Hace
minutos finalizó el Mundial de Fútbol, un campeonato mediocre como lo han sido
los últimos cinco.
Pensaba
en la última final realmente emotiva, más allá del resultado, que fue la jugada
en Italia en 1990 y cavilé:
Football
es algo así como la traducción de balompié, convengamos que jugar con los pies
es antinatural, la mayoría de los deportes se juegan con la mano como el
básquet, tenis, voley, golf, etc. Pegarle bien a la bocha es cosa de pocos.
Recuerdo
el programa de televisión “Crease o no” donde presentaban fenómenos
paranormales, mostraban artistas que pintaban con los dedos de los pies o
tocaban el piano con la nariz, que sé yo. Realizar algo con la extremidad
inferior no es tarea fácil. Apretar el embrague o el freno del auto no tiene
mucho de artístico. ¿Estamos de acuerdo que realizar algo con los pies es poco
común y más aún si es un deporte?
Pensaba
también en el proceso de algunos jugadores, un proceso vertiginoso, donde
aprenden a pegarle a la pelota, cabecear, pararse en la cancha y de un día para el otro llegan a primera y son
el mejor. El mejor de todos.
En
muchos casos vienen de un barrio privado, privado de agua, gas, teléfono y
llegan a la cima del mundo. ¡Muchachos!, cualquiera que creció en un barrio
sabe de lo que hablo. Un piojo resucitado sin talento que acertó el Prode, cobro un subsidio del Estado, ganó un juicio o la
pega con un negocio que le cambia el statu quo deja de saludarte y dice
boludeces todos los días, pero no quedan registradas. ¿A veces no entiendo
porque tanta mala fariña con el 10?
Diego
no es peor que mi vecino de al lado, la diferencia está en que Maradona me dio
alegrías y mi vecino no.
Quizás
algunos profesionales del fútbol actual ignoren ésta imagen. Es el rostro de
alguien que sufría y vivía cada partido. Éste llanto es el mismo que irrumpía
cuando el vecino harto de sentir pelotazos en su puerta nos pinchaba la
pelota. Veíamos el balón sin vida y las lágrimas corrían por nuestra
mejilla. Lejos, muy lejos del fútbol actual. Solo espero que pronto
recuperemos la mística, la magia que desparramó el 10 en sus años de gloria en el campo de juego y recuperar el orgullo de vestir la celeste y blanca.