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30 de abril de 2015

MILITANCIA ON LINE










El estadio de fútbol será el tablado para intentar concebir una idea que me apremia desde hace un tiempo.
Cuando cantamos en la cancha incitamos a nuestro equipo desde lo simbólico. Es algo pasional y único de experimentar. Sin embargo, desde lo racional sabemos, así sea de manera involuntaria, que el equipo ha entrenado en la semana y el DT junto a todo el cuerpo técnico ensayó un dibujo táctico según el rival a enfrentar. Alentamos, puteamos, reprendemos, pero el equipo ganará, empatará o perderá en tanto y en cuanto sepa plantear el partido y prevalezca sobre rival dentro del campo de juego ( siempre y cuando el arbitro no te cobre dos penales en contra y te sancione un gol en posición adelantada con dos jugadores menos). 
A veces siento que el aliento que irrumpe de una popular en un estadio procura ser replicado en las redes sociales.
Ejemplo: Un diseñador gráfico representa una idea en imagen con algo alegórico al tema de la semana, ya sea deporte, espectáculo o política y se golpea el pecho hinchado recostado en su silla reclinable al ver el resultado de su pieza publicada en facebook. Cuando el retoque fotográfico es en relación a laudos tomados por el gobierno, encontramos posturas claras a favor o en contra. En cada imagen posteada en el muro o en cada tweet podemos ver el feedback que se genera a través de un “me gusta” o un RT dando consentimiento a la idea.

La militancia 2.0 y el photoshop parecen hermanarse y la abstracción supera lo simbólico del grito en la cancha. En cada bramido de pongan huevo que tenemo´ que gana´ no fraguamos que los jugadores se cristianicen en ovíparos, más bien es un modismo, una forma de decir. Pero al menos la tribuna es un sitio real. Allí nos vemos las caras con el de al lado. Vivimos alegrías y tristezas. Gritamos un gol o salimos desalentados en caso de un empate ilícito sobre la hora o una derrota.
Las redes sociales llegaron para quedarse, no se pueden desinventar. Tengo el anhelo que un futuro inmediato por cada imagen diseñada y divulgada, por cada montaje con una tipografía cool a modo de epígrafe, por cada representación detrás de una PC, Notebook o Mac, se sume un militante real en un plenario, en una mesa de debate. Nos encontremos con un vecino más en la reunión de consorcio, un ciudadano en un petitorio, un compañero en una campaña de afiliación, un alumno de CBC en un debate en la universidad. Ya sea por cuestiones mínimas como el valor de las fotocopias o transcendentales como el plan de estudio o el presupuesto destinado a educación. 
Las reuniones de consorcio son una buena forma de comenzar a participar. A veces las asambleas son convocadas por la administración en el horario del prime time televisivo. Decidimos no bajar al hall del edificio y teorizamos que el temario será el mismo que la asamblea anterior para justificar la decisión del faltazo. De esta manera es muy difícil.

En fin, soy ambicioso, pretendo que no perdamos la permanente e incómoda sensación de ansiedad. La convicción de que las cosas pueden cambiar, la mirada cara a cara con vos, con él, con ella. Podemos ser muy creativos a través de la pantalla; sin embargo ningún programa de diseño logró (al menos por ahora) emular o superar la imagen de un grupo de personas reunidas, de su olor, de esa textura onírica de hablar todos juntos.
Asambleas caóticas con un moderador que mira dislocado hasta que alguien con voz tenue en el fondo pide la palabra con timidez. Se hace escuchar en el silencio sordo del salón y su alegato sale del montón y esgrime una reflexión que quizás muchos de nosotros cavilábamos en la soledad de la vigilia.








6 de agosto de 2014

EL NIETO DE ESTELA








Hoy fue un día donde la historia de lucha en paz y con amor se vuelve justa. Hoy Estela de Carlotto dijo "No quería morirme sin abrazarlo y lo voy a hacer". Han pasado 37 años con sus días y sus noches, como en un cuento kafkiano sin la arquitectura gótica y romántica de la ciudad de Praga como marco. 
Estela esperó paciente y hoy debe sentir que la lucha no fue en vano. Estela fue, es y será un ejemplo para todos nosotros. Un ejemplo de perseverancia, de la búsqueda de la verdad y de justicia en paz y amor. 
Fue un ejemplo para mí cuando pateé durante un par de años los claustros de los tribunales porteños, en mucho menor escala, ¡claro está!, con la esperanza de lograr un régimen de visita razonable para ver a mi hijo. 
Juzgados con escaleras estrechas, ascensores abarrotados de abogados, despachos repletos de expedientes y eternas esperas en los pasillos con vista al techo de chapa oxidado de un supermercado chino. 
Mientras a 400 kilómetros estaba mi vieja que aceptaba con hidalguía la situación. Naturalizando la sinrazón para no levantar el avispero. Lejos de dramatizar tejía chalecos, gorras y bufandas para el próximo invierno sin certeza alguna, de cuando iba a conocer a su nieto. “En una de esas el frío continúa y se lo podes llevar. Por lo que vi en la última foto que me enviaste el rojito que te terminé, le va a quedar medio chicón” me decía por teléfono. Sólo Dios sabe por dónde andaría su cabeza en esos dos largos años.

Pensaba en Estela, en las cosas que tuvo que vivir en estas casi cuatro décadas y pensaba también en los hijos de puta que brotan cuando la vida te pega duro. Las actrices y actores grotescos y miserables, que se presentan como en un casting para una película bizarra de bajo presupuesto, que ven en la convocatoria una oportunidad para lograr algo de notoriedad. Confieso que hubo días que miraba alrededor y buscaba un guiño, una señal, un asistente de cámara, al director que me dijera: - última toma... Silencio... Grabando…- y que terminara la pesadilla. Pero no fue así.

Yo creo que hay dos clases de personas: Los espectadores y los protagonistas. Los primeros son aquellos que tienen el conejo más grande que la galera, los que se suman al desconcierto para ver que ventaja pueden sacar. Los cómplices, los encubridores, las ratas que tiran la piedra y esconden la mano. Los que desfilaron a avalar una mentira ya sea por mezquindad, miedo, obediencia o conveniencia. Los que fueron a sumar su grano de arena a un expediente engañoso y embustero, a separar -y esto es lo más grave- a un bebé de su abuela.
Los protagonistas en cambio, son los que ante una situación delicada miran, observan, esperan y saben contemporizar. Desensillar hasta que amanezca, como dicen en el campo, para actuar con discreción y sensatez. 

Estela, sin dudas, pertenece al segundo lote. A veces siento que para vivir en un mundo mejor todos deberíamos haber sido criados para criar. 
La suerte son los padres - decía Facundo Cabral; comparto su opinión. En ese sentido yo tuve mucha suerte: mi vieja, "La Maru", la que me acompaño a transitar una pesadilla con un final feliz. 
Hoy mi viejo hubiese cumplido 68 años. Hoy el sueño de muchos argentinos ( la mayoría quiero creer) se cumplió con la enorme emoción que sentimos al saber que Guido fue recuperado. 
Un nieto más, el nieto de Estela.










24 de marzo de 2013

ENTRE WALSH





En su última carta redactada el 24 de marzo de 1977, a un año de instalada la Junta Militar, Rodolfo Walsh advirtió que los militares no derrocaban a un gobierno sino la posibilidad del pueblo de vivir en un proceso democrático. Como todos los días al bajar las escaleras del subte línea E me complace ver el reconocimiento a través del nuevo nombre de la estación Entre Ríos - Rodolfo Walsh. 
Me entusiasma por varias razones. Por un lado “Operación Masacre” llegó a mis manos en cuarto año del secundario a través de Héctor Saldaña, profesor de Lengua y Literatura. Lo asimilé unos años después -uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe, decía Borges- y me cambió la cabeza para toda la cosecha. Walsh, se adelantó a su tiempo, dio cuenta del plan sistemático de aniquilamiento y aseguró que la Dictadura “ha despojado a la tortura de su límite en el tiempo”. No se equivocó tampoco al denunciar que el gobierno militar no intervenía como árbitro entre “dos terrorismos” sino como “la fuente misma del terror”. Walsh no dudó en dejar de lado toda su vanidad, y puso toda su vida al servicio de una causa. 

Leer a Walsh es conocer la primera obra de ficción periodística, es la atmósfera que se divisa en un relato denso y sórdido que me cautivó para siempre. Yo no busqué vivir en ésta esquina, la esquina donde mataron a Rodolfo Walsh. ¿Casualidad? Puede ser. Me crié en un barrio llamado Domingo F. Sarmiento, bordeando la General Paz, en el pórtico de La Matanza. Sarmiento y Matanza, ¿otra casualidad?. A los diecinueve años me fui a vivir a la Ciudad Feliz. En mi estadía marplatense alquilaba en la calle Sarmiento (y Falucho). Volví a Buenos Aires y como si el padre del aula me acorralara en este viaje de regreso a la ciudad llegué a la porteñísima avenida San Juan. Ahora vivo a cien metros de la estación "Rodolfo Walsh". Es un orgullo para mí como lector, como admirador suyo, como vecino de San Cristóbal, y como pibe del conurbano seducido por las luces del centro que siempre soñó vivir entre avenidas, bares abiertos hasta tarde y una boca de subte en la cuadra. 
  Vuelvo a Walsh; un decidor, periodista y escritor. El tipo que cifró el modelo de investigación periodística más logrado tanto en Operación Masacre como en el Caso Satanowsky. El hombre que hizo la denuncia más clara y específica contra la dictadura empresario-militar. El intelectual orgánico que detectó la invasión a Bahía de los Cochinos sin recursos técnicos pero con mucha inteligencia, que supo poner en palabras lo que muchos pensaban y pocos decían. ¡Hay que tener huevos para redactar y publicar esa carta Abierta a la Junta Militar!, ¡hay que tener mucho coraje realmente! 
  Cuentan las crónicas que el ex oficial Weber manifestó: “Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”. Ese árbol debe ser uno de los que está en la vereda de casa, firme… Firme como las convicciones con las que transitan los hombres y cuadros de fuste. Como principio no es poco. Falta mucho por andar, pero por algo hay que recomenzar. La clave para la inmortalidad es principalmente vivir una vida que valga la pena recordar cómo fue la vida y obra de Rodolfo Walsh. Ayer, hoy y siempre a través de sus libros y como cada mañana al bajar las escaleras de su flamante estación.



5 de marzo de 2013

CANDANGA






En Hollywood escasean los guiones y se reeditan historias escritas hace décadas. El comienzo del “veinte-diez” viene a puro remake. 
En el caso de las películas de acción en general y de superhéroes en particular se realizaron varias producciones con personajes de la década del cincuenta y sesenta. Muchas de ellas tuvieron una aceptación inesperada por los más chicos. El año pasado se estrenó “Los Vengadores” -The Avengers-. Todas las historias de los superhéroes juntas en un sólo film. Algo así como La Alianza sin Aitosin sushi. Julián está fascinado con los personajes de los Vengadores. Le compré algunos de los muñecos. Juega con ellos, me compara, me cuenta sobre sus hazañas e insiste que yo no puedo levantar un tanque de guerra como Hulk. 
Hoy al enterarme de la muerte de Chávez en mis ojos habló la tristeza y si de algo sabe mi hijo es de miradas. Me preguntó qué me pasaba. Demoré en contestar, busqué las palabras (no quise mentirle). Recordé como el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías le quitó el manejo del petróleo a EEUU. Redistribuyó el ingreso con los sectores más pobres, les dió educación, salud, trabajo y vivienda.
Pensé en todas las pérdidas. Las que atravesamos como hombres, como ciudadanos, como país, como región. Volví a mirarlo a los ojos y sin perder el registro (tiene sólo 4 años) le dije: - papi está triste porque murió un … un hombre que para mucha gente era como un… un superhéroe.
Levantó las cejas. Observó a los muñequitos en sus manos: en la derecha el Capitán América y en la izquierda Iron man. Entrecerró los ojos y con algo de desconfianza me preguntó: -¿ Y cómo se llama?
- Hugo - le respondí. 
Tenía en borrador preparada la siguiente frase. Relacionar Capitán/Comandante con América/Latinoamérica para orientarlo un poco. No fue necesario. Movío sus brazos como escudriñando en el aire. ¡Vaya a saber que preguntas pasarían por su cabecita!... 
- ¿Qué poderes tendrá el tal Hugo?, ¿Será bueno o malo?, ¿Cómo será su traje?, ¿Papá pensará que soy un bebé? 
Julián pegó media vuelta, tenía algo más importante que hacer: seguir jugando. De alguna manera respetó mi silencio.  








* En Venezuela: Candanga = Candela. También es un término utilizado para referirse a hombres combativos o de carácter fuerte.