25 de junio de 2022

CAMARADAS EN LA PENURIA

 

1 Lo vió cruzar con un carro colmado de ropas y sintió ternura por él. Fue cómo ver un pajarito que no levanta vuelo en un día de tormenta. La soledad se había sentado sobre los tejados con alas desplegadas.

Ella advirtió a un joven indefenso. Claro. Es difícil hablarle a la gente en invierno. Es una ciudad que varía cuando los turistas no asedian sus calles. Ella lo encaró y no decidió expresarle su más sentido pésame.

 

2 Si algo traen los años, además de los achaques, es un tercer ojo. Al que actúa con malicia lo ves venir. Ella se acercó y el muchacho quedó crudo esperando unas palabras de consuelo. Quizás porque él sabía que ella conocía su dolencia. Sin embargo, la mujer lo indagó con un “¿estás enamorado?” y el joven desconcertado le dijo “no”

A partir de ahí, se cruzaban por la calle Sarmiento. Y muy pronto, charla va, charla viene, se hicieron amigos. Ella lo invitó a tomar un té. Él la invitó a cenar a su casa junto con otra amiga de su mamá. Y así fueron forjando una amistad que devino en una relación de madre-hijo. 

 

3 El pibe se topó con una madre del alma cruzando la calle. Ella a un hijo putativo. Alguien con quien conversar y preguntarle si comió, si salió, si se abrigo, si se enamoró.

El dejó su ciudad para estar junto a sus padres. Llegó, y mientras se amoldaba a las nuevos trapos en doce días todo cambió. Él estuvo ahí cuando su vieja emprendió el vuelo. Estar junto a ella en ese momento empardo cualquier sacrificio. No se hubiese perdonado estar lejos.

¿Si sabía que él y ella iban a congeniar?

Si, lo sabía.

El creía que uno solo puede elegir a los amigos como hermanos. Ella le instruyó que el cariño y el amor exceden a la relación de sangre. Es algo más fuerte que lo filial porque se siente. Es sublime, casi milagroso.


4 Ella lo sostuvo cuando la sensación de vacío y orfandad envolvió su días con un manto sombrío. Ella le sirvió un té de durazno, casi como ritual de iniciación y frotó la lámpara de su erudición.

El pibe se preguntaba si Dios podía existir y obtuvo la respuesta. Porque el amor que lo rodea, en cada ¿Cómo estás? ¿Comiste? ¿Cómo viajaste? Allí habita el amor.


5 El pibe decidió aprender a amar, a escuchar. Estar a la altura de lo que la vida le ofreció a partir de la muerte. Este muchacho, es lo más semejante a la resurrección. Vacío, desconsolado y de golpe y porrazo el amor maternal lo asaltó.


 6 El pibe bajó del ring después de mil trompazos. Ella fue su Amílcar Brusa. Abrazó a su púgil que estaba contra las cuerdas y mal herido. Este muchacho que se departía entre tirarse por la escollera o arrebatar un frasco de ansiolíticos se halló en un monte Sinai con vista al mar con una persona amorosa, querible, inteligente, transparente y políticamente incorrecta. 

En sus ojos claros el vislumbró una madre, motor y pilar de su vida, aún cuando ésta se pone cruel. 


7 Él no es de esos chicos chupacirio. Debe estar arrepentido de repudiar a Dios. Este muchacho vive un milagro. Su mamá le mandó un ángel guardián para que no se sienta solo, para que no toque la banquina.

En los años que la conocí nunca lloró con alguien más. Ella es fuerte, pero con él se permite ser vulnerable. Creo que llorar le libera su parte animal sin perder su humanidad.

¿Si la visito? Claro, en cada recuerdo, baile matutino, en un plié y relevé, en cada bocado de chocolate, en cada paseo por la Bristol.

¿Si creo en el destino? Hasta los poderes del tiempo pueden ser alterados por un propósito. Fui el hombre con más suerte en ese mundo. ¿Por qué? Porque encontré el amor verdadero. Del vientre del tiempo nacieron tantas púas como flores. Y yo viví envuelto en una mujer que es lo más afín a una cala.

Aquel es un mundo extraño, un mundo triste, un mundo lleno de miserias, desgracias y problemas. Aun así, nosotros nos encontramos, para bailar en la tonada que toque.

¿Si la conozco? Claro que sí. Imagínate, estuvimos juntos 65 años.

Ahora que no puedo sujetar pañuelos en los picaportes, encontré a este muchacho en el lote. Lo intuí. En definitiva, las intuiciones son el susurro del alma.






23 de junio de 2022

LHSS | ESTAMOS UN RATITO | CAP 45

 

Al finalizar el encuentro entre Aldosivi y Platense, escuchamos la segunda parte de la historia de la atleta Sonia Bonzon. El Síndrome de Guillain Barre la dejó cuadripléjica. Lo superó, volvió a competir y puede estar en el podio luego de la pesadilla. Una tremenda narradora de su enfermedad. Además, textos y análisis sobre los 50 años del lanzamiento del álbum de Lou Reed, Transformer, una obra maestra.

Agenda, recomendaciones, y buena música.




ESTAMOS UN RATITO



Cuando alcanzas un título pensas que al día siguiente de la colación te van a llamar para contratarte. «Bueno, ahora sí. Voy a comenzar a ejercer mi profesión, ganar buena guita...» hasta que la realidad te pega un bife y te manda a la cucha sin postre.

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Llegué de Mar del Plata en el fatídico 2001. En mi primer trabajo como diseñador nos despidieron sin cobrar. Me llevé un disco rígido y un mother como parte de pago del engendro “Cyber Baires”. Un cyberantro de la calle Florida donde diseñábamos páginas web.

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Desalentado ante la mala experiencia y cansado de dejar CV´s, decidí gestionar mi pasaporte con la idea de irme a la mierda. En esos días, mientras esperaba el "librito" de la calle Azopardo, arribé de carambola a Promoción Social para cargar datos de un censo. Un trabajo por dos meses, donde cobraría $200 por mes. La crisis era apremiante ¿Qué carajo iba a hacer después de esos dos meses? Estudié la movida y resolví comprar un libro usado: Microsoft access 2000.
Durante semanas leí tutoriales sobre lenguaje de programación y javascript. Asimilé algunos conceptos básicos sobre el armado de una base de datos. Después de algunos meses, se creó un nuevo programa por Decreto ¡Bingo!
Decreto 895/2002. “SE MODIFICAN LOS PROGRAMAS DEL GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES, DESTINADOS A LA ATENCIÓN DE FAMILIAS EN SITUACIÓN DE CALLE - SE OTORGA, POR ÚNICA VEZ, UN SUBSIDIO CON FINES HABITACIONALES”

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Junto a dos compañeros nos encomendaron la tarea de administrar la nueva base. Acepté. ¿Por qué no? Bajamos tres pero había una sola silla. Otra vez me garcaron — pensé. Era contratado, no tenía margen. Debía sacar el bastón de mariscal de la mochila y comenzar a trabajar sólo.
Verónica Candarle, a quien ya conocía, fue la encargada de programar la flamante base del “895”. Base que se sigue utilizando hasta nuestros días. Ella me instruyó para operarla. Mi aporte fue más estético que práctico.

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Verónica era generosa con su saber. Fumaba Camel. Me dejaba dos puchos debajo del teclado, conociendo mi situación. Ella era una mamá enamorada de su bebé. Siempre me hablaba de Matías, su hijo. Yo con mis cortos 24 años estaba acorralado entre el escollo de un nuevo desafío, el remordimiento de haberme quedado en Argentina y la falta de huevos para buscar otro horizonte.
Gracias a su ayuda aprendí poco a poco un oficio: Analista / Programador. Una tarea que realicé con dedicación desde el 22 de agosto de 2002 hasta que un compañero asumió como Director, me nombró y me fuí sin pensarlo dos veces. Pero esa es otra historia.

***

A Vero la llamaba seguido. Primero desde el playón, más tarde desde la oficina 3, en la planta baja. Ella bajaba dos pisos sin evasivas ante cada contrariedad con los cruces de tablas, algún error en las consultas o la repetición de un número de comprobante para que Irene de contable no se me enoje.
Todavía atesoro un dibujito de Maty, el más grande de sus tres hijos, cuando visitó la oficina. Guarde todo. En especial el recuerdo de quienes me tendieron una mano cuando hacía gluc gluc.
Vero sabía de verdad. Se tomaba el trabajo con seriedad. Siempre con su sonrisa como primoroso realce de su semblante.
El país ardía y renovar el contrato era una proeza sobre todo para quienes teníamos la capacidad de laburo como único know how. En 2001 nuestra subsistencia laboral se abrazaba a un disquette de 3 ½.
“Raly, estamos un ratito” me dijo Camilo Sánchez hace unos meses en la radio y hoy lo entiendo más que nunca.


QEPD




LHSS | NACIMOS PARA CORRER | CAP 44

 

Escuchamos la historia de la atleta Sonia Bonzon. El Síndrome de Guillain Barre la dejó cuadripléjica. Lo superó, volvió a competir y puede estar en el podio luego de la pesadilla. Una tremenda narradora de su enfermedad.






ESCUCHAR NO ES OÍR

 

Pensaba en los cinco sentidos, los mismos que durante una enfermedad como el covid afectó a millones de personas: la nariz, por donde se perciben los olores; la lengua, con la que se distinguen sabores. La piel, que permite el tacto; los ojos, que proporcionan la vista y los oídos, que además de captar los sonidos controlan el equilibrio.

Y me voy a detener en este último. ¿Por qué? Porque en la cerrazón de mi habitación sobrellevé la desolación de las pérdidas. La luz tenue del velador afirmado en el piso fue la única irradiación que mis ojos soportaron. En mi reclusión no necesité percibir los olores ni los sabores pero si precisé de los oídos para escuchar canciones que mitiguen el dolor.


Recordaba, cuando aún iba a correr, que precisaba de los auriculares para avanzar con más impulso. Necesito musicalizar los momentos. Podría hacer una curaduría de canciones para trotar, para elongar, para diferentes momentos del día. Lo que hoy se hace en un minuto a través de los playlist en Spotify lo hacía desde chico en cassettes TDK.

 

No soportaría quedarme sordo. Porque es mucho más importante lo que me queda por escuchar que lo que me queda por decir. Somos cada vez más lo que necesitamos hablar, pero me pregunto. ¿Cuánta gente está dispuesta a escuchar? Se me dirá que para ello están los psicólogos, los psiquiatras, los pastores, los taxistas. Hablo de una escucha con las cartas boca arriba, con todos los sentidos.

La virtud central de quien sabe conversar es la memoria, poder ir profundizando y adaptando las preguntas y comentarios que le hace al interlocutor. Las personas que no retienen siempre te conversan genérico y no hay ocurrencia que compense eso.

Se escribe más de lo que se lee, se habla más de lo que se escucha y creo que podría quedarme mudo pero ¡por favor no me quiten la posibilidad de captar los sonidos!

Recuerdo la respiración de July cuando se quedaba dormido con su boca apuntalada en mi cuello. Mi hijo soltaba un aire tibio con esencia a mamadera. Un eco que perdí, un retumbo combinado con el tacto. Cómo las olas que rompen en la escollera es una resonancia que además rocía la piel.


La canción es la misma

Extraño las voces de mamá y Pancho. Extraño mucho el hit de nuestros encuentros: las sobremesas. Allí se conversaba y disfrutaba muchísimo de la escucha.

Ir a un shopping o andar de compras nunca fue nuestro yeite ¿Qué hago con las cosas compradas si la gente que quiero no estará más para conversar?

Esas pilchas que nos hicieron felices hasta la puerta del shopping o el día del estreno tienen decenas de lavados en el lomo. Han perdido la tonalidad y el hechizo de ser la primera vez en ser usadas.

 

Vuelvo a los sentidos

Los síntomas más habituales del covid son la pérdida del gusto o del olfato. Los síntomas más habituales para mi desde hace un año es la pérdida de dos voces. A medida que pasa el tiempo las extraño más y más. Y no hay tratamiento, por milagroso que sea, que las restituya. Si bien oigo perfectamente, no escuchar esa lexía fascinante es una sordera parcial y crónica que jamás recobrará la musicalidad.

Es cierto que algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto. Por eso se extrañan tanto a quienes oían con el corazón. En unos años podremos hacer un análisis más fiel de que fue lo que perdimos en medio de ésta plaga.

Me empeño en decir que no soportaría quedarme sordo. Porque es mucho más importante lo que me queda por escuchar que lo que me queda por decir. 

Cuando era niño, a mamá le preocupada que yo no hablara, porque me pasaba horas dibujando. ¡Que egoísta es pensar que mientras mamá agonizaba se iba la última persona que se preocuparía por mí! Cuándo murió supe que nadie sobre la tierra se preocuparía por mí cómo ella. 

Por todo lo expuesto quiero vivir muchos años, como Margarita (98) y Rubén (96), para que desde una reposera y un bastón auxiliándome pueda escuchar a Julián con atención:

-     No sabes lo que es esta chica, es distinta a las demás, la quiero. La quiero en serio.

-     Pa, ¿vos crees que San Lorenzo volverá a la A alguna vez?

-     ¿Por qué no me hablaste de Lou Reed?

Yo quiero escucharlo. Creo que no tengo más nada que decirle. Ahora será la vida, el destino y el devenir los que dialoguen con la época. Solo quiero estar, que él sepa que estoy. 

No me priven de escuchar, no me dejen sin la última canción, ya lo mencionaba Nietzsche cuando dijo que «la vida sin melodía podría ser un error»

Cada martes voy a la radio porque me ayuda a pensar si soportaría quedarme sordo. Porque en la oscuridad de mi habitación de persianas obstruidas resistí la desolación de las pérdidas repentinas, y una luz tenue del velador afirmado en el piso fue todo mi albor. 

Hoy un fulgor purpúreo alumbra el estudio de Vinilo, porque Ale Avancini hace la seña que estamos al aire, porque en definitiva lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa.





10 de junio de 2022

LHSS | LOS PUENTES DE BAHIA | CAP 43

 

Disfrutamos de una asombrosa historia de amor atravesada por la poesía y el tango.

Charlamos con Margarita y Rubén. Ella es poeta y tiene 98 años. Él es cantor de tango y tiene 96. Nos detallarán como se conocieron, sus historias de vida hasta confluir en el presente de una pareja marplatense que escapa a cualquier guión








5 de junio de 2022

SOBREVIVIR EN CUARTO CRECIENTE

 

Si me hubieses dado una señal, hoy probablemente desfilaríamos por Mar del Plata con nuestras mochilas hartas de cenizas pero viviendo un gran amor.

Cuando supe de la muerte de tu mamá fue la primera vez que lamenté no estar a tu lado para abrazarte en silencio. En tu hilo de voz divisé un niño resquebrado, desprovisto, vulnerable. Al cortar fui hasta el baño, no estaba sola. Lloré mucho, muchísimo.

Me pregunté ¿Debo agradecer o maldecir este aguijón de profesar un amor a pesar del tiempo pasado? Nunca conocí a un tipo que sienta tanto fervor por su madre. Cuando te conocí te juzgué tan sólido y a medida que te descubrí pude ver a un hombre poroso, endeble.

Cuando supe de la muerte de tu mamá quise secar tus lágrimas. Hoy voy a dejar brotar las mías que emergen de mi alma que llora, porque no quiere estar sin vos ni un día más.

En esas horas de desamparo, padecimiento, súplicas y desazón me hubiese gustado tener el arrojo de largar la guardia e ir corriendo a tu encuentro. No sos de los tipos que una podría pensar como protector y sin tu mamá temí que hicieras alguna locura.

Cuando lo supe entendí que era el momento para confesarme. ¿Estuvo mal enamorarme justo de vos? El amor cubre multitud de pecados ¿sabes?

Cuando te empecé a querer mi sustancia inflexible y puritana se arqueó. ¿Por qué no eras cómo los demás? ¿Por qué no hablabas de fútbol y marcas de autos? ¿Por qué cocinabas tan rico? ¿Por qué? Solo vos sabías cómo endulzaba el té. Un detalle hace la diferencia. Una cucharada y media, ni una ni dos, una cucharada y media. Dormías poco y sin embargo siempre estabas atento a los pacientes y registrabas todo por mínimo que sea. Eso hizo que robes el corazón. Me equivoqué. Hasta yo, o sobre todo yo, me traicioné.

Cuando creí que había formado una familia descendiste a las guardias con tu bonhomía, con un hachazo en el ojo y una Flor en el ojal.

Cuando supe de la muerte de tu mamá deliré que te aplastabas en remolinos confusos rodeado de tiburones. Vi tu desesperación. Quiero no quererte y solo puedo amarte.

Cuando lo supe quise olvidarte pero vivís en mi mente. Te dieron en tu línea de flotación. Como en la batalla naval, ¡Averiado! ¡Tocado! ¡Impacto! Quise estar a tu lado para que no te hundas.

Cuando supe de la muerte de tu mamá, recordé cuándo la conocí en el Hospital Interzonal. Tan amable, tan cortés. Me habló sólo de tus proyectos. Mientras le prescribía una receta de Api xa bán supe que tenías un hermano que estaba de viaje. ¡Qué orgullosa estaba de vos!

Cuando supe que ella sucumbió, tuve el presentimiento que el ritmo de tu vida transfiguraría de manera tajante. Cómo cardióloga conozco de pulsares y sé que tu mamá era la que ideaba tus aspiraciones.

¡Sabes las ganas que tengo de hablar de lo que perdimos, de lo que nos mantiene vivos! EXTRAÑO CONTARTE TODO. De nuestros miedos, del paso del tiempo.

Estoy de franco. Mis hijos escuchan el Noba a todo volumen, "tamos chelo" y yo, yo necesito verte. Ella se fue en tus brazos y vos sin amparo.

Algún día me gustaría que me cuentes lo duro que habrá sido el momento de saberse en el irse a fondo SIN SABER HASTA DONDE.

Limpiar, acomodar, seleccionar, tirar, conservar, regalar, dejar en stand by, pensar qué hacer con las fotos, meditar, llorar, llorar más, guardar, dejar, donar, dudar. Y amar en medio del dolor.

¿De dónde te sostuviste? ¿Cuáles fueron sus últimas palabras? ¿Cuál fue SU último destello de conciencia?

No tuve la oportunidad de decírtelo pero yo no busqué enamorarme, ¿Sabes? sucedió. La médica y el enfermero juntos. It's crazy, but every day I think of you. You are the reason of my life

Me hubiesen importado un carajo las críticas. Sabes las veces que me pregunté ¿por qué no fuiste vos el hombre de mi vida?

Cuando supe de la muerte de tu mamá caí en la cuenta que nunca pude poner en voz alta lo que siento por vos. Nada pretendo en esta revelación si no es desnudar mi garganta.

Fuiste tan inocente que no te diste cuenta. Eso me enamoró aún más. Tu decoro fue el carburante para activar el motor de mi entusiasmo. Estabas hecho a la medida de mis fantasías y cuando comenzaste la residencia en el CAPS fue el principio del fin.

Cuando supe de la muerte de tu mamá me pregunté ¿Qué te queres llevar, Lu? ¿El amor de tus hijos, viajar, dinero, tu propia clínica, el amor de un hombre? Es increíble porque sos un caballero que jamás me dijo un piropo como los otros enfermeros.

Cuando supe de la muerte de tu mamá quise escribirte mucho más que un mensaje de Whatsapp. Las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia.

En esos días repetía de memoria el momento que Robert le dice a Francesca en los "Los Puentes de Madison".

 — No quiero necesitarte.

Y ella le pregunto — ¿Por qué?. Él le respondió no sin tristeza — Porque no puedo tenerte.

Han pasado nueve años y ni un solo día he dejado de pensar en vos. Es algo que no he podido superar y me impidió amar incondicionalmente, porque no me despedí. Nunca me despedí de vos. Me negué a decirte adiós, dejando siempre una puerta abierta. Una posibilidad. Una esperanza. Un futuro.

Cuando era joven tendía a asumir que habría muchos hombres con quien tendría una conexión. Después me di cuenta que eso sólo sucede un par de veces en la vida. Todo lo que pensé decirte lo arrojé por inservible. No quiero ir nada más que hasta el fondo. Mi amor en harapos voló durante mucho tiempo como un paquete absurdo y nauseabundo. Desde entonces, sin vos el sol cayó como un muerto abandonado. Cuando supe de tu partida, la muerte me pidió una audiencia. Desde entonces no vivo, sobrevivo en cuarto creciente.






4 de junio de 2022

LHSS | EL LEMUR | CAP 42

 

EL LEMUR

Nos visitaron en La Hora sin Sombra dos escritores de lujo Sebastián Chilano y Mauro De Angelis que han trabajado en una novela a cuatro manos: La flamante El Lemur ( Indómita Luz 2022)