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8 de enero de 2020

SASTURAIN



JUAN SASTURAIN, NUEVO DIRECTOR DE LA BIBLIOTECA NACIONAL


El escritor argentino, uno de los más grandes autores de novela policial en Argentina y experto en novela gráfica, será el nuevo titular de la Biblioteca Nacional. Su nombramiento generó una muy buena recepción en el ambiente cultural.
Compartimos la entrevista realizada el 14 de septiembre de 2019 en Manual de Perdedores.














1 de diciembre de 2019

MÁGICA LUJURIA








Al sentarme a leer me transporté a una aldea japonesa en un incierto tiempo pero que, con seguridad, es un antes.

Mientras el semáforo en rojo zanjaba el paso hacia el bajo, Kotaro perdía a la mujer que amaba ¿Kotaro estaba enamorado de Oriko?, ¿Cómo se puede pensar en conmemorar una mujer persistentemente? ¿Acaso no hago otra cosa que evocar a una mujer que vive en otra aldea y soy yo quien está muerto para ella?

 

Pedí, a pesar del calor agobiante, un mate cocido con leche y tostadas con mermelada. Fue como merendar con mi niñez. La formalidad del mate cocido rebasa en una jarra miniatura con leche caliente, saquito y un tazón. No he presenciado aún la experiencia de la ceremonia del té. Un ritual que aspira a la simplificación de los modales, del lenguaje, y del movimiento. Asistí al rito de sentarme a leer «Shunga»

 

Llegaron las tostadas y conquista las páginas Taru, el López Rega de Kotaro. El lacayo con información ineludible para operar al resto de los personajes. El narrador no toma partido, pero advierto una de las voces más importantes de la literatura actual. Taru, mayordomo y lugarteniente es bruto y retorcido. “No hay peor cosa que un bruto con inquietudes” señalaba Perón.

Kotaro lanza una frase que descarga sobre el tazón “desde que deje de ser niño llorar se me hace imposible”. El crepúsculo demora en asaltar las calles. Sobre la fachada del Banco Nación, se divisa un destello que rebota y crea una estrella de seis puntas.

 

Debo leer sin pispiar el teléfono. Ella miró mi estado y eso me dio un gusto a complacencia que se mixtura con el primer bocado de tostadas.

La descripción de Kazuma no tarda en llegar “es muy alto y fuerte como un buey. Se dedica a la usura” La luz del semáforo se afirmó en verde y pensé en un Hulk subido a la copa de un álamo. Un Hulk semi convertido, enclenque y sagaz como en la última de los Vengadores.

 

Como si Kazuma desertara de su aldea para anclar hasta el Flores del Ángel gris dice “no se puede conocer el verdadero placer si antes no se sufre con la sinceridad que el sufrimiento necesita.” Kazuma se baña en la tonalidad de Onetti en consonancia de la Joplin rota de Pearl.

¿Qué de malo pudiera pasarles a Kohana, Mako y Ukemi? Kazuma es un fino artista del pincel y de la palabra.

Una nueva muerte avecina en Shunga “de adentro de su boca que ha quedado abierta, sale una hormiga, y Kazuma se pregunta ¿Será su alma?”

¿Acaso el alma resiste mucho mejor los dolores agudos que la tristeza prolongada?

 

Diviso a Ukemi con el semblante de Joni Mitchel. — ¿Puede ser un vaso de agua, mozo? “Sí, claro. El llanto también es agua, agua que sufre”. Responde. No responde, yo lo leo en vos alta.

Alcanzo el capítulo sobre Daisuke. Todo en el autor es onírico, incluso al describir a un ser inhumano y bestial “Un pene así solo podría hacer daño”

Los versos de Martin Sancia Kawamichi destilan elegancia y sutil belleza. Un pibe de unos seis años sin remera y con maña, apoya un almanaque del año próximo. Tengo poco efectivo y pido dos medialunas. El pibe mi mira con los ojos desconfiados. “Toma, para vos” Su mamá espera, con un bebé en brazos, afirmada en el buzón de San Juan.

Me pregunto si Kotaro estaba enamorado de Oriko. ¿Cómo se puede pensar en conmemorar una mujer persistentemente? “Al verlas llorar Kotaro sintió que contemplaba tres obras de arte”

 

El sol se esconde detrás de la autopista 25 de mayo. Pido la cuenta y con el ticket descienden las cosas que deberían tener olor.

Pienso en la alborada marplatense transitando hacia Playa Chica. Muchas veces he soñado con el mar. ¡No entiendo como hay gente que puede soñar con el mar sin despertarse!

Kohana cifra que hay cosas que deberían oler a otra cosa. La luna a pan, las despedidas a carne cruda, el silencio a carbón, y agrego: el mate cocido a canciones de Camilo Sesto en la calesita de Tomate.

Aprecio el goce de ultimar la novela y siento que voy a extrañar la copa de un álamo que le sirve de inspiración al usurero-poeta para escribir su libro. ¿Qué será de los Nijonzaru? Unos monos 1,2,3 ultraviolentos.

Pasa una chica muy agraciada, me sonríe como Kohana a Kotaro, le retribuyo el gesto y leo “deberías cobrar más cara tu risa que tu llanto”

 

Acabo de merendar, una pareja se ubica enfrente y pide una cerveza. Se hizo de noche. Los candiles encendidos del Banco Nación me confieren una postal de edifico europeo en pleno San Cristóbal. Culmino de leer «Shunga», me ha dado tanta felicidad como los dedos de Madoka relatados por Kohana, dedos que han abierto callejuelas dentro de sí. La han llenado de luciérnagas y de lenguas. La han arrojado a pozos de miel, a pozos de sangre.

Discurrí sobre la ternura de Kazuma y al mismo tiempo su desapego sin clemencia.

En Auschwitz había una banda de música compuesta por una orquesta sinfónica. Su repertorio incluía fragmentos de ópera y música clásica como la Sinfonía nº 5 de Beethoven. Tocaban mientras los nazis lapidaban a miles de personas. Tocar servía como una estrategia de supervivencia.

Una frase de Kotaro detona el lugar antes de irme “desde que deje de ser niño llorar se me hace imposible”. ¿Cuál es mi primer recuerdo de una música alegre? No, no quiero dejar este comienzo en manos de la tristeza.

Reformulo la pregunta ¿Cuál es el primer recuerdo de una música triste mientras todo era un juego?

 

Lo primero que recuerdo es una armonía mohína que manaba de la calesita del mercado. Allí residía Tomate, el sucesor natural de Don Arturo.

Tomate partía los boletos, empuñaba la sortija, pinchaba discos y matizaba las tardes en la antesala de la primera vuelta. La pista anular iniciaba a las cuatro de la tarde.

San Lorenzo militaba en el ascenso y las melodías que disparaba Tomate desde su cassetera sentaban con la mala cosecha del Ciclón. El sol se escondía detrás de la azotea de la 504, Tahuichi remontaba sus telones metálicos, la Unidad Básica "Facundo Quiroga" encauzaba micros hacia el Interama, al tiempo que un humo espeso de Las Achiras se advertía a lo lejos y tintineaban las canciones de Camilo Sesto al ritmo del paso de Carlitos, el rengo.

 

Tengo varias listas de temas en el teléfono. Una se llama Tomate. Porque el futuro por un instante parece un calco del pasado.

Hoy regresé a la lectura de «Shunga» a través de un playlist. Mi propio Aleph, donde concluyen todas las canciones del mundo. En el epilogo acerté con una sortija carcomida. Esta vez perduró en mis manos.

En las últimas anotaciones, Tomate rasguea: Kazuma conserva el mismo atisbo sostenido del verano del ´83. Kotaro encontró el llanto que buscó desde la muerte de Oriko en un caballo gris despintado con un ojo mocho, que aún conserva el porte de los años mozos y se esfumó como una nube de humo entre un tanque de guerra y una lancha naranja.

Llegan los bises mientras descendemos de las gradas y esta historia amaga clamar las hurras. Entre despedidas y adioses los invito a leer «Shunga», una novela con el equilibrio preciso entre lo delicado y lo sórdido, con los ojos nublados, apenas un sabor amargo, el de la poesía final.






PODES LEER LA ENTREVISTA 
A MARTIN PARA LA APU ( AGENCIA PACO URONDO)
HACIENDO CLICK ACÁ


15 de septiembre de 2019

TRUE COLORS




*Texto leído en Manual de Perdedores. Capítulo 124.
Invitado Juan Sasturain


En las cajas de lápices guardan sus sueños los niños…


— ¿Juega Raulito?
— ¿Quién era Kary?
— El Erny,…
— ¿Qué le dijiste?
— Que tenías tarea, Ra.
—Gracias Kary…

I
Así pasaban las tardes de verano. Retirado. Prendido a los lápices y las historietas. La calle aún era una amenaza. A la pelota jugaba solo en el patio. Ensayaba con la pierna izquierda una y otra vez sobre una mancha de humedad. Después del diluvio del 85 perdí la referencia de esa marca. ¿Será por eso que hice pocos goles de zurda?
Mientras el jarrito de aluminio avivaba la leche y los perros ladraban al caballo del vendedor de pan casero, leía y dibujaba. No hacia otra cosa. Eran los ochenta. Mi única salida: comprar velas. Velas, jugo y pan. Velas, jugo y pan. El sábado cambiaba por velas, coca y pan.

Vivíamos sin luz. Los cortes de energía eran parte del paisaje. Después supe que el gobierno decidió programar cortes de energía. Y con ellos, la vida en el conurbano se transformó definitivamente. Cuando retornaba la luz oía en el noticioso: Central Hidroeléctrica de Embalse Río lll, Central Nuclear de Atucha. Incendio en la red de distribución de El Chocón. Atucha, El Chocón ¿Qué es eso? ¡Cuántos personajes hermosos para dibujar! ¡Atuchaman vs el Chocón de acero!
Aquellos días y noches sin luz propiciaron las horas de ocio. Leía todo lo que llegaba a mis manos. Yo no arranqué con Rayuela. No fui un lector plus ultra. Leía como quien cirujea en la cultura.
Cuando yo era chico, aplaudía y entraba a las casas.
— Permiso, Don Francisco.
— Pasá Raulito, pasá.
Don Francisco tenía historietas. Yo estaba fascinado con un pilón que empleaba para disimular una abertura sin revocar. Me acuerdo de “Super Lopez”, “Felix el gato”, “Casper”, “Meteoro”, “Daniel el travieso”, “El super Ratón”, “Magoo”, “Periquita”, “El oso Yogui” y “Huckleberry hound”. “La pequeña Lulu”, “Benito Boniato”, “El hombre bionico”, “Din Dan”, “Pepe Gotera y Otilio”, “Copito” y “Archie”. Leía una por día.


II
De pibe me gustaba hablar con la gente grande. Creo que al pibe que fui le gustaría hablar conmigo. Porque yo ya soy gente grande.
Tenía una admiración secreta por las personas que sabían hablar. ¿De dónde sacaban tantas palabras? ¿Cómo se hace para hilvanar un pensamiento con otro sin caer en el vacío? Leyendo — diría Don Francisco — leyendo todos los días.

III
Una tarde emprendí la aventura de dibujar mis propios personajes. Ideaba un universo. Era vivir en una especie de matrix. Me conectaba e iniciaba el viaje hacia el primer boceto.
Rafeaba dibujos sin ton ni son que brotaban uno tras otro. Primero una escena, un globo y un texto escueto. En realidad un argumento forzado para justificar la posición de los personajes que me habían salido. Todavía no había incorporado la idea de perspectiva y el escorzo. Los dibujos estaban empotrados en el papel. Esos párrafos se amoldaban a mis primeras ilustraciones. Cuando el dibujo me convencía lo pasaba en limpio y luego lo coloreaba. Era el momento del regocijo. Colorear un dibujo propio era como el “sí” de la chica que me gustaba.

IV
Un profesor de la Escuela Superior de Artes Visuales Martín Malharro señalaba que un diseño gráfico funciona si puede prescindir del color. ¿Acaso nuestra existencia es un diseño que relega el color para funcionar?
En la serie Okupas, Miguel, un ladrón entrenado le decía a Ricardo, un pibe de chalet marrón que quería robar “cuando puedas caminar solo… vas a poder caminar con alguien”. Quizás cobre alguna semejanza un dibujo en tinta y caminar solo.
Recuerdo que dibujaba imbuido más en los dibujos animados que en las historietas. Un bugs bunny con un brazo de metal. Combinaba a Mazinger con Tom y Jerry. Meteoro con Antifaz. La cabeza no tenía límites.

Faltaba técnica pero sobraba corazón.

V
Todos los dibujos eran goles al ángulo para mi papá. El coleccionaba las hojas Rivadavia en su carterita de cuero. En su velatorio me enteré por Luis, su compañero de trabajo, que exponía los dibujos en el horario del almuerzo.
— ¿Qué decía Luis, decía algo? — le pregunté para llenarme de sus palabras y montar sobre escombros una historia que me sirva para no hundirme en el fango.
—No, no. Los mostraba nada más… Con una alegría que no le entraba en el pecho. Este hombre — dijo Luis sin perder de vista el ataúd — te quiso un montón, pibe.

VI
Del test vocacional, al concluir la primaria, se desprendió que debía estudiar en un secundario con orientación plástica. Sin embargo, me quedé en el mismo colegio. Me recibí de perito mercantil. En Mar del Plata, regresé a los lápices, a la tinta, a las historietas. Durante cinco años estudié ilustración y diseño gráfico. Retrocedí al placer de hacer y fundirme en el tiempo presente.
¡Qué necesarias fueran las devoluciones de los docentes para avanzar! En paralelo asistí a talleres como el de Ariel Olivetti, que señaló algo bueno sobre mi trazo. En la jornada “Haceme un dibujito” conocí a Carlos Nine, un monstruo de la acuarela, la ambigüedad y la exageración. En ese marco, junto a Seba Mulero, descubrimos los cursos de ilustración de Enrique Breccia, un talento increíble.

VII
Breccia viajaba cada quince días a Mar del Plata. Vivía en Mar del Sur. Era como Ciudad Gótica pero con mar. Fue una verdadera revelación. Nos enseñó una técnica mágica: El uso del enmascarador. Enrique bocetaba en lápiz. Luego, con su plumín entintaba con ese líquido acuoso. Tomaba los pinceles, las tintas y procedía a pintar, a diferencia del maestro Nine que empleaba acuarela; Enrique explotaba la tinta china de color sobre el soporte. Usaba los colores con desfachatez lejos de las leyes de armonía, tonalidad y el buen uso de los colores primarios y secundarios. Un personaje de Breccia podía tener una luz verde sobre el pómulo que se fusionaba en una transparencia en violeta sobre la frente y darle carácter de colores cálidos a una paleta de colores fríos.

Una vez finiquitado el procedimiento de entintado, Enrique dejaba secar el papel Fabriano LR. Recuerdo que en la primera clase levantó la mirada, y como un hechizero comenzó a deslizar sus dedos sobre el papel. Levantó el enmascarador sobre la zona donde había decidido ubicar la luz y poco a poco esa goma se disipaba. La imagen tomaba tres dimensiones.
Fue presenciar la ejecución de un grabado pero al revés. Sus pulgares fueron las gubias sobre una madera ficticia.

VIII
Incorporé la técnica y retome el dibujo con el arrojo de los años de los cortes de luz. No paraba de dibujar y entintar. A los 24 años recibí el título de Ilustrador profesional y nunca ejercí. Pasaron 19 años. Regalé todos mis pinceles, mis rotring y mis acuarelas. Las tintas se secaron. El dibujo había perdido el verosímil. Pensaba demasiado antes de empezar. Perdí al pibe y con él todo el resto. El hecho creativo se desmoronó como una pila de naipes.

Sobraba técnica pero faltaba corazón.

IX
En mi infancia dibujaba porque las palabras no encontraban el repecho donde deslizarse. Hablaba con imágenes y los diálogos en un globo. El único globo que admití a pesar de ser cuervo.
En el comienzo de mis treinta naufragaba entre laburos equivocados. Pensé que nunca más acertaría con mi vocación. Tropecé, sin buscarlo, con la radio. — Vos vas a hacer radio el día del arquero— me decía uno que es preferible olvidar.

Acá estamos. Cada sábado, a las 19, el horario que papá salía del trabajo. En el mismo barrio, San Cristóbal, a pocas cuadras del bazar. Y a la vuelta de la librería de Miguel que cerró hace pocos meses. El mejor lugar para rastrear libros. Cada vez que iba Miguel no se incomodaba si me quedaba una hora y no compraba nada. Y así, sin esperarlo, una tarde como quien ya es aceptado. Me dijo:
—Usted tendría que invitar a Sasturain a la radio. Si el programa se llama Manual de Perdedores tiene que invitarlo, ¿entiende?
— ¿Cómo hago, Miguel?
— El suele venir. Si quiere déjeme su teléfono y yo le comento.

X
Hoy golpearon la puerta de la radio.
— Juega Raulito — curioseó una voz.
Alguien abrió. Ya no está Kary para justificar mi reclusión.

Etchenaik encendió luz roja. Las luces de las velas oscilaron como Zenitram. Todos los acertijos se resuelven de la misma manera, y tienen un pequeño "truco" escondido en la última operación.

Abordó a Manual de perdedores, el único héroe en este lio para aclarar este moco. Porque entre otras cosas, él llegó primero al planeta de los lápices, historietas, personajes dudosos y cobardes que creí inventar en las tardes de cortes de luz, de ladridos, perramus y caballos con arena en los zapatos.
Su estampa alumbró el estudio de Zoe. Volvió la luz.

Cuando el Erny pregunte — ¿Juega Raulito? Kary dirá con alegría: Si Erny, hoy… ¡hoy juega! Y los dibujos en la carterita de cuero de papá tomarán vida con el enmascarador de Enrique Breccia y una voz familiar que desde la hora del almuerzo dirá:
Veo tus colores reales, brillando a través de todo. Veo tus colores reales, y por eso te quiero. Así que no tengas miedo. Vamos mostrá tus colores verdaderos… Hermosos, como el arcoíris.





1 de junio de 2019

MODERN TALKING




Hola. ¿Es por acá? Hola, hola. Perdón. Permiso. ¿Puedo sentarme? Muchas gracias…

Raulito, no sabes lo bien que se escucha. No hay interferencia. Sale bárbaro.
Escúchame. No lloriqueen. Estoy bárbaro. Estamos bárbaro todos por acá. Adivina ¿quién está en mi sala? Sí, sí. Y con las dos piernas. Me pregunta porque no le contestas. Me pidió que bajes un poco. No hay señal si no bajas un cambio, no hay señal.
¡No sabes lo que es esto! Ya no hay dolor. Acá el efecto de la morfina no existe. La paz llega al distinguir el aurora.

Hoy me dieron la bienvenida y me invitaron a ver el primer amanecer. ¡Qué colores! ¡Por Dios, santo!
No me duele nada. Es más, puedo volver a bailar.

***
No necesitamos Spotify. Basta con decir Modern Talking y suena. No molesta a nadie.
Vamos a poder comunicarnos si vas a la radio. De otra manera será imposible. No dejes de ir a la radio. Somos muchos los que te escuchamos. Hay un oyente que conoces bien que repite los programas de memoria.
Ya me hice amigo de varios serafines, se ríen, cantan. Son un plato. No sabes. ¡Hojaldre! También están los más serios. Pero son los que dicen la posta.
Con todo lo cursi que pueda sonar pero es así: Acá solo llega lo que dice desde el corazón. De otra manera llega un eco velado que se filtra en una bruma enorme y muere ahí.

Deja de pensar tanto, de armar tanto el programa. Déjate llevar. Como en Saint Thomas. ¿Te acordás del Negro Maikel? ¡Qué lindo bailaba!;!qué lindo che! Como tu vieja cuando corta el pelo con tanto amor. Eso llega, Raulito, eso llega.

Tengo crédito para pocas palabras, pero si se corta no hay problema. El sábado que viene me vuelvo a comunicar. Vos sabes que acá son muchos los que aprendieron a meditar. Yo pensé que estaban dormidos, pero no. Acá nadie duerme. ¿Para qué? Si es como vivir en un sueño.

***

Cuando meditan se comunican en ocho gigas con sus seres queridos y salen unas charlas increíbles. Hay un tablero de llamados. De cada diez llamadas, nueve son con chicos, locos y borrachos. Con los que corren, a los que viven en pisos céntricos, regando flores de plástico y pendientes del teléfono la comunicación se complica más. No te conviertas en esos tipos porque ya no podremos hablar más. Tira a la mierda esas pilchas. Manda a la mierda a quien te joda, porque si no te haces mierda vos, eh. Y esos giles, esos giles siguen como si nada. Hacelo hoy mismo. No esperes más.

¿Te puedo pedir una canción?, ¿Te animas con un tema para arriba? Decile a Pato que es solo por hoy. Dame la posibilidad de escuchar una canción que nos haga bailar.

Mira que el quía tiene las dos gambas otra vez. Y te sigue, te sigue pero no en el facebook ni el instagram. Te sigue cada vez que conectas con vos. Con vos mismo.

***

Voy a cerrar los ojos, Raulito. Voy a sentir el tufillo de la ropa recién planchada. Voy a sentir la fragancia del Old Spice regando todo el ambiente. Veo como se vuelven a abrir las puertas de Zodiaco y City Hall para nosotros. ¡Salimos en caravana otra vez! Me calzo los pantalones blancos, pinzados. La camisa de bambula verde agua y los mocasines lustrados. ¡Dale, cerrá los ojos conmigo! Vamos ahí, donde fuimos felices.

Salgamos del fango y acerquemos a la orilla como propuso Camilo. Acá no hay caminos de brasas. Te invito con un licor de chocolate y un toque de whisky y a bailar Raulito, a bailar. Espero caigas pronto que esto se acaba rápido. Enamorate, baja la guardia ¡Ya está! La guerra de Vietnam terminó. Acá me apuntan que los que se enamoran, los que aman profundamente nunca envejecen, pueden morir de vejez pero mueren jóvenes ¡Gracias Langa! Lo tengo al Langa al lado, ¿qué me contas? ¡Qué rápido se acabaron los cartuchos pero qué lindo es saber que puedo hablar a través tuyo!
***

Sé que hoy está Camilo en el estudio. Decile que el claun y Soriano escribieron varias novelas y se la pasan citando frases de Gelman. El claun concretó su proyecto y el campeón entrena como nunca. El facha acertó con un espejo. No quiere verse mal ni acá arriba.
El Tuki llego el martes, compartimos pieza. Un crack. Teo promueve a quienes le gusta pintar, tiene un taller de seis a siete de la mañana. Las nubes que podes distinguir en el horizonte cada mañana son pinceladas de los alumnos de su taller. Tomapavo´

Ya entré en confianza. Nadie mira mal. Ya no hay de qué preocuparse. Ahora puedo sobrevolar por Avelino Díaz y por la Bristol sin SUBE. Soy libre, Raulito. El barrio se ilumina y la noche se hace día. Brilla como un árbol de navidad.
No pierdas de vista a July. ¡No sabes cómo te necesita! ¡No sabes! Lo último que te voy a pedir:
En cada mesa que te toque compartir. En cada lugar que vayas y se arme la ronda… Contá, relata, narra algunas de nuestras anécdotas. Recordá con una sonrisa lo vivido y así nosotros vamos a estar siempre. ¿Se entiende? Así como nosotros no podemos comunicarnos con quienes no bajan de la ruedita de hámster que los lleva derechito al hospital. También nos apagamos sino ya no nos recuerdan, y si el recuerdo viene con lágrimas sabremos entender. Pronto serán sonrisas.

Me dice el campeón que a las historias también le podes poner chimichurri —¿Cómo es campeón? ¿Lo digo yo?: Los recuerdos son una forma de aferrarte a las cosas que amas, las cosas que sos, las cosas que no quieres perder. Pero ojota, el que vive de recuerdos arrastra una muerte interminable.

Anda, comete la cancha. Ya son las once. Raulito querido… Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Todo lo que está en medio es un regalo. Y para mí es un regalo haberlos conocido. Haber tenido los hijos que tuve y siempre tendré. Vincent me hizo un lugarcito entre sus bastidores y coloqué las fotos de Pauli y Nico en el centro.
***

Escribite algo para el arranque de hoy, ¿te animas? Confío que serán palabras que me harán sentir que estoy ahí con ustedes.
Ya prendimos los parlantes. Parece que esta vez las palabras llegaran desde el corazón y cuando es así las palabras suenan en stereo, enérgicas, contundentes y sentidas.
Hasta el sábado que viene. Yo te sigo esperando, porque nada me apura y algún día todos vienen para acá.




8 de abril de 2019

MANUAL DE PERDEDORES | 06 DE ABRIL



FM 107.1


Conversamos con el escritor Martín Zariello sobre el blog Ilcorvino y de los libros Sobre el Rock, No bombardeen Barrio Norte y el reciente 1988. El fin de la ilusión.
Mas sobre el Congreso Internacional de la Lengua Española. La cobertura del BAFICI y el recuerdo de El Pescador del Paranacito.


PODES ESCUCHAR EL CAPITULO 104 



7 de abril de 2019

BIG FISH






El viernes a la noche era todo. Era la cercanía al sábado, la víspera. Y siempre, como en el amor, en las vísperas todo se disfruta más.
El viernes a la noche veía «Titanes en el Ring» como aperitivo y ya más grandecito «Lucha fuerte» ¿Qué vamos a andar con secretos acá, no? Cuando llegaba el sábado, era el tiempo de ir a jugar a la pelota. Cuando llegaba el sábado todo era festejo. Era fiesta porque almorzábamos empanadas y tomábamos Coca. ¡Los sábados se tomaba Coca en botella de vidrio! ¡Mamita!

***

El sábado siempre fue mejor a la luz del sol porque de noche el barrio era oscuro, velado y sombrío. Se escuchaban grillos, el relinche de algún caballo y la marcha del tren bien a lo lejos. Los empleados del municipio de La Matanza eran como el Hombre Gato. Un mito más que una realidad. Las lámparas las cambiaban los vecinos.
Yo me quedaba en casa, era un gran plan. Salvo una escapada para echar una mirada hacia la esquina de Petete con la ilusión que se asume la morocha más linda del barrio. Ella, con sus ojos negros como el limbo en la previa del alba, era el resplandor del pasaje San Fernando.

***
.

El elenco rotaba muchísimo. La banda Haurat sonaba como un relojito. Nunca faltaba alguien caído en desgracia a quien albergar. Siempre había mucha parentela; una guitarra y un guitarrista que la tocara. Siempre había una pelota y alguien con quien jugar.
Con dos hermanas mayores marchaba bien la cosa. Un día, Kary, se puso de novia. La relación venía en serio. Fue así como José se sumaría a la familia. José “Many” tenía diez años más que yo. Era un abismo para mis cortos nueve años.
Con José caí a Tahuichi sin papá y aprendí a jugar al pool con bandas. Ensayé tirar caños con una técnica infalible y hacer goles sin remolinete. Experimenté además la aventura de la pesca en el Paranacito, a colocar la carnada. ¡Un flash! Con José y Kary conocí Pumper Nic, los cines de Lavalle y la Pizzería Roma. Me hice fan de las películas de Van Damme.

***
En “Sábados de Super Acción” presentaban comedias y aventuras de Hollywood. Nosotros optábamos por Canal 9 y las películas de Bruce Lee. Esas tardes me estimularon a practicar Chaiu Do Kwan, pero en mi primera pelea callejera me cagaron a piñas.
Entrada la adolescencia, José fue el compañero de copas de papá mientras mi viejo asimilaba la separación. Cuando empecé a fumar fue quien me convidaba de los suyos. Me llevó a la cancha (a papá no le gustaba mucho la idea). José es de River, pero de Chaco For Ever también, y así fue como conocí la cancha de Huracán, de Temperley, de Ferro y Deportivo Italiano cuando Chaco jugó en la A.
José trajo sus discos bajo el brazo: Aldo y los Pasteles Verdes, Salvatore Adamo, Omar Shane y Modern Talking (que conoció en Capital). José era un pibe que abordó el primer micro a Buenos Aires desde el Chaco y se mimetizó con el conurbano hasta embriagarse de los ochenta. Llegó a Retiro desde Resistencia y se deslizó por la pista de un Saturday Night Fever matancero con música de “Brother Louie”.

Yo quería ser grande, comprar ropa en Angelo Paolo y tener el corte de Rod Stewart. En la peluquería de mamá la permanente salía como pan caliente. Los sábados cenábamos enmudecidos mientras desfilaban los clientes con una toalla en la cabeza. Era una secuencia tragicómica. Salían uno a uno del baño enfundados en un paño sin poder levantar la vista. Mamá, como un comando parapolicial, sacaba a los lavados hacia un lado y los enjuagados hacia otro, directo al cono del silencio: la silla con secador de pelo. 
Nadie preguntaba nada, todos con la vista en la tele.
Mamá cenaba más tarde que nosotros. Papá le hacia la gamba mientras Kary y José se ataviaban para ir a “Juan de los Palotes” o “Fancy Live” y al tiempo que alistaba mis muñecos para jugar hasta quedarme dormido.

***
Más tarde anclaron los noventa y con la década mi partida de casa. Volví en 2001 y ahí estaba José. Testigo de la segunda mitad de mi infancia. El papá de mis sobrinos. 
Me comentó que escucha el programa, por eso no voy a decir nada triste porque sé que no le va a gustar. Por muchísimo menos de lo que está viviendo yo estaría con un humor de mierda, eso creo que lo aprendió de papá. Reírse de sí mismo sobre todo en las malas.
A veces la noche me da miedo, me pregunto ¿cómo voy a salir por el barrio oscuro sin ellos en casa?
—¡Pará, Raulito! Tenes que ser fuerte, July no puede saber que tenes miedo — me diría.
Es verdad. Tengo que mostrarme fuerte pero tengo un cagazo padre. Porque salir jugando por el medio con Higuain y Biain en el fondo sale cualquiera. Ahora tendré que pegar el pelotazo para adelante y que los delanteros se arreglen arriba. Quizá sea el momento de quemar los papeles, dejar la esperanza (y los miedos) de lado. Esta noche voy a echar un vistazo al pool de Sarandí y Avenida San Juan. A escuchar el golpe eficaz de la blanca al romper, la cortina de humo sobre el paño y la tiza golpeando el filo de la mesa como una manera de reencontrarme con un sonido familiar.

Uno tampoco tiene que andar por ahí dejando grandes preceptos, tirando postas o dejando legados. ¿Por qué? José tiraba caños, no postas. Es un gran jugador de pool (no lo sacaban fácilmente de los torneos en Tahuichi) y pescador del Paraná.

***

José es un pibe de los ochenta que no le encontró la vuelta al nuevo milenio. Con cinco décadas en el lomo y a mitad del viaje se le chamuscó el aceite y la junta del motor está dañada. Según mi GPS anda por Berazategui y no cree que alcance Hudson. ¿Qué saben esos aparatos? ¿Quién sabe?  Es la voluntad de creer que la vida es un milagro lo que permite que los milagros ocurran.
Busco mi doble cassettera para escuchar una canción, porque siempre los discos me sacan de estos bretes. Invariablemente voy a preferir quedarme ciego que sordo. Tantos discos, tantas canciones, pero había una melodía que José oía en silencio con un Malboro en mano. Ese muchacho de dieciocho años cuando yo tenía nueve era He-man. Pero una vez lo noté frágil. Lo vi mancarse, sólo una vez.
Una tarde viendo películas de Palito Ortega se quebró con una canción. Una cadencia tristona vecina a tipos como papá y Fatiga, dos almas que nacieron para volver a encontrarse.
El arte de la vida es el arte de evitar las penas y José le tiro caños desde que me acuerdo, siempre gambeteó a la suerte, pero la parca cerró las gambas esta vez y el hechizo quiere apagarse de a poco.

***

Debo empezar con este programa. ¡Un abrazo hermano! No te olvides de tirar la basura, papá te espera con una copa, la que quedó pendiente.
Cuando llegaba el sábado, llegaba la posibilidad de ir a jugar a la pelota, cuando llegaba el sábado todo era festejo. Hoy en la radio, ayer en el campo. Siempre pienso en volver al Paranacito. Pensar que muchos se van de pesca toda su vida sin saber que no es pescado lo que buscan. Que no decaiga, José. La Luna espera sonriente. Otro GRAN PEZ, otro Big Fish de los nuestros que retorna al río.







10 de julio de 2018

TOMATE


CAPITULO VII



Hace días que no veo a Noche en la plaza ¿Habrá palmado? Hace días que no veo a Miguel. ¿Habrá palmado? Hace días que no me distingo en el espejo. 

Resolví lapidar el tiempo de la licencia e indagar la última caja desde la mudanza. La 4. «Cartas, fotos y cuadernos». De Valentino Nino. Ni noticias. Me serví una copa y retiré dos agujas del neceser de los desenfrenos.

Pasaron de a uno los retratos: El tío Hugo brindando con papá y el banderín Azulgrana de fondo. Una foto que debe ser del año ´64. Mi papá tendría 18 años y los Beatles editaban A hard day´s night. Hugo era su hermano mayor. ¡Qué bueno tener un hermano de cuarenta pirulos cuando no llegas ni a los veinte! Un hermano que está de vuelta de muchas cosas. ¿Cuantas recomendaciones habrá tomado papá del tío Hugo? La expresión de mi viejo es de un puber lozano y jactancioso de su hermano. ¡Cuánto contrariedad acarrearía ese mismo vaso de vino resbaladizo y afilado dos décadas después!

Luego, repasé mis cuadernos de viajes y advertí que son escasas las ciudades que he recorrido. Río, Montevideo, Asunción y Bogotá. Hoy, que el cambio no me beneficia, apelo a mis borradores para comenzar a viajar.

Mucho antes de conocer el cuentito de las tres carabelas, la farsa de la cruz y la espada, mi acercamiento a la música española irrumpió cuando la vida desfilaba por manzanas en forma de cilindro montado en dos ruedas.


Una tarde surqué el asfalto sin visado. Para quien creció entre calles de tierra es un sondeo indeleble. Miré para ambos lados esperando que gane la corredera José de Zer en el móvil de Canal 9 y me indague:

—Muchacho, para Nuevediario, ¿qué se siente cruzar la calle solo?

—Un saludo para todos lo que me conocen… qué sé yo. Puto.

Lo primero que recuerdo cuando traspasé la matrix de Juan XXIII fue algo que oí. Música desconsolada que manaba de la calesita del mercado. Allí residía Tomate. El único testigo de mi aventura.

Tomate, el heredero natural de Don Arturo, partía los boletos, empuñaba la sortija, pinchaba discos y matizaba las tardes en el vestíbulo de la primera vuelta. La pista curvada iniciaba a las cuatro de la tarde. ¿No sé de qué barco descendieron las ascendencias de nuestro DJ local?

En mi primer trip en dos ruedas deduje que la bicicleta es una alegoría de la libertad para un pibe de conurbano, como el caballo para un gaucho.
San Lorenzo militaba en el ascenso y las melodías que disparaba Tomate desde su cassetera sentaban armónicas con la mala cosecha del Ciclón. El sol se escondía detrás de la azotea de la 504, Tahuichi remontaba sus telones metálicos, la UB Facundo Quiroga encauzaba micros hacia el Interama, un humo espeso de Las Achiras se advertía a lo lejos y tintineaban las canciones de Camilo Sesto y Manolo Galván al ritmo de las filtraciones del tanque de Doña Inés.

Tengo varias listas de temas en el teléfono. Una se llama Tomate. Porque cuando quiero ir abajo, bien abajo, pido audiencia a la tía sombría. El chute retoza entre los tracks y penetra por los oídos hasta llegar al pecho.

                                                                                ***

En tiempos donde el que no ama es desgraciado, y desgraciado el enamorado me amparo entre vinilos deshechos y me aferró a una carabela sin vela que aún no termina de desembarcar.
Hoy regresé a la calesita de Sarmiento a través de un playlist. Porque siempre estoy volviendo. Canté Parchis en cassette, bailé Xuxa en CD, caminé con mi mp3 lleno de Amar Azul, hice fiestas con cumbias bajadas del Ares y culminé pagando Spotify. La viví. ¡En sus caras, fuckin´millenials!

En la caja 4 acerté con una sortija carcomida. Esta vez perduró en mis manos además de una deshilachada camiseta de los camboyanos que bien podría ser del Sr. Tomate. El novísimo calesitero, melómano y matancero. Cuervo hasta las muelas. El único testigo de mi peripecia por Juan XXIII.

Dicen que Tomate conserva el mismo atisbo sostenido del verano del 83. El loco Julio encontró sus vinilos en un caballo gris despintado con un ojo mocho que aún conserva el porte de los años mozos y se esfumó como una nube de humo entre un tanque de guerra y una lancha naranja. Me los vendió a buen precio. 

Hoy es lunes. Los lunes por la noche me dedico a reorganizar mi colección de discos. Es una cosa que suelo hacer en época de altibajos emocionales. Habrá quien le parezca una forma bastante aburrida de pasar una velada, pero yo no estoy entre ellos. Mi vida es mía, es ésta, y resulta agradable sumergirse en ella hasta los codos, tocarla con los dedos mientras el pico galopa por mis entrañas.

Hace frío en el cuarto y en el coraje. Retiro con torpeza un vinilo del envoltorio. El winco pulsa sin wi fi mientras la púa traza el camino de las canciones y no se detiene por las publicidades de spotify. Las melodías se escurren sobre los cauces de una circunferencia renegrida que emula un mándala sonoro. Gana el track número seis: «Old Man». Demasiado folk para ser folk rock, demasiado folk rock para ser folk. De nuevo aparece esa receta que Neil Young dominaba a la perfección y a la que jamás quiso renunciar.
La voz del viejo Neil abriga la habitación con la ayuda de dos ladrillos refractarios. Semidopado, absorbido y algo afiebrado entrecierro los ojos. Cuando la púa alcance el track diez será el momento de soñar. El disco «Harvest» suena el tiempo que tomo en desprenderme del viaje y del recuerdo de Camilo Sesto, Manolo Galván y del Sr. Tomate & Crazy horse, la banda de sonido de mi infancia.




27 de mayo de 2017

MANUAL DE PERDEDORES 27-05-17



FM 107.1 


Manual de perdedores | sábado 27 de mayo.

Recordamos en un relato al video Club “Victory” de Barrio Sarmiento con música de The Velvet Underground y Lou Reed. En Literatura de todas formas hablamos de Andrés Caicedo. El primer hípster latinoamericano que en la Cali de la década del setenta (muchos años antes de facebook y youtube) el escritor lo sabía todo sobre literatura, cine y The Rolling Stones. Inauguramos la sección “Abrazo de Gol”. Guillermo Riccio nos trajo en esta primera entrega Historias Negras Del Fútbol Argentino del gran Alejandro Fabbri. Un cierre con Eduardo Galeano y musica de Mano Negra para concluir con el capítulo 34 de este globo de emociones llamado Manual de perdedores.




SI TE PERDISTE EL CAPITULO 34 PODES ESCUCHARLO



10 de agosto de 2016

TOMO AUTO




`Tomo auto´ reza un pelpa
regentea el Horacio.
con un viaje e gambamedia
garpo morfi y el escabio.

Apolillo en la agencia
tengo bulo, chupi y amparo,
dos loros y un perro viejo
aguantan cuando me mamo.

Miro tele, fumo un porro
paranoico... descontrolo,
manija con el mono
meto viajes a lo loco.

Remiseando horas y horas
busco y busco la milonga,
un paragua travesaño
resultó ser el poronga.

Dos guachines me descansan
y punguean mi tarasca,
me metieron un corchazo
me tiraron a una zanja.

No aparezco, todos buscan
me atinaron los ortivas,
una piedra en la guantera
y el paquete de la seda.

Mi reemplazo llega al toque
cartel nuevo: busco coche,
me velan en la iglesia
mi verdugo está en su pieza.

Filtra el dato el rengo Lugo
cayeron con los chumbos,
sin golpear patotean
a quien salga lo cuetean.

El guachín está temblando
no hay pipazos ni ayudín,
el cagazo se apodera
es la muerte quien golpea.

Los cobani caen en banda
tiran corchos a mansalva,
salta el drepa y responde
 con una silla de madera.

Marchan todos hacia fuera
hay un cuerpo que es un asco,
la agencia es una morgue
nadie habla del chubasco.

“Subí la tele, que ya empieza
¡el programa del cabeza!”
El bailando está empezando
y a mí me están velando.

Son historias cotidianas
del suburbio y sus esquinas
No es de grupo la que tiro:
Una noche de Celina.