Hace
exactamente doce meses, un accidente automovilístico casi me deja afuera del
juego. Podríamos decir que hoy cumplo un año de vida.
Era el
día del padre. Vimos el partido donde Argentina debutaba en el Mundial ganando
2 a 1 a Bosnia. Salimos de lo de Ale y lo lleve a July a casa de su mamá. Ese
domingo volví solo. ¿Porque Julián no viajaba en el asiento de atrás como lo
hace siempre? ¿Porque justo esa noche decidió quedarse con su vieja?
Al
repasar este recorrido de un año, de junio a junio, recuerdo a San Lorenzo
campeón de la Libertadores con un festejo inmemorial en la esquina de San Juan
y Boedo. El show de Joaquín Sabina con sus 19 días y 500 noches vivificadas,
como hace 15 años en el Gran Rex pero más curtido y cercano; el
recital de Caetano, que nos hizo saltar y bailar en una noche de diluvio en el Luna
Park. Un año donde se asomó la pasión y unos sazonados besos anhelados, que me
topó en las inaugurales horas de este 2015 en la ciudad feliz por primera vez
en familia. Un comienzo escolar donde vi ingresar con júbilo a mi pichón al
aula en su incipiente primer día de clases, ¿Cómo dejar de lado el baby fútbol?
La resonada cancha de Yupanqui, la casaca celeste y grana en el cuero de mi
fruto como alguna vez yo supe engalanar.
Un año
donde cumplimos el deseo de mi viejo y sus cenizas se fundieron con las olas
de Mar del Plata. El año que nació Vito. Mis gratitudes por este alargue que me ayudo a
asimilar esto de vivir en el preciso momento que la muerte pasó raspando.