2 de julio de 2017

DESDE EL AIRE, NO SE VE



Se presentaron los Caballeros de la Quema después de quince años. Vuelven los Ratones Paranoicos con un show en el Hipódromo de Palermo, bandas emblemáticas que acarician una fibra muy potente. Sus canciones forman parte de la banda de sonido de aquellos inaugurales noventas. Así como linkeamos la vida en función de los mundiales; hay festivales, escenarios y vivencias que están adheridas a discos de los Caballeros y los Paranoicos.


Después del agua, más agua

“La 76” fue la última categoría que se sorteó para hacer el servicio militar obligatorio que estaba vigente desde 1904. El caso Carrasco puso fin a una etapa y un decreto del turco lo rubricó. Recuerdo que llegué al Regimiento de La Tablada cagado las patas, ingresé a un pabellón y había un milico veterano que me indicó una mesa donde me sellaron el DNI con la estampa: «Situación Militar Regularizada».
Huí del cuartel como perro con dos colas. ¡Zafé de la colimba, man! Me había salvado de un año de carrera mar, cuerpo a tierra y salto rana. Fui hasta la parada del 620. Me coloqué los auriculares, los enchufe a los walkmans y pelé un cassette grabado: «Manos Vacías», el primer disco de los Caballeros. Al ascender al 28 y cuando alcancé el lado B me quedé sin pilas. Escuchar «Con el agua en los pies» por el conurbano es algo que no puedo borrar de la memoria. 
Años después, Iván Noble se transformó en el adalid de los sin voz con una épica tanguera entre sombras y comanches menemistas devenido en bont vivant. Los fans de Caballeros le exigen un tema como «Patri». A Iván en sus discos solistas le afloran canciones como «Olivia». ¿Qué le vamos hacer? Con la ingenuidad de los niños adulamos a nuestros músicos al grito de “no cambien nunca”. ¡En Internet llegaron a proponer un cacerolazo en la puerta de su casa para evitar que se case con Julieta Ortega!



Mi filosofía es de la calle

Entre el errático «Furtivos» y el mutlipremiado «Fieras Lunáticas» repaso un álbum de transición de la discografía paranoica como «Tómalo o déjalo». El cassette no paró de repiquetear en la pieza del hotel donde paramos en Bariloche en el viaje de egresados, “… A Juana de Arco le hicieron quemar”. Los Ratones Paranoicos fueron el tanque stone local con el que construí mi personalidad en la rebosante pubertad. Pienso en la sorprendente religiosidad empalagosa que acometió la vida del cantante de los Paranoicos en el último tiempo: "Vi a Jesús con la corona y dejé los vicios de un día para otro”. A Juanse no lo juzgo por lo que hizo con su vida, lo juzgo por lo que hizo con la mía. Es muy factible que vuelva a verlos en vivo arañando un pellizco de felicidad.


Cerdos y Peces

Me pregunto si el tiempo endulza los recuerdos y quizás nada sea como lo estoy vertiendo, a lo mejor no haya sido tan así, para mí sí lo fue y eso es lo que importa. Primaveras donde la existencia teñía un paisaje inmortal, donde no nos cabían los chamuyos berretas. Vivíamos en estado de presente. 
Persistentemente vamos a peregrinar por los mismos shows, los mismos temas, las canciones que nos atraviesan. Firme mientras las gentes salen a morir sus vidas, vuelvo a reelegir los discos que nos hicieron felices. Celebro que desanden las bandas y tornen a los escenarios, porque con ellas regresan los buenos tiempos y el recuerdo de quienes se adelantaron en el viaje. Para ser sincero, rebusco en una canción de los Caballeros la senda que perdimos. La trocha de bracear contra las olas. Trepo a mi tabla, entre cerdos y peces, embebido en la efervescencia obstinada de la cultura rock porque somos muchos los que no olvidamos que sólo los peces muertos nadan con la corriente.





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