Volví
al barrio. Cargué combustible para el alma, una dosis de buena energía que no
encontré en ningún spa, ni en aguas termales.
Estaba
nublado, Doña Marta me dió un fuerte abrazo y me dijo entre mates que ya nadie
tira la pelota en su patio. ¿Dónde estarán los pibes un sábado a la tarde? ¿En
sus casas por la lluvia, acaso?
Me
despedí y al salir puse un disco de Cafrune, sonó este track. En ese momento
emergió la luz del sol entre las nubes a pesar del pronóstico. Afloró un rayo
de sol en el parabrisas al llegar al mercado, al pasar por la iglesia me
persigne. Fue como reintegrar el gesto. Resplandeció Avelino Díaz y concebí que
los de arriba chamuyan así, sin contraseñas.
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