Johan
Cruyff fue uno de los mejores futbolistas de la historia. El bueno de
Johan, fumaba cuando era jugador. Sus compañeros y él arribaban a la concentración
con sus mujeres e hijos. Resolvió jugar con la camiseta de la selección
holandesa con sólo dos tiras en protesta a la marca de las tres tiras.
Cruyff no
participó del mundial 78 en el pico de su carrera por diferencias con el
técnico y además admitió años después que estaba al tanto de la violación
masiva de derechos humanos que llevaba adelante la dictadura militar en la
Argentina. Esos son los tipos que nos caen bien, los que patean el tablero cuando están en la cima, a diferencia de los imbéciles sin talento que galopan encandilados por las luces del
centro, el galardón y la ambición de poder.
Como
cada atardecer miro siempre al sol que se va porque sé qué algo mío se lleva,
hoy me trajo una charla en el Fiat 128 de papá. Mi viejo fue el primero que me habló de
Cruyff . Me corrió el eje de la discusión bizantina entre Pelé o Maradona.
Papá, como buen peronista, me planteó una tercera
posición. “Era un fenómeno, bailaba, jugaba con alegría (...) A Perfumo lo
volvió loco, mira que el Mariscal era un jugadorazo, eh.” ¡Qué día eligió el
flaco para pirarse! Johan se sumó al partido donde ya no importa ganar.
Para muchos
de los que vieron la final del 74, los holandeses fueron los ganadores morales,
es cierto, el equipo de Rinus Michels no alzó la copa pero dejaron un sello
indeleble. Hoy se
apagó Johan Cruyff, su luz y su talante brillará por siempre en el campo de
juego.