En el último tiempo se dió un fenómeno inédito en la radio, tanto en AM como en FM. Los dueños de las emisoras convocaron periodistas, animadores, actrices y actores que han hecho su carrera mayormente en la televisión para sumarse a la programación de sus medios de radiodifusión.
Vivimos en una era donde la imagen tiene mucho más fuerza que la voz. Sin embargo, en la radio a diferencia de la tele, el uso del lenguaje es preponderante más allá de las artísticas, los efectos y los separadores. La elección de las palabras es lo que hace que la alocución tenga un rango mayor y por ende más escuchas.
La importancia de la lectura se plasma al momento de hablar en general y frente a un micrófono en particular. En ese sentido, la radio nos permite enfocarnos puramente en el discurso sin pensar en nuestra imagen. Por su parte, en los medios gráficos, las plumas de grandes escritores son la garantía de toparnos con textos de fuste, en muchos casos, de personas que no conocemos su rostro.
Somos muchos los que vamos detrás de una firma más que de un medio: Tamara Tenenbaum, Martín Rodríguez «Tinta Limón», Martín Zariello «Ilcorvino», Ezequiel Fernández Moores, entre otros, son periodistas que logran una semblanza de alto vuelo, como nos pasaba hace más de una década con las contratapas de Juan Forn en otro Página/12.
Soy de los que examina y busca encontrarse con una crónica con huellas de finura. Algo bien contado me cautiva. Somos oyentes ávidos que esperamos que nos cuenten una buena historia.
El micrófono nos deja expuestos, como el salto del escritorio al diván en las sesiones de terapia. La mirada del analista intimida. Sentimos que estamos rindiendo un examen.
En cambio en el diván, recostados mirando el techo, uno siente la sensación de libre albedrío. El pensamiento juega y se desliza en libertad. Podemos palpar las guaridas del inconsciente y es allí donde los síntomas afloran en párrafos descargados al techo y atenúan la angustia.
Algunos piensan que el grito de la multitud en un estadio es como un diván. Insultamos al árbitro, rechazamos un fallo pero en realidad no es el árbitro y no es el VAR lo que jode. Hay allí un malestar y un significante escondido.
Vuelvo a la radio. Para quienes estamos al aire, lo mejor que nos puede pasar es recibir una devolución de los oyentes “yo también me pregunto ¿adónde irán a parar las bolitas lecheras perdidas en las mudanzas?"
Lo asombroso de la radio es que lo dicho evoluciona hacia un lugar que nos resulta familiar. Imagino a la radio cómo los bodegones dónde todavía podemos ordenar un guiso de albóndigas con fideo moñito hecho en el día. Imagino a la radio como las almacenes de barrio donde aún nos topamos con un trato personalizado y una escucha sincera. Me imagino a la radio y pienso en los mensajes de Norma del Puerto, Paula de Chauvin o Josefina de Las Dalias.
En la radiodifusión hay algo de lo artesanal, de eso que tiene una dedicación y una gestación más cercana al orfebre que a la elaboración industrial.
Si todo terminara como presagian las
películas de apocalipsis y tendríamos la opción de encontrarnos con un objeto, me gustaría que sea una Spika cómo elemento de resistencia humana y una voz transmitiendo en vivo. Nada grabado, porque hay algo de la magia del vivo que es irremplazable.
DELIVERY
Podemos pedir una pizza por una aplicación, incluso podemos solicitar que nos envíen un libro, pero no podemos pedir que nos manden un abrazo.
El hecho artístico una vez más nos revela que la radio nos trae de regreso a la mesa larga, al café mano a mano para recuperar la conversación como una forma de curar las heridas, como una ambulancia que llega a los oídos y nos auxilia del tremendo silencio de la soledad.
Voy a la radio con la esperanza de correr del centro de la escena a "lo no dicho". Ese señor pacato con pretensiones high class, con petulancias severas e impiadosas, crueles y categóricas.
Para terminar diría que más tarde o más temprano llegará nuestra propia señal de ajuste. Espero que el silencio del final nos encuentre con un te quiero entre los labios. En definitiva el amor es el único sentimiento que nos salva. Un sentir más cercano al decir que al aparentar.
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