- ¿Qué te pasa, pa?
- Nada.
- ¿Estás bien?
- Sí… No, no. Este muchacho… ¡Qué cosa! Anda a comprar de una corrida queso rallado, el baratito. Ah, decile a Miguel que el viernes le pago todo.
- Pero, pa…
- Vos decile así.
-...
-...
- ¿Qué pasa? ¡Dale que cierra!
- ¿Pa?
- Sí.
- ¿Qué muchacho?
- Falcón, Jorge Falcón. Tan jovencito, que vasé.
Volví del almacén. Esa noche supe que el auto de papá tenía nombre. Me senté algo aturdido al lado de él. A los 10 años era el mejor lugar que se podía estar. Ahora que lo pienso no hubo una silla más preciada.
- Tomá, tomá un poquito.
- Pa, ¿Qué va a decir mami?
- Nada, hoy no va a decir nada. Es un secreto entre vos y yo. Un chorrito nomás. Métele más soda. Es por hoy nomás.
El Termidor rebajado con soda no estaba nada mal. Ese miércoles “Grandes valores del Tango” salió grabado. Soldán leyó un discurso apenado. Cenamos en silencio. Nadie habló. Yo no quería hablar. ¡A ver si todavía se daban cuenta que había tomado vino! Mamá no lo sabía, papá sí. Era nuestro secreto.
Mi viejo me convido a participar en su dolor de alguna manera. Era como velar a un familiar que jamás vimos mientras comíamos albóndigas con fideos de moño. Más de tres décadas para deducir ese gesto.
Hoy entré a un almacén de San Telmo con Julián, sonó ésta canción en la radio y se me aflojaron las gambas, de frente ma´. Antes de averiguar sobre un precio, el fueye de la orquesta campaneó y me devolvió a la cocina con pestilencia a salsa y vino tinto. Nada, eso. Pensé: Lo que daría por un vasito de vino más. ¡Lo que daría!
Mi viejo me convido a participar en su dolor de alguna manera. Era como velar a un familiar que jamás vimos mientras comíamos albóndigas con fideos de moño. Más de tres décadas para deducir ese gesto.
Hoy entré a un almacén de San Telmo con Julián, sonó ésta canción en la radio y se me aflojaron las gambas, de frente ma´. Antes de averiguar sobre un precio, el fueye de la orquesta campaneó y me devolvió a la cocina con pestilencia a salsa y vino tinto. Nada, eso. Pensé: Lo que daría por un vasito de vino más. ¡Lo que daría!
- ¿Qué te pasa, pa?
- Nada.
- ¿Estás bien?
- Sí… Sí, estoy muy bien - le respondí a mi hijo, lo abracé con ganas y todo volvió a su lugar.
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