- Ey,
¿esa foto, qué onda?
- Es
Perón con la Evita.
- Ya
sé, boludo. ¿Qué sos peronista ahora?
- No,
gato. Era de mi tío.
En el
depósito del almacén de mi viejo encontré una caja con un par de fotos,
revistas y hojas sueltas escritas con birome. ¡Hay una que no se puede creer!
Estaba en un sobre, un sobre cerrado con una dirección. El tío le escribió una carta a una mujer. Pensar que mi viejo me decía que era
un chabón arisco al amor.
Papá
celaba al tío. Todo empezó cuando mi viejo lo llevó a
militar a un partido con nombre pedorro: El PI.
- Yo soy del PI - decía el tío.
- ¿De qué PI?
- ¡Del pindonga! - me respondía y nos cagábamos de risa.
- Yo soy del PI - decía el tío.
- ¿De qué PI?
- ¡Del pindonga! - me respondía y nos cagábamos de risa.
Me
contó mi tía, La Negra, que el tío Bernabé se hizo querer y respetar. Aprendió enseguida la onda de la militancia. Papá no
encajaba. Correctito y con sus maneras espantaba más que acercar a la gente. Participaba hasta ahí, sin embarrarse. Siempre con el dedito acusador levantado, chipi chipi. Un especialista en encontrar errores ajenos.
Me acuerdo
que una vecina,
la hija de Doña Marta, lo llevó al tío a la unidad básica del barrio. "Vos
tenes que militar con nosotros, Berna" le dijo. Ahí estaba en su salsa. El tío
flasheó con las ollas populares, el apoyo escolar y la murga. Eran chabones más normales.
Mi papá
criticaba al peronismo. Decía que "el viejo", por Perón, había sido un
traidor. El tío desobedecía los discursos de papá y se hizo peronista
sin darse cuenta. De a poquito fue metiéndose y llegó a trabajar como tutor de la JP adoctrinando pibes
de mi edad.
La tía
Negra guardó una foto del tío Bernabé con la Cristina en la Casa Rosada, mientras mi viejo, que la iba de pureli, no hacía
otra cosa que tirarle mierda. “No tenés vergüenza, ¿cómo te vas a sacar una
foto con esa yegua, hermano?”
Pero
todo eso no fue nada. Lo que más le jodió a mi viejo, según cuenta Bernabé en su diario, fue verlo llegar junto a una mina preciosa a un recital que hicimos por
Almagro. Papá no la podía caretear. Se lo veía molesto. Bernabé escribió en uno de sus
cuadernos que papá no dejaba pasar ocasión para impresionar y hacerse el galán
con la compañera. Eso al tío lo entristecía. “¿Cómo puede ser que mi hermano deseé una mujer que
está conmigo?” escribió.
Mi tío era el más
chico de todos los hermanos y no tenía el fuego de papá. Siempre le costó más que al resto. Mi viejo de pendejo era un crack, aplicado, buen alumno. Pintaba para
hacer carrera pero no llegó a nada. El tío, en cambio, se formó de a poco, perseveró y consiguió
realizar muchos de sus sueños: hacer radio, escribir libros, conocer un presidente y sobre todo, besar a la mujer de sus sueños.
***
Mientras
abría el sobre, recorrí con la vista la caja con papeles, facturas y anotaciones viejas. El tío, antes de morir, tenía dos proyectos: el armado de una radio por internet y publicar una novela que tenía terminada.
La última vez que hablé con él me pidió que ensayara un par de canciones para tocar en la presentación de su novela. “¿Conocés a los Wawanco, Raly?” me dijo. "Armate algo con los muchachos". Wawanco fueron sus últimas palabras. ¡Wawanco! Bajé un par de canciones y se las hice escuchar a los pibes de la banda. Los vagos flashearon mal.
La última vez que hablé con él me pidió que ensayara un par de canciones para tocar en la presentación de su novela. “¿Conocés a los Wawanco, Raly?” me dijo. "Armate algo con los muchachos". Wawanco fueron sus últimas palabras. ¡Wawanco! Bajé un par de canciones y se las hice escuchar a los pibes de la banda. Los vagos flashearon mal.
Una
pena como se dio todo. El tío había conocido a una mina, fotógrafa, de la que
estaba enamorado. Me contó la tía que pensaba en ser papá otra vez. Su hijo, mi primo el Ale, vivía en Chile. Se lo llevó la madre cuando estaba
embarazada. Los bogas chilenos no pudieron hacer nada y después
de quince años de batallar renunció a la pelea. La mala sangre que se hizo por no ver a su hijo, el
escabio y la diabetes se lo llevaron puesto. Así fue como un infarto de
miocardio lo dejó seco mientras escribía. No enteramos al día siguiente. Dejó unas palabras en forma de carta que no tienen desperdicio.
***
"Compañera:
¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo! Te escribo
sencillamente para decirte: gracias.
¿Por qué? Porque mi vida no fue la misma
desde nuestro primer encuentro. Comprendí que era el momento para escribir lo
que antes no supe o pude poner en palabras. Sin etiquetas, sin compromiso y sin
promesas era nuestra lema ¿recordás? Bueno, creí que podría desempeñar con
lealtad lo acordado, pero no. Me enamoré. Sí, y lo advertí tarde. Por esa
razón, sabiendo lo que venía, decliné a persistir en la espera y resolví dar un
paso al costado.
Ahora que clareó y pude desensillar, sentí
la necesidad de rasguear unos párrafos. Hallé, cuando el embrujo y la
fascinación del enamoramiento se disiparon, una conmoción de alegría por la
libertad de alguien, o sea tu libertad, aunque esa libertad no me incluya a mí.
Siento que vivimos una historia muy bonita, a destiempo (quizás). Sin embargo,
disfruté de cada instante juntos.
Cumpa querida, me desenredaste los ojos. Mi
amor por vos fue una bocanada de aire fresco, como una lluvia repentina de
verano sobre un campo reseco. Comencé a desperezarme de a poco. En mensajes y
largas charlas primero, hasta confluir en confesiones y besos que nos brindó la
comunión del vino tinto. A partir de allí, salí a reanudar mis proyectos
pendientes. Al calor de nuestra relación retomé con la radio y la militancia,
dos pasiones que compartimos..."
***
-
Escuchá. Alta frase se mandó ahí: "... como una lluvia repentina de verano
sobre un campo..."
- ...
Estaría escabio, ey - ninguneó el Orly.
Dentro
del sobre había una fotocopia a color. El tío re joven con una mina hermosa.
Un papel escrito con fibra y una sola palabra: Ponele. Una etiqueta de cerveza
artesanal, un envoltorio todo arrugado de bon o bon y un ticket de un bar:
Estancia Antigua. Mesa 50/0; Mozo: 6, Juan. ¡Esa, tío! Decidí llevar la foto con la "compañera" al ensayo. La pegué en uno de los parlantes.
- ¿Cómo
se llama la mina? - preguntó el Lechu.
- No
sé. No la nombra, siempre pone "compañera".
- Tá
linda, boludo.
- Eh,
no te zarpes, logi. Era la novia de mi tío.
- ¡¿Qué
sabés si era la novia?! Capaz que la quería conquistar con esa carta, gil - tiró
el Lechu.
- Si
esa muñeca lo inspiró a tu tío... Capa que no inspira a nosotro también –
ironizó el flaco Orly.
- Un
crack, el chabón - dije de afuera hacia adentro.
- Alta
morocha - batió el Lechu.
- ¿Por
qué no le habré dado bola en vida al Berna, loco? – tiré mientras probaba el micrófono,
creyendo que no escuchaban.
-
Bueno, Raly. Ya fue - dijo el Orly - Tampoco te enrosque, amio.
- Por
suerte encontré ese sobre ¿no? - dije buscando un consuelo.
- Má vale - me tranquilizaron a coro.
- ¡No
sabés la bocha de libros que dejó!
- Y
leelo – me recomendó el Orly - Capa que si pinta de leer má... La Mica, en
una de esa...
- No
entiendo – lo interrumpí mientras colocaba los platillos.
- ¡Lee
má, tigre! Escribí y escribí y te sale una cartita así...
El
flaco me sacó del bajón con esa salida. Me quiso decir, a su manera, que la
lectura de todos los libros de la biblioteca del tío Bernabé me llevarían a escribir
una buena carta a la Mica. Los pibes le festejaron la ocurrencia. Prendieron un
faso y comenzó la ronda de fumata. Antes de arrancar con el primer tema,
necesité la opinión de mis compañeros de banda.
- ¿Vos
decís de escribirle?
- Ni
hablar - dijo firme el Orly.
-
¿Pensás que me puede dar cabida?
- Sí,
Raly. ¿No vite cómo te mira, loco?
- ¿Vos
decís?
- Sí,
boludo. Escribile. Yo sé lo que te digo. Dejate de hinchar lo huevo.
-
¡Joya! - dije entusiasmado.
- ¡Viva
Perón, carajo! - dijo el Lechu y destapó una cerveza.
-
¡Viva! - dijimos todos juntos.
-
¿Arracamo Raly?
- ¡Sí!
Va... un, do, tre...
***
Estuve
todo el domingo pensando qué hacer con la carta. Le pregunté a mi
viejo. El chabón, como siempre, me cortó el mambo menos diez: "¡¿Qué sabés si vive ahí, todavía?! ¡Qué correo, ni correo! Andá a buscar laburo mañana, hijo.
Haceme el favor."
El
lunes temprano, mientras me clavaba una birra para bajar de la gira, el Lechu
me convenció de ir hasta el correo. Me dijo que no tenía sentido conservar esa
carta. Que tenía que cerrar la historia que quedó inconclusa. No hablamos de
otro tema. Me preguntó toda la noche "¿cuánto falta para las
diez?". Enfilamos para Oca y entregamos la carta como si fuera algo re
importante. Sentí que había hecho algo groso, groso posta. Lamenté que mi viejo
no me bancara en esa.
A la tarde me puse con la criolla a sacar los acordes de La piragua. Sentí un alivio bárbaro, no sé, qué sé yo. En la cena hablé con mi papá. No le conté nada de la carta. Antes de levantarse para ir a dormir, me ofrecí para atender la verdulería que pusimos en la entrada del almacén. Mi viejo había cobrado una indemnización después del despido en el colegio. Me quedé solo en la mesa y releí el final de la carta que había copiado de puño y letra.
A la tarde me puse con la criolla a sacar los acordes de La piragua. Sentí un alivio bárbaro, no sé, qué sé yo. En la cena hablé con mi papá. No le conté nada de la carta. Antes de levantarse para ir a dormir, me ofrecí para atender la verdulería que pusimos en la entrada del almacén. Mi viejo había cobrado una indemnización después del despido en el colegio. Me quedé solo en la mesa y releí el final de la carta que había copiado de puño y letra.
***
"... Para concluir, y siempre en
sentido de gratificación. Me llevo el frenesí de nuestras caricias, el destello
de nuestras miradas, el bálsamo de tu piel, la suavidad de tu voz. Fuiste muy
especial para mí. Confieso que jamás volví a hablar por teléfono desde las diez
de la noche hasta las siete de la mañana con nadie. Me encantó haber transitado
parte del camino juntos, de jugar en la misma vereda por un rato. Suena
"El tiempo me enseñó" en el equipo y siento que estuvo bien, muy
bien. Fui muy feliz a tu lado. ¿Cómo no agradecerte? Ahora sí me despido como
Dios manda. Ahora estoy en paz. ¡Salud compañera!"
no puedo dejar de pensarlo.
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