragaba y no sabía cómo poner el punto final.
Llegaron
al concierto, a Keith lo esperaban dos periodistas gráficos, un móvil de radio
que aguardaba por una nota para salir en vivo y las cámaras de ITV, Channel 4 y
FIVE.
Marianne
se alejó de los micrófonos. La muchacha decidió seguir la escena apoyada en la
puerta del camarín principal. Ella escondía su enojo y bufoneaba con los
asistentes, hacía bromas sobre el aguacero y todos reían a su alrededor. Keith,
por su parte, exponía ante las cámaras con torpeza. El músico no lograba
hilvanar una frase ante las preguntas de los medios.
El
locutor anunció la iniciación del show. El predio estaba rebosante. Antes de
subir al escenario, la jefa de prensa de Universal Music les comunicó que Regada River, el nuevo corte, había
ingresado en los charts de la Revista Billboard. Keith sonrió, abrazó a sus
compañeros de banda y buscó con la mirada a Marianne que fumaba entre bambalinas.
Sonaron
los primeros acordes de Regada River, el nuevo hit. La letra y la melodía
fueron escritas después de un viaje de Marianne y Keith a la Argentina. "Tu cabellera bruñida moldeada en el
suelo / secándose sobre el muelle, regada por el río. El aire del Delta / arría
tus oídos. Tus ojos, la puerta a un alma sin bullicio” susurra Keith y
describe con un registro personal un proscenio agreste donde la confluencia de
dos almas enamoradas coexisten en un trance sobre una melodía que
recuerda a la intro de Let it be.
La
multitud estalló en un grito unánime. Marianne examinó con entusiasmo un nuevo
mensaje de Frankie en el whatsapp. En ese instante, mientras respondía con
emoticones, la joven reemplazó su foto de perfil con Keith por una imagen de
Dixie, su gato persa. Marianne abrigó el vacío del desamor, eso que no se
elige, eso que sucede.
El
último ápice de ternura se disipaba bajo el cielo londinense y el sol del
atardecer evocaba en su paleta de colores el horizonte del Delta, mientras la
luna encogida anunciaba el desenlace de lo que podría haber sido una gran
historia de amor.