Columna musical del 2/5/2013 en Paranormales,
programa emitido todos los jueves de 0 a 2 hs
en Radio Gráfica 89.3 Mhz
Hasta
la vida y habilidades de algunos grandes músicos tienen como trasfondo leyendas
que explicarían porque llegaron a estar en ese firmamento de estrellas elegido
para unos pocos. Este es el caso de uno de los mejores guitarristas del mundo y
cantante de blues, Robert Johnson, cuya leyenda habla de un pacto con el
diablo.
Robert
LeRoy Johnson nació en 1911 al sur del estado de Missisipi. Nació fruto de una
relación esporádica y Robert tardó años en saber su verdadero apellido. Fue el
undécimo hermano de una familia negra en una época y lugar muy complicados para
alguien de color.
La
música comenzó a atraerle a una edad temprana y comenzó a tocar el arpa y la
armónica y a faltar a la escuela y un problema de la vista fue excusa para que
abandonara las clases definitivamente y se centrara en la música, en la que era
más bien mediocre, y en las mujeres, una pasión que le obligó a huir y a
cambiar de nombre más de una vez ante maridos celosos. En la adolescencia comenzó a tocar la
guitarra con idéntico poco virtuosismo.
Pero en 1929 encontró la estabilidad junto a Virginia Travis, con la que se casó. Ella quedó embarazada y por primera vez aparecía la felicidad en su vida, pero en abril de 1930, Virginia murió en el parto junto al bebé. Ella tenía 16 años.
La vida
de Robert dio un vuelco y refugió su tristeza en el blues y comenzó a viajar siguiendo a los grandes
del blues y tocando sin ningún éxito, hasta que decidió volver a su ciudad
natal donde una viuda adinerada, Esther Lockwood, le acogió y con ella tuvo un hijo.
Es en
este periodo de tiempo cuando sus conocidos comienzan a sospechar , ya que
Robert, que nunca había sido buen músico, comienza a tocar con una ejecución
perfecta propia de admiración de grandes figuras de la época, que consideran
que tocar así de repente no puede ser otra cosa que fruto de un pacto con el
diablo.
La
leyenda dice que Robert Johnson vendió
su alma al diablo en el cruce de la actual autopista 61 con la 49 en Clarksdale
(Missisipi), a cambio de tocar blues mejor que nadie. Esperó en el cruce de
caminos hasta medianoche, con la guitarra en la mano, hasta que el diablo se la
devolvió, y las manos de Robert solo tenían que deslizarse por el mástil para
interpretar el mejor blues de la historia.
Robert
tocó por todo el sur de Estados Unidos. Nunca se quedaba en el mismo lugar,
como si huyera constantemente. El público afirmaba que tenía algo mágico que
cautivaba. Sorprendía al público con su música y su guitarra que sonaba como si fueran dos, su
voz que podía cambiar de formas, sus ojos fijos que miraban como poseídos, era
incapaz de quedarse en un solo lugar. La letra de las canciones trataba sobre
desesperación religiosa y demonios interiores, y dos de sus mayores exitos
hacían referencia a su supuesto pacto. “Crossroad blues” habla de un cruce de caminos que
muchos consideran como el lugar señalado para el pacto, y la letra de otro de sus éxitos, “Me and the
devil blues”, dice: “Early in the morning, when you knock at my door, Early in
the morning, when you knock at my door, I said Hello Satan, i believe it’s time
to go”. (Temprano
en la mañana, cuando golpeas a mi puerta, digo Hola Satán, creo que es tiempo
de partir).
En uno
de estos conciertos fue descubierto por un promotor musical, y entre noviembre
de 1936 y junio de 1937, grabó 29 canciones, algunas con dos tomas, que junto
con dos fotografías, son el único testimonio de su paso por este mundo. Este
material, junto con alguna versión, compone los once Lp’s de su discografía y
que la casa editaría poco a poco.
Una
anécdota es que Robert hizo las grabaciones con su guitarra Gibson medio
destruida y de la que no se separaba jamás, y de cara a la pared. Los
directivos del estudio corrieron el rumor que era para que no le vieran los
ojos poseídos al cantar, aunque algunos músicos lo atribuyen a que la acústica
así era mejor. Esto y el hecho de que algunos conocidos le atribuyeran
extraordinarias habilidades, como por ejemplo, tras una tarde de charla, con la
radio de fondo y Robert sin prestar atención a la música, era capaz al día
siguiente de reproducir cada canción por orden y nota por nota.
Su
leyenda aumentaba a pasos agigantados, y la gente acudía en masa a verlo,
atraídos por su música y por el morbo de su personalidad, cada vez más esquiva
que le llevaba a tocar en semipenumbra para que la gente no viera su manera de
puntear la guitarra, o a desaparecer en medio de una actuación. Su vida iba
frenéticamente de un lugar a otro. Buscaba a una mujer en cada ciudad, tocaba
en un local y desaparecía, hasta que el 13 de agosto de 1938, en Greenwood, Carolina del Sur, el diablo se
cobró su supuesta deuda.
Robert
tuvo el error de seducir a la mujer del dueño del local donde tocaba esa noche,
y le dieron una botella de whisky abierta. Antes de que Robert pudiera beber,
un músico que le acompañaba se la quitó y la rompió advirtiéndole que nunca
bebiera de una botella abierta, pero
Robert se enfadó y le trajeron otra botella también abierta de la que bebió.
En
mitad del concierto, Robert dejó de cantar, dejó su guitarra a un lado y salió
a la calle. Los tres días que siguieron estuvo delirando hasta que murió
envenenado por la estricnina que contenía la botella de whisky el 16 de agosto,
con 27 años, los mismos que extrañamente tenían al morir otras grandes leyendas
de la música como Jim Morrison, Jimmy
Hendrix, Janis Joplin y Kurt Cobain .
En “Me
and ther Devil blue”s, pedía ser
enterrado a un lado de la carretera: pero existen tres tumbas que supuestamente
contienen sus restos.
Leyenda,
mito o realidad, o quizás algo de las tres, hicieron de Robert el mejor bluesman de la música y está entre
los cinco mejores guitarristas de la historia , algunos de los otros cuatro
han hecho curiosamente versiones de sus canciones como Eric Clapton, o Keith Richards,
de los Rolling Stones, quien, tras escuchar a Robert Johnson por primera vez,
enseguida quiso saber quien era el otro guitarrista. Richards no podía creer
que fuese una sola persona el que tocaba!
Cincuenta
años después de su muerte, una reedición de todas sus grabaciones fue disco de
oro y consiguió un premio Grammy. Quizas más de un músico vendería su alma por
conseguir algo parecido.
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