Hay maestros que enseñan materias, y hay maestros que enseñan a mirar. El profesor Luis Casinelli, desde aquel primer año, hizo del pizarrón un horizonte, no un muro. Julián aprendió literatura, sí, pero aprendió algo más grande: que la pedagogía es un arte, y que enseñar no es llenar cabezas, sino encenderlas.
En estos tiempos donde se les pide a los chicos que dejen sus pantallas, pocos se preguntan qué les damos a cambio. Casinelli lo sabía: les dio palabras vivas, preguntas abiertas, una voz que valía la pena escuchar. Por eso todos miraban al frente, no porque debían, sino porque querían. Porque usted hizo del aula un lugar donde todavía vale aprender.
Se lo va a extrañar mucho, profesor. España gana un maestro, pero en Villa Lugano queda su huella, su modo de enseñar, y un alumno que lo recordará siempre.
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