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30 de junio de 2020

MIRADA DE NIÑA



FRACTURA //// 27.06.2020


Igualdad de género y dictadura militar con mirada de niña


Fractura, suplemento literario de APU, conversó con la escritora y Licenciada en Ciencias de la Educación, Mercedes Pérez Sabbi. Entre otros temas se refirió a su novela Manuela en el umbral y a su gestión como coordinadora del Plan Nacional de Lectura.



Por Julián y Raúl Haurat
En diálogo con el programa radial “Manual de Perdedores” (FM Zoe 107.1) y Agencia Paco Urondo, la escritora y Licenciada en Ciencias de la Educación Mercedes Pérez Sabbi, nos contó sobre su infancia en Acassuso y su abuelo poeta. Su paso por una compañía de seguros, sus vivencias como maestra en la Matanza subterránea y el proceso creativo de Manuela en el umbral, una ficción que abreva en una realidad trágica de una niña en la dictadura militar. Hablamos también de Dos asesinos, un muerto y tres obleas, una novela policial donde tres preadolescentes de clase media sobrellevan la experiencia de conocer el hondo bajo fondo de vivir en la calle. Además de su gestión como coordinadora de proyectos y programas del Plan Nacional de Lectura.
Algunos de sus libros son: Florinda no tiene coronita, Sopa de estrellas, Carmela y Valentín, Mi insecto interesante, Nos vamos, nomás, nos vamos, ¿Dónde está la pequeña Zi zi? Manuela en el umbral es parte de un informe especial de “Leeme un cuento" sobre la literatura infantil y juvenil y la dictadura en Argentina. Además, Mercedes escribió De palomas y cenizas, una novela que aborda el bombardeo del ’55.


Los comienzos
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo nació tu deseo de escribir y cuánto influenció crecer en casa de tus abuelos?
Mercedes Pérez Sabbi: Es una pregunta compleja. Una puede decir que desde la primera infancia me gustaba la lectura, inventar historias, pero dedicarme a escribir yo creo que es la siembra de mi abuelo. Nací en Acassuso, en la casa de mis abuelos paternos. Mi abuelo que se había jubilado, estaba conmigo las veinticuatro horas del día. Él me puso el nombre Mercedes. Mi abuelo era un poeta, ferroviario, señalero, que entre señal y señal, entre la banderita roja y la verde, escribía poemas. Mucho tiempo fui el centro de sus poesías y sus relatos. Ahí supe que la palabra tenía peso, tenía valor. En los encuentros navideños, éramos como veinte reunidos a una mesa muy larga y mi abuelo leía sus poemas. El silencio era absoluto. Las palabras de mi abuelo eran sagradas, y la persona que nombraba en ese poema, se sentía grande. Por supuesto que siempre me nombraba a mí, y creo que ahí nació ese deseo de escribir.



 Después pasaron algunos años, que tienen que ver con la adolescencia. En la secundaria no tuve un buen vínculo con la profesora de lengua. Ella leía en voz alta las redacciones de las alumnas (escuela de señoritas), así fue que leyó una mía sobre mis vacaciones en Bariloche. Yo escribí “cuna de miles de turistas”. Tenía trece años y me ridiculizó delante de todas. Yo había querido expresar algo importante y ella me dijo “es un absurdo (un oxímoron sería hoy), si son turistas no nacieron y vos estás diciendo cuna”. Eso opacó mi deseo de escribir y sobre todo de compartir mis escritos.

APU: Cuánta exigencia a una alumna de primer año, ¿no?
M.P.S: Claro, pero de cualquier manera podía ser cuna porque en realidad era un lugar que recibía por primera vez a los turistas como si los acunara. La profesora podría haber dado un giro con la ambigüedad que tiene la palabra literaria, o simplemente decir, “revisá este texto”. Pero ¡no! se burló, y a partir de eso cada vez que escribía estaba buscando lo más realista, lo menos metafórico.

APU: ¿Te alejaste de la estampa poética del abuelo?
M.P.S: Por un tiempo, porque, como dice Liliana Bodoc, no olvidemos que somos telares y que nos tejemos con las hebras, con las palabras que nos permiten ir narrando nuestra propia historia. Por eso pude desanudar ese amargo momento escolar, aunque no lo olvido, por cierto, y seguir un camino con presencia literaria, poética. Recuerdo que no me dormía sin leer un poema. Me recibí de maestra y comenzaron mis lecturas sobre temas históricos, políticos, sociales, no olvidemos que eran los politizados años setenta. Y mientras cursaba en la facultad, trabajaba en una compañía de seguros. Ahí descubrí el micromundo de la oficina, fue un fuerte impacto. Yo pensaba, “si tengo que hacer esta vida rutinaria toda mi vida, me muero”. Ese mundo me asfixiaba, era vivido como una amenaza angustiante, tanto que hice un cuento de terror, “Los jueves de Mariela” publicado en el libro El miedo trepa a tu ventana (Editorial Del Naranjo). Son ocho cuentos de terror. En ese cuento pude de alguna manera simbolizar lo que yo había pasado en un solo año en la compañía de seguros, suficiente para decir “nunca más esta vivencia”.

APU: Se enfrentan dos mundos: el hábito de realizar un trabajo agobiante y la libertad de escribir. ¿De qué te alejó esa rutina de oficinista?
M.P.S: De lo que te aleja esa rutina es del arte. En cualquiera de sus expresiones. Justamente el arte es la ambigüedad pero desde la búsqueda del propio ser y el trabajo rutinario te anula el ser mismo, te aleja de tu deseo. Tenía dieciocho años y descubro que en ese lugar había personas que reflejaban un todo. Desde las más grandes miserias humanas hasta las más grandes bondades. Lo percibí rápidamente y empecé a trabajar de maestra, de psicopedagoga. Allí nace mi vínculo con la infancia, fueron mis alumnos mis primeros lectores. Mi relación con los chicos siempre fue una relación muy amorosa.

APU: Después de la experiencia en una empresa de seguros y el universo de los adultos tan hostil, ¿tuviste que retornar a la niña de Acassuso para comenzar a escribir literatura infantil?
M.P.S: Yo creo que sí. Uno no deja nunca la infancia, hay un poema de Loise Glück que termina diciendo “observamos el mundo una vez sola en la infancia/ lo demás es memoria”. Llevamos siempre la infancia en nosotros y todas las representaciones que hacemos de ella.

APU: En Manuela en el umbral (Editorial Edelvives, 2011) presentás una realidad trágica que hizo blanco en una niña. Sus padres fueron secuestrados y desaparecidos durante la dictadura militar. ¿Cómo nació esta ficción y cómo fue trabajar desde la literatura temas de inmensa carga emocional?
M.P.S: Lo más difícil para un escritor, para una escritora, es encontrar la voz narrativa, ¿quién relata el hecho? ¿Quién cuenta la historia? Imaginate que el hecho, la figura extraliteraria es una niña que a los cuatro años tiene una pesadilla, se despierta y no ve más a su mamá ni a su papá. Este es el relato real de Anahí, una joven cineasta compañera en la ENERC de mi hija Eloísa que una tarde, en el Parque Lezama, de preparativos para un film, me dice: “Mercedes, quiero contarte mi historia…” y ahí me habla de la pesadilla y de sus padres desaparecidos, de su abuela... Yo quedé muy conmovida, ¿por qué me contaba su historia a mí, en ese momento?

APU: ¿Sentís que Anahí intuía que harías algo como escritora con su relato?
M.P.S: Sí, de alguna manera pienso que sí. Yo lo sentí así. Durante un año y medio, todos los días daban vueltas en mi cabeza distintas voces que literalizaran la historia. ¿Lo cuento en tercera persona, con un narrador omnisciente? ¿Le doy mi voz a esa niña? En esa situación los únicos datos que tenía era que es hija de desaparecidos, que la crió la abuela, a quien adoraba y otro dato que no es menor, Anahí me dijo: “Yo recibía las cartas de mi mamá, y un día descubro, (esperó a los padres siete años) que la letra de las cartas de mi mamá era igual a la letra de mi tía, entonces le pregunté a mi abuela, ¿quién me escribe?, ¿las cartas de mamá las escribe la tía?, y mi abuela, que estaba cocinando, siguió dando vueltas el cucharón y le salieron unas lágrimas, y esa fue la respuesta”.
A partir de este relato y muchas reflexiones ubico a Manuela, un nombre que siempre me gustó. Mi hija se llama Eloísa pero si hubiera tenido otra hija le hubiese puesto Manuela, así que también Manuela es hija mía. Trabajé muchísimo con el armado y el desarmado haciendo infinidad de borradores.




APU: Revelaste la elección del nombre Manuela ¿Por qué en el umbral?
M.P.S: La novela no se llamaba Manuela en el umbral. Tenía otro nombre unido a la representación de la langosta que pierde su caparazón en el mar y por un tiempo, hasta la formación de uno nuevo, quedan indefensas, este proceso se lo compara con las niñas y los niños que en la pubertad tienen muchos cambios corporales. En la etapa de los diez, once y doce años se les desacomoda el cuerpo, crecen, desarrollan y se sienten como desprotegidos. Es tierra de nadie. No son chicos, ni son grandes. Así estaba Manuela en su vida, desprotegida comparándola con la langosta. La langosta desnuda, la había titulado. Pero no me convencía y comienzo a releer algunas novelas de literatura infantil y juvenil que abordan el tema de la dictadura. El año de la vaca de Márgara Averbach, El mar y la serpiente de Paula Bombara, La casa de los conejos de Laura Alcoba, Los sapos de la memoria de Graciela Bialet, todas llevan algún animal en sus títulos. ¡Y yo iba con una langosta! Al releer la novela trato de descubrir dónde estaba ubicada Manuela.

APU: El umbral reemplazó a la langosta.
M.P.S: Así es. Cada capítulo ubica a Manuela en un lugar y un tiempo: “En el club”, “En la radio”, “En la vereda”, “En domingo”, etc. Un contraste claro con el no saber de Manuela sobre el paradero de sus padres. El espacio temporal no existe. ¿Dónde están? ¿Cuándo van a volver? No sabe, todo es una nebulosa, y entonces pensé ¿Cuál es el lugar más incómodo para la espera? Y así nació el título: Manuela en el umbral. El umbral donde espacio y tiempo están detenidos. Los chicos en general no saben que es el umbral. Cuando voy a las escuelas y hablo de la novela, les pregunto si saben qué es un umbral. La respuesta es no. No lo saben. En cada encuentro sucede esto, entonces explico. A veces realizan una representación y la maestra o alguno de los chicos se para en el umbral del aula y todos se dan cuenta de la incomodidad de no estar ni adentro ni afuera. El umbral como frontera.




Dos asesinos, un muerto y tres obleas
APU: Dos asesinos, un muerto y tres obleas (editorial QUIPU, 2016) es una novela policial donde un chico sospecha que los tíos que cuidan de él son dos asesinos. ¿Cómo surgió la historia? ¿Cómo te inspiraste en Marucha y en Joly?
M.P.S: Bueno allí hubo una búsqueda de la voz del narrador y elegí que la contara Joly, un niño de once años. La historia surge porque yo trabajaba como psicopedagoga en una salita en González Catán. Iba los días lunes a atender a los chicos que tenían problemas de aprendizaje. Viajaba dos horas, y trabajaba cuatro, lo hacía ad honorem, con mucho amor porque La Matanza y Catán en particular tiene una cercanía muy especial para mí; allí ejercí como maestra por primera vez. Salimos con mi compañera Alicia, psicopedagoga también, era enero, ¡hacía un calor! Entonces aparecen tres chicos, que nos dicen: “Doña, ¿nos da plata para comprar pan?” Entonces les digo: “Las panaderías están cerradas los lunes. Hoy hace calor, ¿nos vamos a tomar un helado?”. Y fuimos. En la heladería había un mostrador un poquito alto, y los chicos quedaban medio colgaditos. Uno de los nenes tenía las uñas con esmalte rojo, despintadas. Entonces Alicia les dice: “¿Cómo un varoncito con las uñas pintadas?”. El chico nos mira, revolea los ojos y nos dice: “Soy nena”. Miramos al otro, y dice con timidez: “Yo también soy nena”, y buscamos al más chiquitito que tenía seis años y dice: “Yo soy varón”. O sea, que eran dos nenas y un varón.

APU: ¿Allí nacen los personajes de Gabriela, Marucha y Joly?
M.P.S: ¡Claro! Llegué a mi casa y pensé, más allá de la anécdota de la heladería, ¿cómo puede ser que dos nenas tengan que ser varones, cambiar su identidad  de género para sobrevivir en el mundo hostil de la calle? Joly le dice al personaje de Gabriela en un pasaje de la novela algo así como “¿vos sos un pibe…?”, y ella le responde: “No, yo soy una piba, pero igual vestido así de varón aprovecho para jugar al fútbol, es más divertido”. Estas nenas de Catán jugaban a la pelota.

 APU: ¿Las siguieron viendo?
M.P.S: Sí, fuimos varias veces a la casilla donde vivían. Y cuando llegaba a mi casa y veía a mis hijos chiquititos en ese momento, cuidados, pensé: ¿qué podría pasar si a un chico o una chica de clase media le tocara transitar un día, una noche en las calles de Constitución? ¿Qué pasaría con ellos?

APU: En un momento de la novela Joly se despierta y dice “nos están persiguiendo los demonios”. En realidad eran artistas callejeros. ¿Cómo surge esa comparación?
M.P.S: Porque fui artista callejera. Estuve en el Grupo de teatro Catalinas Sur, muy reconocido. Recorrimos la Argentina, estuvimos en Chile, en la plaza Mapocho…, en Barcelona. Hoy el Grupo Catalinas tiene más de treinta años y una película, Venimos de muy lejos. Fue muy divertido hacer teatro murga. Recuerdo que hice de Amira Yoma y corría detrás de una valija gigante – Mercedes proyecta una risa al acordarse –. A la murga de Catalinas la llevo tan en mi corazón que escribí: “Nos vamos, nomás, nos vamos”, relato murguero, en la editorial Abran Cancha, ahí abordo el tema del exilio con el humor murguero.

De Ushuaia a La Quiaca
APU: Además de artista callejera fuiste coordinadora de proyectos y programas del Plan Nacional de Lectura. ¿Cómo fue esa experiencia?
M.P.S: Fue una experiencia maravillosa porque coordiné los proyectos y programas de lecturas en todo el país durante varios años y de intercambio con países limítrofes. Ser parte del PNL me permitió articular estrategias para que la lectura forme parte de la experiencia cotidiana de la escuela. Trabajamos con una dimensión política de la infancia, en el sentido de contar con una mirada emancipada de la niñez. Escritores/as, ilustradores/as, talleristas, narradores/as, artistas, especialistas llegaban a las escuelas de todo el país. Millones de libros y publicaciones fueron parte de un trabajo del que siempre estaré orgullosa.
Personalmente he ido a lugares increíbles de la Patagonia. Recuerdo que en el medio de los valles del sur había escuelitas. Fueron encuentros inolvidables. Llegaban libros, escritores, narradores… Tengo presente cuando llegamos a una escuela rural en “Rinconada Nahuel Pan”, en El Bolsón. Era una mañana de mucha niebla y los chicos estaban alrededor de la bandera. Garuaba. Veo al maestro que tocaba una guitarra y los chicos saludaban a la bandera con una canción, “La Petaquita”, que Violeta Parra la hizo popular. “Tengo una petaquita para ir guardando — tararea Mercedes — las penas y penitas que voy juntando…”. Ellos siempre saludan a la bandera con una canción que los identifica con su lugar de pertenencia. Fue muy emotivo. El PNL trataba de estar presente en los lugares más remotos del país, como una manera de garantizar el derecho a la lectura.

 APU: ¿Cómo era el recibimiento?
M.P.S: Nos recibían con mucho amor. Imaginate que llegue un escritor o escritora a lugares muchas veces olvidados. Hay una profunda desigualdad de derechos en nuestro país. Estuve en escuelas de Misiones, donde sólo se hablaba guaraní y un maestro era el traductor. Lo recuerdo de una manera maravillosa por las demostraciones de cariño de los chicos. El referente del Plan provincial coordinaba con anterioridad para que llegara a la escuela algún cuento del autor o autora que la iba a visitar. Se coordinaba de manera tal que cuando el autor/a llegara los chicos hubieran leído el cuento. Encuentros con mucha magia, y mucho amor.
El PNL finalizó en 2015. Durante su desmantelamiento en el gobierno macrista, seguimos trabajando junto a compañeras y compañeros del Colectivo LIJ en la defensa del libro, la lectura y los derechos de autores/as y mediadores.
Este año, con la nueva gestión, tuvimos la alegría de contar con el relanzamiento del Plan Nacional de Lecturas, pero, lamentablemente los proyectos que se habían comenzado a diseñar se ven postergados por la pandemia que transitamos y el acercamiento a las lecturas se realiza de manera digital, pero sabemos que no llega a todos los hogares. Ya retomaremos pospandemia.

Igualdad de género
APU: En 2004 publicaste Florinda no tiene coronita (Ediciones SM). ¿Qué sentís al saber que una alumna en Misiones o en la Patagonia lee una novela que habla sobre las diferencias que se hacen entre niñas y niños, sobre igualdad de género?
M.P.S.: Me alegra saber que Florinda –novela que escribí hace mucho tiempo– sea tan querida por todos los peques. Está dedicada a “las niñas y los niños que no tienen coronita porque las coronitas aprietan la cabeza y las ideas salen finitas y chatas, aburridas”. La reina y el rey tienen mellizos: Florinda y Olegario. Los cabellos del niño forman una dorada corona sobre su cabeza: ¡Claro, su destino era reinar! En cambio Florinda nació con flores en la cabeza, rosetas, violetas, entonces, entre candelabro y candelabro, Florinda ¡de adorno! Pero Florinda tiene un espíritu libertario y se rebelará contra el reino de los “O”. Es una novela que rompe con los parámetros patriarcales y los chicos enseguida se dan cuenta de las injusticias de género.

APU: ¿En qué libro estás trabajando en este momento o que esté por publicarse?
M.P.S.: Escribí De palomas y cenizas, novela que aborda el bombardeo del ’55. No hay literatura infantil y juvenil que considere el peronismo. Y si algo ha definido nuestra identidad política y social (para bien o para mal depende de donde se pare cada uno) es el peronismo. ¿Cómo la masacre del ’55 entró en el olvido? No hay nombres y las historias quedaron en los relatos entre familias, puertas adentro. Pienso que el huevo de la serpiente de las violencias institucionales posteriores al ‘55 está ahí. El odio. Nuestro Guernica silenciado.
Pienso que los hechos que no se pueden olvidar, están ahí y se presentan dos veces. En esos años estaban: peronismo/conservadores, radicales… (hoy populismo/opositores). Divorcio/iglesia (hoy aborto/iglesia) y hasta se transitó una pandemia, la poliomielitis. Y hubo un punto -nunca final- que fue el bombardeo del 55, siempre invisibilizado por nuestra historia. Caminé por los terrenos movedizos de la literatura para ponerle palabras a tanto dolor. El arte como lugar de reencuentro.
Pocos saben que muchos, entre ellos niños, fueron a la plaza ese mediodía a ver una lluvia de flores que iba a caer de los aviones. Bombas en vez de flores. ¿Hay algo más perverso? ¿Dónde pararme para contar una historia asible al universo de los pibes, de las pibas, tan nuestra, tan dolorosa, tan cercana y hacer literatura? Me apoyé en lo cotidiano, en las pequeñas cosas, y le puse voz a Clarita, una niña de los años 50. Hoy la novela está en una querida editorial demorada por la pandemia. Espero que desde junio De palomas y cenizas esté en las librerías y pueda ser compartida con los lectores.











El 18 de agosto de 2018 en el Club Gon se llevó cabo la segunda edición del Festival de Poesía de Boedo. Fui invitado por el escritor y poeta Gito Minore. Leí un texto breve. Más tarde subió al escenario una mujer sorprendente. Quedé encantado con su exposición acerca de las niñas y los niños y su relación con la lectura.
Al finalizar, junto a Donato Lázaro Mamaní nos acercamos a su stand. Charlamos y me recomendó sus libros “Dos asesinos, un muerto y tres obleas” y “¿Dónde está la pequeña Zi zi?” para Julián. Fueron, entre otros, los regalos para su cumple número 10 con una dedicatoria estupenda que estimulaba a imbuirse en la aventura. Dos novelas que mi hijo leyó con entusiasmo.











17 de mayo de 2020

TRISTEZA ROMÁNTICA Y ALTIVA



CULTURA //// 17.05.2020



Jimena Busefi: “Los que escribimos tenemos una especie de tristeza romántica y altiva”

Agencia Paco Urondo conversó con Jimena Busefi, autora de la novelaContra el revés del cielo (2010) y del poemario Filósofa con brushing (2017) y las obras de teatro Ausencias y ¿Qué día es, Azucena?, representadas en Teatro X la Identidad. 





Por Raúl Haurat

En diálogo con el programa radial “Manual de Perdedores” (FM Zoe 107.1) y Agencia Paco Urondo, la escritora, poeta y profesora en Letras nos contó sobre su fascinación por el universo de Jorge Luis Borges y sus amantes. Los lazos de la vida del escritor con la obra conceptual The Wall, de Pink Floyd. Su viaje imprevisto junto a sus padres a la ciudad de Ginebra en 1986, de Estela Canto y Bioy Casares. Además, hablamos de la obra literaria de Jimena y un libro ya editado, Los viajes que no hice listo para salir, que tuvo que esperar cuando el mundo se detuvo.


Agencia Paco Urondo: Me gustaría comenzar por la vida y obra de Jorge Luis Borges. ¿Cuánto hay de cierto sobre la misma alma que nos fascina con su prosa por momentos esotérica y secreta y el hombre que se enamoraba, que sufría por las mujeres?
Jimena Busefi: Si, se enamoraba ¡Y cómo! Hay un poema “El amenazado” que dice “El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo”. Aquí ya es un hombre más grande. Vuelve a estar enamorado, la musa seria su última mujer, María Kodama. Lindísimo ese poema, “Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.” Borges, a diferencia de lo que muchos creen, se enamoraba. Se ha hablado mucho de los amores de Borges, algunos más conocidos, unos más transcendentes, otras mujeres que quedaron de alguna manera en la literatura. En este poema son todas y ninguna.


APU: ¿Cuál fue el Borges que sufrió, que amó realmente?
JB: El que encontró el amor más consolidado ya siendo un hombre mayor. Como la fama, aunque ya hacía muchos años era respetado en círculos intelectuales, y escribía, por supuesto. El Borges conferencista, el Borges más conocido es cuando ya es un hombre bastante más grande.




APU: Hablando de Borges y las mujeres, me interesa conocer la faceta del Borges rocker y su relación con la música de Pink Floyd.
JB: Mirá, lo que transcendió a partir de los dichos de María Kodama es que él prefería escuchar The Wall (disco editado en 1979) a que le cantaran el feliz cumpleaños. Era fanático de la película. Sabía diálogos de memoria. A mí esto me abrió una nueva dimensión de Borges, que me hizo quererlo mucho más. Me pregunto a veces ¿dónde escucharía el disco? ¿En su departamento de la calle Maipú? También leí, en una biografía, que muchas veces festejaba su cumpleaños en la Biblioteca Nacional cuando todavía era director. Todo el mundo iba a verlo ahí, le llevaba un regalo, no sé, porque desde que leí que le gustaba Pink Floyd, para mi Borges está escuchando The Wall en la Biblioteca Nacional, ese edificio divino de la calle México.


El jardín de senderos que se conectan


APU: La obra The Wall está atravesada por la contraposición de dos fantasmas: La muerte/ausencia del padre de Roger Waters y el impedimento de relacionarse con mujeres. ¿Crees que hay una conexión entre las obsesiones de Waters y la obra de Borges?
JB: Yo creo que Borges lo captó. Si acordamos que todo relato es autobiográfico, esto lo entendió. Cuando Roger canta “Mother do you think she's dangerous, to me?”, “Madre, ¿crees que es peligrosa? ¿Para mí?” Podríamos pensar que llegamos a un llegamos a un Borges que se enamoró de una mujer que la madre no creyó conveniente. Una mamá que vivió noventa y nueve años. El no atravesó esa muerte. Dicen que llegaba a su casa y volvía a hablar con ella. Iba a su cuarto y le decía “madre, hoy me paso tal cosa” La consultaba también al momento de escribir. La madre era su escriba desde que él quedó ciego, y a veces hasta lo aconsejaba, por ejemplo le dio el final del cuento “La intrusa”.


APU: ¿Cómo fue eso?
JB: Leyó todo el relato y se quedó pensando y le dijo a su hijo: “A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté.” Era así. Leonor se quedaba rumiando y le dictaba, le escribía, le leía, intervenía en sus textos. Un lazo sagrado, poderoso y kármico.


APU: En el marco del encuentro “Palabras por Congreso”, organizado por Karina Rodríguez y Claudio Ramos, te oí dar una exposición sobre Borges y me preguntaba cuándo nació tu entusiasmo por su obra, ¿Recordás el momento que empezaste a leerlo?
JB: Tengo diferentes flashes de conciencia con Borges. Como conté en el encuentro de Borges y (Roberto) Artl, cuando era muy chica localicé de casualidad un poema "El remordimiento" en la biblioteca de mi casa. Lo leí al pasar. Algo me gustó. Algo que no entendí. Supongo que tendrá que ver con la musicalidad, con ese fraseo, cuando un verso está bien escrito, y aunque no lo terminé de entender, tampoco hay porque entenderlo, algo me llegó. La poesía llega. No sé qué edad tendría porque "La moneda de hierro" es de 1976, esto me habrá pasado en el 80.

APU: ¿Recordás algún verso?
JB: Si, claro. “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz.”


APU: ¿Qué edad tenías entonces?
JB: Tendría ocho años. Fue como una revelación. Ese verso me generaba algo muy fuerte y después, en el año 1986, con una historia de la que hablo poco. Porque parece un delirio borgeano. El único viaje largo que hice en mi vida fue un traslado a Europa con mis padres. Todo aconteció en un tren que nos llevaba de Madrid a Barcelona y de allí a Ginebra. En realidad, nosotros íbamos a Lucerna, una ciudad de Suiza, donde nos íbamos a quedar unos días, pero tuvimos que parar en Ginebra. Era el 14 de junio de 1986.

APU: ¡Increíble!
JB: ¡Sí! Todavía no lo creo. Estoy tratando de rastrear los pasajes. Me encantaría conseguir el ticket de ese tren. Yo no hice muchos más viajes en mi vida. Ese fue mi único desplazamiento importante. La historia es así. Es real y fantástica. Muy borgeana. Me enteré a la noche que había muerto Borges. Para mí era “ese del poema que estaba en el libro de casa”. Para mi padre, escritor y dramaturgo, era Jorge Luis Borges. “¡Pero si esta mañana estuvimos en Ginebra!” me dije, y ahí hubo toda una reedición de la situación. Ese escenario, que es la ciudad vieja en Ginebra, la calesita que está en el casco histórico de la ciudad que vimos desde el tren, y Borges que residía por allí. Eso me quedó toda la vida. Recuerdo, también, que estábamos atravesados por el Mundial en México y por los goles épicos de Maradona. Poder celebrar eso, pero ¿dónde si estábamos lejos, donde había argentinos para celebrar cada vez que hay un partido importante?

APU: ¿La ciudad de Ginebra, donde muere Borges, era unos de los destinos o fue casual estar allí justo ese día?
JB: No, andábamos de paso. Íbamos a Lucerna (Suiza) un día más y no estábamos en Ginebra el 14 de junio. Fue la mañana que moría Borges la que estuvimos allí. Siento que ahí nació una historia que escribí en algunas crónicas para una revista que colaboro, o traté de contarla. Hace poco, una persona conocida me dijo “no la cuentes más”.

APU: ¿Por qué?
JB: Por esto que tiene de increíble. Parece una chantada. Es como decir “estaba en Rusia cuando murió Dostoyevski o estaba en París cuando murió Oscar Wilde” y no. Después todo esto desaparece de mi vida. Yo no era una intelectual en mi adolescencia. Leía. En casa había una colección poética, musical, artística, pero no estaba leyendo todo el día. Más tarde, con veinte y tantos años, un invierno crudo que pasé viviendo en La Boca, con los domingos de partidos, ese caos, y el fresco que hacía en esa casa, con frío en el alma, empecé a leerlo desde otro lugar, y ahí descubrí algunos cuentos. Allí comenzó el “universo Borges” en serio.


APU: Inició en un lugar hostil. ¿Hay muchos Borges?
JB: Sí, está el poeta, el narrador, el joven que vivía en Ginebra, el caminante porteño, el profesor. El Borges que veía, tenía un control sobre lo que escribía, hasta la década del cuarenta donde para muchos logra la perfección, y por otro lado el Borges que dictó ya ciego El libro de arena (publicado en 1975), por ejemplo.

APU: ¿Cuál es tu libro favorito de cuentos de Borges?
JB: El libro de cuentos que tengo más a mano de cuentos es El Aleph (publicado en 1949). Ficciones (publicado en 1944) es maravilloso. Hay quien dice que es superior, pero para mí es El Aleph. El que leo y releo. Lo habré leído más de cien veces en mi vida, es inagotable y mágico.

APU: A Borges lo influenció la literatura gauchesca y la Biblia. Atraviesa las culturas. ¿Crees que allí reside una de sus genialidades?
JB: Sí, totalmente. Borges puede confluir en un poema, el universo, el misticismo, la cultura islámica y el arrabal.




Estela Canto

APU: Publicaste en 2010 la novela Contra el revés del cielo y Filósofa con brushing (Peces de Ciudad) en 2017. ¿En qué estás trabajando ahora?
JB: Ante todo estoy preparando la presentación de Los viajes que no hice y difundiéndolo con audio poemas, lecturas, un vivo de instagram que haré pronto; también trabajando con el escritor, poeta y periodista Camilo Sánchez. Escribí una crónica para la revista Tren insomne que se llama “Agosto del 44”, que allí está nuestro querido Jorge Luis. Ese agosto en que París vio avanzar las tropas de los Aliados y fue liberada el 26. Unos días antes, en la casa de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, Borges conoce a una escritora joven, que frecuentaba aquel centro de intelectualidad, que era la casa de Silvina y de Bioy. Era una militante de izquierda, por eso en la relación que establecí antes con la canción de Floyd “Mother do you think she's dangerous, to me?” La última mujer que Leonor Acevedo Suárez, madre de Borges, hubiese querido que entrara a su casa. Borges se enamoró de ella. Se llamaba Estela Canto.





APU: ¿Cómo surge la idea del cuento y quién fue Estela Canto?
JB: Mirá, lo escribí en un momento en que buscaba las sombras de los que habían sido, las oscureces y los fantasmas de Borges y Estela Canto. Estela era una mujer simpatizante  del partido comunista. Una mujer que fumaba, que salía con hombres y se permitía aventuras fugaces, y lo decía. Escribía, una escritora que está un poco olvidada, que obtuvo premios literarios importantes. Se conocen con Borges y ni se miran, según dice ella en su biografía Borges a contraluz (1989, Editorial Austral). Ellos se conocen en estos días previos a la liberación de Paris, hablaban un poco de la guerra en Europa y por otro lado en la Argentina se empieza a escuchar en las radios la voz del Coronel Juan Domingo Perón, un nuevo personaje de la política nacional, “empezaba a tronar en las radios” decía Estela Canto, “un nuevo fascismo un poco más progresista”, ella lo decía así. Primero se enamora él, ella era un poco más huidiza. Borges estaba en un estado platónico, poseído por los dioses. Según ella, y así lo señaló en el libro, muchas veces se besaron y abrazaron aunque no fueron más allá. La sobreprotección de su madre, Leonor Acevedo, es para muchos la causa de sus fracasos amorosos. Repasaba la idea de Borges oyendo a Floyd y entiendo que la conexión de Pink, el personaje de The Wall, y su madre por un lado, y la relación de Borges y Leonor, por otro, es innegable. Pero esto no deja de ser una posible lectura, ya que hoy hablamos de él y la música.


APU: ¿Además de Estela Canto y María Kodama hubo otras mujeres en la vida amorosa de Borges?
JB: Su primera novia fue Concepción Guerrero, se conoce poco de ella. Me pregunté varias veces ¿qué poema le habrá dedicado? En una poesía que se llama "Amorosa anticipación", Borges escribe: “Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta, ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña...” Le habla a una niña, “Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño”, ese verso siempre me pareció tan lindo. Y después hubo muchas otras, mujeres casadas, paquetas y pacatas, de las que él se enamoraba, y con lo que sufría muchísimo.

APU: Por otro lado, su amigo Bioy era un bon vivant. El hombre que podía enamorar a todas las mujeres.
JB: ¡Claro! Hace poco, alguien que sabe muchísimo de la obra de Borges, me recomendó el libro «Borges por Bioy» (Ediciones Destino). Dicen que es una clase magistral de literatura argentina. Lee esa biografía, creo que ya no se consigue. Cuenta Bioy que opinaba Borges sobre el Fausto de Goethe, "¿No te parece que es el mayor bluff de la literatura?”, o Bioy anota que varias veces Borges demuestra "su puritana antipatía por el tema del amor".


Obra en cuarentena

APU: Tenias fecha para la presentación de un nuevo libro. ¿Podés contarnos de qué se trata?
JB: Mirá, subida a la ola que fue Filósofa con Brushing, un libro que tuvo premios, que llegó a la Feria Internacional de Frankfurt, de Bogotá, a la Feria de Buenos Aires, que fue seleccionada por el Fondo Nacional de las Artes, tuvo un tercer premio en la Legislatura Porteña, y sobre todo que me permitió conocer gente muy linda, quise seguir trabajando con Mariana Kruk, que fue mi editora. Ella estaba al frente de la editorial Peces de ciudad. Comencé un taller virtual con Mariana, ella dice que estoy muy cerca de la narrativa en verso, que siempre hay una pequeña historia en mis poemas, y que daban para más. Empecé a escribir poemas, te diría siempre de amor. Cuando ya estaba armado como libro con Mariana Kruk ya al frente de otra editorial, Halley Ediciones, me dijo “te editaría aunque creo que estás para un gran concurso” y bueno, otra vez, la Legislatura Porteña convocó para poesía en 2019 y presenté mi material, con mucho deseo de ser primer premio. Algo que nunca fui, excepto en cuento. En poesía siempre había tenido menciones. Lo envié con el seudónimo de Estela Canto (risas), lo puedo decir. Increíblemente me dieron la noticia que era el primer premio de poesía, por La que fuma en la oscuridad. Y luego, trabajando de manera global, Oscar Conde que fue mi maestro de latín, de griego, de gramática, poeta, ensayista, leyó todo La que fuma en la oscuridad, los diecinueve poemas ganadores más otros que no estaban en el libro y nos dimos cuenta que el gran deseo, que el gran motor de todos esos poemas eran los viajes.

APU: ¡Como en 1986!
JB: ¡Claro! Había un anhelo de viajar. Había una evocación de un viaje y el amor era un viaje. El amor era uno de los viajes no hechos o hecho a medias. También la maternidad. Entonces Oscar (Conde) me dice “el título es los viajes que no hice”. Al releerlo, ese poema fue el que se impuso con el título.


APU: ¿Cómo está compuesto el libro?
JB: Está compuesto por dos partes: “La que fuma en la oscuridad”, poemas premiados por la Legislatura, y “Corazón o péndulo” que hay como una continuación de esta historia de amor que quise escribir y estos viajes que no hice. Lo edité con Halley Ediciones, el libro ya estaba hecho, con el arte de tapa de la artista plástica Kuki Bensky. Hasta que el mundo se detiene, y el libro queda en una caja, en una imprenta, donde todavía está, y algún día se presentará. Así que los viajes que no hice están esperando su momento, pero están.

APU: Mientras esperamos que se realicen estos viajes y su presentación. Dos preguntas en una para terminar, ¿qué estás haciendo hoy relacionado a la literatura y por qué escribís?
JB: Vamos a ver cuándo se reanude la vida, y podamos volver a nuestros viajes metafóricos o reales - comenta Jimena mientras suspira, se ríe y continúa - por lo pronto lo que hice bastante en este tiempo son audio poemas. Algunos fueron difundidos por la Dirección de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, a partir del proyecto “Los docentes leen” y también les puse la voz a unas crónicas de cuarentena que salen en la Revista Literaria Pandora, una revista digital. ¿Por qué escribo? Para mostrar mi percepción del mundo. Tengo mi propia corriente estética en la que conviven la frivolidad y el dolor, Borges, Arlt, el jazz, Los Redondos, Eva Perón y Grace Kelly, los arrabales y el cine clásico. Necesito encauzar todo eso que da vueltas por mi cabeza: recuerdos, sueños, percepciones. Además, sonará a cliché, pero los que escribimos tenemos cierto rasgo de incomprendidos, una especie de tristeza romántica y altiva que sólo puede curarse a través de la palabra.





11 de mayo de 2020

USINA CREATIVA


En los noventa estudiaba Diseño Gráfico en la Escuela Superior de Artes Visuales Martín A. Malharro. Finalmente me decidí por Ilustración. Tuvimos que elegir un grupo o solista y rediseñar el arte de tapa de un disco. Opté por Los Piojos, banda de la que era fan. Estaba hechizado por los dibujos y el packaging de sus portadas: Azul, Ritual, etc.
👏 La generosidad de Mariano A Nieva me llevó a conocer a la diseñadora Jimena Diaz Ferreira, la usina creativa visual detrás del orbe piojoso. Hoy se publicó en Agencia Paco Urondo - APU la nota a Jimena que hicimos en "El Jardín de los Presentes" FM Zoe 107.1

La comparto:



CULTURA //// 10.05.2020


Jimena Díaz Ferreira: “Mi compromiso es con los artistas, no con las discográficas”

Agencia Paco Urondo conversó con Jimena Díaz Ferreira. Realizó el arte de tapas de discos como Azul (1998), Ritual (1999) y Civilización (2007) de los Piojos; Historias perdidas (2010) de El Bordo y Raíces (2007) de La Chilinga, entre otros. Por Mariano Nieva Y Raúl Haurat.


Por Mariano Nieva y Raúl Haurat

En diálogo con el programa radial “El Jardín de los Presentes” (FM Zoe 107.1) y Agencia Paco Urondo, la diseñadora gráfica Jimena Díaz Ferreira nos contó sobre su pasión por la creación artística, el diseño y el rock, entre otras cosas. Hablamos sobre su formación profesional y su mirada sobre la industria discográfica. Del pedido, por correo, de Keith Richards de dos discos de la Chilinga y sobre el álbum No a la Mina (2012), donde participaron figuras como Eduardo Galeano y Adolfo Pérez Esquivel.



Agencia Paco Urondo: Sos una de las diseñadoras gráficas más reconocidas de nuestro país. Contamos algo de tu formación profesional.
Jimena Díaz Ferreira: Yo laburaba de diseñadora en una empresa y aparte estudiaba. No dormía nunca. Hice la carrera en mi querida FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo) que depende de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Por otro lado, cursaba un año la materia Tipografía con Rubén Fontana, que es uno de los referentes del diseño argentino, y al otro volvía a hacer la misma asignatura pero con una mirada más experimental.
Esto me sirvió para formarme de otra manera, disfrutando además, la fortuna de haber tenido una muy buena camada de docentes, a los cuales quiero y admiro. Así que puedo decir que tuve la suerte de caer en la Universidad Pública.

APU: ¿Cuáles son los elementos que tenés en cuenta a la hora de encarar el desafío de hacer una portada?
JDF: Por empezar, y contrariamente a lo que muchos creen, cada vez que tengo que trabajar en un arte de tapa no miro discos. Si intento viajar para conocer a la gente y ver lo que está pasando en el lugar que visito. Para mí, esa es una gran experiencia que me inspira y en la que siempre vuelvo con gran cantidad de material. Nunca intenté instalar un estilo estético propio.
Por otro lado, recuerdo que la primera pregunta que me hice al comienzo fue: ¿Quién dice que las tapas de los discos compactos tienen que ser de 12 cm x 12 cm? Inmediatamente después, pensé en Artaud (1973) de Pescado Rabioso que tal vez, en nuestro país, sea el ejemplo más increíble por su cubierta de formato irregular ideada por Luis Alberto Spinetta y diseñada por Juan Oreste Gatti que vino a romper con lo establecido e incomodar. Bueno, eso es arte también. 

APU: Los nuevos formatos digitales para la música vinieron a poner en tensión a la industria. Ya no se venden tantos CD’s. Lo que hace que muchos artistas dejen de lado la idea de editar sus nuevas canciones en soporte físico.
JDF: Soy una melómana de los formatos. Me encanta saber quiénes participaron en el disco y que instrumento tocó cada músico. Siento que con las plataformas digitales todo eso se perdió, por eso no entiendo cuando los y las artistas solo suben en soportes digitales su material. ¿Qué pasaría si algún día se cae todo y desaparece Spotify por ejemplo? Perderían todo su trabajo.
Aclaro que tampoco es que reniego de lo digital. Para ir escuchando música en el auto está buenísimo aunque el sonido sea diferente y los temas pierdan ganancia. Pero, cuando Manu Chao, por ejemplo, me envió toda su discografía en vinilo, al escucharla recuerdo que le dije que parecían discos nuevos por como sonaban las canciones.

APU: ¿Cómo es esto de hacer visible el espíritu y el concepto de un disco con tu labor de diseñadora? ¿Con qué desafíos te encontraste al delinear el primer trabajo junto a Los Piojos? 
JDF: Hay una búsqueda en más de 20 años en los que laburo de esto, en hacer diseños para portadas de CD’s. El gran desafío con el que me encontré, al comienzo, fue el tema de la piratería. Para hacer este trabajo, además, hay que tener en cuenta algo muy importante y es que debe haber una banda o un artista con una apertura y una disponibilidad, estéticamente hablando, que apueste por correr riesgos.
Yo comienzo a trabajar con Los Piojos para el lanzamiento de Azul (1998), que es el primer disco que hago como profesional. Quiero agregar que parte del diseño lo compartí con Hernán Bermúdez. Para la presentación oficial del álbum, que se hizo con dos funciones el 16 y 17 de mayo de ese mismo año en Parque Sarmiento de la Ciudad de Buenos Aires, hicimos además y por primera vez, las entradas diseñadas.



Miles de almas en un ritual sin calma

APU: Después vino “Ritual”, que además marcó el inicio de El Farolito Records, el sello propio de la banda.
JDF: Sí, fue un gran desafío para mí. Un antes y un después. Ritual (1999) concentró un montón de cosas. Por un lado fue el primer disco de Los Piojos en vivo en un momento en que no se hacían tantos y, algo no menor, estuvo Diego Armando Maradona. Les digo más, el álbum no iba a tener ese nombre. Se iba a llamar “tan solo piojosos”. Por otro lado, para mi este trabajo es un quiebre en la historia del grupo.

APU: ¿Por qué?
JDF: Porque fue el primero que salió por El Farolito Records con una tirada numerada y con técnicas de stamping (estampado) que se empezó a usar como norma de seguridad.
Con Ritual se fue armando un concepto, una forma, un esquema de laburo que se fue dando de manera natural, por confianza entre la banda y yo. Nos fuimos conociendo y comenzamos a interactuar. Eso fue lo que en lo personal me permitió crecer y empezar a proponer ideas cuando estaba convencida de que podían funcionar.

APU: ¿Y cómo nació el diseño del primer registro en vivo de Los Piojos? ¿Qué cosas te inspiraron?
JDF: Cuando presenté el laburo de arte de tapa, le digo a Andrés Ciro Martínez (cantante de la banda) que me había inspirado cubriendo los shows del grupo en Obras Sanitarias. Por otro lado, si despliegan el packaging de Ritual, se puede observar que se convierte en el estadio dónde fue grabado. Además, en el disco está estampada la lista de temas escrita a mano por el “flaco” Mazzoni, que era el encargado de armarlas en los shows en vivo de Los Piojos.
Recuerdo que mientras recorría los distintos lugares del estadio veía los tatuajes de los pibes y las pibas. No lo podía creer. Además, un tiempo atrás, había leído un reportaje al Indio Solari (creo que en la revista Rolling Stone) donde decía que en sus recitales sucedía una comunión. Y es cierto, con Los Piojos pasaba algo similar. Cosas que no se tenían que explicar, pero que entendían a la perfección tanto el público como la banda.
Una vuelta conversando con Ciro le cuento que, para mí, era muy fuerte esa frase del tema “Uoh Pa Pa Pa” del disco Azul (1998) en el que además laburé y que dice, “miles de almas en un ritual sin calma”. Entonces Ciro me mira y me dice que estaba buena la idea, pero que era demasiada larga como para bautizar al álbum de esa manera. Seguimos pensando y finalmente quedó Ritual. Por eso siempre lo cargo a Andrés que al nombre lo traje yo (risas)

APU: Siempre decimos que le importancia del soporte físico es que le aporta concepto visual a un puñado de canciones, pero acá también tu trabajo tenía que ver con evitar la piratería. Eran ediciones limitadas y numeradas.
JDF: Exacto, lo que nosotros queríamos era llegar con lo mejor de lo mejor y salir a bancar el primer disco como producción independiente de la banda. También intentar evitar la piratería, pero no la más inocente, la de una piba o un pibe que podía fotocopiar la portada, sino la de los peces gordos de la industria, que siempre te querían zarpar. Es como cuando estamos preocupados por quien nos afana en el semáforo pero no por el político que nos roba todo los días con medidas.

APU: Dio resultado tu trabajo.
JDF: Si. Les cuento una anécdota. Una vez nos pasó en un show en La Plata, donde habíamos hecho las entradas con un cielo lleno de estrellas plateadas, también con la técnica de stamping, que alguien hizo una con papel glasé, y la verdad es que daba para dejarlo entrar gratis por el laburo que se tomó. (risas)




Civilización

APU: El último trabajo discográfico de Los Piojos fue “Civilización” (2007), cuya portada traía una silicona. ¿Qué nos podes contar de esa experiencia inédita?
JDF: Nosotros con Civilización estuvimos nominados en diseño. Perdimos con La lengua popular (2007), la placa de Andrés Calamaro que traía dibujos de Liniers. Este disco tuvo una impronta china digamos, porque Ciro estaba muy atravesado con esto de que ese país asiático se estaba convirtiendo en una gran potencia mundial como nunca antes. 
Para comenzar a pensar el concepto del arte de tapa, hasta no tener una idea desarrollada no boceto, antes investigo. Para este disco laburé muchísimo con Andrés y con el guitarrista Pity Fernández, que me contaba de unas notas que había leído en la revista Muy Interesante sobre el desarrollo del calentamiento global.
Por ejemplo, que se seque la silicona pasado un tiempo del arte de tapa del disco, que cuenta además con esa gran foto de un hongo de Sebastián Klein, es parte del concepto. Aunque tengo que decir que hubo algunos/as pibes/as que me putearon por eso.
Piensen que para salir con ese material tuvimos que hacer muchas pruebas de frío, calor, impacto y que no sea tóxica. El tema era generar conciencia del daño que le estamos haciendo a la tierra. Hay una frase en el tema Civilización, que le da título a la placa, que dice: “Dios perdona, el hombre a veces, la naturaleza nunca”.

APU: En mayo de 2009 Los Piojos se despidieron de manera definitiva con un nuevo show en el estadio de River Plate. ¿Qué nos podés decir de haber tenido la posibilidad de trabajar junto a una de las bandas más grandes que dio nuestro Rock en los últimos 30 años?
JDF: Que la banda en general y Andrés Ciro en particular tienen una mirada como muy a largo plazo de lo que van haciendo. Entienden muy bien por donde pasa la historia.
Yo podía tener las mejores ideas a la hora de diseñar pero si hay gente que no es cómplice de tus propuestas o no las entienden, no salen. Por eso voy a estar agradecida por siempre a Pocho Rocca, su mánager, por haberme invitado a ser parte del staff. Poder compartir y trabajar con ellos, por todo lo que aprendí y por los amigos que hice.

Historias perdidas

APU: Tiempo después vas a tener otro enorme desafío al trabajar con El Bordo para un disco muy potente y emotivo como Historias perdidas.
JDF: Si, fue muy loco. En ese momento estaba laburando con Civilización y un chico que conocía y que se encargaba de repartir volantes de bandas a la salida de los recitales, me trae Yacanto (2007), cuarto disco de El Bordo. Cuando lo deja en mi escritorio me dice: “ojalá algún día vez puedas trabajar con ellos”. Al tiempo, el periodista Pablo Mileo, un amigo que hice durante la etapa de Los Piojos, me contacta para hacer un trabajo para la banda de los hermanos Kurtz porque los músicos querían darle un giro a su propuesta.
Me junto con Alejandro y enseguida, por como escribía, me voló la cabeza. En el encuentro me dice que no querían tener más el logo que hasta entonces los identificaba. Y enseguida me muestra el proyecto de lo que va a ser Historias perdidas (2010), que es un caso real y que tiene que ver con los desaparecidos y las desaparecidas, más precisamente con los papás de una amiga de él.
Me explica que había armado el orden de las canciones del futuro disco como si fuera una obra conceptual. Una ópera rock que hablaba de una pareja, de Federico y Cristina, que son secuestrados en tiempos de la última dictadura. Y a quienes les hacen creer que habían muerto cuando los liberan al regresar la democracia en 1983.
Cristina se va a vivir a Córdoba y un día ella asiste a un lugar donde se iba a llevar a cabo una conferencia a cargo de una persona que era, increíblemente, Federico. Cuando él la reconoce desde el escenario. tomó el micrófono y le dijo al auditorio: “Señores, se me acaban de venir 30 años encima” y a partir de ahí volvieron a estar juntos.

APU: Imaginamos lo movilizante que habrá sido para vos trabajar en una historia con estas características en donde, además, tenías que lograr generar una imagen que la contenga. 
JDF: La verdad fue muy difícil abordar esta temática evitando no caer en lo obvio y literal como puede ser, por darte un ejemplo, usar el pañuelo de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Y aunque no tiene directamente nada que ver con la lucha de los Organismos de Derechos Humanos, lo que quería lograr era que la gente pudiera situarse en la época de lo sucedido. Ale Kurtz imaginó que las canciones eran como cartas que ellos se escribían y se respondían, contándose los días que estuvieron en cautiverio, por ejemplo.
Así que inmediatamente me puse a pensar en algún objeto característico de aquellos años y es ahí que aparece el grabador Geloso que músicos como Pappo y Claudio Gabis utilizaban como porta estudio.
También quiero destacar el trabajo de José Luis García, fotógrafo de la revista Rolling Stone, a quien le quemé la cabeza con lo que yo quería. Como, por ejemplo, el nuevo logo de El Bordo, que tenía que contener las influencias musicales de la banda ya un poco más adulta. El cuervo que apareció, y que muchos fanáticos se tatuaron, es un nuevo animal que viene un poco a reemplazar a la serpiente del disco Yacanto.

APU: ¿Cómo fue la recepción de tu propuesta final por parte de la banda y de la compañía discográfica?
JDF: Los chicos del Bordo aceptaron enseguida mi proyecto y la gente de Warner también. Y se terminó haciendo una edición limitada de Historias perdidas que, lamentablemente, se agotó y ya no se puede conseguir. Por otra parte, tengo el orgullo de decir que nunca trabajé para ninguna compañía, por eso siempre me pude dar el lujo de evitar poner en todos mis trabajos a la banda en tapa. Mi compromiso es con el artista, no con las discográficas.



La Chilinga

APU: Otro trabajo tuyo que tiene una historia muy particular es Raíces (2007) de La Chilinga, el combo de percusión que lidera Dani Buira, ex baterista de Los Piojos.
JDF: Totalmente, ese disco de La Chilinga, que lo hice con la forma del continente africano, tiene una historia muy fuerte. Mi mejor amiga se fue a vivir a Sudáfrica, más precisamente a Johannesburgo. La cosa es que un día me fui de sorpresa a visitarla para su cumpleaños y el marido, que estaba al tanto de mi llegada, nos regaló a las dos los pasajes para viajar a Robben Island. El lugar donde estuvo preso Nelson Mandela. Llevé mi cámara fotográfica y comencé a sacarle fotos con zoom a la cerradura de la celda en donde estuvo alojado el que fuera un gran luchador contra el Apartheid.
Al regresar a lo de mi amiga, comienzo a mirar las imágenes en detalle y veo que a través de la cerradura se veía sobre la pared picada del fondo, la forma del continente africano. Es más, le mande una captura a Abril Sosa (Catupecu Machu y Cuentos Borgeanos), porque él tenía un blog y escribió sobre esa foto. ¡Un flash!
Cuando vuelvo a la Argentina y me encuentro con Dani Buira, a quien conocía de la etapa de Los Piojos, me dice que quería que participe en una placa nueva de La Chilinga. Y me cuenta sobre Raíces (2007). Finalmente, hicimos junto con “AFS programas interculturales”, una ONG (Organización no gubernamental), un disco libro que tiene la forma de África. Así terminó la historia de la foto de la cerradura siendo arte de tapa.

APU: ¿Es cierto que uno de los discos de La Chilinga llegó a manos de Los Rolling Stones?
JDF: La cosa fue así, La Chilinga para su disco Viejos Dioses (2001) tuvo como ingeniero de sonido al portugués Da Silva. Salió en una hermosa caja de madera, que tuvo una tirada de 10 mil copias. Grabó con las participaciones de Peteco Carabajal en violín y la voz de Pol Neiman, una versión de Heaven, el tema que The Rolling Stones editaron en el álbum Tatto you (1981).
Para la ocasión, la banda liderada por Dani Buira, pidió todos los permisos correspondientes y envió, como se había acordado, una copia del trabajo al departamento de prensa de Los Stones. A los pocos días, recibimos un correo donde nos pedían que mandáramos dos discos más porque Keith Richards había escuchado la canción y como le había encantado, quería mandárselos a unos amigos. No lo podíamos creer.

La radiolina de Manu

APU: ¿Qué nos podés contar del cruce con un artista como Manu Chao?
JDF: Cuando lo conocí, Manu ya tenía hecho el álbum La Radiolina (2007). Pocho Rocca es el que me acerca la propuesta en un archivo PDF de baja calidad, para que intente hacer desde Argentina un trabajo sobre la difusión del nuevo material. Armé mi propuesta, lo envié a su producción y me fui de viajé a Mendoza para una charla que tenía que dar sobre diseños de discos. Estando en un hotel, me entra un llamado de Pocho donde me pide que chequee mis mails.
Abrí mi correo electrónico y me encuentro con un mensaje del manager de Manu Chao que me dice que mi diseño había sido seleccionado para la publicidad en la revista Bilboard y para la presentación mundial de la nueva placa. Después, hice un par de afiches con los dibujos que pintaron Manu y el artista polaco Jacek Wozniak y me encargué, también, de toda la gráfica para las giras que hizo por Latinoamérica.

APU: ¿Y qué recuerdos te quedaron de la muestra M.A.N.W.O.Z, en el Haroldo Conti?
JDF: Para mí, lo más fuerte y conmovedor que me pasó laburando con Manu fue esa muestra, que además fue una gran responsabilidad. Porque el músico siempre está acompañando las causas pesadas de las que nadie se quiere hace cargo. Por otra parte, de ese evento en la ex ESMA, va a salir el disco No a la Mina (2012) donde participaron figuras de la talla de Eduardo Galeano y Adolfo Pérez Esquivel, entre otros. Así que después de trabajar con Manu Chao me dije, ya está, no puedo pedir más.