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26 de diciembre de 2022

MADURAR HACIA LA INFANCIA



«Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego» 
Leon Tolstoi









No voy a mentir, no tengo que mentir. Ya sé la verdad. Me lo dijo mi mamá cuando estaba en segundo. Mi papá se enojó porque mi mamá me lo dijo poquitos días antes de Navidad. "¿Qué te costaba esperar unos días?" En la carta de segundo te pedí que ellos no peleen. Quiero dos muñecos, dos porfa. Uno bueno y uno malo. Si me traes uno solo me aburro. No hay lucha. Yo quiero que mis muñecos peleen. Mi mamá y mi papá no, como te pedí en segundo. Ah, ¡Estoy contento, ya no pelean!
En el boletín traje seis sobresalientes. La seño y la directora me felicitaron. Mi mamá y mi papá también. Mi papá escribe historias. Yo le pregunté si te escribió. Me dijo que sí. "Mi primera carta fue a Papa Noel". Te pidió un playmobil y el muñeco de Han Solo. ¿Se lo trajiste? ¡ja!

No sé qué más era… Ah, lo vi llorar en el cine. ¿Eso te lo puedo contar? Ya sé que no existís pero, bueno, serías como un amigo invisible. O no, mejor se lo cuento al padre José. Me confesé con el padre. En cuarto tomo la comunión. Mejor te lo cuento a vos. Sí. Mi papá lloró. Poquito, era una gotita nomás.

Él no me vio me parece, estaba con los lentes. Fuimos a ver "El Último Jedi". Estuvo buenísima. ¡La mejor película del mundo! Papá compró para 3D con un solo pochoclo. Comió más que yo. ¡Le iba a decir!... Lo del pochoclo no... Me explicó. Siempre me explica lo de la plata. No tenía para comprar dos. Le iba a decir lo de la gotita pero... sonrió también. Fue cuando Luke lo vio a Archu. Le pregunté cuando se secaba las manos en el coso que sale vientito... Faltaba poco para que termine la peli y me dieron ganas de lo segundo...

— ¿Pa, porque lloraste?
— No lloré...
— Sí. Vi la gotita...
— Ah, sí, eh... Cuando Luke lo miro a...

— ¿Te puso triste?
— No, hijo. Feliz, me puso feliz… Vamos que termina...

                                                                                ***

Luke volteó hacia su derecha y levantó la capucha de su túnica. Allí estaba Arturito. Firme, como los amigos que están en línea cuando tu mundo se derrumba. Procuré que Valentino no me viera, me tapé la cara pero no lo pude evitar. Fue como revivir un abrazo de Ortega Sánchez con Perazzo. Arturito no le regañó nada: Los años de ausencia, las distancias forzadas por la coyuntura galáctica, ni las contradicciones de la trama. ¡Claro! Además de ser un androide, es un amigo. 
Pude ver el centello en la expresión del segundo robot más entrañable de mi infancia (el primero es Mazinger Z) en la pantalla del Cinemark. Fue como un chisporroteo imperceptible en la luz de su proyector holográfico. La última vez que los vi juntos en una sala fue en 1983 en el ex cine Gran Lugano. Pasaron treinta y cuatro años, los mismos años que nuestro país conquistó la democracia. 
El domingo fui consciente que no estábamos viendo una película más. No eran los Minions, ni los Vengadores. Allí estábamos paralizados y atentos en nuestras butacas. Padre e hijo forjando nuestra historia. Una película en estado presente. Descubrí el trapicheo de mi percepción escena por escena. ¡Con lo que me cuesta armar un full!


                                                                                ***

Observaba a Kylo Ren, el hijo de Han Solo, malmirado por su performance en el episodio VII y repasé ¿cuántos años residí atravesado por el lado oscuro? ¿De la fuerza? ¡No!, de una pulsión hacia una melancolía que me inmovilizaba en el tiempo. Kylo Ren mató a Han Solo atravesándole su sable laser. Yo maté al hombre que fui. Kylo es un niño herido. Creció con odio y allí reside su aparente poderío. Quise abrazarlo. ¡Estuve tan lindante a su actitud! ¿Cómo no entenderlo? 
Me acomodé en mi asiento y deduje que hoy estoy más cerca del tío macanudo que empuja a su sobrino a tomar vino con soda, guiña un ojo y sonríe exponiendo todas sus caries, que del niño lacerado, que perpetúa un reclamo en una repartición desprovista de mesa de entradas. Los tíos macanudos, especie en extinción, son como jedis mundanos que se esfumaron con los vecinos que pedían hielo, los piropos y las canchas de paddle. A veces pienso que somos sobrinos huérfanos de tíos retirados de largas mesas y parloteos familiares que se apagaron poco a poco y se encienden en la luz del chat del flamante iPhone modelo guachoguaresneik.  

                                                                                ***

Salimos muy felices del cine. Valentino compuso al tun tun unas alocuciones de los más disparatadas mientras retornábamos a casa. Es muy gracioso escucharlo fantasear. Prefiere los personajes que no hablan, le gusta montar su propio guión y conjeturar que expresarían si el imaginara el argumento. A Valentino los coloquios de conflictos de poder le cansan, porque no los entiende. Como esa gente que no exige saber de buena tinta cómo está concebida la Coca Cola pero la saborea de todos modos. Valen se llevó los lentes negros. Simulando ser ciego, clavó una imitación de Yoda memorable. No sabía si retarlo por el robo o reírme por el acting.

                                                                               ***

Con la saga de Star Wars descubrí que el cine es genial para transportarse hasta otros universos. Lo mismo que lograron Jack London o Stevenson en el campo de la literatura. George Lucas, el hacedor de las guerras de las galaxias, trazó sus "veinte verdades" starwarianas. 
Luke, en el episodio VIII, aprovechó el cambio de conducción  y resolvió dejar de lado los dogmas. Se retiró a un templo Jedi emplazado en una isla en medio del océano. Una especie de puerta de hierro con vista al mar donde meditar, acertar con el sentido de la vida y esperar la muerte. Allí fue encontrado por Rey, una padawan con afán de redimir el tiempo perdido. Rey trató de convencerlo para que abandone la isla y vuelva al ruedo espadachín. Luke, en un arrojo de enajenación prendió fuego los libros sagrados. ¡Se pudrió el rancho! 

Mientras rasgueaba estas líneas recordé al Skywalker de "A New Hope", un granjero indeciso y considerado con su maestro Obi Wan tan disímil a este Luke, experimentado y decidido, que le reconoció a Yoda que en su puta vida leyó los libros de la Orden Jedi. Luke, en una alegoría maravillosa, pateó el tablero, desenvainó su espada laser para iluminar el pasado con la luz del presente y partió sin bombos y platillos. 

                                                                               ***

Por lo antes expuesto, en un arresto de monomanía, decidí cometer mi acto de indisciplina navideña e interferir la carta de mi hijo:

Estimado Papá Noel, creo que me he portado bien el último año. Usted dirá. 
Le solicito me consigne sólo una caja de fósforos y una cuota de audacia. Resolví cauterizar mis libros para poder asumir nuevas enseñanzas. Desaprender lo aprendido. Esquivar los agravios. Madurar hacia la infancia, como el título de las obras completas de Bruno Schulz. Mis libros reales no se asarán en la hoguera. Quédese tranquilo. Sólo arderán en la fogata las hojas residuales con mis cicatrices rancias para transmutar en una rosa de cobre. Es por ello, camarada Santa, y extendiendo el patrón del maestro Skywalker, espero que escuche mi recado y ansío acertar ésta medianoche con la cajita de fósforos y un fajo de bravura junto al árbol de Navidad. 
No sé qué más era… Ya sé que no existe, me lo dijo mi madre cuando estaba en tercer grado pero bueno... ver es creer, pero sentir es estar seguro.

                                                                            ***


— ¿Pa, me puedo poner los lentes?
— No, Valen. Te va a hacer mal a los ojos.
— ¿No se puede ver la calle 3D? — me dijo riéndose.
— No, no… Si, se puede – pensé.
— ¿Con los lentes?
— Con otros lentes. Son unos que se forman en el ojo.
— ¿Cómo?
— Claro, se desarrollan con los años. Cuando cumplas cuarenta vas a ver la vida en 3D.
— ¡Dale, Pa! Decime la verdad.
— La verdad es esa. A ver ¿Qué es ver en 3D?
— No sé, como en el cine, eso.
— Es cuando ves alto, ancho y profundidad — dije gesticulando con los brazos — Yo solo veía alto y ancho…
— ¿Y qué es la profundidad?
— La profundidad es… es ir como Luke hasta una isla, lejos de todo y descubrir cuál es tu misión en la vida.
— ¡Dale! ¿Eso es la profundidad?
— Sí, algo así. Esa experiencia te ayuda a ver en 3D sin los lentes.
— ¿Y vos, fuiste a una isla, pa?
—  Sí…
— ¡Ufa! Porque no me llevaste? ¡Qué malo!
— Estuve en un lugar, pero no como el de la peli. Cerré los ojos, así, concentrado y fui a una montaña… Me la imaginé…
— Cuidad… — alcanzó a decir Valen y me tropecé con una baldosa floja.
—  … y te vi a vos, me vi a mí y pensé: ¿cuánto hace que no miro una película…? Quiero decir que miro y pienso sólo en la película y... nada más.
— …
— La respuesta fue... Fue hace treinta y cuatro años.
— Pero pa, es un montón. ¡Con los minions te reíste!
— Sí, es verdad.
—  Yo cuando miro una peli... miro, como pochoclos, tomo coca...
— Por eso fui a esas montañas, para volver a mirar como a los nueve años.
—  No entiendo.

Paramos un taxi en Puerto Madero.

—  Buenas noches. Hasta San Juan y Entre Ríos, por favor.
—  Pa, no entendí – insistió Valen.
—  Cuando fui a esas montañas, sentí paz y entendí que para ver en 3D, primero tenía que vivir mucho, vivir cosas quiero decir. Llegar a los cuarenta, tranqui, y volver a mirar con los ojos del niño de nueve... que fui.

El taxista abrió los ojos y me miró por el espejo — ¿Tiene cambio, muchacho? — me preguntó con inquietud.

—  Sí, tengo — respondí
—  No entendí nada, pa. Te quedabas en los nueve y listo — comentó mi hijo y el taxista largó una carcajada — ¿tenés plata?, ¿me compras una coca? — pidió Valen mientras descendíamos del taxi y se calzaba sus lentes 3D.
— ¡Muchacho, muchacho!
— Si…
— ¿Ésta caja de fósforos es suya?


Tomé la caja, la observé dos segundos y le retribuí el gesto de gratitud con una guiñada de ojo al tiempo que le acomodaba la capucha a Valen. En ese instante, mientras el auto se retiraba, pensé que posiblemente los tíos macanudos no se extinguieron del todo. Ellos vagan por una galaxia cosmopolita montados en trineos albinegros con una proclama en su delantera que reza: Libre. Libre con letras blancas sobre un fondo rojo purpúreo.







1 de octubre de 2019

SEGURA



Llegué a los catorce años plantado en el metro setenta. En cambio "el negro" Segura había pegado el estirón. El negro jugaba de dos. Éramos la dupla central del equipo.

Las pelotas que me superaban eran rechazadas por mi camarada. Jugábamos de memoria: Stopper y libero. Central y último hombre. Ganamos la titularidad desde la novena hasta la cuarta. Unas semanas antes de saltar a tercera mí camarada se fue a Talleres de Córdoba. Hasta hoy no había escrito sobre él.

¿Acaso los escritores cumplen una especie de condena divina? ¿Estamos sancionados a narrar sólo sobre las privaciones?

 

***

2

 

Louis Carroll, el creador de Alicia en el país de las maravillas, se preguntaba: ¿Quién soy en el mundo? Ese es el gran rompecabezas.

¿Acaso sea el punto faltante, la pérdida y la ausencia el motor para invocar a las musas?

¿Acaso la mañana que ya no advierta los bronces de la puerta de entrada resplandecer con el reflejo del sol nazca un nuevo relato? ¿Acaso echaré de menos a Norita cuando se jubile?

Tanto el negro Segura como Norita la encargada del edificio, son héroes anónimos.

 

***

 

3

Desde chico escribo casi todas las semanas. Mi primer relato nació mientras escuchaba The Wall. Unos párrafos de dolor que desterré con la fatal secuela de una deserción. El dolor verdadero es tan raro como el amor verdadero.

Una gran pérdida fue el ingenio inconsciente para contar sin saber hacia dónde ir.

Tengo muy presente la primera escucha de The Wall. Mi duda fue: ¿Por qué querría Rogers rodearse de un pared, esconderse, amurallar la cara oculta de sí mismo para desde ahí, ponerle música, voz y cuerpo a su propio fantasma?

 

Años después entendí que el disco es una profunda reflexión y Roger, comprendió la importancia central de la figura del viejo y le permitió que prosperara una obra fundamental. Un padre abatido en una batalla durante la Segunda Guerra Mundial cuando Waters tenía apenas seis meses. O, todavía más drásticamente, la ausencia de su palabra.

 

Escribimos para poner palabras donde no estuvieron.

 

***

 

4

— Salí, mía, tuya — me gritaba Segura. Tres vocablos componen una historia: «Salí, mía, tuya». Fin. ¿Porque no más palabras? Porque no hay nada pendiente.

El negro jugaba de primera y Norita le saca brillo a las barandas hasta encandilar y Rodo el ferretero indaga un tornillo que se desplomó de un cerramiento y lo investiga como si fuera un pedazo de meteorito para ofrecerme las arandelas adecuadas. Todos ellos son personas con amor hacia su destino. Personifican la introducción, nudo y desenlace de una realidad sin vueltas.

Estoy lejos de ser Bob el constructor. Para el mal oficial no hay herramienta buena. Construí relatos y paredes ficticias desde muy chico. La radio hoy me permite leerlos y así, derribar ladrillo a ladrillo una reclusión arrolladora. La radio derriba paredes.

 

5

La pelota rueda en este programa que pronto cumplirá un año. Se viene un cambio de frente y la bocha me gana por arriba. Nene en la coordinación de piso dice — Mía — y Diego Lizarazu en la operación técnica apunta: ¡Salimos al aire!

Siento que mi voz se construye del relato del niño que comprende que la herencia de su padre ha sido in-suficiente.

 

Daddy's flown across the ocean/ Leaving just a memory

Papá voló a través del océano / dejando únicamente un recuerdo /

All in all, it was all just bricks in the Wall

Simplemente, un ladrillo… otro ladrillo en la pared.





El nombre del blog surge de una frase que me dijo un técnico 
cuando jugaba en baby fútbol: "jugala segura, al piso, de rastrón".




22 de septiembre de 2019

EL TANGO QUE OCULTAMOS MEJOR




“Mi rebelión ya no aclara mi mente.”
CS




I
Son de esas tardes que tengo alguna certeza que la tropa está ordenada, las cuentas pagas y serpenteando llegaré al 30. Son de esas tardes que miro a Valen y me pregunto si es oportuno tirarle información recargada por el estado de las cosas.
“Si me pasa algo llama a… No, no… Algo digo. ¡No!, está bien… no me va a pasar nada. Si papá es inmortal…" ¿qué estoy diciendo? En definitiva nada tiene significado en el momento en que perdemos la ilusión de ser eternos.


II
Son de esas tardes en las que evoco los sábados de fútbol y boliches bailables. El sábado es el día más sobrevalorado de la semana.
¡Cuánta intranquilidad antes de un partido! ¡Cuántas caras lánguidas en las tribunas al encuentro de una victoria! Contornos inmutables sobre el tablón con la ilusión que ganemos un puto partido y así justificar nuestras vidas.
Mientras recorría el pasillo hacia el vestuario advertía con aflicción la cancha de bocha desmantelada y las vitrinas de trofeos oxidados.
Cuando jugábamos de local sacaba los laterales al lado de la ventana del buffet. Al asomarme trepaba por las rejas corroídas la frustración de los vitalicios, el infortunio de las horas en la fábrica y la rutina de sentarse en un escritorio ocho horas por día. Al sacar, expulsaba no sólo la pelota. Arrojaba la idea de “yo no quiero ser esto”.
Si el esférico no llegaba a un compañero se oían bufidos de esas almas deslucidas.
Los sábados de fútbol eran una excusa para esquivar el hastío y el absurdo del propio destino. Ni un gol de media cancha, ni la copa tan apreciada, ni la muerte de Omarcito, el buffetero, nada de eso tenía la suficiente importancia. La angustia existencial de los fines de semana enlodaba todo el club.


III
Son de esas tardes que no distingo si el sol irradia o llueve. Son estas tardes que uno quisiera volver a ser joven. ¿Joven? ¿Para qué? ¿Para sobrellevar desde la alborada el rechazo que mora al anochecer cuando las chicas agraciadas te dan la espalda?
— ¡Por fin viernes! — escribe el gordo Orly en nuestro grupo de whatsapp.
— ¿Para qué, Orly? ¡Explicame, gordo!
¿Para ahogarnos en maratones de netflix que nos hacen olvidar que tenemos unos laburos de mierda, donde ascienden los mediocres y los versados naufragan en el estigma de no humillarse para ganar una moneda más?


IV
Hago zapping y ruego escuchar una verdad. ¿Para qué? A veces buscar lo que es verdadero no es buscar lo que es deseable.
— ¡Si tuviera veinte, che! — insiste el gordo, mientras comparte un video zarpado.
— ¿Veinte años?
— Sí, loco.
— ¿Para llegar a la puerta del boliche y que nos saquen a patadas en el culo por no vestir las pilchas que hay que tener?
— Es un decir, mi amigo...
— Volver al barrio y que tu viejo te pregunte: ¿Qué pasó? Pasó que no me disfrazo como esos chetos del orto. Porque me gusta el rocanrol y me gusta vestirme así. Porque la mina que me mueve la aguja va a ese boliche y la única manera de decirle que me gusta es dado vuelta, desinhibido por el escabio, con una luz de mierda, la música ensordecedora y el vaho de una humareda blanquecina — escribí como con un revolver cargado.
—Es verdad — siguió Pochito — Y sale una chamuyo flaco: —Me aburrí, pa. La música no me copa tanto.


V
Una vez más el vacío se apodera del medio campo y nos lleva a un lugar de no existencia, de no saber cómo seguir. La adolescencia es atractiva para la publicidad, no para la vida real.
El sobrepeso o la extrema delgadez, el acné y los aparatos, los pies chuecos o un corte de pelo incorrecto nos despachan directamente a ese distrito donde residen lo que no cumplen con el canon de perfección. Ahí es donde el bullying echa raíces.
A veces pagamos un precio altísimo por pertenecer, por estar en compañía.
Después volvemos al encierro y pide pista una visita inesperada: el vacío. Caigo en la trampa de no saber ni quién carajo soy, ni para qué existo. Ni a dónde voy o debería ir.
Pero ¡qué asombroso es perderse estoicamente entre los brazos de ese vacío que no nos exige sabiduría! Dejarlo pasar para que se lleve nuestro ego de la mano y no pensar en el mañana.


VI
Sólo hay que dejar ese espléndido vacío para que se llene de conciencia, que no es más que respirar el aquí y el ahora. Sentirse menor es lo más grande porque no te queda otra dirección que mirar hacia arriba, como cuando éramos pibes y contemplábamos el mundo que cada día era nuevo.
Ese vacío existencial que a veces me visita, me presenta de nuevo:
— Hola, te presento a Raly… Raly te presento a...
Entonces comprendo que en realidad no hay vacío, no hay soledad, no hay espacio ni tiempo carente de sentido porque en la naturaleza, se da todo lo necesario para conocer y sentir nuestra propia alma.
Una vez superada esa pantalla, se vive con tranquilidad cada una de sus visitas. El vacío puede ser una compañía que colma más el espíritu que algunas presencias.


VII
No hay nada más desolador que juzgarnos extranjeros en nuestro lugar. Considerarnos solos en compañía debe ser una de las cosas más angustiantes que nos toca vivir.

La angustia es el vértigo de la libertad ¿Cuál es el primer deber del hombre? La respuesta es muy breve: ser uno mismo. A pesar de los juicios tajantes de quienes sólo observan, del bullying, del video de Orly, del patovica vigilante y los vitalicios. “Ya no me importa el qué dirán y de las cosas que hablaran. Total la gente siempre habla” reza el tango. La gente es extraña cuando uno es extraño, por eso, siempre, siempre, vale la pena ser uno mismo.


Texto leído en Manual de Perdedores





1 de junio de 2019

MODERN TALKING




Hola. ¿Es por acá? Hola, hola. Perdón. Permiso. ¿Puedo sentarme? Muchas gracias…

Raulito, no sabes lo bien que se escucha. No hay interferencia. Sale bárbaro.
Escúchame. No lloriqueen. Estoy bárbaro. Estamos bárbaro todos por acá. Adivina ¿quién está en mi sala? Sí, sí. Y con las dos piernas. Me pregunta porque no le contestas. Me pidió que bajes un poco. No hay señal si no bajas un cambio, no hay señal.
¡No sabes lo que es esto! Ya no hay dolor. Acá el efecto de la morfina no existe. La paz llega al distinguir el aurora.

Hoy me dieron la bienvenida y me invitaron a ver el primer amanecer. ¡Qué colores! ¡Por Dios, santo!
No me duele nada. Es más, puedo volver a bailar.

***
No necesitamos Spotify. Basta con decir Modern Talking y suena. No molesta a nadie.
Vamos a poder comunicarnos si vas a la radio. De otra manera será imposible. No dejes de ir a la radio. Somos muchos los que te escuchamos. Hay un oyente que conoces bien que repite los programas de memoria.
Ya me hice amigo de varios serafines, se ríen, cantan. Son un plato. No sabes. ¡Hojaldre! También están los más serios. Pero son los que dicen la posta.
Con todo lo cursi que pueda sonar pero es así: Acá solo llega lo que dice desde el corazón. De otra manera llega un eco velado que se filtra en una bruma enorme y muere ahí.

Deja de pensar tanto, de armar tanto el programa. Déjate llevar. Como en Saint Thomas. ¿Te acordás del Negro Maikel? ¡Qué lindo bailaba!;!qué lindo che! Como tu vieja cuando corta el pelo con tanto amor. Eso llega, Raulito, eso llega.

Tengo crédito para pocas palabras, pero si se corta no hay problema. El sábado que viene me vuelvo a comunicar. Vos sabes que acá son muchos los que aprendieron a meditar. Yo pensé que estaban dormidos, pero no. Acá nadie duerme. ¿Para qué? Si es como vivir en un sueño.

***

Cuando meditan se comunican en ocho gigas con sus seres queridos y salen unas charlas increíbles. Hay un tablero de llamados. De cada diez llamadas, nueve son con chicos, locos y borrachos. Con los que corren, a los que viven en pisos céntricos, regando flores de plástico y pendientes del teléfono la comunicación se complica más. No te conviertas en esos tipos porque ya no podremos hablar más. Tira a la mierda esas pilchas. Manda a la mierda a quien te joda, porque si no te haces mierda vos, eh. Y esos giles, esos giles siguen como si nada. Hacelo hoy mismo. No esperes más.

¿Te puedo pedir una canción?, ¿Te animas con un tema para arriba? Decile a Pato que es solo por hoy. Dame la posibilidad de escuchar una canción que nos haga bailar.

Mira que el quía tiene las dos gambas otra vez. Y te sigue, te sigue pero no en el facebook ni el instagram. Te sigue cada vez que conectas con vos. Con vos mismo.

***

Voy a cerrar los ojos, Raulito. Voy a sentir el tufillo de la ropa recién planchada. Voy a sentir la fragancia del Old Spice regando todo el ambiente. Veo como se vuelven a abrir las puertas de Zodiaco y City Hall para nosotros. ¡Salimos en caravana otra vez! Me calzo los pantalones blancos, pinzados. La camisa de bambula verde agua y los mocasines lustrados. ¡Dale, cerrá los ojos conmigo! Vamos ahí, donde fuimos felices.

Salgamos del fango y acerquemos a la orilla como propuso Camilo. Acá no hay caminos de brasas. Te invito con un licor de chocolate y un toque de whisky y a bailar Raulito, a bailar. Espero caigas pronto que esto se acaba rápido. Enamorate, baja la guardia ¡Ya está! La guerra de Vietnam terminó. Acá me apuntan que los que se enamoran, los que aman profundamente nunca envejecen, pueden morir de vejez pero mueren jóvenes ¡Gracias Langa! Lo tengo al Langa al lado, ¿qué me contas? ¡Qué rápido se acabaron los cartuchos pero qué lindo es saber que puedo hablar a través tuyo!
***

Sé que hoy está Camilo en el estudio. Decile que el claun y Soriano escribieron varias novelas y se la pasan citando frases de Gelman. El claun concretó su proyecto y el campeón entrena como nunca. El facha acertó con un espejo. No quiere verse mal ni acá arriba.
El Tuki llego el martes, compartimos pieza. Un crack. Teo promueve a quienes le gusta pintar, tiene un taller de seis a siete de la mañana. Las nubes que podes distinguir en el horizonte cada mañana son pinceladas de los alumnos de su taller. Tomapavo´

Ya entré en confianza. Nadie mira mal. Ya no hay de qué preocuparse. Ahora puedo sobrevolar por Avelino Díaz y por la Bristol sin SUBE. Soy libre, Raulito. El barrio se ilumina y la noche se hace día. Brilla como un árbol de navidad.
No pierdas de vista a July. ¡No sabes cómo te necesita! ¡No sabes! Lo último que te voy a pedir:
En cada mesa que te toque compartir. En cada lugar que vayas y se arme la ronda… Contá, relata, narra algunas de nuestras anécdotas. Recordá con una sonrisa lo vivido y así nosotros vamos a estar siempre. ¿Se entiende? Así como nosotros no podemos comunicarnos con quienes no bajan de la ruedita de hámster que los lleva derechito al hospital. También nos apagamos sino ya no nos recuerdan, y si el recuerdo viene con lágrimas sabremos entender. Pronto serán sonrisas.

Me dice el campeón que a las historias también le podes poner chimichurri —¿Cómo es campeón? ¿Lo digo yo?: Los recuerdos son una forma de aferrarte a las cosas que amas, las cosas que sos, las cosas que no quieres perder. Pero ojota, el que vive de recuerdos arrastra una muerte interminable.

Anda, comete la cancha. Ya son las once. Raulito querido… Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Todo lo que está en medio es un regalo. Y para mí es un regalo haberlos conocido. Haber tenido los hijos que tuve y siempre tendré. Vincent me hizo un lugarcito entre sus bastidores y coloqué las fotos de Pauli y Nico en el centro.
***

Escribite algo para el arranque de hoy, ¿te animas? Confío que serán palabras que me harán sentir que estoy ahí con ustedes.
Ya prendimos los parlantes. Parece que esta vez las palabras llegaran desde el corazón y cuando es así las palabras suenan en stereo, enérgicas, contundentes y sentidas.
Hasta el sábado que viene. Yo te sigo esperando, porque nada me apura y algún día todos vienen para acá.




14 de mayo de 2016

ROMANCE EN LA BARRA





En un bar de Boedo
- Cuando era chico jugábamos por la coca, ¿sabes lo que era tomar una coca, July? 
- ¿Qué era, pa? 
- ¡Era la gloria! 
- ¿Me compras una? 
- Ahora no, vamos a tomar la leche. 
- ¿Pa? 
- ¿Qué? 
- ¿Es difícil jugar como Ortigoza? 
- Sí, es muy difícil pero si la querés a la pelo ella te va a querer a vos. 
- ¿Cómo? 
- No te la saques de encima, cuídala, acariciala.
- Es una pelota, pa.
- Sí, ya sé hijo. Mirálo al gordo cuando juega... Donde cae la pelota, hay juego. 
- La pelo lo quiere, pa.
- ¡Sí, claro! La pelota siente paz.


Pedí dos medialunas, una para cada uno. Me parece que a partir de hoy la caprichosa y Julián comenzaron un romance. La pelota pasó de ser un juguete a una amiga que de ningún modo hará nada que él no le pida.