4:40 am. Empezaron las primeras
contracciones. 5:00 am, son regulares cada cinco minutos y duran entre cuarenta
y sesenta segundos. Es tu primera señal. No habíamos armado el bolso. Busco el
talco. ¿Le gustará cantar o bailar? ¿Las toallas dónde están? Mientras tu
mamá descansa de la primera contracción encuentro debajo de la cama las pantuflas
y pienso en las miradas de los padres que esperan a sus hijos al salir del
colegio.
5:15 am, querés salir pero tenemos que
esperar dos horas de mínimo para ir hasta la maternidad, tal cual no
aconsejaron en los cursos de preparación para el parto.
El óleo calcáreo está en el baño. Muy
pronto veré la bici en el patio y las rueditas que ayudarán a que no te caigas.
En el segundo empujón tomarás envión y nunca frenarás. Asomarán tus primeros
dientes. Te tragarás una japonesa y correremos hasta la salita. Marlon Brando
simula su muerte mientras juega con su nieto... Querés nacer y sigo buscando
todo para no olvidarme de nada: el registro, la factura del último pago del
seguro del auto, aceite, agua, líquidos de freno. La cuarta no entra bien.
Pasado, presente y futuro se entreveran y no querrás que me vaya. El comienzo
de jardín no será tu mejor día. Llorarás al vernos ir y no voy a querer dejarte
pero tendré que hacerlo.
7 am, es el momento de partir.
Sábado de agosto frío, Lugano desierto
y vos a punto de habitar nuestras almas para siempre. Manejo de la manera más
prudente que se pueda. La onda verde me favorece por la escasez de tránsito.
Atravieso Villa Soldati y veo volar figuritas europeas del padre Luis.
Una nueva contracción al llegar a San
Pedrito. El semáforo de Varela está en rojo. A mi derecha el nuevo Gasómetro y
pienso en las tardes de fútbol que vamos a compartir en el estadio. Los Camboyanos
corren por Cruz y el flaco Rifourcat me levanta las cejas y vos a punto de nacer.
Sigo por Chiclana. Parque Patricios es un obrador, la avenida Caseros está en
reparación.
Llegamos a la Maternidad Sardá. El
espíritu de Bonavena riega el barrio con tu recalada. Pastore es todavía una
promesa y San Lorenzo colmado de figuras es el Milán.
Nos recibe el camillero y cada vez
estás más cerca. Quisiste salir un sábado como todo pibe, ¡no te olvides de
nada!: Llave, documento y pañuelo. ¡Qué tridente!
Las llaves las tenías en las manos y
abriste nuestros corazones. Los documentos no eran necesarios, traés el legado
en tu nombre: Julián como tu bisabuelo, Raúl como tu abuelo y tu papá. Las
lágrimas irrumpen en mis ojos. El reloj del hall marca las 10:25 am. Busco sin
éxito mi pañuelo en el bolsillo.
-¿Dónde está? ¡Tenía todo antes de
salir! – dije en voz alta sin pensarlo.
-¿Quiere una carilina, papá?- me
pregunta una enfermera.
¿A quién se refiere? ¿A mí, acaso? Es
la primera vez que siento que alguien me dice `papá´ de una manera tan natural
y entiendo que todo es así, tan natural como verte en mis brazos.
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