Mostrando entradas con la etiqueta Entrevista. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Entrevista. Mostrar todas las entradas

12 de abril de 2020

HEREJÍA POÉTICA



CULTURA //// 12.04.2020

EL CRISTO ROTO






Marcelo Rubio es escritor, editor y conductor del programa radial Kriminal Mambo (AM 530). Publicó los libros de cuentos Bajo el signo de Eva, Fútbol sin tiempo y La Strada. En 2018, la novela Lo que trae la niebla y en 2019 reincidió en el género con El Cristo roto bajo el sello También el caracol editora.

Por Raúl Haurat



En diálogo con el programa radial “Manual de Perdedores” (FM Zoe 107.1) y Agencia Paco Urondo el escritor Marcelo Rubio se refirió, entre otras cosas, al proceso de jugar con dos mundos aparentemente antagónicos como la religión y los mitos griegos en su flamante novela. Su mirada sobre los cultos, la fe y la iglesia. Nos reveló algunos entresijos sobre el pueblo donde se desarrolla la ficción y sus influencias literarias; Osvaldo Soriano y Franz Kafka.



Paco Urondo: Termino de leer El Cristo roto y advierto alguna conexión entre tu nueva novela y Lo que trae la niebla (Indómita Luz editorial, 2018) ambas ambientadas en pueblos inventados y literarios. ¿Existe tal conexión?
Marcelo Rubio: Yo no esperaba publicar esta novela. Había sacado en 2018 Lo que trae la niebla por Indómita y pintó la posibilidad de publicar con los chicos de También el Caracol editora, con Mariana Alonso, que es una genia. En realidad, El Cristo roto fue escrita antes de Lo que trae la niebla, tenía cuatro años de escrita. Decidí en ese momento publicarla porque tenía este libro para una editorial que no sé si lo leyó, pero ya pasó el tiempo y no obtuve respuesta. Por eso salió primero Lo que trae la niebla.

APU: Es como tu “Let it be”. Se dice que es el último disco de los Beatles, pero en realidad es anterior a “Abbey Road”.
Marcelo se ríe. Recordamos al escritor Giovanni Papini: Historia de Cristo.

MR: ¡Tremenda! Papini tiene el libro del diablo que es maravilloso. Papini quiso llegar al ateísmo integral. El Cristo de Papini está lleno de energía y vitalidad. Un abordaje que sale de lo bíblico y de lo solemne.



APU: Pensaba en La última tentación de Cristo, la novela de Nikos Kazantzakis  que le valió censura y crítica…
MR: Sí. Hasta hace poco estuvo prohibida aquí. En la época de (Raúl) Alfonsín se pudo pasar. Tuvo problemas con la Iglesia. Junto con La Naranja Mecánica fueron prohibidas. Terminaba siendo una propaganda al revés. Todo el mundo quería ver esas películas.



APU: Traigo a Demetrio Aguilera Malta que escribió la novela Siete lunas, siete serpientes en un pueblo típico, de América Latina. Tenemos a un Cristo quemado que no duda en bajarse de la cruz para golpear a quienes abusan de los desposeídos. Un Cristo que está con los pobres.
MR: Como debería ser. En una religión, que convirtió todo al machismo, terminó borrando a las religiones que tenían adoración hacia diosas mujeres. Cuando se unifican y se resuelve hacer una religión monoteísta, en este caso, se decidió anular todas las religiones politeístas que tenían justamente mujeres en sus adoraciones. Estos tiempos, por suerte, nos hacen recapacitar sobre estas cuestiones.



APU: ¿Te divertiste escribiendo esta novela?
MR: Sí, me divertí escribiéndola en su momento, a pesar de que el laburo de corrección se hace tedioso. Me permitió hacer algún jueguito sobre la referencia de un cuento mío que está en medio de la novela.



APU: ¿Cuál es el cuento?
MR: “El último tren del sur”, que lo relata uno de los personajes sentado al borde de las vías muertas. El cuento no estaba en la versión original, en el final de la revisión dije: entra justo y quedó.


APU: ¿Qué le aportó “El último tren del sur” a la novela?
MR: Creo que la aportó la parte política cuando se señala que “los trenes eran un recuerdo que ni las vías se permitían nombrar” El tren tenía fuerza pero faltaba algo concreto. Estaba en el sur y se me ocurrió esta idea. Estaba por salir a una excursión y le pedí a mi mujer una lapicera y un papel en el micro. Ella no tenía. Escribí en unos tickets. Cuando volví de la excursión, lo pasé en limpio y quedó ahí. Volví a Buenos Aires y pensé que el cuento tenía algo que ver con la novela, entonces busqué el lugar donde poder colocarlo que no haga ruido. Es el párrafo más largo de todo el libro.



APU: Sábato incluyó el capítulo "Informe sobre ciegos" en su novela Sobre héroes y tumbas y en las novelas de (Ricardo) Piglia los personajes conversan sobre la novela. ¿Hay un juego de metalenguaje en El Cristo Roto al incluir un cuento en la novela?
MR: Sin sumarme a ese equipo de grandes, uno como escritor empieza a ver que los personajes lo llevan por un lado. El diálogo se arma en base al personaje prácticamente. Uno ya no está respondiendo. Esos diálogos son realmente los personajes que van hablando y tratando de armar una idea dentro de la novela.


APU: El restaurador, al mismo tiempo narrador, presenta de a poco un pueblo disfrazado y sórdido. ¿Cómo fue la decisión de incorporar guiños a la mitología griega?
Mr: Sí, es un pueblo que tiene secretos, como tantos pueblos, tantas capitales. Secretos que no quieren admitir y aquí hay una serie de confusiones e historias que van y vienen de un lado y de otro. Con un tipo rengo que no se sabe si estuvo en Malvinas o no, con una chica muy jovencita que está ahí. Viuda, tan joven. Está toda esa situación de la mitología griega en el juego final que un poco abre una expectativa, para entender qué hace esa chica ahí. Es un juego que cuando empecé a hacer la novela, desde el bosquejo inicial quería incorporar la mitología griega.


APU: Sasturain nos decía a propósito del acto de escribir, “a mí no me han pasado muchas cosas, yo escribo por lo que he leído”. ¿De dónde tomaste elementos propios de la dinámica de un pueblo para escribir la novela?
MR: Más que nada de lo que uno ha escuchado hablar, y tratar de meterse en esas cosas y tratar de ver qué pasa en esos pueblos que han quedado al borde del camino, al borde de las vías, muriéndose. Condenados en los noventa y la prolongación de esa política en la gestión anterior. Por ese lado la novela tiene un tinte político de recordar esos pueblos, que quedaron ahí con gente, que no ha podido irse porque la solución de los países no es que la gente se vaya.


APU: Pensaba en Colonia Vela, el pueblo de ficción que imaginó Soriano. La idea de contar una historia supuesta y por debajo pasa un montón de cosas. En este poblado asoma la indecencia, cierta desvergüenza y mucho movimiento intrínseco de los personajes. ¿Lo pensaste así?
MR: Gracias por notarlo. A veces uno ante otras literaturas cree que hace una literatura muy berreta. Entonces uno se retrae. Intento justamente que haya historias debajo de las historias, y que haya un caldo, y quien quiera probarlo que lo pruebe. Es una historia tan simple como el mundo. Pero pretende tener algunos giros que nos hagan pensar. Porque finalmente, en la ficción hay alguien, creyendo que es el vivo, termina siendo el perjudicado de todo sin saberlo.


APU: Convocado para reparar los brazos de un Cristo roto, llega Carlos Andrada, un restaurador de arte ¿Qué representa esa imagen para los pueblerinos?
MR: Esa imagen es mucho más que eso, además genera determinados fraudes alrededor. Todos quieren sacarle un provecho a la imagen. Un milagro que va a pasar o no, según lo que suceda. Por un lado el intendente del pueblo que quiere ser gobernador de la provincia de Buenos Aires, y el cura quiere ganar guita e irse al diablo. No le interesa estar ahí. Y al restaurador tampoco le interesa mucho lo que esté pasando. También le interesa la guita… y las minas.


APU: La ficción además pone en entredicho a las instituciones. ¿Cuál es tu mirada sobre la religión?
MR: El peso de las religiones en los pueblos es muy fuerte, no solamente acá, debe pasar en el mundo. Es como cuando un medio de comunicación tiene todas las voces, o mejor dicho tiene la única voz. Esto es lo mismo. Pelear por un pañuelo verde en Capital Federal es mucho más fácil que hacerlo en un pueblito del interior. ¡Andate a Misiones, a Oberá, y bancarte la que te van a decir! El cura te marcó y sos el diablo.


APU: ¿Crees en Dios, sos un hombre de fe?
MR: Hay un castigo para los que creen y un castigo para los que no creemos. En cuanto a la fe, uno la asume y asumirla es mucho mejor que negarla. Creo que es más fácil la vida asumida con fe a una vida asumida sin fe. Es mucho más interesante para el tipo que tiene fe estar pensando que algo va a mejorar. Los que no tenemos fe pensamos que eso no va a mejorar ¡Es una situación difícil!


APU: Te llevo a un romanticismo absurdo: la concepción de conmoverse ante un hecho artístico. Sin fe, ¿Dónde encontrar el estímulo?
MR: No creo que el arte nos vaya a salvar, pero sí que hace la vida mejor. No me parece que la vida del hombre se salve por el arte, pero si es menos dura, menos difícil, nos permite disfrutar la belleza. Por eso es importante que la gente se acerque al arte, a la palabra, sepa manejar la palabra. Algunos hablan en nombre de los pobres, mejor no. Dejemos que los pobres hablen. La arenga: “a los pobres les digo que no tengan miedo de ser ricos” yo no tengo muchas ganas de escucharla. Eso no es una cuestión de fe, es una cuestión de estupidez.


APU: ¿Cómo fue el proceso de jugar con dos mundos aparentemente antagónicos como la religión y los mitos griegos?
MR: Es posible, como dijo alguna vez Borges, que la Biblia sea el mejor libro de ciencia ficción que se ha escrito en todos los tiempos. La ciencia ficción que tiene la mitología es maravillosa. Un tipo que se transforma en vaca para poder poseer una mujer. La literatura empieza a hervir a partir de la mitología. Me parece genial que en esa época se creyera en esas historias, tiene la misma validez que creer que el Papa fue elegido por el Espíritu Santo, o que Cristo nació de un vientre virgen. No veo diferencia. Entre el rapto de Proserpina hecho por el diablo que se lleva a la primavera seis meses al infierno y creer que Cristo nació de ningún tipo de contacto sexual, no veo diferencia. Sin embargo, el mundo vive arrodillado ante este Cristo que ha nacido de una forma mágica, y se burla del rapto de la pobre Proserpina. ¿No es más fácil que a Proserpina se la lleven al infierno y no tengamos seis meses de calor y seis meses de frio?


APU: Han pasado varios siglos de la inquisición ¿Qué rasgos de intolerancia consideras que persisten aún?
MR: ¡No se si no estamos en la inquisición aún! A veces parece que sí. Cuando en algunos lugares de fe, como la Iglesia o el evangelismo impulsan marchas pro pañuelo celeste y perpetran declaraciones poco inteligentes, de todo punto de vista o cuando los veganos te señalan porque vos comes carne, también me parece una inquisición, no me parece bueno. Está muy bien que cada uno pueda opinar, pero que en ese opinar escuchemos un poco al otro. Hace unos días discutía con alguien que había publicado una bestialidad en Facebook y me dijo “quiero que me respetes” Yo te respeto ¡Lo que digo es que pusiste una barbaridad! No todo es respetable.


APU: Baglietto coreaba en la canción "El témpano ", "se cree más en los milagros a la hora del entierro”. Pensaba en la expresión “¡Dios Mío!” ante una situación límite. Apelar a lo religioso ante un tablado hostil. ¿Qué pensás sobre eso?
MR: Hay una frase de (Charles) Bukowski que dice que en los momentos complicados Dios se hace muy popular, y es verdad. No hace falta ser ateo, agnóstico o creyente, siempre el ¡Dios mío! se nos aparece. Sobre todo en las situaciones complicadas. A veces ante una jugada maravillosa decimos “¡Por Dios!” Convocás a una divinidad porque hay que convocar a alguien. Como la jugada de Maradona a los ingleses, la improvisación en el momento. Todo el acto creativo, hasta llegar al arco, es un hecho artístico. Sucede, está. Son divinidades, muy terrestres porque las vemos todo el día. Son tipos nacidos para una creación especial. Hay que disfrutarlos. Hay que complacerse con el momento de la creación y las consecuencias en el fútbol, en el arte, en la música…


APU: ¿Qué ocurre con lo que has asimilado, leído y escuchado al momento de la creación literaria?
Supongo que hay un montón de influencias que yo no estoy capacitado para determinarlas, pero si hay gente que lee y te dice “che, acá hay un toque de acá… un toque de allá”. Son pinceladas que uno va tomando sin mucha conciencia. Yo tenía un profesor de psicología que decía que la mente humana era como un camino de barro sobre todo cuando sos chico. Cada cosa que iba atravesando iba dejando su huella y después sobre esa huella se va manejando la persona. Creo que eso no sucede solo en los chicos. Cuando sos adulto vas leyendo e involuntariamente vas marcando ese camino de barro. En este caso de literatura y transitas por allí. Se me puede presentar Soriano, Kafka, hay un poco de todo ahí metido.


APU: “Parece que aquí se esconde más de lo que se cuenta” dice uno de los personajes. Los coloquios son muy creíbles ¿cómo trabajaste los diálogos en la novela?
MR: Pretendo que los diálogos sean lo que pasa en la vida, lo más real posible. Uno habla corto y no una hace perorata salvo cuando tu viejo te retaba. No hay una bajada de línea, pero si los personajes, a través de los diálogos van definiendo algunas situaciones que pasan en la novela.


APU: Acertamos en El cristo roto con personajes entrañables, un bar que resuena a los cuentos de La Strada, tu libro de relatos. ¿Cuál es el fuerte en tus novelas, la historia o los personajes?
MR: El fuerte en mis novelas, en lo que escribo en general, son los personajes por cómo encaran el conflicto. Son absurdos en algunos casos, perdedores en otros, son los que llevan el juego del cuento o de lo que esté narrando. Mucho más que la historia en sí. En esta ficción, hay un giro en la trama a partir de una torpeza que va a hacer que el mundo se vaya a cualquier lado. Trabajé mucho con Mariana Alonso y Miguel Sardegna justamente en pulir el texto. Yo escribí “coloque la arandela en el bolsillo” y Christian Kupchik quien escribió en la contratapa del libro lo leyó y me dijo “esa frase sacala y la novela se entiende perfecto”. No somos dioses. Tratamos de escribir historias, si algo está mal explicado es porque nosotros no escribimos bien, si no llegó es porque algo hicimos mal.







6 de agosto de 2019

BÚSQUEDA DEL TONO



CULTURA //// 04.08.2019

La búsqueda del tono, por Camilo Sánchez
Entrevista a Camilo Sánchez, escritor, periodista y autor de las novelas “La viuda de los Van Gogh” y “La Feliz”. "El único ritual que hay que tener para escribir es empezar. Cuando empezás los melones se acomodan. El único ritual sería ese. Largarse y confiar", describió. Por Raúl Haurat. 


Por Raúl Haurat
Camilo Sánchez es escritor, periodista y autor de las novelas “La viuda de los Van Gogh” y “La Feliz” (Edhasa). En diálogo con AGENCIA PACO URONDO y el blog “De Rastrón” desmitificó los rituales al momento de escribir. Además, reflexionó sobre el proceso creativo y la construcción de su obra literaria. Recorrió su trayectoria desde la revista Billiken hasta su paso por el diario Página/12.

“Cuando un tipo de ochenta años se va acercando a la brecha, la muerte deja de ser una metáfora para más adelante”

APU: ¿Tenés algún ritual al momento de escribir?
CS: No, cómo yo vengo del periodismo, el ritual es cerrar. No me parece que puedas tener muchos rituales en la escritura si no los tenes afuera. Se idealiza mucho la escritura. No me parece un sitio sagrado. Me parece un sitio sagrado la vida. Habitualmente estoy escribiendo, editando o leyendo con un cuaderno al lado. No es que tengo que predisponerme con cierta ritualidad para ninguna de las tres cosas. Simplemente apago el mundo y marcha. Para poder apagar el mundo tenes que tenerlo bastante encendido el resto del tiempo que no escribís, ni editas ni lees.

APU: Hay una idea al momento de escribir de poner música, prender velas…
CS: Hay que prender velas para cenar con tus amores.

APU: Eso también responde con qué frecuencia escribís.
CS: Si, en realidad, yo vivo de la escritura. Desde los dieciocho años que comencé como cadete de redacción de la Revista Billiken, que ya empezaba a escribir, hasta ahora. Es lo mismo.

APU: ¿Hay una diferencia al momento de escribir periodismo o un relato?
CS: No hago diferencia entre escribir periodismo, un relato, una novela o un poema. Tuve maestros como (Miguel) Briante, Tomas Eloy Martínez y Diana Bellesi. No es que (ellos) se ponían: “ahora voy a escribir un poema. Ahora escribo una nota para cerrar.”

APU: No diferenciaban entre géneros al momento de escribir.
CS: No. Es ponerse. Lo que no puedo es escribir a medias, ni leer a media. ¿No sé cómo hay gente que lee para dormirse? A mí me despabila. Leer para mí es como laburar. Es intervenir el texto.

APU: Al momento de leer poesía, ¿volvés a los clásicos o hay algún poeta contemporáneo que te haya vislumbrado últimamente?
CS: Hoy escribí algo sobre Enrique Molina, que fue una contratapa de Página/12 del ´89 que la rearmé. Ese fue un poeta, de los que conocí, que marcó pautas. Después está lleno de buenas mujeres que escriben: Diana Bellessi, Irene Gruss, Susana Villalba, Silvina Sazunic. En la poesía lees tres poemas y ya está. Hay que encontrarlos. Vos tenes un libro de poemas y por ahí hay tres o cuatro poemas que te hacen estallar. Un libro puede darte la clave para algo que te está inquietando de este momento, o una llave para la felicidad eterna.

APU: Publicaste dos novelas. ¿En qué te inspiraste para escribir “La viuda de los Van Gogh” y “La Feliz”?
CS: En realidad la línea de acción de las novelas, en el caso de “La viuda de los Van Gogh” fue lo que sucedió con los cuadros de Van Gogh después de su muerte. Vincent vende dos cuadros en su vida, y a los dos años y medio ya está en el panorama de Amsterdam. Teo, su hermano se muere a los seis meses. Entonces la pregunta es ¿cómo alguien que no había vendido cuadros, llego al lugar ese? Después es tirar de una cuerda y tener la suerte que tuve de encontrar un personaje que no se me hubiese ocurrido jamás de hacerlo ficción: feminista, Siglo lXX, poeta, especialista Percy Shelley, que se queda viuda, con un hijo de un año y tres meses. Ella es la recopiladora y editora de las cartas a Teo.

APU: Está la mirada del escritor, también la mirada de periodista. ¿Tuviste que hacer un trabajo de investigación buscando diarios de la época?
CS: Sí. Cuando uno está lanzado va buscando esqueletos donde apoyarse. En cambio en el otro no, “La Feliz” es el verano del 88 en Mar del Plata donde el mejor boxeador de la historia argentina se convierte en un femicida, y el mayor humorista de la historia argentina se cae de un piso 11, el mismo verano, siendo amigos. Estando en contacto. Dije “acá también hay una novela”. Lo había cubierto para Pagina/12. Me habían mandado a cubrir el asesinato de Monzón. Ahí lo que hice fue esperar el tiempo correcto para que fluyera. Cuando apareció el tono lo seguí.

APU: Nombraste el tono. En tu descripción de “La Feliz” uno encuentra imágenes poéticas que aparecen en el final de algunos capítulos. Pintás una Mar del Plata propia, muy particular. ¿Cuánto influenció haber nacido en la Ciudad?
CS: Estaba el Campeón, el Claun, el Langa (el nexo entre los dos) y Mar del Plata es el cuarto personaje de la historia que apareció mientras escribía. Fue tomando corporalidad. Era mi ciudad también. La verdad que ser al mismo tiempo un nacido y criado ahí hasta los dieciocho años y enviado especial a tu ciudad es algo que no a todo el mundo le pasa. Eso me dio una doble mirada interesante.

APU: Encontraste dos historias sobre personajes tan fuertes como Van Gogh, Olmedo y Monzón con la mirada puesta en una viuda y en una ciudad. ¿Fue pensado así?
CS: Vuelvo a la primera pregunta. El único ritual que hay que tener para escribir es empezar. Cuando empezás los melones se acomodan. (Ricardo) Piglia decía “vos narrá, narrá que después aparece una línea de pensamiento propio”. El único ritual sería ese. Largarse y confiar que por ahí en el tercer párrafo encontraste algo del tono, de la música.

APU: ¿Qué es el tono?
CS: Cuando vos sentís que vas, que vas, que vas… No es mucho más. Entraste en una música. El movimiento se muestra andando.

APU: ¿En qué estás trabajando ahora?
CS: Armé un sello operativo donde cada uno es dueño de sus libros que se llama “El Bien del Sauce”. Ya sacamos catorce libros. Lo que tengo terminado es una especie de monólogo teatral con un narrador en escena que se llama “Un camino de brasas”. La línea de acción es una mujer esperando a su hija a la que va a dejar su departamento en vida. Es una reflexión sobre la vejez apasionada.

APU: ¿Por qué titulaste el monólogo “Un camino de brasas”?
Hay un poema de Saint-John Perse que habla a la vejez: “Vejez, me mentías. Eres un camino de brasas y no un reguero de cenizas” Perse a los ochenta estaba vivo.

APU: Enrique Molina en el final encontró el tono que el poeta busca toda su vida. ¿Perse lo encontró?
CS: Sabiendo que cada instante cuenta, hay que subirse y no bajarse. Cuando llegas a un momento que se apaga el diálogo interno, el momento donde estás haciendo las cosas y decís: no me muevo más de acá. Ahí hay que tratar de quedarse el mayor tiempo posible.

APU: Para terminar me vino la imagen de la pincelada de Van Gogh y La Feliz. El momento donde el surfer logra subir a la cresta de una ola. ¿Ese es el momento donde uno debería estar el mayor tiempo posible?
Sí. Hay un texto de (Guillermo) Saccomanno que habla del ser en el momento que se estabiliza la tabla. Ese viaje es como el haiku que dice “es lo que está pasando frente a mis ojos ahora” y no es otra cosa. Tal vez sea el único tema que tengamos. Por eso cuando un tipo de ochenta años como Molina, o la mujer de mi obra “Un camino de brasas” se va acercando a la brecha. La muerte deja de ser una metáfora para más adelante. Es la letra chica del contrato más cerca y ahí hay que seguir jugando con altura y con gracia.