Soltar
es madurar dicen los gurús de los libros de autoayuda. Debo revelar que coincido
con éste concepto.
Luego
de leer "Perlitas del pasado" de un blog amigo escrito por la
Licenciada Silvia Carbajal recordé mi última mudanza donde tomé la decisión de
tirar algo más de trescientos cassettes de audio y unos cuarenta de video.
Me
quedé con unos pocos a modo de souvenir y puedo afirmar que fue doloroso, en
cada cinta se iba una anécdota, una historia, una vivencia además de una
melodía.
Sin
mucho brío podría recordar quién fue la persona que me grabó cada uno de ellos,
la imagen de un viaje en tren de una punta a la otra de la ciudad en busca de
un nuevo disco.
Grabaciones
de programas de radio también fueron parte del lote: La venganza será terrible,
Piso 93, Hora 25 o Guardias a mí, perlitas de set acústicos (mucho antes de la
era MTV unplugged) entrevistas, separadores, el partido completo de San Lorenzo
con Central el día que nos consagramos campeones después de veintiún años,
discos piratas de shows en vivo en Obras, Arlequines, Die Schule o Arpegios
conseguidos en múltiples esferas como La cueva de la galería de Lugano, la Bond
Street de Avenida Santa Fé o John Lennon en la peatonal San Martín.
Recordaba
además el tiempo dedicado a cada uno de ellos. La diagramación de la tapa de un
disco grabado tiene su valor agregado. Conseguir una foto del artista en
cuestión, sacar una fotocopia blanco y negro o color - según el presupuesto-,
la letra lo más prolija posible en el parte interna de la tapa, el detalle de
los temas, duración, minutos, dos puntos, segundos, compositores y en algunos
casos la ficha técnica con datos como músicos invitados, entre otras cosas.
Viéndolo en perspectiva el hobby era algo obsesivo.
En la
mayoría de los cassettes hice uso de la escritura manuscrita. Es allí donde se
puede visualizar como varié mi forma de escribir con el paso de los años, en el
grafismo pude ver la entrega y el valor que tenían esos discos para mí.
Podría ratificar
que fue la génesis de mis primeros diseños y porque no la vocación de
musicalizador en el armado de cada compilado.
En
rigor de verdad, no fue nada fácil ver todos esos años de material dentro de una
bolsa de consorcio.
Luego
de la música le llegó el turno a los apuntes de la carrera. Durante años
pensé: “los guardo porque alguna vez voy a volver a leerlos”, debo confesar que
ese día nunca llegó, pasó más de una década y ahí estaban, amarillentos, con
polvo y algunos casos hasta ininteligibles.
Concluí
la tarea con una pila de papel condensada a un costado del living. Me llevó
toda una tarde de domingo, afuera lloviznaba lo que le daba un tempero homérico
al asunto. Mientras tanto, mi vieja ideaba un nuevo juego con Julián y la pava posada
por enésima vez en la hornalla avivaba el agua para unos mates: la changuita de
prescribir parte de mi pasado llevó más de la cuenta.
Separé
y seleccioné entre diez y quince hojas de decenas de esbozos, croquis y bocetos.
Kilos de papel que en cada mudanza es lo que más pesa junto a los libros. Abrí
de a una las bolsas de consorcio y quedó todo listo para tirar.
El distrito
donde moraban esas cajas fue reemplazado raudamente por cajas de juguetes y
cuentos infantiles.
No
quiero finalizar con la metáfora fácil que radica en pensar que desprenderse de
los objetos del pasado son un signo de madurez pero algo de eso hay. A mí me
llevó su tiempo encausar el duelo del desprendimiento, nadie puede acelerar ese
proceso tan personal o interponerse el proceso de otra persona, es como poner
las manos en el plato de un perro famélico. Las consecuencias de mínima son una
mordedura... ¡de mínima!
Todo
tiene su etapa y alguna vez tuvo que llegar esa tarde, donde todo ese material
se funda entre bolsas de residuos y sean parte de la carga de un cartonero que transitaba
por la puerta de mi edificio y ese domingo consiguió una cantidad de papel, que
en el pesaje final sumaría unos mangos más para llevar a su casa.
Soltar,
de eso se trata ¿no? Para darle la salutación a nuevos soportes que son parte
de nuestro presente, que en algunos casos no sojuzgan espacio físico como éste
canal de comunicación que son los blogs, las páginas web, los mp3, películas apachurradas
en un archivo, cuerpos que forman parte de nuestro escritorio virtual.
Por lo
pronto apuesto a no perder lo esencial: la pasión que me llevó a los trece años
a emprender una colección de revistas, discos, recortes de diarios, grabaciones
de programas radiales, que en definitiva no son otra cosa que el placer de
leer, de escribir, de escuchar. Algo que trasciende a los siglos más allá de
los avances tecnológicos porque lo que una vez disfrutamos, nunca lo perdemos. Todo
lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos.