La
rutina nos acarrea de las narices a un compás monocorde de bandoneón. Comenzó
la semana con un lunes de lluvia y aire fresco, en una ciudad húmeda y agitada
que coexiste y se tutea con los tacheros, los paqueros, los yuppies y los sin
techo del centro.
Decidí mirar al banco y jugar con el cinco. Agarré la agenda, busque en la D..."Don Domingo". Lo llame y pude escuchar un timbre de voz de esos que escasean en la ciudad. Esos timbres roncos de tabaco que atesoran ecos de un tiempo que ya no es y que tan bien encajan en una noche gris plomo, tan porteña, tan lunes, tan Buenos Aires.
Decidí mirar al banco y jugar con el cinco. Agarré la agenda, busque en la D..."Don Domingo". Lo llame y pude escuchar un timbre de voz de esos que escasean en la ciudad. Esos timbres roncos de tabaco que atesoran ecos de un tiempo que ya no es y que tan bien encajan en una noche gris plomo, tan porteña, tan lunes, tan Buenos Aires.
Para ser sincero, los tipos
como Don Domingo, con más de setenta abriles en el lomo, no esperan un llamado
en su día. Espera jugar en la primera de Boca, hacer saltar la banca del Casino
de Mar del Plata, tocar el fueye en el Sexteto Mayor o volver a caminar por
Sáenz hacia la iglesia de Pompeya con la Aurora de la mano.
-Por
fin lo encuentro, Don.-le dije.
-Nunca
estoy en casa, pibe.
-Llamé tarde los otros días y tampoco lo encontré.
-No
estoy. Hago tiempo…
-¿Tiempo?-
le inquirí.
-Sí, me
tomo el 85… Voy y vengo, voy y vengo. El último de las menos diez me deja en la
puerta. Bajo, me tomo un vermucito y al sobre, ¿tendes? y apolillo. Apolillo
hasta las 7 de la matina.- argumentó.
- No
debería andar tan tarde, Don.
- ¿Para
qué voy a ir a casa?
- ….
- Mira
pibe, Dios creó a la mujer y la mujer creó el hogar, ¿entendes?- sentenció
Domingo.
Cuando
colgué el teléfono, me quedé pensando. Recordé la noche anterior cuando dispuse
darme una ducha. Había olvidado subir la perilla del calefón. Ya estaba
empapado. Pensé que eso era la soledad. No tener a quién pedir que te suba el
calefón cuando estas en la ducha.
Domingo fue más allá con sus palabras. Me dio cátedra en una línea. Domingo fue y vino como en el 85. Mientras yo veía la vida desde la parada de Chiclana y Avenida La Plata, cogoteando para Sáenz con la SUBE en la mano.
Domingo fue más allá con sus palabras. Me dio cátedra en una línea. Domingo fue y vino como en el 85. Mientras yo veía la vida desde la parada de Chiclana y Avenida La Plata, cogoteando para Sáenz con la SUBE en la mano.
"Sin
la mujer, la vida es pura prosa"
Rubén
Darío