Elegante
como un barco viejo desembarcó a Buenos Aires el Dylan español. Cuando juzgo que ya lo he visto casi todo, ayer nomás en una noche mágica, el
juglar del asfalto revalidó que sigue vigente y fiel a sus principios. Lo
entregó todo y lo negó todo (incluso la verdad). En estos tiempos es difícil no
perder la capacidad de asombro. En el boulevard de los sueños rotos aprendimos
aquello de «no hay secreto que el tiempo no revele»... y Joaquín lo ratificó
con sus canciones (una vez más) como pez en el Luna.
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