23 de julio de 2013

EMOCIONA





Después de una tarde en el parque,
terminamos el día en los estudios de Radio Zoe…
Julián al día siguiente hizo este dibujo









“que lindo RAUL ME IMAGINO TU EMOCION BESO”
P F 

“multifacético , PAPÁ, con los brazos largos para abrazar y conectado con la radio”
M P 

 “es lo mas ese papa”
M B

 “Esa imagen gráfica es impagable.”
E T

“Sol radiante, azul del cielo y papá con luz verde, no hay mayor positividad y energía que un niño pueda reflejar de la imagen paterna!!!!”
G S 

“Me dí cuenta de los auriculares!! Qué precioso que te haya dibujado así. Con auriculares y feliz”
L L 

 “me muero, es un flash, saldrá al padre”
M B




¡ MUCHAS GRACIAS!








5 de julio de 2013

COLORES DEL AMANECER





El amanecer en las playas del sur permite ver el sol reflejado en el mar, con un color amarillo difícil de encontrar en los pomos de acrílico. Se necesita mezclar con algo de rojo alheña para lograr un naranja preciso. El cielo comienza en el horizonte con un color violeta con más rojo que azul índigo. Un violeta intenso, que al acercarse al sol pierde su fuerza. Los rayos generan una transparencia en el agua y las olas toman distintos colores por su impulso. Es como si la paleta cromática se divirtiera dentro de un recipiente y jugara a cambiar de pigmentos con la espuma como moderadora del caos.
Las gaviotas suben y bajan con un ademán coordinado, armónico y sistemático. La envidia de más de un coreógrafo de baile. A diferencia del atardecer (cuando los colores se apagan, para dar paso a la oscuridad y a la luz de la luna) el amanecer es la aparición del centelleo, la claridad y el color.
La actividad de las nubes es más resuelta en la aurora. La atención está puesta sólo en ellas, muestran sus habilidades como quien sabe que es observado.
Como en la puesta en escena de una obra fastuosa, el protagonista principal se hace esperar. El trabajo de los iluminadores del cielo es prodigioso, generan un misterio en el horizonte, ante la inminente aparición de la figura estelar de cada alborada: la salida del Sol.
Los colores cálidos (rojo, naranja y amarillo) acometen a los colores fríos (azul, celeste y violeta). El océano deja el anonimato de la noche y se hace ver en toda su extensión.
La presencia de algún barco pesquero, perdido en el horizonte, da cuenta del tamaño de esa masa de agua inmensa y majestuosa.
Finalmente, como si se divisara un gran incendio a lo lejos, el sol anticipa su aparición. Las nubes son como pequeños trozos de algodón, colocados delante de una hornalla. Con el calor en su interior, mutan, varían, cambian de forma en una sintonía perfecta. El firmamento es más celeste que nunca. El canto de los pájaros al unísono anuncia que el nuevo día ha comenzado. El Sol llega y se posa sobre el horizonte con una autoridad que intimida. Los rayos del sol reflejados en el agua, generan una perspectiva donde las líneas amarillas atraviesan el mar como ranuras de fuego.
Todo pasa muy rápido. El amanecer, ese arte de lo efímero, se esfuma para dar comienzo a una nueva jornada.





 




11 de junio de 2013

EL COMBINADO




El abuelo vive solo, tiene una casa grande en Mataderos, con un patio bien amplio. Cuando entrás, se huele el olor a humedad. El abuelo colecciona sifones de todas las épocas y tiene muchos discos de tango, los pone en un mueble grande para escucharlos (mi papá me dijo el nombre pero no lo recuerdo).
Todos los domingos vamos a visitarlo con papá y su novia. El fin de semana pasado, hubo una fiesta en la feria de Mataderos y antes de ir a lo del abuelo, pasamos por ahí. Llegamos muy temprano. Había tres puestos armados, nada más. Fui sin desayunar, con sueño y de mal humor. Papá tiene una nueva novia, se llama Mónica, es repiola y muy linda. Siempre me saluda con un beso y un abrazo. Siento el aroma de su perfume (que es muy fuerte) y me da arcadas. Todavía no me acostumbro a ella. Mamá dice que papá no se bancaría una mujer de su edad. Yo no le hago caso. Le digo todo que sí.
Al bajar del auto sentí mucho frío. La gente llegaba de a poco. ¿Se sentirán más patriotas por llegar tan temprano? El olor era insoportable, mezcla de caca de caballos y vaca muerta. Me quería ir. Prefería mil veces estar en mi pieza con la play. Joaco me dijo que Neymar es más veloz que Messi en el nuevo Fifa 2013. No sé, Joaco siempre exagera.
Mamá me manda a casa de papá con la ropa que me queda chica y que casi ni uso. “Es para que tu padre vea que necesitás ropa nueva, Lauti” ¡Ah! Claro, la señora se enoja con papá y yo con esa campera re chota. Yo podría ponerme lo que quiero pero se pone loca, empieza a los gritos y me esconde la play.
Papá se acercó con un vaso de plástico.
- ¿ Querés tomar chocolate caliente, Lauti ?
- No papá, es re feo.
- Dale, así se te pasa el frío.
- No quiero.
- Mirá, que hasta el almuerzo no hay nada, ¿eh?
- ¿Qué vamos a almorzar?
- Ravioles, Lautaro, como todos los domingos.
- Uh, otra vez.

En la feria no se puede correr. Mamá me puso una campera que odio, me apreta. El pantalón de jogging también me molesta. Tiene como un algodón que abriga, pero si corro, empiezo a transpirar y quedo todo pegoteado.
En un momento, papá desapareció, no lo vi más. Un vendedor pasó y le miró el culo a Mónica. De golpe, comenzó a sonar música en un parlante. La gente se movió y formó un círculo alrededor de unos bailarines. Salió un tipo con una muñeca. Tenía ojos claros como Brindisi y parecía cansado.
La muñeca tenía la boca muy grande. Si no fuera por los ojos tan saltones, yo le daría, como dice tío Juanqui. Suena re cool decirlo. El hermano de Santi también lo dice: yo le doy. Tiene catorce y dice que se transó a la prima. Yo la conozco. Se llama Agostina, tiene trece y está re fuerte.
Hasta que llegó papá me quedé junto a Mónica. El show de los bailarines me pareció divertido. Se notaba que la muñeca era re trucha. Los dedos de la mano eran del mismo largo. La peluca estaba re sucia. El bailarín se apoyó sobre una columna que le llegaba hasta la espalda, por ahí le serviría para descansar. Pobre, debería estar sin dormir.
Al fin llego papá y fuimos a lo del abuelo. Nos esperaba en la puerta junto a Torito.
El abuelo, desde que murió la abuela, todos los domingos encarga ravioles en una fábrica de pastas. El tuco lo prepara el sábado, para que tome más sabor. Le sale rico. A mí no me gustan los ravioles, como sólo la carne del estofado en sanguchito. Papá me reta y el abuelo le dice: - Dejalo, Enrique. Mientras coma, dejalo.
El abuelo y papá siempre hablan de lo mismo. De Chicago, de las cosas que hacía la abuela y de un tal Dolanata o gordo no sé qué. Mónica no opina. Cuando terminamos de almorzar (con la excusa de jugar con Torito en el patio) le pedí permiso a papá para levantarme de la mesa. La señora que ayuda al abuelo sirvió café. El abuelo puso un disco. Se escuchaba re mal, pero a él le gusta. Yo entré para ir al baño.
- Abuelo, ¿ no tenés otra música?
- Lautaro, el tango es la música.
- Ufa
- Ufa ¿qué?
- Algo más divertido. Es triste abue.
Me apuré y dejé al abuelo solo con su sermón. Me hacía encima. Mónica justo salía del baño. Se había sacado la campera de gimnasia y tenía una remera con cuello en ve blanca. Se le marcaban las tetas.
- ¡Lauti!, a la vuelta de los treinta, te espera el tango - dijo el abuelo mientras yo cerraba la puerta. No entendí bien qué me quiso decir y tampoco quería preguntarle nada, porque empieza y no termina más. Además falta un montón para los treinta. Pero en tres años voy a  tener  catorce, como el hermano de Santi. El que se transó a su prima.
Antes de salir del baño pensé lo bueno que sería escondernos con Agostina detrás del mueble donde el abuelo pone los discos. Ese mueble tan grande, que nunca me acuerdo el nombre.