La
historia se remoza cada año. La canción es la misma. La ciudad amanece en
instagram y se apaga en el nuevo Samsung Galaxy. Y siempre están ellos, los sin
techo, los outsiders del sistema, los que miran con ojos ensombrecidos de
resignación.
Espero que hoy cuando levantemos nuestras copas celebrando la nochebuena, recordemos también que hay mucha infancia dispersa por la calle sin copa y sin esperanza.
Que el 2015 traiga consigo una sociedad más equilibrada y más igual. Ese es mi
deseo para éstas fiestas... ¡Salud!Espero que hoy cuando levantemos nuestras copas celebrando la nochebuena, recordemos también que hay mucha infancia dispersa por la calle sin copa y sin esperanza.
Llegué
al locutorio, el 4G en la ciudad funciona cada vez peor. Pedí una computadora
para revisar el correo y salvo una, estaban todas ocupadas. Me ubiqué al lado
de dos adolescentes, tendrían entre quince y dieciséis años, y mientras abría
la página de yahoo, una de ellas dijo - Che Fla, esto no termina más, hace diez
minutos que está descargando el programa.
Pensé
“estas computadoras deben ser muy lentas, reviso los asuntos en los correos
recibidos y si tarda mucho me voy”, pero la voz de esa chica rebotó en mi cabeza:
¡Diez Minutos! Giré y pude ver la impaciencia en sus rostros y mi necesidad de
leer los mails quedó en un segundo plano. Recordé algunas esperas que tuve en
mi vida, las que me contaron y las que leí.
Una
seguidilla de anécdotas resurgió en mi mente. Como un tranvía descarrilado a
toda velocidad me fui de las vías y llegué hasta Fabio, el flaco Fabio y su
relato recurrente: cómo desde la ratonera en Malvinas esperaban alguna
directiva de sus superiores, mientras escuchaban los estallidos de bombas y el
vuelo rasante de los aviones ingleses. Si bien estuvo en las islas sesenta
días, describía esos momentos como eternos. Irrumpe otro recuerdo: los ojos
vidriosos de papá luego de la derrota de Italo Luder ante Alfonsín. Esa noche
escuché por primera vez que tuvieron que tolerar dieciocho años para volver a
nombrar a Perón. Hasta acá creí que lo peor que podía esperar era el 91 ramal
Sarmiento. El mismo trip me condujo a la imagen de Luisito, que recién pudo
conocer a su viejo a los seis años. Esperaba ese día con tantas ansias y yo no
podía comprenderlo, creo que ninguno de los pibes de la cuadra entendía su
sentimiento. Luisito lo idealizaba, siempre nos decía "Va a ver que cuando
vuelva mi papá los va a caga´ a palo".
La
última vez que lo vieron por el barrio, fue en los campeonatos Evita de fines
de los setenta. Pancho, como le decían, era wing izquierdo, tenía una estilo
muy personal. Una mezcla de loco Houseman por la insolencia en su juego y el
gringo Scotta por la pegada fornida. Me contó el tío Juanqui que la final del
torneo se jugó en La Noria, atrás de las piletas. Un partido chivo entre Las
Achiras y Urquiza. Finalizó dos a dos. Luego de un alargue enredado (con el
público dentro de la cancha) llegaron los penales. Pancho definió la serie picando
la pelota por encima del arquero. Francisco volvió una tarde de Navidad. El
mito ya no era aquel wing izquierdo. Era un tipo desairado y de aspecto
abandonado. Apareció en un Dodge Polara. Nunca voy a olvidar la cara de ese
pibe de seis años; era todo felicidad. Las dos
amigas sentadas junto a mi box finalmente lograron descargar el bendito
programa. La espera que fue motivo de tanto fastidio e impaciencia llegó a su
fin. Pensé: “ellas pueden instalar o desinstalar cuando quieran, en cambio en
la vida real no existe el CTRL+Z (Deshacer) y tampoco se puede resetear o
reiniciar siempre, hay momentos que cuando se pierden ya no vuelven más”.
Comprendí, en ese momento, la angustia de Favio por no recibir una directiva en
la ratonera y el desaliento de mi viejo ante una derrota electoral. Pero sobre
todo recordé el Dodge Polara con Luisito y su papá, en esa Navidad tan
esperada. Ellos dos juntos otra vez. Quizás Pancho no sea el mejor ejemplo para
un pibe, quizás no debió picar la pelota sobrando al rival, quizás no debió
irse un día para no volver. Las viejas del barrio siempre cuentan muchas
historias poco verosímiles alrededor del padre de mi amigo de la infancia. No
lo sé. Lo que sí sé es que fue el mejor regalo para Luisito en la navidad de
1987.
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