En su
última carta redactada el 24 de marzo de 1977, a un año de instalada la Junta
Militar, Rodolfo Walsh advirtió que los militares no derrocaban a un gobierno
sino la posibilidad del pueblo de vivir en un proceso democrático. Como todos
los días al bajar las escaleras del subte línea E me complace ver el
reconocimiento a través del nuevo nombre de la estación Entre Ríos - Rodolfo
Walsh.
Me
entusiasma por varias razones. Por un lado “Operación Masacre” llegó a
mis manos en cuarto año del secundario a través de Héctor Saldaña, profesor de
Lengua y Literatura. Lo asimilé unos años después -uno llega a ser grande por
lo que lee y no por lo que escribe, decía Borges- y me cambió la cabeza para
toda la cosecha. Walsh, se adelantó a su tiempo, dio cuenta del plan
sistemático de aniquilamiento y aseguró que la Dictadura “ha despojado a la
tortura de su límite en el tiempo”. No se equivocó tampoco al denunciar que el
gobierno militar no intervenía como árbitro entre “dos terrorismos” sino como
“la fuente misma del terror”. Walsh no dudó en dejar de lado toda su vanidad, y
puso toda su vida al servicio de una causa.
Vuelvo a Walsh; un decidor, periodista y escritor. El tipo que cifró el modelo
de investigación periodística más logrado tanto en Operación Masacre como en el
Caso Satanowsky. El hombre que hizo la denuncia más clara y específica contra
la dictadura empresario-militar. El intelectual orgánico que detectó la
invasión a Bahía de los Cochinos sin recursos técnicos pero con mucha inteligencia,
que supo poner en palabras lo que muchos pensaban y pocos decían. ¡Hay que
tener huevos para redactar y publicar esa carta Abierta a la Junta Militar!,
¡hay que tener mucho coraje realmente!
Cuentan las crónicas que el ex oficial Weber manifestó: “Lo bajamos a Walsh. El
hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo
cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta”. Ese árbol debe ser uno de los
que está en la vereda de casa, firme… Firme como las convicciones con las que
transitan los hombres y cuadros de fuste. Como principio no es poco. Falta
mucho por andar, pero por algo hay que recomenzar. La clave para la
inmortalidad es principalmente vivir una vida que valga la pena recordar cómo
fue la vida y obra de Rodolfo Walsh. Ayer, hoy y siempre a través de sus libros
y como cada mañana al bajar las escaleras de su flamante estación.