Después
de la separación de los Kuryaki, Dante Spinetta decidió grabar un álbum
titulado "Elevado". Suena cool y elegante. “Elevado”. Elevarse no es
como señalaban en el barrio, agrandarse. Es tomar vuelo. El bueno de Cabral
exigía volar bajo y yo recuerdo que era la terraza el escenario donde
remontábamos los barriletes, forjábamos los incipientes asaltos y los tíos
improvisaban una parrilla para el asado de los domingos.
Es una
terraza íntima el escenario, el deck que nos delinea el universo de Diego. Una
terraza inmortal de madera natural elevada sobre el terreno que nos estimula a
trepar, acostarnos sobre el madero y observar al cielo azul.
Un deck
a medida de los melómanos, con bebidas, libros y un winco enlazado a un triple
de varias bocas. Vinilos añejos que se desplazan en el aire y emergen de su
embalaje e ilustran cada lado de este disco triple. Un All things must pass
made in Buenos Aires. Un viaje musical alucinante y literario al aire libre.
En el
Deck, una milenians recién llegada susurra una canción de Intoxicados y un
hipters rectifica la letra en su iPhone «…pero ahora no quiero hacerte pensar
porque pensar tanto no es bueno». Juntos van a buscar la canción en algún
vinilo. No la encuentran, pero queda botando “pensar tanto no es bueno”. A propósito
de los pensamientos, cavilo ¿Acaso estos discos fueron la banda de sonido de
tan buena poesía? Mientras aguardamos al anfitrión de la velada, me sirvo un
campari y estudio cada una de las canciones que inspiraron este Lado A. Diego
representa historias y revela que canción lo imbuyó a escribir. Es como un
random ensoñado donde taconea una radio sin operador. La voz de Diego nos
musita al oído sin ponerse colorado lo que brota de sus tripas, del alma, del
corazón.
Busco
en la discoteca del Deck mis coplas para emprender la escritura del prólogo
mientras arriban los concurrentes. Vienen de a una las copas, los simples y las
expresiones. Diego se ríe de sí mismo y juega con el lenguaje con un joint faso
finito troncho caño fasito chino churro univercho maría la tía damián hachís
cannabis marihuana neones en la mano. Tomo otro sorbo de mi campari para
restablecerme. Sentí en la primera poesía como un solo de doble bombo de Bonham
en el pecho, golpe a golpe.
Recorro
y disfruto del Lado A. Agradezco que existan escritores como Diego, con sus
frases, su eficacia poética que pacifica el vacío de la noche cuando estamos
solos en la cama y empezamos a mirar el techo; y en el techo no hay nada. Hay
solamente un techo. Esa distancia entre mi casa y una farmacia de turno en la
madrugada con un RP sellada con aceptados y recetados psicotrópicos alplaxes
rivotriles tranquinales foxetines quetiazics clonagines clonazepanes atenixes
trapaxes somits lexotaniles ¿rohypnoles? Me pregunto ¿existen aún?
Llegan
los primeros asistentes, y quedo retemblando mientras paso del campari al tinto
al tiempo que la alzo la púa. Sinceridad, insolencia y discos. Veo los simples
celosamente ordenados en un modular emplazado al lado de un macetero
morrocotudo. De a uno se van sumando los oyentes, los lectores, los
parroquianos. Tendrán que revelar solos, trepando las escaleras hacia el Deck;
abriendo las puertas de la percepción de un combinado para ir jugar el universo Tedeschi Loisa.
El
primer track del lado A comenzó a repiquetear y con Azules en el Deck bajo el
brazo, un efectivo lenitivo para el dolor, los espectadores se apropian de los
rincones. Desfilan entre las estrofas: Leonard Cohen, Joe Cocker, Tina Turner,
Sinead O’Connor & Rick Wright. David Bowie y Peter Gabriel. Quedo sacudido.
— El
problema de ustedes es que se toman todo muy en serio — me dijo la milenian
mientras corría mi índice por debajo de mi ojo derecho al tiempo que el hipter
sonreía. No quise ser mal educado. La miré fijo y le dije — A estos pibes los
vimos en vivo. — ¿A quiénes? — A Keith Richards, Rod Stewart y a Elton John.
Vos no. ¿Entendés?
Contamos
con esa ventaja. Podemos apreciar la poesía de Diego con todos los sentidos
encauzados al escenario, a las fibras más íntimas y al pasado sonoro de un
tiempo que perdura en cada párrafo.
Diego,
escala mansamente, permanecemos mirando embelesados. Reposa en un sillón de
mimbre. Nos invita a leer. Un tío que quedó allí, del tiempo de los barriletes,
que no renunció a aliñar el último asado, lee en voz alta. “¡La puta madre!
cuántas veces tendré que morir para ser siempre yo”. La lírica de Diego sublima
la poesía con descargas a 220 y el adaptador del I phone del hipter no aguanta
la andanada. Estalla. Diego traza apuntes marginales desde su pluma y el tío
lee con ímpetu “las palizas de mamá los encierros y palazos de papá. A nadie ya
le importa mucho más que enrejar la vida poner cerrojos a la esperanza”.
Garúa,
pero la celebración no se suspende. Antes que repiqueteen Yoko Ono, Jeff Lynne
y Tracy Chapman tomo la posta del winco y pongo un tango. “Como si Goyeneche
afilara un algodón con el adoquín de su garganta sin anestesia sin compasión”
Caras de extrañeza, no fue oportuno. Manotazo de ahogado y ensayo con algo de
Madonna. Llega un muchacho cuarentón. ¡Tengo con quien hablar! y expresa “un
pelo de Cobain trae más risa que esa música electrónica”
Diego
observa hacia abajo. Aguarda a alguien. Masculla “yo no te poseo no jamás,
poseo mis discos mis libros mis películas” Cry baby cry. El Deck no resistirá
por mucho tiempo. El lugar está colmado de gente “mientras las mesas se llenan
de palomas de tragos de sinrazones”.
No
pienso irme, saboreo de este ciclo (algo insólito) de lecturas. En casa me
aguarda el desierto. “Hoy ahora por un ratito puedo hacerle un guiño a la memoria…
aunque duela aunque llore aunque sangre aunque no pueda ya pararlo más”
Suena
“I got the blues” de los Stones. — Una declaración de amor en tiempo y en
espacio fueron tres cálidas maneras de despedirme de tu sombra — recita el
hipter y la milenians queda hechizada. Estoy solo, “soy agua me hago vinito un
rato para escapar del horno de la verdad”. Desentierro el escritorio de mi
trabajo, evoco la mierda en que la se acogió mi rutina y solicito a Diego leer
“la traición es no comunicar es decir sí mientras firmás un pero”. Agradezco el
gesto.
—Es
tiempo del LADO B— lanza Diego — Este lado del libro convendrá leerlo solos— Es
hora de salir. Lo saludo y le recuerdo que Peter Frampton y Ron Wood
audicionaron para el disco “Black and Blue” de los Stones cuando buscaban un
substituto a Mick Taylor. Quedo Wood por onda no por destreza. “cuando empezás
a darte cuenta que la gente se va ya es tarde”
—Seguime—
le indica la mileans al hipter — ¿cómo querés que encuentre tus
pisadas?—expresa el. Mientras taconea Stevie Wonder a punto de caer. No creo
que vuele nomás. Son las doce
llueve
en Buenos Aires. Suenan los sueños. Subo al 84. Cuánta chatura y me acuerdo del
tema de Porchetto… toda mi vida fui un rolling stone. Envío un snm porque este
ostracismo le dio color a esta vuelta de página. Releo en el colectivo. Llega
el LADO C. Llego a casa me acuesto a dormir y a salvo de todo lo que hace daño.
Titubeo
si efectivamente estuve en el Deck y “desde el llano todo suena tan rockero
todo suena tan real” Quizás fue “algo más que un sueño”
Me
acuerdo hace veinte años. Estuve en un ciclo de lecturas y discos. Un hombre de
unos cuarenta era el DJ. El tipo colocó un disco de Tom Petty. Ella “te
garantizo que se parecía a un ángel”. Fue “amor a primera risa”. Eso fue en el
2018, en la presentación de “Azules en el Deck” de Diego Tedeschi Loisa y desde
entonces pienso en vos solo pienso en vos despuntando desarmando desangrando
desenvolviendo desempolvando mientras los vientos tiñen estas páginas de azul.