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25 de julio de 2011

SEL URBANO











Miguel del Sel encabeza las encuestas en la categoría gobernador en Santa Fe. Incluso el precandidato por el oficialismo Miguel Lifschitz blanqueó lo que se rumoreaba en voz baja, que en los sondeos socialistas, el ex Midachi está entre tres o cuatro puntos por encima de sus contrincantes. Deduzco que los porcentajes en la provincia de Santa Fé es el resultado de muchas cosas. Podría hacer un breve recorrido y llegar a 1955. Allí germina visiblemente un plan que comienza con el fin de la segunda presidencia de Perón a partir de la Revolución Fusiladora. Un régimen de vaciamiento de todo lo congruente a la participación. Desde la educación, los centros de estudiantes, la militancia estudiantil, sindical y la cacería que comenzó en aquellos años. Durante la década del sesenta se prolongó con la misma política de estado. Alternando gobiernos democráticos y de factos. Las noticias que llegaban desde Europa y Cuba inspiraron a muchos universitarios a refundarse. Emprendían un nuevo recorrido de participación política activa. Actividad que emprendieron sus viejos en las fábricas a partir de la fuerza que tomaron los sindicatos en la década anterior. Cuando el gobierno de Onganía advirtió “la amenaza” que estos jóvenes representaban para su gobierno los reprimieron. Mi viejo me contó sobre su experiencia en la Plata entre 1966 y mediados de 1968 cuando estudiaba medicina y el cierre de la universidad en esos años donde decidió volver a Capital. Desensillar hasta que amanezca, en su caso, otros compañeros siguieron adelante y otros tantos les costó la vida incluso. Décadas de un esquema de vaciamiento de las universidades y de los colegios secundarios que se profundizó con la dictadura de Videla, Massera y Agosti. El comienzo de la década del ochenta nos topó en guerra con Inglaterra. Manotazo de ahogados de los milicos mientras pibes de 18 años ponían el pecho. Los mismos pibes que hostigaron ahora habitaban en la línea de fuego. Volvimos a las urnas. Volvió la democracia y la militancia ganó las calles a través de la primavera alfonsinista. Primavera que duró lo que dura una estación. Decisiones equivocadas, el error del plan Austral. Levantamientos en el ejército, una gestión débil, malestar e hiperinflación empujaron a Alfonsín a dejar su gobierno antes de tiempo. Luego llegó la ilusión a través de un gobernador que parecía rescatar la mística del peronismo. Sin embargo al tiempo nos fue desencantando. Una de las primeras medidas del menemismo fue eliminar los secundarios industriales en la provincia de Buenos Aires. Un pibe de Morón, por dar un ejemplo, tenía que venir a Capital para estudiar tornería. Nada fue casual. Al mismo tiempo cerraban las fábricas, se importaban productos de manera descontrolada, se destruyó la industria nacional. Medidas que estaban muy lejos del salariazo y la revolución productiva prometida en campaña. Los argentinos padecimos diez años de una política de estado emplazada entre otras cosas a mostrar una UBA deficitaria. La extinción de muchos oficios y galpones abandonados -ex fábricas- en zonas de Barracas, Avellaneda y Pompeya son las ruinas de una Argentina que ya no es. Mientras tanto crecían las universidades privadas e inaccesibles para la clase media como la UCA, El Salvador o la Kennedy entre otras. Los grupos económicos (el poder real) exigían y manejaban a gusto y piacere a un poder político dócil y funcional a sus intereses. El turco lo entendió a la perfección - relaciones carnales mediante- rifó la educación pública. Los reclamos salariales eran moneda corriente. Meses de carpas blancas y un Congreso que observaba insensible a los pedidos de aumento a los jubilados con Norma Plá a la cabeza. Escuelas con las instalaciones cada vez más precarias y erosionadas por los años de falta de inversión como consecuencia de presupuestos irrisorios destinado para ésta cartera.
Luego llegó la Alianza y el desastre del 2001. La educación junto a la salud ya no eran prioridad, había que conseguir laburo y pagar la olla como sea. A partir del 2003 el escenario cambió. El Ministerio de Educación tuvo un rol más activo, algo que no se veía desde la primera presidencia de Perón. Vuelvo a Del Sel y concluyo que la candidatura del ex Midachi es en parte el resultado de todo éste cambalache. No tengo nada personal en contra del tipo pero cuando opina sobre política, sobre la pobreza y el rol del Estado en general veo y escucho a la anti política. Queda en relieve y más en evidencia que nunca la falta de cuadros sub-50 que aniquiló la dictadura de Videla y cía. Del Sel es el resultado de diez años de neoliberalismo, de la frivolidad, del uno a uno, de la jodita para Tinelli, de agotar los pasajes a Miami en semana santa. Forma parte de la cantera de quienes se asomaron a la política en aquellos años como Palito Ortega y el Lole Reutemann. Tipos que conciben la política desde lo individual, y cito a  Cooke cuando dijo en el mismo recinto donde Del Sel no dio un solo discurso como diputado nacional "Ese es el mal de nuestra gente. No se hace política de ideas y conductas, sino política de personas". Estos paracaidistas buscan acomodarse sin pensar ni por asomo en una construcción colectiva. En fin, con los números sobre la mesa y el reconocimiento del propio Lifschitz sobre los tres o cuatro puntos que le lleva el ex Midachi a sus competidores y con serias chances de ser el futuro gobernador de Santa Fé, a través de éste humilde espacio aprovecho para hacer el siguiente anuncio: Vendo o permuto libros de política de Sun Tzu, Aristóteles, Foucault y Perón por VHS o DVD de Midachi...  ¡Cualquier temporada!








7 de noviembre de 2009

ESPERAS






Llegué al locutorio, el 3G en la ciudad funciona cada vez peor. Pedí una computadora para revisar el correo y salvo una, estaban todas ocupadas. Me ubiqué al lado de dos adolescentes, tendrían entre quince y dieciséis años, y mientras abría la página de yahoo, una de ellas dijo - Che Fla, esto no termina más, hace diez minutos que está descargando el programa.
Pensé “estas computadoras deben ser muy lentas, reviso los asuntos en los correos recibidos y si tarda mucho me voy”, pero la voz de esa chica rebotó en mi cabeza: ¡DIEZ MINUTOS!
Giré y pude ver la impaciencia en sus rostros y mi necesidad de leer los mails quedó en un segundo plano. Recordé algunas esperas que tuve en mi vida, las que me contaron y las que leí. Una seguidilla de anécdotas resurgió en mi mente. Como un tranvía descarrilado a toda velocidad me fui de las vías y llegué hasta Fabio, el flaco Fabio y su relato recurrente: cómo desde la ratonera en Malvinas esperaban alguna directiva de sus superiores, mientras escuchaban los estallidos de bombas y el vuelo rasante de los aviones ingleses. Si bien estuvo en las islas sesenta días, describía esos momentos como eternos.
Irrumpe otro recuerdo: los ojos vidriosos de papá luego de la derrota de Italo Luder ante Alfonsín. Esa noche escuché por primera vez que tuvieron que esperar dieciocho años para volver a nombrar a Perón. Hasta acá creí que lo peor que podía esperar era el 91 ramal Sarmiento.
El mismo trip me condujo a la imagen de Luisito, que recién pudo conocer a su viejo a los seis años. Esperaba ese día con tantas ansias y yo no podía comprenderlo, creo que ninguno de los pibes de la cuadra entendía su sentimiento. Luisito lo idealizaba, siempre nos decía "Va a ver que cuando vuelva mi papá los va a caga a palo".
La última vez que lo vieron  por el barrio, fue en los campeonatos Evita, de fines de los setenta. Pancho, como le decían, era wing izquierdo, tenía una estilo muy personal. Una mezcla de loco Houseman por la insolencia en su juego y el gringo Scotta por la pegada fornida.
Me contó el tío Juanqui que la final del torneo se jugó en La Noria, atrás de las piletas. Un partido chivo entre Las Achiras y Urquiza. Finalizó dos a dos. Luego de un alargue enredado (con el público dentro de la cancha) llegaron los penales. Pancho definió la serie picando la pelota por encima del arquero.
Francisco finalmente volvió una tarde de Navidad. El mito, el hombre que se atrevió a picar la pelota en una final ya no era aquel wing izquierdo. Era un tipo desairado y de aspecto abandonado. Tenía rasgos duros, una mirada triste y hostil, tierna por momentos y filosa por otros. Párpados caídos y una cicatriz límpida le franqueaba el ojo. Apareció en un Dodge Polara. Nunca voy a olvidar la cara de ese pibe de seis años; era todo felicidad.
Las dos amigas sentadas junto a mi box finalmente lograron descargar el bendito programa. La espera que fue motivo de tanto fastidio e impaciencia llegó a su fin. Pensé: “ellas pueden instalar o desinstalar cuando quieran, en cambio en la vida real no existe el CTRL+Z (Deshacer) y tampoco se puede resetear o reiniciar siempre, hay momentos que cuando se pierden ya no vuelven más”. Comprendí, en ese momento, la angustia de Favio por no recibir una directiva en la ratonera y el desaliento de papá ante una derrota electoral. Pero sobre todo recordé el Dodge Polara con Luisito y su papá, en esa Navidad tan esperada. Ellos dos juntos otra vez. Quizás Pancho no sea el mejor ejemplo para un pibe, quizás no debió picar la pelota sobrando al rival, quizás no debía irse un día para no volver. El mito dice que jugo de wing y vivió en Sarmiento. No lo sé. Lo que sí sé es que fue y será el mejor regalo para ese pibe.