Hay viernes como hoy donde me levanto con muy buen humor y en general no sé el motivo. Los viernes siempre me gustaron, los aguardaba, hoy los disfruto desde temprano a la mañana, en una época el deleite comenzaba con la llegada de la noche. Con la información tomada del suplemento Sí! iba a ver bandas en vivo y lo que más esperaba eran las fiestas del Condon Clú. Unas fiestas que muchos recuerdan haber ido alguna vez, creo que no todos dicen la verdad. ¡No éramos tantos!
Un fugaz recorrido por la historia del Condon Clú trae a la memoria una Fiesta Chancha – con una cerdita de carne y hueso que sirvió de postre a los muchachos de la organización-, una Fiesta Negra, la Lucha en el barro, Fiesta de Circo con payasos, lanzallamas, hombres con látigos y equilibristas. Estas fueron algunas de las tantas fiestas que se sucedieron desde octubre de 1991, cuando el combo se lanzó a recorrer los barrios porteños.
Decenas de
afiebrados viernes, cientos de varieté exhibidos y miles de preservativos
repartidos. No hacían campaña contra el sida. Simplemente querían que no matara
y, a la vez, seguir pinchando.
Precios
populares que aseguraban la permanencia del Condon entre las preferencias del
fin de semana. El Condon Clú fue como un gran circo que se armaba en 6 horas.
Fiestas itinerantes (Villa Crespo, Estrella de Maldonado, All Boys, Ferrocarril
Oeste o la Federación de Box)
Patios, gradas y grandes barras. La idea era ir a bailar y sentirse libres de luces y rayos láser. A diferencia de los boliches, tenía mucho contacto y poca histeria.
En la puerta, las chicas con sus curvas justifican la entrada e iban calentando el ambiente, encaraban a los recién llegados con preservativos gratis en mano. Eran bailarinas, me acuerdo de una que me contó que estudiaba en la Escuela Nacional de Danzas. Se ganaba la vida haciendo varieté donde podía.
De las primeras fiestas donde éramos 600, 800 personas, cada viernes llegó a reunir entre 2 y 5 mil personas. Pocas eran las propuestas alternativas como estas fiestas que en los comienzos de los 90 logró sobrevivir a la dispersión, el conchetaje y sus jopos, la malaria del bolsillo y las garras de la moda.