Termino
de leer Buk 33 y siento que leí no sólo un gran libro de poemas. Buk 33
amplifica un bramido de párrafos en forma de monólogo interior, sagaz, margineta,
elegante y urbano. Poético hasta los huesos, directo y sin filtros.
Buk 33
no solo es un texto intruso. Buk 33 ingresa sin pedir permiso con el desparpajo
y naturalidad de quien se sabe abierto. Son instantáneas con humo de cigarros
negros y con gusto a vino tinto. Buk 33 es por momentos claustrofóbico y
hermético. Un escenario de ambientes sórdidos de una Buenos Aires post-punk de
los ochenta de camperas de cuero, Halley y Gambas al ajillo.
Por
momentos se abre, sale a la calle y patea los tableros en las veredas de adoquín
con el sonido del golpe de las cacerolas en tiempos donde solo se podía mirar
vidrieras y observar conductas sentados en un bar.
Buk 33 es
un libro de una profundidad de ensueño e hiperrealismo al mismo tiempo. María
Laura Prelooker captura instantes y los pone en relieve con la sensibilidad de
una pluma perceptiva que deja impreso en este libro su mirada tan original,
íntima y personal sobre la ciudad, el río, la mujer, el hombre, el amor y el
desamor… los desencuentros, con una veracidad que inquieta y moviliza.
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