10 de febrero de 2023

MIENTRAS AVIVO EL FOGÓN

 

¿Qué te voy a decir? Anda noma' hijo.

 

Me parece bien, estoy de acuerdo que busques un nuevo horizonte y abras por tus alas.

 

Me parece bien, no te voy a poner trabas, todo lo contrario. Mi alegría es que vas a empezar una nueva etapa. Tenes capacidad, herramientas y educación. Tenes como defenderte, mijo.

 

Me da mucha alegría porque decidiste solito y con tu padre siempre hemos querido lo mejor para vos. Si el estuviera diría lo mismo: “Dale para adelante, Abelito” Porque para nosotros siempre serás nuestro Abelito, nuestro hijo amado, el hijo de Don Manuel. Allá vas a ser Abel Bazán, el doctor.

 

 

2

 

Me parece bien, mijo. Una cosita, nomas. Los primeros meses vas a hacer cosas que no te gusten tanto. Me gustaría que no te enojes si te dicen cosas que te ofendan, no va a faltar el que busque herir por tu autoestima. No te desmoralices, ah

 

Si las cosas no salen bien, acá voy a estar siempre, soy tu mama. Yo voy a esperar tooodoooos los días, eh. Un abrazo y unos terete no te van a faltar.

 

Si te preguntan ¿por qué te fuiste de paraguay?, decí noma´ que buscas un desafío. No hables mal de tu país porque la gente se va a montar sobre eso. Van a hacer leña del árbol caído, vite… Un árbol medio patituerto, si, que resiste, que aguanta. Sobrevivimos, mijo.

 

 

3

 

Esto es difícil que cambie. Acá todo es una pulseada permanente, che. Nadie se pone de acuerdo con nadie ¡A ver si todavía se ponen de acuerdo y se les acaba el negocio, chera'a! Si razona el caballo se acabó la equitación. ¡No podes debatir todo yera a! En algo tenes que coincidir pero no, che.

 

Me parece bien que pruebes. No te vayas a pelear con todo el mundo, calladito, noma´. Me preocupa ese humor que tenés, ese ímpetu vas a tener que meterte por tu bolsillo. Me pone contento que tengas todos los papeles, todo ordenadito. No pienses en juntar plata para volver. ¡No! Mentalízate en juntar platita para ir comprando por tus cosas.

 

Quédate tranquilo, noma´. Esto es todo lo que te quería escribir. Perdóname, No voy a poder hablar así cara a cara. No voy a poder, se me va a desarmar la estantería y vos nunca me viste así.

 

No tengo mucho más para decir. No quedan estos guaranis que te guarde para tener los primeros tiempos eh, Así que prepará por tus papeles y tomate el buque, mijo.

 

4

 

Mi única felicidad es saber que vos va a subir a ese avión. Vas a salir adelante. Mi abuelo se vino para polonia porque allá estaba jodida la mano y mi abuelo después llegó a y trabajó, mi papá trabajó también, y yo… yo... no tengo idea que estoy diciendo. Ya me está ganando la emoción.

 

Tratá de forjar tu destino. Ya no vuelvas, mijo. No tengo más nada en los bolsillos ni el alma. No me salió. Yo quería ver la placa: Abel Bazán, Médico en la puerta de nuestra casa, pero bueno… con todo lo que aprendiste va a salir adelante

5

 

Anda nomás, me quedo con ese abrazo cálido que me diste. Se me parte el alma, ngurí. Pero así tiene que ser. Contame que es lo que primero que viste cuando llegaste. Yo voy a ver a través de tus ojos, tomando un mate, calentando la pava, comiendo una galleta y esperando noticias de Europa mientras avivo el fogón. Algo que tanto tanto nos gustaba hacer juntos. Te quiero mi guri, chiquitito, te quiero siempre no vaya a olvidar eso...

26 de enero de 2023

UN CASSETTE PARA LA SIERRA

 

Hola Rosemary, he llegado bien. El viaje fue larguito. Estoy aquí en un campo extenso. Se llama Sierra de los Padres, es un sitio alejado de la ciudad, aquí estoy trabajando. Si tú ya has tomado la decisión de venir con los niñas, yo te voy a esperar aquí. Ya hablé con mi patrón. 

Prometo portarme bien mi Rosemary, sin diabluras ni tonterías. He prometido ante la virgencita ser fiel contigo. Quiero que lo sepas, mi amorcito. 

Aquí vamos a estar bien con las niñas. A ellas les gusta tanto el verde de Veracruz. Este es un hermoso lugar, vamos a andar bien, mi amor.

Te dejo este mensaje para que los escuches cuando prendas tu teléfono. Dibujé un mapita, ya… ¡ah! Para que lo imagines. Aquí en la piecita donde estoy duerme Ronald, es un compatriota de Santa Cruz de la Sierra. Él prontito va a recibir a su familia. Habló con una gente conocida del patrón que le dieron unos materiales y va a edificar su casita en un barrio, mi amor. 

Trabajamos la cosecha del kiwi, de aquí salen a toda la Argentina, me dijo Ronald. Es rico el kiwi, ya lo vas a probar.

Llámame Rosemary, llámame mi amorcito. Cuando venga el otro contingente te encargo unas cositas que olvidé traer. ¿Me podrías traer unos cassettes? ¿Tú me los puedes despachar? Es importante para mí. Escuchándolos puedo recordarte, Rosemary. Ahora que ya sale el sol a las cinco es lindo recordarte.

¿Te acuerdas de la feria de Sucre, ah? Te acuerdas de esa canción que escuchábamos. Bueno, voy a dejar por hoy este mensaje. Ultima cosita, mi amor. Es hermoso Mar del Plata; tiene sierra, praderas, mucho verde y mar. Todavía no lo he conocido, mi patrón me dijo que me va a llevar la semana próxima. Voy a sacar muchas fotos para ti y las niñas.

Vamos a salir adelante, mi pimpollo. Quiero que estemos todos alegres. Lo pasado, pasado, ah. Ya vamos a vivir juntos muy prontito, otra vez.

Dale un beso a las niñas ¿si? A Linda Flor y mi pequeña Bella Rosa. Diles que papi esta contento por su trabajo pero triste porque no puedo verlas.

Aquí hay océano, como el de los dibujitos que ellas miran. ¿Te acuerdas de la película del barquito? Ahora que mis ojos van a poder ver el mar, cuando lo vea por primera vez voy a silbar nuestra canción pensando en ti. Reencontrarme contigo es mí anhelo, reencontrarme con nuestra música es como reencontrarse con el primer amor, Rosemary. Tú eres mi primer y único amor, nunca lo olvides.

Besito, te quiero mi amor…Tukuy tiempo qanpi yuyaykuni, qanmi kanki pusawaqniy k’anchay 






* Pienso en ti a todo momento, eres la luz que me guía



19 de enero de 2023

LA SUERTE ESTÁ ECHADA



Si la razón nos hace hombres, el sentimiento nos conduce. Para el burgués con una mirada excesivamente racional el desamor arraigado es incomprensible. No hay mala fé, no lo vivió. Si lo vivió, fue de otra manera. Somos muchos los abajo firmantes, ludópatas del amor que ofrecemos el corazón desprovistos de armaduras y pagamos un precio altísimo.

Durante muchos años viví a dos cuadras del Casino. Ingresé solo una vez. Recuerdo que en los noventa la gente viajaba a Mar del Plata para apostar a la ruleta, al póker o al blackjack. Recién en el año ´99 se inauguraría el primer casino flotante en Capital Federal. Entre gallos turcos y medianoches aliancistas se rubricó la habilitación del Buque “Estrella de la Fortuna"

En Mar del Plata se caen de los bolsillos las historias de personas que perdieron todo por el juego. “¿Cómo vas a apostar un departamento en una noche?”. No lo puedo entender. Sin embargo, lejos de minimizar una enfermedad cómo la ludopatia, cuando el embrujo del amor te aprisiona, estas en problemas. No vas midiendo: "nada de embalarse, le pongo una fichita a esta relación y voy viendo" ¡No! ¡Vas con todo lo que tenes!



Si no funciona, paciencia. Es cierto que te quedas vacío, dinamitado cómo la manzana 115, inmaterial cómo  la vieja terminal. Cuándo no podes salir del scroll del enamoramiento no correspondido nadie te puede ayudar. Pocas la ven, no te ven en realidad. La manera de mirar moderna es ver fragmentos.


Al alcohólico o el adicto lo ves venir. Uno distingue cierto rasgo de avería — Al jugador no se le nota — me dijo la mujer del dueño de una inmobiliaria importante de La Feliz. 

Un día la mujer llegó a la casa, quiso abrir la puerta y no pudo. Le habían cambiado la cerradura porque el departamento estaba embargado. En cambio al enamorado contrariado, lo encontrás en un café lo más campante, mirando stories de instagram mientras pide un latte de vainilla. Por el semblante no distinguís que sentado en esa silla yace un hombre que amó y no lo amaron. Una remera que diga: Soy un amante contrariado, no tirar escombros.


Nene me decía — Perdí al amor de mi vida. Lo extraño. Estuvimos 65 años juntos. Dos de amigos, dos de novios y 61 años de casados. Ahora me siento un termo de agua caliente que se rompió por dentro — recordé cuando mí termo de San Lorenzo cayó al piso. Lo destapé y vi el interior hecho trizas. Nene no pudo ser más gráfica.


La suerte siempre parece estar en contra de las personas que dependen de ella. ¿Qué pasará con el amor? Es un misterio. Anhelo que la próxima vuelta marcharé sin sortija. No sé si caeré al vacío. Lo que sí sé es que iré al primer beso sin un as en la manga. Si no resulta, es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar.





12 de enero de 2023

SEMBLANZAS DE RADIO


En el último tiempo se dió un fenómeno inédito en la radio, tanto en AM como en FM. Los dueños de las emisoras convocaron periodistas, animadores, actrices y actores que han hecho su carrera mayormente en la televisión para sumarse a la programación de sus medios de radiodifusión.

Vivimos en una era donde la imagen tiene mucho más fuerza que la voz. Sin embargo, en la radio a diferencia de la tele, el uso del lenguaje es preponderante más allá de las artísticas, los efectos y los separadores. La elección de las palabras es lo que hace que la alocución tenga un rango mayor y por ende más escuchas.

La importancia de la lectura se plasma al momento de hablar en general y frente a un micrófono en particular. En ese sentido, la radio nos permite enfocarnos puramente en el discurso sin pensar en nuestra imagen. Por su parte, en los medios gráficos, las plumas de grandes escritores son la garantía de toparnos con textos de fuste, en muchos casos, de personas que no conocemos su rostro.

Somos muchos los que vamos detrás de una firma más que de un medio: Tamara Tenenbaum, Martín Rodríguez «Tinta Limón», Martín Zariello «Ilcorvino», Ezequiel Fernández Moores, entre otros, son periodistas que logran una semblanza de alto vuelo, como nos pasaba hace más de una década con las contratapas de Juan Forn en otro Página/12.

Soy de los que examina y busca encontrarse con una crónica con huellas de finura. Algo bien contado me cautiva. Somos oyentes ávidos que esperamos que nos cuenten una buena historia.


El micrófono nos deja expuestos, como el salto del escritorio al diván en las sesiones de terapia. La mirada del analista intimida. Sentimos que estamos rindiendo un examen.

En cambio en el diván, recostados mirando el techo, uno siente la sensación de libre albedrío. El pensamiento juega y se desliza en libertad. Podemos palpar las guaridas del inconsciente y es allí donde los síntomas afloran en párrafos descargados al techo y atenúan la angustia.

Algunos piensan que el grito de la multitud en un estadio es como un diván. Insultamos al árbitro, rechazamos un fallo pero en realidad no es el árbitro y no es el VAR lo que jode. Hay allí un malestar y un significante escondido.


Vuelvo a la radio. Para quienes estamos al aire, lo mejor que nos puede pasar es recibir una devolución de los oyentes “yo también me pregunto ¿adónde irán a parar las bolitas lecheras perdidas en las mudanzas?"

Lo asombroso de la radio es que lo dicho evoluciona hacia un lugar que nos resulta familiar. Imagino a la radio cómo los bodegones dónde todavía podemos ordenar un guiso de albóndigas con fideo moñito hecho en el día. Imagino a la radio como las almacenes de barrio donde aún nos topamos con un trato personalizado y una escucha sincera. Me imagino a la radio y pienso en los mensajes de Norma del Puerto, Paula de Chauvin o Josefina de Las Dalias.

En la radiodifusión hay algo de lo artesanal, de eso que tiene una dedicación y una gestación más cercana al orfebre que a la elaboración industrial.

Si todo terminara como presagian las películas de apocalipsis y tendríamos la opción de encontrarnos con un objeto, me gustaría que sea una Spika cómo elemento de resistencia humana y una voz transmitiendo en vivo. Nada grabado, porque hay algo de la magia del vivo que es irremplazable.

DELIVERY

Podemos pedir una pizza por una aplicación, incluso podemos solicitar que nos envíen un libro, pero no podemos pedir que nos manden un abrazo. 

El hecho artístico una vez más nos revela que la radio nos trae de regreso a la mesa larga, al café mano a mano para recuperar la conversación como una forma de curar las heridas, como una ambulancia que llega a los oídos y nos auxilia del tremendo silencio de la soledad. 

Voy a la radio con la esperanza de correr del centro de la escena a "lo no dicho". Ese señor pacato con pretensiones high class, con petulancias severas e impiadosas, crueles y categóricas. 

Para terminar diría que más tarde o más temprano llegará nuestra propia señal de ajuste. Espero que el silencio del final nos encuentre con un te quiero entre los labios. En definitiva el amor es el único sentimiento que nos salva. Un sentir más cercano al decir que al aparentar.

 










6 de enero de 2023

ASFALTO ROCIADO DE DISTANCIAS

 



Antes de ir a la radio rumiaba sobre ciertas fotos y cuando digo fotos, me refiero a las originales impresas. La de los álbumes anillados con un papel film ambarino ¿Cuál de las fotos ubicamos primero? ¿Cuál colocamos después?

Álbumes distinguidos que completan su imagen con fotografías reveladas sobre un papel de gramaje específico, mate, sin brillo, con la finura que nace de los bordes.

Fotos donde éramos felices sin saberlo. ¿Conscientes? ¿Felices? ¿Conciencia y felicidad es un oxímoron? 

En mi niñez no había nada que fingir. Lo que se veía en una foto era lo que pasaba, al menos en mi mundo interior.

Las fotos con niños son las más entretenidas. Un pibe hace una cara disparatada y desmantela el sainete. Esa postal buscada ya no formará parte del álbum oficial. ¡Raulito, otra vez! ¡Tía Rita fue a la peluquería, mecachondie!

A mí me encanta ver fotos. Es mí fetiche. Es un plan en soledad y un evento en compañía. No es lo mismo enviar archivos de imágenes escaneadas por WhatsApp qué preparar la mesa, poner la pava y disponerse a una panzada de evocaciones con el mate lavado. 

Allí, frente a nuestros ojos, reposan originales sin palabras, sin globos de texto. En ese juego, cada uno puede descifrar lo que pudo haber pasado ese día, esa noche. Es el soplo donde la fotografía se tutea con la poesía. Empuñan el volante de una bicicleta en picada y sin rueditas. El fotógrafo Robert Frank decía que “cuando la gente mira mis fotos quiero que sientan como cuando quieren leer un verso de un poema una segunda vez.”


Este es el primer programa de la segunda temporada de “La Hora sin Sombra”, dónde cada martes pensamos sobre lo que hemos perdido, sobre retratos que huyen en la brisa. Fotos que se perdieron en un disco rígido o en un pendrive con la cara de Mickey.

El avance de la tecnología nos da la posibilidad de acopiar más y más fotos pero se llevó consigo lo esencial, lo que podemos arrullar. Las voces no se pueden acariciar.

Solo me quedaron mil fotos de quienes partieron. Debo admitir que con solo mirarlas puedo arrancar cada mañana a enfrentar el asfalto rociado de distancias. ¿Quién las sacó? ¿Quién apretó el click? No lo sé. Quienes sacan fotos resuelven ser héroes anónimos de esta película, de esta sucesión de fotogramas, de este evento que se ennoblece en un “Digan Whisky”.

Cómo si fueran un tubo de oxigeno ante el ahogo de las voces ausentes, me abrazo sobre dos cajas guardadas por mamá con la leyenda “fotos de raulito” 

Atesoro en mi cabeza miles de imágenes que no forman parte de ningún álbum anillado con papel film ambarino.

Hoy en la radio las polaroids mutan en párrafos torpes. En definitiva “La hora sin sombra” dejó de ser un programa de radio para ser un bonito pretexto, un subterfugio para refundar aquellas cosas que hemos perdido.

Hoy mi hijo Julián, el muchachito que más quiero en este mundo, cumple 14 años. Le gustan los números pares. “Papi, nací un 2 de agosto, del mes 8, del año 2008”. Llegó al mundo por el amor de dos. 

July juega a la pelota, juega de libero, juega de “dos”. Digo pelota como podría decir fútbol porque las dos palabras tienen “seis” letras. Él es mi foto favorita.

Todavía quedan fotos por disfrutar que no hemos sacado. Sueño con obtener una en especial: mi pelo blanco y mi piel empachada de arrugas. Cuando mi hijo le indique al fotógrafo, - ¡Espere, espere, falta mi viejo! Está un poco lento. Tiene 80 mil fotos en el espalda! Ahora sí, maestro, saque nomás.






4 de enero de 2023

GRACIAS, VIRGINIA



Teniendo en cuenta la dimensión de los anfitriones de ésta noche, podríamos discurrir sobre cine argentino largo y tendido. Hablar de «La patota», «Juguemos en el mundo» o «la Raulito», «Fotos del alma» o «El verso». Incluso «Los bastardos», su última participación.

Si bien "La Hora sin Sombra” tiene como puntal la literatura, podríamos vincular las obras de teatro de dramaturgos como Bernard Shaw, Arthur Miller o Chejov con la carrera de Virginia Lago. Sin embargo, decidimos comenzar por la patria de todo hombre: la infancia. Un lugar entrañable donde no había una gran biblioteca y al cine íbamos a ver películas de Olmedo y Porcel. Se vivía así, en tiempo presente. Disfrutando el día a dia y recibiendo mucho amor. 

 

LA TELE

A principios de los ochenta la vedette de la cocina-comedor fue la televisión. Era nuestro tótem, un aparato bastardeado por la intelligentzia cultural, que en las familias organizaba la disposición del hogar.

— Yo no miro televisión — dice uno y espera que lo aplaudan.

— Esta bien, campeón. Yo no conozco Australia ¿y? — le respondería.


En mi adolescencia la radio  captó mi atención pero siempre fui televidente. En producciones como «Las 24 horas» y «La bonita página» asimilé las primeras generalidades sobre el amor y el desamor.

Así como en la década del 50 la radio se oía en familia junto al combinado, la televisión en los ochenta se miraba en el horario de la sobremesa mientras se servía el postre y el humo de los cigarrillos colorado corto de papá eclipsaban el ambiente.

La repercusión que tienen hoy las series de las plataformas, en aquel entonces se reducía a las telenovelas de la pantalla chica. Desde muy chico supe del éxito de «La familia Falcón» y en el año que nací “El amor tiene cara de mujer” era lo más visto. 


LOS NOVENTA

¡Si se pudiera matar el tiempo sin herir la eternidad!

Como un soplo llegarían los 90 con éxitos como “Cosecharás tu siembra” y “Más allá del horizonte” mientras me disponía para el viaje de egresados. Allí definiría mi outfit frente al espejo de la peluquería de mamá en la carrera entre el flequillo stone y el jopo de Jazzy Mel. Ganó el rocker, claramente.

Viajo a los 2000 y me veo con Julián en brazos siguiendo los pormenores de "Montecristo" en Telefé basada en la obra de Alejandro Dumas, hasta llegar a "Argentina, tierra de amor y venganza" (ATAV). Una historia sobre dos amigos españoles, Torcuato y Bruno que huyeron de la guerra civil española. Desde «El amor tiene cara de mujer» del año 1976 hasta el 2021 con ATAV, Virginia Lago habitó muy cerca de nuestros corazones a través de la pantalla. Allí mismo donde se reflejaba la figura de mamá hasta que partió hace pocos meses.

 

MUSIC HALL

Esta noche intentaremos desandar sobre el Music Hall “Gracias, Maria Elena”, sobre la relación de Virginia con María Elena Walsh, dos amigas entrañables. Dos que se amaron, dos que se aman.

Como en la obra maestra de Miguel de Cervantes Saavedra, en el musical dirigido por Héctor Giovine con música de Mario Corredera cohabitan la razón y la locura, la humanidad y la ternura. Esta adaptación teatral se estrenó en Mar del Plata y regresa este jueves 5 de enero.

Estoy sentado frente a una artista que franqueó toda mi vida con sus caracterizaciones en la pantalla chica y la grande. 

Fui criado por las historias de las telenovelas. Allí asimilé sobre desengaños y traiciones, lealtades y pérdidas. Ahora que lo pienso, no fui tanto el cine con mamá, no compartimos lecturas en común pero si me advierto tomando el Toddy y viendo telenovelas juntos.

Como marplatenses somos privilegiados de disfrutar a Virginia Lago con una obra que es mucho más que una adaptación musical. Es un homenaje a la amistad. 

Me pregunto, 

¿Hay alguna forma mejor que conmemorar a un gran afecto que a través del cuerpo, la voz y la actuación?

 

EL UNICO LIBRO QUE HAY QUE LEER

¿Quién será Don Quijote? ¿Quién será Sancho Panza en esta historia?

Hoy me sumo por unos minutos a la aventura de dos artistas que en su vida indagaron en la búsqueda incesante de toparse con su propia huella. Hoy vamos a hablar de una obra que vuelve al Centro Cultural «Osvaldo Soriano» un espacio que reabrió sus puertas.

En la tercera temporada de «La Hora sin sombra» comenzamos disfrutando de lo que nos hace más felices. Recibimos a dos artistas que comparten su vida desde hace más de 50 años: Virginia Lago y Héctor Giovine. 

Si la pluma es la lengua de la mente, nosotros escribimos sobre mármol: “Gracias, Virginia”















3 de enero de 2023

# 71 VIRGINIA LAGO

 

TERCERA TEMPORADA DE LA HORA SIN SOMBRA



Este martes 3 de enero comenzamos la 3era Temporada de La Hora sin Sombra con una invitada de lujo, la actriz Virginia Lago

Virginia viene a presentar "Gracias, Maria Elena" la obra ganador del Estrella de Mar de oro.

¡No te lo pierdas!

Martes 22 hs

www.radiovinilo.com.ar


 

26 de diciembre de 2022

MADURAR HACIA LA INFANCIA



«Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego» 
Leon Tolstoi









No voy a mentir, no tengo que mentir. Ya sé la verdad. Me lo dijo mi mamá cuando estaba en segundo. Mi papá se enojó porque mi mamá me lo dijo poquitos días antes de Navidad. "¿Qué te costaba esperar unos días?" En la carta de segundo te pedí que ellos no peleen. Quiero dos muñecos, dos porfa. Uno bueno y uno malo. Si me traes uno solo me aburro. No hay lucha. Yo quiero que mis muñecos peleen. Mi mamá y mi papá no, como te pedí en segundo. Ah, ¡Estoy contento, ya no pelean!
En el boletín traje seis sobresalientes. La seño y la directora me felicitaron. Mi mamá y mi papá también. Mi papá escribe historias. Yo le pregunté si te escribió. Me dijo que sí. "Mi primera carta fue a Papa Noel". Te pidió un playmobil y el muñeco de Han Solo. ¿Se lo trajiste? ¡ja!

No sé qué más era… Ah, lo vi llorar en el cine. ¿Eso te lo puedo contar? Ya sé que no existís pero, bueno, serías como un amigo invisible. O no, mejor se lo cuento al padre José. Me confesé con el padre. En cuarto tomo la comunión. Mejor te lo cuento a vos. Sí. Mi papá lloró. Poquito, era una gotita nomás.

Él no me vio me parece, estaba con los lentes. Fuimos a ver "El Último Jedi". Estuvo buenísima. ¡La mejor película del mundo! Papá compró para 3D con un solo pochoclo. Comió más que yo. ¡Le iba a decir!... Lo del pochoclo no... Me explicó. Siempre me explica lo de la plata. No tenía para comprar dos. Le iba a decir lo de la gotita pero... sonrió también. Fue cuando Luke lo vio a Archu. Le pregunté cuando se secaba las manos en el coso que sale vientito... Faltaba poco para que termine la peli y me dieron ganas de lo segundo...

— ¿Pa, porque lloraste?
— No lloré...
— Sí. Vi la gotita...
— Ah, sí, eh... Cuando Luke lo miro a...

— ¿Te puso triste?
— No, hijo. Feliz, me puso feliz… Vamos que termina...

                                                                                ***

Luke volteó hacia su derecha y levantó la capucha de su túnica. Allí estaba Arturito. Firme, como los amigos que están en línea cuando tu mundo se derrumba. Procuré que Valentino no me viera, me tapé la cara pero no lo pude evitar. Fue como revivir un abrazo de Ortega Sánchez con Perazzo. Arturito no le regañó nada: Los años de ausencia, las distancias forzadas por la coyuntura galáctica, ni las contradicciones de la trama. ¡Claro! Además de ser un androide, es un amigo. 
Pude ver el centello en la expresión del segundo robot más entrañable de mi infancia (el primero es Mazinger Z) en la pantalla del Cinemark. Fue como un chisporroteo imperceptible en la luz de su proyector holográfico. La última vez que los vi juntos en una sala fue en 1983 en el ex cine Gran Lugano. Pasaron treinta y cuatro años, los mismos años que nuestro país conquistó la democracia. 
El domingo fui consciente que no estábamos viendo una película más. No eran los Minions, ni los Vengadores. Allí estábamos paralizados y atentos en nuestras butacas. Padre e hijo forjando nuestra historia. Una película en estado presente. Descubrí el trapicheo de mi percepción escena por escena. ¡Con lo que me cuesta armar un full!


                                                                                ***

Observaba a Kylo Ren, el hijo de Han Solo, malmirado por su performance en el episodio VII y repasé ¿cuántos años residí atravesado por el lado oscuro? ¿De la fuerza? ¡No!, de una pulsión hacia una melancolía que me inmovilizaba en el tiempo. Kylo Ren mató a Han Solo atravesándole su sable laser. Yo maté al hombre que fui. Kylo es un niño herido. Creció con odio y allí reside su aparente poderío. Quise abrazarlo. ¡Estuve tan lindante a su actitud! ¿Cómo no entenderlo? 
Me acomodé en mi asiento y deduje que hoy estoy más cerca del tío macanudo que empuja a su sobrino a tomar vino con soda, guiña un ojo y sonríe exponiendo todas sus caries, que del niño lacerado, que perpetúa un reclamo en una repartición desprovista de mesa de entradas. Los tíos macanudos, especie en extinción, son como jedis mundanos que se esfumaron con los vecinos que pedían hielo, los piropos y las canchas de paddle. A veces pienso que somos sobrinos huérfanos de tíos retirados de largas mesas y parloteos familiares que se apagaron poco a poco y se encienden en la luz del chat del flamante iPhone modelo guachoguaresneik.  

                                                                                ***

Salimos muy felices del cine. Valentino compuso al tun tun unas alocuciones de los más disparatadas mientras retornábamos a casa. Es muy gracioso escucharlo fantasear. Prefiere los personajes que no hablan, le gusta montar su propio guión y conjeturar que expresarían si el imaginara el argumento. A Valentino los coloquios de conflictos de poder le cansan, porque no los entiende. Como esa gente que no exige saber de buena tinta cómo está concebida la Coca Cola pero la saborea de todos modos. Valen se llevó los lentes negros. Simulando ser ciego, clavó una imitación de Yoda memorable. No sabía si retarlo por el robo o reírme por el acting.

                                                                               ***

Con la saga de Star Wars descubrí que el cine es genial para transportarse hasta otros universos. Lo mismo que lograron Jack London o Stevenson en el campo de la literatura. George Lucas, el hacedor de las guerras de las galaxias, trazó sus "veinte verdades" starwarianas. 
Luke, en el episodio VIII, aprovechó el cambio de conducción  y resolvió dejar de lado los dogmas. Se retiró a un templo Jedi emplazado en una isla en medio del océano. Una especie de puerta de hierro con vista al mar donde meditar, acertar con el sentido de la vida y esperar la muerte. Allí fue encontrado por Rey, una padawan con afán de redimir el tiempo perdido. Rey trató de convencerlo para que abandone la isla y vuelva al ruedo espadachín. Luke, en un arrojo de enajenación prendió fuego los libros sagrados. ¡Se pudrió el rancho! 

Mientras rasgueaba estas líneas recordé al Skywalker de "A New Hope", un granjero indeciso y considerado con su maestro Obi Wan tan disímil a este Luke, experimentado y decidido, que le reconoció a Yoda que en su puta vida leyó los libros de la Orden Jedi. Luke, en una alegoría maravillosa, pateó el tablero, desenvainó su espada laser para iluminar el pasado con la luz del presente y partió sin bombos y platillos. 

                                                                               ***

Por lo antes expuesto, en un arresto de monomanía, decidí cometer mi acto de indisciplina navideña e interferir la carta de mi hijo:

Estimado Papá Noel, creo que me he portado bien el último año. Usted dirá. 
Le solicito me consigne sólo una caja de fósforos y una cuota de audacia. Resolví cauterizar mis libros para poder asumir nuevas enseñanzas. Desaprender lo aprendido. Esquivar los agravios. Madurar hacia la infancia, como el título de las obras completas de Bruno Schulz. Mis libros reales no se asarán en la hoguera. Quédese tranquilo. Sólo arderán en la fogata las hojas residuales con mis cicatrices rancias para transmutar en una rosa de cobre. Es por ello, camarada Santa, y extendiendo el patrón del maestro Skywalker, espero que escuche mi recado y ansío acertar ésta medianoche con la cajita de fósforos y un fajo de bravura junto al árbol de Navidad. 
No sé qué más era… Ya sé que no existe, me lo dijo mi madre cuando estaba en tercer grado pero bueno... ver es creer, pero sentir es estar seguro.

                                                                            ***


— ¿Pa, me puedo poner los lentes?
— No, Valen. Te va a hacer mal a los ojos.
— ¿No se puede ver la calle 3D? — me dijo riéndose.
— No, no… Si, se puede – pensé.
— ¿Con los lentes?
— Con otros lentes. Son unos que se forman en el ojo.
— ¿Cómo?
— Claro, se desarrollan con los años. Cuando cumplas cuarenta vas a ver la vida en 3D.
— ¡Dale, Pa! Decime la verdad.
— La verdad es esa. A ver ¿Qué es ver en 3D?
— No sé, como en el cine, eso.
— Es cuando ves alto, ancho y profundidad — dije gesticulando con los brazos — Yo solo veía alto y ancho…
— ¿Y qué es la profundidad?
— La profundidad es… es ir como Luke hasta una isla, lejos de todo y descubrir cuál es tu misión en la vida.
— ¡Dale! ¿Eso es la profundidad?
— Sí, algo así. Esa experiencia te ayuda a ver en 3D sin los lentes.
— ¿Y vos, fuiste a una isla, pa?
—  Sí…
— ¡Ufa! Porque no me llevaste? ¡Qué malo!
— Estuve en un lugar, pero no como el de la peli. Cerré los ojos, así, concentrado y fui a una montaña… Me la imaginé…
— Cuidad… — alcanzó a decir Valen y me tropecé con una baldosa floja.
—  … y te vi a vos, me vi a mí y pensé: ¿cuánto hace que no miro una película…? Quiero decir que miro y pienso sólo en la película y... nada más.
— …
— La respuesta fue... Fue hace treinta y cuatro años.
— Pero pa, es un montón. ¡Con los minions te reíste!
— Sí, es verdad.
—  Yo cuando miro una peli... miro, como pochoclos, tomo coca...
— Por eso fui a esas montañas, para volver a mirar como a los nueve años.
—  No entiendo.

Paramos un taxi en Puerto Madero.

—  Buenas noches. Hasta San Juan y Entre Ríos, por favor.
—  Pa, no entendí – insistió Valen.
—  Cuando fui a esas montañas, sentí paz y entendí que para ver en 3D, primero tenía que vivir mucho, vivir cosas quiero decir. Llegar a los cuarenta, tranqui, y volver a mirar con los ojos del niño de nueve... que fui.

El taxista abrió los ojos y me miró por el espejo — ¿Tiene cambio, muchacho? — me preguntó con inquietud.

—  Sí, tengo — respondí
—  No entendí nada, pa. Te quedabas en los nueve y listo — comentó mi hijo y el taxista largó una carcajada — ¿tenés plata?, ¿me compras una coca? — pidió Valen mientras descendíamos del taxi y se calzaba sus lentes 3D.
— ¡Muchacho, muchacho!
— Si…
— ¿Ésta caja de fósforos es suya?


Tomé la caja, la observé dos segundos y le retribuí el gesto de gratitud con una guiñada de ojo al tiempo que le acomodaba la capucha a Valen. En ese instante, mientras el auto se retiraba, pensé que posiblemente los tíos macanudos no se extinguieron del todo. Ellos vagan por una galaxia cosmopolita montados en trineos albinegros con una proclama en su delantera que reza: Libre. Libre con letras blancas sobre un fondo rojo purpúreo.







20 de diciembre de 2022

OYENTES, EL CORAZON DE LA RADIO





 “Qué pequeña es la luz de los faros de quien sueña con la libertad”

Joaquín Sabina



Esta semana me preguntaban ¿Qué es hacer un programa de radio? ¿Qué es lo que se siente? ¿Cuál es la sensación?

En principio hacer un programa de radio es redimir el regocijo de la mesa larga con familiares que ya no están. Hacer un programa de radio trae el aroma a queso rallado que excedía un cubilete, el agua burbujeando y los ravioles que se sumergían y emergían con idéntico hervor. 

En la radio vivimos en tiempo presente porque mañana es sólo un adverbio de tiempo. Me siento privilegiado de haber encontrado en la radio a mis amigos, a Nene, a Dieguito Lizarazu, a Evangelina, a Gloria Alderete, al Chelo Hagen. Dicen los que saben que la amistad no se agradece, se corresponde. Espero estar a la altura.

Más allá de lo que suceda al aire los siento verdaderos amigos. — El aire es sagrado— me dijo Jorge Puccinelli, y ¡cuánta sabiduría en sus palabras! Al encenderse el cartel purpúreo de aire, se ilumina el estudio con la luz que alumbra ésta sangre de hoy. El aire del vivo es adrenalina, encantamiento, vértigo y magia.

 


Somos muy feliz al recibir los mensajes de Norma de San Carlos, Marisa y Fernando de Lobería, Paula y Cristian de Lugano y Maite de Balcarce. Mario, Lidia, Gloria, Gabriela, Vito, Vicente de la Feliz y Seba de España, entre otros. Muchísimos oyentes que encienden la radio y sintonizan el programa desde Capital Federal a Barcelona, desde Tres Arroyos a Benito Juárez, pasando por Pinamar y San Cayetano. Maite nos escribe desde la pampa serrana — queda corto el programa, quisiéramos escucharlos más tiempo — y nos encanta saberlo. Por privado me han preguntado acerca de la actualidad, los temas que colman los portales, los canales de televisión y los diarios. No puedo esquivar el bulto.

Durante muchos años cubrí como periodista parlamentario el Congreso de la Nación. Recorrí horas y horas por los pasadizos y recovecos del Palacio en el barrio de Balvanera. Calles donde pululan los cafés y la rosca como partículas en el viento. Me apasionaba mi trabajo de periodista, lo hacía con profesionalismo. Escribí cientos de crónicas sobre proyectos de ley, de resolución y pedidos de informes. Siempre a la búsqueda de los textos de dictámenes en mayoría y minoría reñidos en comisiones y sesiones maratónicas de hasta veinte horas de debate. De manera autómata me asomaba por el palco de prensa y advertía las fisonomías de los diputados y senadores de la Nación para conjeturar si habría o no quorum. A veces las maravillas de la vida se nos escapan por la cómoda trampa de la rutina. En esas locuciones incrustas no he topado jamás con soplos que emparden al espíritu de los oyentes de “Faltaba Más” en particular y de la radio en general.

 


Un síntoma de que te acercas a una crisis nerviosa es creer que tu trabajo es tremendamente importante. Cuando uno vive situaciones enmarañadas empieza a valorar las cosas simples y vitales. Una mañana entendí que la ansiedad no está acá, está en el futuro. En esas horas revelé que lo significativo no era mi trabajo, no eran el tratamiento de leyes ni el análisis de la letra chica. Lo cardinal era ver sonreír a Julián y comprendí que la paz comienza con una sonrisa.

La radio me dio mucho más de lo que puedo brindar y sobre todo los oyentes, el corazón de la radio, que nos escuchan con tanta atención. Pienso en Nene, productora de Faltaba más, curadora de canciones, madre del alma, compañera, quien me sostuvo cuando el vacío y la orfandad envolvieron mis días con un manto sombrío. Ella me sirvió un té de durazno, corrió las cortinas y como ritual de iniciación frotó la lámpara de su erudición y me dijo —Tenes que volver a la radio, es lo que te gusta. Tu vieja lo hubiese querido así —

Seleccionamos juntos canciones y moldeamos cada emisión, sección por sección. ¿Cómo venís con el programa? ¿Ya tenés las canciones? ¿Cómo venís con los textos? me pregunta Nene. Juntos creamos una redacción móvil en algún café de la ciudad para producir el mejor programa posible.

Durante dos horas con Nene (hoy cumple 83 años) y Dieguito Lizarazu no nos perdernos de las pequeñas alegrías de la vida mientras otros esperan la gran felicidad. Hacemos el programa por oyentes como Mariquita que con sus 93 abriles aprendió a tocar el piano y tiene mucho más para contarnos que todas las crónicas que podamos compartir cada domingo. 

La épica de una novela belicosa o un cuento enternecedor puede que tengan una ascendencia calificada pero cuando la historia es narrada con la humanidad conmovedora de la oralidad, cuando la historia está franqueada por la piel del intérprete siento que desmantela todo juicio, se queman todos los papeles de la académica pacata y guardiana de la “buena escritura”.

A veces me pregunto si ¿en la filiación de cada oyente con las historias, las reflexiones y la musicalización están reflejados sus anhelos? Aunque quede ridículo que lo diga, con simplicidad, uno siempre anda buscando los orígenes, su identidad. Les agradezco el infinito e incondicional acompañamiento de cada domingo. Más allá de la religión que cada uno pueda profesar quiero desearles felices fiestas. 

Hasta el año que viene. Recuerden que la poesía, se encarne donde se encarne, tiene que trabajar recuperando la alegría. Gracias!